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27 enero 2008

BELLA VISTA, SU GENTE Y SU COOPERATIVA


Antiguo local de JOCADOM
1. TIEMPOS DE RENOVACIÓN. La década del cincuenta del Siglo XX es vital para comprender los problemas del desarrollo regional. Estamos ante un período histórico de turbulencias políticas en la Ciudad Capital y de intentos de ampliación del mercado interno. De alguna manera el país vive la crisis provocada por la ausencia del flujo económico que caracterizó el período bélico. En el plano cultural las escuelas primarias dan sus frutos y el panameño ha sentido en carne propia la presencia estadounidense en la Zona del Canal. También hay más médicos y enfermeras, y la red vial comienza a interconectar los pueblos con la carretera que Belisario Porras Barahona había construido en los años veinte. En pocas palabras, se perciben tiempos de cambio y hay un ambiente que permite, pese a todo, experimentar con nuevas formas organizativas.
En la Provincia de Los Santos, y Guararé dentro de ella, comienza a renacer un nuevo estilo de vida. Los primeros egresados de las universidades arriban a los campos y los colegios secundarios dejan sentir su influencia bienhechora. La carreta retrocede ante el rugir de los camiones marca Ford y los barcos (que transportan a personas, animales y productos), experimentan su agónica existencia. En los años cincuenta, Don Rogelio “Gelo” Córdoba ha sacado al acordeón del ostracismo social en que se encontraba y aparece un nuevo pino del instrumento de los pitos y fuelles: Don Daniel Dorindo Cárdenas Gutiérrez. La hegemonía del violín ha llegado a su fin, la gente deja de bailar en las solariegas casas de quincha y un nuevo elemento aparece en el escenario, el jardín de baile. El surgimiento del Festival Nacional de La Mejorana (1949) expresa fielmente esos temores ante los nuevos tiempos. Tanto en la provincia santeña como en el municipio guarareño, nuevos cosas se cuelan bajo el tejido social que ha dado vida a la vieja cultura tradicional. Todo está en su punto y una nueva sociedad asoma sus narices.

2. BELLA VISTA Y SU GENTE. Los cambios sociales y culturales que brevemente he descrito, inciden en el Guararé de la segunda mitad de la vigésima centuria. Las transformaciones las sintió el hombre de carne y hueso, ya sea que morara en la capital provincial o en un pequeño villorrio. Este último es el caso de Bella Vista de Guararé. La comunidad que antiguamente se llamó El Potrero, era una aldea de ganaderos, agricultores y pescadores con una población que rondaba los trescientos habitantes. No muy lejos de allí, las salinas, los manglares y el rumor de las olas cantaban las glorias del Océano Pacífico.


