09 junio 2025

SI EL MAR SE VOLVIERA RON Y EL RÍO LA VILLA CERVEZA



Hace largo tiempo el río La Villa está en problemas y sobre el tema llevo décadas de estar insistiendo -como el que clama en el desierto- mientras algunas instituciones se contentan con atender la crisis que de manera recurrente afecta a la corriente acuosa que antaño se denominó Cubita, río de los Maizales y más recientemente río La Villa.

Lo del río es algo que se veía venir, mientras se hacían investigaciones y algunos se llenaban los bolsillos como expertos. Y lo que ha faltado es la decisión política de atacar el problema de raíz, de comprender las causas estructurales del fenómeno y no confundir las consecuencias con las causas.

En el fondo está el modelo de desarrollo peninsular y la cultura de depredación que dio inicio con el arribo de los españoles en el siglo XVI. Una destrucción ambiental que no se hace notoria hasta el siglo XX cuando la presión poblacional, la ganadería extensiva, el inadecuado manejo de las aguas negras, la porcinocultura irresponsable, las industrias en las riberas y la inconciencia ciudadana lo convierten en vertedero de inmundicias. Y hasta la ingenuidad de la música de acordeones pregona el ideal del alcoholito: “Si el mar se volviera ron y el río La Villa cerveza”.

Claro que existe una cuota de responsabilidad en la visión ovejuna de los diversos gobiernos que hemos tenido. Pero ellos no son los únicos responsables, porque también están las autoridades que en Azuero están más pendientes de los votos que del desarrollo peninsular, y esto ya es el colmo, de diputados que no forman parte de la solución, sino del problema.

En el modelo depredador al que hacemos alusión, la ganadería extensiva, los monocultivos (maíz, arroz y caña de azúcar), la banca y cooperativas financiadoras son factores que nos han llevado a la encrucijada en la que nos encontramos: la existencia de un río contaminado, sufriendo una crisis que parece terminal, en una región que apenas tiene el 6% de bosques.

La problemática no se va a resolver a corto plazo, porque las causas generadoras del problema no son atacadas, situación que también experimenta gran parte de los 500 ríos que tiene Panamá, muchos de ellos viviendo situaciones similares en la vertiente pacífica y, más específicamente, en el curso bajo de los ríos.

La situación es compleja, porque lo que está en juego no es tanto la suerte del río, que ya es mucho, sino el futuro de la región con rasgos profundamente epicúreos, quiero decir, inmersa en una borrachera de fiestas, consumo de licor y en todo lo que signifique los placeres de la vida, por los placeres mismos.

En el caso del río La Villa, así como en otros nacionales, hay que hacer valer el principio del derecho ambiental, el mismo que sostiene que quien contamina paga. No basta con establecer multas, ni con repartir botellas de agua. Hay que obligar a los contaminadores a asumir los costos de la contaminación, para que no sólo paguen la multa y los demás comprendamos que ese proceder no será tolerado.

El cambio de tipo estructural es un proyecto de largo plazo y demanda la planificación del desarrollo que deseamos. En esa planificación el tema ambiental tiene que ser manejado responsablemente, con una educación que fomente el respeto por la casa común, dentro de una cultura que comprenda y fomente el respeto por la vida. Al parecer, no hay otro camino, porque en el que transitamos, el río La Villa vivirá de crisis en crisis, de coyuntura en coyuntura y nuestro destino será tomar y bañarnos con sabor y aroma a mierda de puerco, sazonada con agroquímicos y coronada con metales pesados.

.......mpr...

9/VI/2025

 

 

 

 

 

 

 


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