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27 mayo 2025

CERRO QUEMA: ALMA Y CORAZÓN PENINSULAR

 


Este es otro artículo que escribo sobre Cerro Quema, el emblemático promontorio de la provincia de Los Santos, el que se eleva desde el corazón de la península de Azuero a 959 metros sobre el nivel del mar, 129 metros más que el icónico Canajagua, ambos en la sierra que lleva el nombre del segundo de los cerros.

Cerro Quema se ha hecho famoso por poseer en su entraña valiosos minerales que han despertado la codicia de empresas mineras que ven en la explotación un filón de dólares y sueñan con engrosar sus cuentas bancarias. Y en ese mismo empeño están los que moran fuera de los linderos patrios y aquellos panameños a quienes poco les importa la suerte del centauro santeño, así como la tierra y las gentes en la que está situado.

Al parecer nada conocen sobre los miles de millones de su existencia como mirador de la península y eterno observador del océano que se atalaya desde su cumbre. Allí estuve, hace mucho tiempo y pude mirar el paisaje sobrecogedor que se aprecia desde la cima, mientras a sus plantas le rinde pleitesía la misma península que se divisa desde la cúspide.

Aquellos que sólo miran en Quema minerales y pírrica generación de empleo, lamentablemente tienen su vista puesta en temas crematísticos. El minero no puede ni quiere comprender lo que el cerro representa para el santeño y especialmente para el que mora en las inmediaciones. “Romanticismo orejano” dirán estas mentes estrechas y obnubiladas por el brillo del metal que disimula la postura de avaricia y ruindad.

Y para el proyecto minero, el hombre que mora en la zona es un estorbo, un ser al que hay que engatusar para que no descubra que ellos, los paisanos, son los verdaderos dueños de la riqueza. Buscan engañarlos con falsas regalías: comida para escolares, refrigeradoras y estufas, patrocinios deportivos, donativos a ferias y una larga lista de cebos o carnadas para ingenuos. Algo así como si Gonzalo de Badajoz y Gaspar de Espinosa estuvieran rancheando nuevamente en la sabana y la sierra peninsular del siglo XVI.

Mirando este panorama siempre me he preguntado cómo ha logrado nuestra gente mantener una oposición a lo largo de tres décadas, treinta años de no claudicar y pregonar que Cerro Quema lo dice todo, que el proyecto quema, que no es tan fácil acercarse a la zona en donde la leyenda cuenta que el cacique Paris escondió el oro de la angurria española.

Hay mucha dignidad en todo este tema, porque el cerro no es tan sólo una simple elevación que se yergue en la confluencia de los distritos de Macaracas, Tonosí, Las Tablas y Guararé. El sitio está rodeado de gentes con mentalidad terrenal, que ama la cultura forjada a lo largo de quinientos años de historia y que mira al cerro como un compañero de vida. Por eso destruir a Cerro Quema es un acto de barbarie, propio de personas que mienten al afirmar que la explotación no tendrá consecuencias ambientales.

Dicho de manera llana, la verdadera oposición al proyecto minero nace del santeñismo, del estilo de vida en donde no caben claudicaciones cuando se amenaza la esencia misma de la cultura y se pretende destruir los íconos sociales. Los mineros olvidan que el Canajagua y cerro Quema también son banderas de reinvindicación del hombre que mora en la península de Azuero. Y ya sabemos que las cosas del alma y del corazón, no se venden ni tienen precio.

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16 diciembre 2022

OTRA VEZ LA VENTA DEL ISTMO

 

Porras fue claro al inicio del siglo XX, vaticinó lo que nos esperaba, la puesta en el mercado de la joven nación. Y nos tomó casi un siglo el liberarnos del enclave canalero. Pero aquella fue otra época, la de la patria boba que casi carecía de profesionales y que tenía que garantizar su separación de Colombia.

Más de un siglo después se repite la historia, esta vez con el enclave minero, sito al oeste del Canal de Panamá y con total desprecio para los que habitamos la tierra de Victoriano. Nada justifica semejante desatino, en un país que tendrá que soportar más de medio siglo de contaminación ambiental y saqueo disfrazado de acuerdo legal.

Lo más depravado es percatarse que los mismos gobiernos que han endeudada a Panamá hasta cifras impensables, ahora, como no saben qué hacer para pagar la irresponsable deuda en las que nos han sumido, entregan el país a los voraces intereses mineros. Y para justificar tal proceder recurren al chantaje emocional: algunas ganancias serán destinadas a la Caja de Seguro Social, otra institución que ha sido manejada como caja registradora y no precisamente para beneficio del asegurado.