Los que nacimos en los años cincuenta vivimos esa transición hacia la modernidad a la que aludo. Podríamos decir que fuimos la última generación de un mundo rural que tenía sus días contados. Vida apacible aquella, propia de niños que crecieron jugando en la calle larga que comenzaba en la casa de “Chamalía”, quizás en la de Misael o la de “Mito” González, en la encrucijada del camino que va hacia “La Guaca” y “Tablas Abajo”. De allí se extendía hacia La Enea, pero Bella Vista terminaba en las proximidades de la tienda de “Tin Blas”. Hacia atrás, en dirección contraria, la gente compraba sus enseres en dos abarroterías: la de “Ñan Vergara” y la de “Alejandro Pinzón”. También habían dos herrerías, la de “Chelo Donde” y “Tite Vásquez”; además, gente que vendía pescado fresco (como Los Vásquez, con “Chasma”, por ejemplo) y ganaderos como Benigno Polo. El corte de cabello valía diez centésimos en la barbería del mejoranero Abraham Díaz. Los niños iban a los potreros a visitar sus “tapones” y las niñas con sus “cocinaditos” practicaban para llegar a ser hacendosas mujeres del hogar.
El bellavisteño miraba a Guararé como la referencia más importante de lo que era un centro urbano. No había transporte colectivo y para acudir a Las Tablas se tenía que caminar hasta la Escuela Juana Vernaza y esperar que pasara la “chiva”. Algunos afortunados, los menos, viajaban a la Ciudad de Panamá y tejían leyendas sobre la peligrosa Loma de Campana, el Mercado Público, el edificio de la Presidencia, San Felipe y la Avenida Central. Para otros, aquello era un sueño aún lejano e inalcanzable.
En la comunidad todo el mundo se conocía, y de una u otra manera estaba emparentado. El invierno era crudo y las noches se llenaban de luciérnagas, mientras un concierto de sapos animaba las noches oscuras. Había que estudiar en la “Juana Vernaza”, dotado de “chácara” y con capote, por si el aguacero hacía de las suyas. Se regresaba de la escuela con riñas en el camino y uno que otro se internaba en las huertas amigas para robarse un mango. Travesuras de niños.
En las tiendas la gente conversaba de temas diversos, pero siempre del estado del tiempo y la suerte de las vacas y el sembradío de maíz. La fiesta del 21 de enero se celebrada en la plaza que quedaba al lado de la “Tienda de Alejandro”. Un olor a carates recién cortados, que eran traídos en carretas, pregonaba con su olor la proximidad de la fiesta taurina. En ese lugar un viejo palo de mango servía de techo a la cantina. Allí, en otro tiempo, Nenga Bucha se recostaba al tronco para lanzar sus palabrotas de grueso calibre, mientras al fondo la casa de Chenda mostraba su amplio portal y una vieja chiva dormitaba debajo de un árbol de mamón. Desde abril el tin-tan del yunque de Chelo resonaba en la distancia, señal inequívoca de la proximidad del invierno.
Un mundo así no se olvida, aunque los títulos y los viajes puedan marear la cabeza. Esa fue la época de Rosita y Chía, Blasina y Severo, Concho, Ubaldina, Tite, Mercedes y Mayía, Gumercinda y Nengo, Geña y Manolo, Candelaria y Pedro, Elida y Ñan, Viterbo, Oscar Cuervo, Chasma, Carlina y Tin, Lidia y Pastor, Donde, Aura, Chenda, Ángela y Abraham, Elena y Socio Andrés, Vicenta y Chepo, Mercedes y Alejandro, Avelino, Manuelito, Julián, Rosario, Virgilio, el maestro Pablo, Toño y Lucia, Serafina y Nicho, Rosa y Diomedes, Lilia, Eutimia y Papi Parranda, Brunilda, Agustina y Chofo y muchos más. Los Ovalle, Araba, Castillero, García, Cedeño, Domínguez, Zarzavilla… La lista es larga y la vida corta, pero los cambios no esperan.
Amanece 1957…. y la Cooperativa hace su aparición.