Yo no quisiera estar en el pellejo de quienes intentan vender otra vez el Istmo, los que pretenden entregarlo por algunas monedas, en el viejo estilo del pasaje bíblico. Hasta el argumento económico no soporta el más mínimo análisis de la ciencia de Adam Smith, porque ni tan siquiera responden a una filosofía capitalista. Afirman que nos pagarán mucho más del 2%, hasta un probable 16% de la ganancia bruta. Dicho de otra manera, pasamos de recibir 2 centavos de cada balboa a 16 centavos. Lo que implica que en el primer caso ellos se quedaban con 98 centavos y en el segundo con 84 centavos. Y eso que nosotros somos los dueños.

El pago de impuestos es una obligación de toda empresa y los salarios que devengan los trabajadores no es un regalo de la minera, ya que tales emolumentos salen de la ganancia empresarial que se deriva de la extracción del mineral. Otro aspecto del que no se quiere hablar, porque no hay respuesta para semejante destrucción, es el relativo al entorno ambiental, en un país de dimensiones minúsculas y lluvias constantes en la cordillera. Diga lo que se diga y aunque pomposamente se afirme que existe responsabilidad ambiental, lo cierto es que esa área ha sido depredada y no podrá recuperarse.

Los defensores de la minería en Panamá olvidan la historia patria, o se hacen la que no la conocen, porque su proceder actual es la repetición de quinientos años de historia. Ellos son los amanuenses contemporáneos de un desatino de siglos, los representantes de las Ferias de Portobelo, los defensores de la zona de tránsito, aquellos que pregonan el Panamá fenicio y han sumido a las áreas interioranas en su rol periférico de folklore y carnaval.

Todos saben que el país gana más preservando el ambiente que destruyéndolo con minas a cielo abierto. Lo que acontece es que el cobre, el oro y otros minerales pesan más en el bolsillo, que la humanidad y los valores sociales. Los valores no se comen dirán los cínicos y hasta hay quien pregona, en el éxtasis del utilitarismo y pragmatismo, que la pobreza nacional no puede dormir sobre la riqueza mineral no explotada. Otros, gamonales políticos, están pendientes de los réditos del inmundo tajo y de tales personajes nada se puede esperar.

Claro que nos duele en lo más profundo de la panameñidad que repitamos la misma historia de rapiña, como si la república fuera propiedad privada que se ofrece al mejor postor. Sí, que sigamos siendo el “pro mundi beneficio” y que nunca falten los que miran en la coyuntura la oportunidad para hacerse ricos o incrementar la riqueza que ya poseen. Las baladíes excusas mineras abundan, mientras los valores son cada vez más escasos. El país no merece tanta miseria humana.

15/XII/2022

 


19 agosto 2022

TRAGEDIA AMBIENTAL EN CERRO QUEMA

 

Con una altitud que ronda los 959 metros sobre el nivel del mar, el promontorio de cerro Quema está próximo a cerro Canajagua, que se eleva a 830 metros. Es decir, el primero tiene 129 metros más que el segundo y ambos ocupan una posición casi central en la península de Azuero. Los mineros ven en cerro Quema oro, cobre y otros metales, mientras que para quienes habitan la zona son símbolos de identidad cultural, emblemas tectónicos del santeñismo. Están allí desde el inicio de la era Cenozoica, en la sierra del Canajagua, hace 60 millones de años, aproximadamente. Ante cerro Quema hay dos miradas distintas, una centrada en las moneditas de oro y, la otra, ligada a la cultura mestiza de más de medio milenio de existencia. El cerro se siente distinto, dependiendo de si le miramos desde la cartera o el corazón.

Los santeños han venido demostrando las inconveniencias del proyecto minero de cerro Quemo. Y en ese andar llevan más de dos décadas de denuncias y luchas; mientras los gobiernos miran hacia otro lado y parecen agentes de la empresa minera, antes que defensores del ambiente y la calidad de vida del azuerense. En esa veintena de años el proyecto ha pasado de unas manos a otras, aunque el dinero sigue fluyendo para quienes se benefician de los derechos de exploración y explotación, no importa el nombre que tenga el proyecto, porque así es de leonina la legislación minera nacional, la que hace posible semejante atraco al erario nacional.

El estudio de la región demuestra el estado calamitoso de la ecología regional, situación que clama por medidas y políticas de Estado para contener la destrucción de los bosques, la fauna, la contaminación de los ríos y el creciente exterminio de los productos marinos. Sin embargo, la empresa y el gobierno hablan de protección a la inversión extranjera, la generación de empleo y otras argucias semánticas, como en el caso del llamado desarrollo sostenible.

Por donde se analice el proyecto minero resulta insostenible. Ya sea en el orden económico, ambiental o político, construir la mina a cielo abierto es un despropósito en una zona con los problemas ambientales que ya padece. Devengar un 2% de la ganancia bruta es un atraco al fisco, en un país cuya fortaleza no radica en los minerales, sino en su posición geográfica, la biodiversidad, el comercio y el estímulo al mejor activo que tiene la nación: su gente.

En otro momento he sostenido que la explotación de la mina de cerro Quema es una puñalada trapera al corazón de la península de Azuero. Es un acto ruin y deleznable para una sociedad que no merece, de parte de la empresa y del gobierno, un proceder tan sádico. Así lo afirmo, porque no existe desconocimiento de los graves problemas ambientales de la región, y aún así se insiste en la minería, para instalar la cloaca ambiental en el área en donde nacen los principales ríos, corrientes fluviales de las que depende la economía y la vida de la región.

La empresa intenta acallar las conciencias acercándose a los políticos, regalando migajas (pomposamente llamadas regalías); obsequiando a hospitales, deportistas y otros grupos sociales cuyas necesidades les doblega y les hace extender la mano pedigüeña, bajando la cabeza como el mendigo ante su obsequioso donador. Y el engaño es tan deleznable, como para ocultar a la población que tales regalos salen de la misma mina que le pertenece a los istmeños. Los dueños -que no saben que lo son- les agradecen a los que se apropian del mineral con el que pagan las “donaciones” que entregan a los incautos.

El hermoso cerro Quema, emblema peninsular, está en la mira de los mineros, la angurria y la miseria humana. Transitando en la carretera hacia Tonosí, le miro y pienso en la tragedia que representa, porque no se trata sólo de detener la depredadora y desalmada minería, sino de las secuelas para la sociedad, la cultura, el ambiente y el futuro de la región. De la empresa y el gobierno no espero nada, mucho del hombre peninsular, de su altivez, orgullo y decencia ciudadana.

18/VIII/2022


23 junio 2021

CERRO QUEMA: ENTRE ENCOMENDEROS Y CAMARICOS

 


Durante más de dos décadas grupos organizados de la peninsular región azuerense se han opuesto a la explotación minera en cerro Quema, el promontorio que eleva su cima a 959 metros sobre el nivel del mar y que se ubica en el corazón de la tierra de Belisario, Zoraida y Manuel. Sin embargo, esos justos reclamos han recibido el silencio de gobiernos cuya coyuntural postura depende del precio del oro en el mercado y de las apetencias auríferas de algunos nacionales y extranjeros que codician el metal cuya historia está llena de codicia, angurria, destrucción y muerte.

En Azuero todo comenzó en el siglo XVI cuando Gonzalo de Badajoz y Gaspar de Espinosa recorrieron la zona iniciando la destrucción de la cultura precolombina en busca del dorado mineral. Y esa misma ruta, marcada por los hispánicos, es la que transitan los canadienses -encomenderos contemporáneos- y sus lacayos nacionales, amenazando la milenaria geografía, prometiendo el edén peninsular bajo la falacia de la generación de empleo, las regalías y el señuelo semántico de la sostenibilidad ambiental.

En realidad, poco importa que la península de Azuero viva un mayúsculo problema socioambiental: tala indiscriminada, ríos contaminados, destrucción de manglares, exterminio de la fauna, impacto de la ganadería extensiva, exceso de fiestas, ausencia de planificación urbana y rural, porcinocultura primitiva, así como la destrucción de las nacientes de los ríos en las que se pretende establecer minas a cielo abierto.

La región que durante gran parte del siglo XX sirvió como portaestandarte de la identidad cultural del panameño, gobiernos de antaño y hogaño le premian con la medalla de la depredación y la condecoran con las falacias de la minería.  Todos son cómplices de entregar las tierras que en cinco siglos nuestra gente construyó -con aciertos y desatinos- en una región productiva y de altivez nacional. De reservorio de tradiciones a cloaca ambiental, tal es la meta que se camufla con los procesos de la globalización, la generación de empleo, dando en regalías lo que es nuestro, mientras se consuma la venta del Istmo y un proceso similar al vivido en la antigua zona del canal recibe el beneplácito de los poderes fácticos que se asientan a la sombra del Ancón.