3. LA COOPERATIVA Y SUS TAREAS. Tal vez la historia de Bella Vista haya que dividirle en dos etapas. Una, la del poblado tranquilo que encontramos previo al surgimiento de la Cooperativa José Del Carmen Domínguez R. L., y, la otra, que comprende desde el establecimiento de JOCADOM hasta nuestros días. Esta tarea está aún pendiente; lo importante en este momento es comprender que la cooperativa guarareña institucionaliza una práctica que era común en la comunidad, la de unificar esfuerzos para resolver los problemas. De alguna manera el hombre de Bella Vista ya era cooperativista sin saberlo. La práctica de la junta (de embarra, para cortar arroz, etc.) se constituye en el antecedente más importante que permite cohesionar esos esfuerzos colectivos que de otra manera hubiesen tenido una vida efímera. Claro que Ofelia Hooper Polo (brillante mujer nacida en Las Minas de Herrera) les hablaba a los pioneros guarareños de los zapadores de Rochdale, Inglaterra, pero nuestra gente pensaba que todo aquello se parecía al trabajo colectivo del hombre del campo. Por eso la junta quizás sea el fenómeno sociológico que explica el arraigo y el éxito arrollador del cooperativismo en las comunidades santeñas.
Nada ha sido más importante para Bella Vista que su Cooperativa: ni el alumbrado eléctrico, ni las calles asfaltadas, el camino a la “playa”, el estadio, la llegada del teléfono u otro proyecto comunitario. El santeño nunca podrá agradecer a los pioneros de JOCADOM tanto generosidad y visión de futuro. Ese proyecto millonario (financiera y socialmente), basado en los centavos que en su momento colocaron nuestros antepasados, es una joya que hay que pulir y cuidar. Gema que brilla a la sombra de dos pinos.
La Cooperativa es un sueño eterno, una utopía dinámica, una empresa que ha de renovarse cada vez que una nueva generación retome sus riendas. Los fundadores hicieron lo correcto, partieron de los Círculos de Estudio y comprendieron que la filosofía social del cooperativismo ha de ser la base sobre la que se sostiene su andamiaje social. En el cooperativismo las finanzas son un medio, y no un fin en sí mismo.
En los tiempos actuales el mayor desafío que enfrenta JOCADAOM no sólo radica en su renovación institucional, en poder ser fiel a su época, sino en lograr desarrollarse sin olvidar sus raíces de empresa campesina. Prohibido olvidarlo, porque siempre habrá que volver al ayer para retomar fuerzas y corregir el rumbo en una época deshumanizada y excesivamente mercantilista. Quiero decir que la verdadera razón de ser de JOCADOM es su gente y dentro de ese pueblo, el habitante de Bella Vista. Debemos admitir, orgullosamente, que mucho de los que integramos las generaciones posteriores a los fundadores, cimentamos el éxito no sólo en nuestros esfuerzos familiares e individuales, sino en el influjo bienhechor de JOCADOM.
La Cooperativa es un icono que genera confianza y el bellavisteño la quiera en silencio; la tiene empotrada en el centro del pueblo, para que al mirarla todos los días fomente la autoestima comunitaria y le recuerde lo que es capaz de hacer el amor y la razón. La metáfora es hermosa, han construido un edificio nuevo, sobre las cimientes del antiguo. “Más claro no canta un gallo”.

4. EPÍLOGO SENTIMENTAL. Aquel día llegué a Bella Vista, como tantas otras veces, con el pretexto de ver cómo estaba la casa de mis padres, pero en el fondo deseoso de retornar a mi hogar, como el salmón que remonta el río o la tortuga que retorna a la playa que le vio nacer. Me detuve frente al renovado edificio de JOCADOM, bajé del auto y me fui a hablar con Celina, amiga de siempre y mujer trabajadora que vive frente a la Cooperativa. Dialogaba con ella y a veces volvía a mirar el edificio. Al rato llegó Tinita, su hija, y la tertulia se hizo amistosa y amena. “¿Cómo va la tienda?”, me dijo. Le contesté que estaba reformado el edificio, pero yo seguía mirando hacia JOCADOM.
A veces las cosas llegan cuando menos lo esperas. Ese día, inadvertidamente, comprendí en toda su magnitud lo que hicieron los hombres y mujeres de mi pueblo. Ellos casaron, como en un matrimonio, la razón y el sentimiento. JOCADOM es la fusión del amor y la razón. Ese edificio es un testimonio de que los proyectos verdaderamente hermosos, siempre tienen un inicio sencillo, como la flor que nace del fango o la hormiga que lleva sobre su espalda un pedacito de hoja. “Lo que hizo mi gente a punta de bailes en el Festival y de terquedad orejana”, pensé. Luego me alejé satisfecho, orgulloso de mis padres y de mi gente de Bella Vista. “¡Qué hermoso todo!”, me dije, y mientras viajaba hacia La Villa, el sentimiento se apoderó de mí y un nudo se me hizo en la garganta.
¡Larga vida!… y Dios te bendiga, JOCADOM, cooperativa amiga.

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* El 6 de diciembre la Cooperativa José del Carmen Domínguez R.L (JOCADOM) cumple 50 años de existencia (1957-2007). Por eso, para conmemorar el acontecimiento, se redacta el escrito.

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