Los mineros y sus cancerberos nacionales quieren hacer de Cerro Quema (el promontorio de la era cenozoica en la sierra del Canajagua, con edad de no menos de 60 millones de años) el pastel de su voracidad áurea. Hay que explotarlo, afirman, porque la pobreza no puede dormir sobre la riqueza. Y en esto emulan a adelantados, gobernadores y frailes coloniales para quienes el indígena era solo una fuerza de trabajo a su real mandato. Le brindamos trabajo al campesino, replican, olvidando que en la campiña ya no hay tales, sino panameños instruidos que usan teléfonos inteligentes y que ya no son los buchíes de inicio del siglo XX.

A la vera del río Cubitá, río De Los Maizales o río La Villa miro esta nueva tramoya contemporánea con gobiernos que quieren hacer de la minería la tacita de oro de la nación. Y emulando a los canes que eran azuzados por los conquistadores a la indefensa carne indígena, nada más falta que vengan a leernos el requerimiento y nos confinen a todos en los enclaves mineros y sumisos nos apersonemos a pagarles el nuevo camarico y, de paso, agradecerles a sus mercedes la apropiación de los bienes que nos legaron nuestros antecesores, fruto de desvelos y entereza moral.

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23 mayo 2021

EL ENGAÑO MINERO DEL PUERTO DE PUNTA RINCÓN

Cerro Quema

La historia es la maestra de la nación y nada se escapa a los veraces relatos de esta educadora magistral. Al afirmarlo pienso en lo acaecido en el puerto Punta Rincón y en toda esa zona que se extiende al oeste de ese fondeadero de la ignominia nacional. Porque lo que hacen los mineros y sus adláteres enquistados en la pirámide gubernamental, refleja la triste historia de la rapiña en la costa atlántica de las actuales provincias de Colón, Veraguas y Bocas del Toro, así como sus repercusiones en La tierra de los cholos, como dijera Rubén Darío Carles Oberto en un libro memorable del siglo XX. 
Desde el río Chagres, pasando por río Indio, Coclé, Calovévora y Crícamola, entre otros, se ha tejido esa trama de la expoliación; porque hay un rosario de piratería que comienza con la presencia de Cólon en 1502 y se extiende hasta la época contemporánea. Esa zona siempre fue codiciada por imperios, como los ingleses y franceses que se aliaban con los indígenas para intentar establecer empresas comerciales, las que además de tales, podrían convertirse en punta de lanza en la disputa con los españoles, hispánicos que moraban al otro lado del país, en la costa pacífica. Los mismos godos que en el siglo XVI explotaron la mina de La Concepción al norte de Veraguas. Y no bastó con ello, porque también fue escenario de las incursiones de los indios mosquitos que durante el siglo XVIII sembraron el terror en los colonos de Santiago, Cañazas, Santa Fe, San Francisco de la Montaña, Calobre y aún Penonomé. 
En aquella época nunca faltaron los que se aliaban con el invasor, como en el caso de los negocios entre comerciantes de Jamaica y españoles, duchos en el contrabando mediante los ríos atlánticos, los mismos por donde subían o bajaban los indígenas para intercambiar productos e incluso vender a los ingleses a connacionales y miembros de tribus rivales. El saqueo de esa región siempre fue posible mediante el mecanismo de alianzas entre forasteros y amanuenses nacionales, fueran indígenas, negros, mulatos, zambos o criollos. Entre otros metales, el oro deslumbró a los nacionales y extranjeros, porque el control del Istmo estuvo siempre en la antesala de los proyectos anseáticos que se vislumbraban para la cintura de América. 
En el siglo XIX se repitió la historia, porque hasta Bolívar en algún momento concibió a Panamá ligada a Inglaterra. Hacía el siglo XX aún seguimos pensando en la conquista del Atlántico, con un general que se asienta en un poblado, justo en el centro de este tramo geográfico, con el que pensaba santeñizar y centroamericanizar el área de Coclesito. En nuestra época arriban los mismos piratas y bucaneros con similar argumento. Afirman que el cobre y el oro salvarán a la nación endeudada, con problemas fiscales y gobiernos light. Llenos de promesas ofrecen regalías, de la misma manera que los curas doctrineros obsequiaban machetes y hachas para cristianizar al indio moro. Sí, porque hay que mirar hacia atrás para comprender los tiempos actuales en los que se regala un tajo de la nación (25 mil hectáreas ) arropado bajo la pandemia, el respeto a la inversión extrajera y el apego a las leyes de la minería. 
En la perspectiva histórica logramos comprender de dónde sale el puerto de Punta Rincón, la postura patriotera de exigir un mayor porcentaje de la ganancia bruta, mientras descuartizamos esa zona boscosa destruyendo el Corredor Mesoamericano, aunque no se aplique en este caso el respeto a la ley y valga muy poco la flora y fauna de esta maravilla de nación que es el Panamá de Justo, Victoriano y Belisario. 
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22 junio 2017

CERRO QUEMA: IMPLICACIONES SOCIALES Y CULTURALES






La minería es más que una actividad económica cuyo objetivo se centra en la extracción de minerales. Las implicaciones de su puesta en valor abarcan una variedad de consecuencias socioculturales que no deben pasar desapercibidas, porque repercuten en la zona geográfica en la que se desarrolla el proyecto e incluso se extiende más allá de las regiones bajo su influjo.

El caso de Cerro Quema en la provincia de Los Santos es un vivo ejemplo de la relación minería, cultura y sociedad. La región viene aquejada, desde mediados del Siglo XX, de un grave problema poblacional que se manifiesta en un flujo migratorio que no cesa de sangrar su crecimiento poblacional, al mismo tiempo que incrementa los índices de senilidad. A ello hay que sumarle una deforestación que comprende el 94% del territorio, dejando un escuálido 6% de bosques.

En el fondo la región padece problemas estructurales acrecentados por la ausencia de planificación, mientras se fomentan los vínculos con la zona de tránsito y se estimula el crecimiento desordenado de pueblos y ciudades. Históricamente la zona ha dependido de las actividades agropecuarias, pero en la vigésima centuria esa relación ha crecido en desmedro de las actividades agrícolas, debido a una ganadería de tipo extensiva que ha estimulado la potrerización regional. Así se ha constituido una estructura agraria de expulsión y migración cuyo destino es la provincia de Panamá y zonas selváticas del Darién.

Desde el período precolombino la población se ha concentrado en el área costera de la sección oriental de la península, lo que deja a la zona occidental de “montaña” con guarismos poblacionales que son menores. Sin embargo, actualmente existe una relación estrecha entre ambos segmentos poblacionales que interactúan en el plano económico, social, político y cultural, aunque con una evidente hegemonía de intereses residentes en la costa peninsular.

En el plano cultural la zona ha sido el reservorio de la identidad nacional, ya que ha servido de modelo a imitar y emblema de la panameñidad. Este rol se vio favorecido por las emigraciones que llevaron algo más que personas a otras provincias, siendo el soporte cultural de una incipiente nación que echó mano de las manifestaciones folclóricas para anteponerlas a la apabullante penetración cultural del Siglo XIX y XX. No obstante, ese papel social no siempre ha sido provechoso para la región azuerense, ya que en los últimos tiempos la comercialización del folclor ha conducido a un fenómeno social de adulteración de del mismo y de creciente alienación cultural.

En un contexto como el arriba descrito arriba a la Península de Azuero el proyecto de minería de Cerro Quema, que a la fecha comprende una porción de terreno que se aproxima a las 15 mil hectáreas, constituyéndose en el mayor latifundio de los últimos 500 años. Esta situación es tanto más llamativa si pensamos que la estructura agraria regional se caracteriza por el desarrollo del minifundio, parvifundio o pequeña propiedad.

Podría decirse que la actividad minera viene a constituirse en una especie del enclave en la zona del Macizo del Canajagua. De salida su presencia ha promovido el desplazamiento de campesinos del área de Tonosí y Macaracas, los que se vieron precisados a vender las tierras y emigrar a la costa peninsular o a otros lugares nacionales. En efecto, el modelo empresarial minero rompe con las actividades tradicionales; lo cual no fuera perjudicial, si no tuviera implicaciones en el plano ambiental, así como en la apropiación de un recurso que pertenece al hombre azuerense, quien no resulta beneficiado del empeño destructivo del promontorio santeño.

La actividad laboral minera es extraña al hombre de la región y éste no cuenta con la experiencia para laborar en este tipo de empresa. En consecuencia, el empleo que se ofrece no puede ser asumido por la mano de obra calificada, lo que le obliga a desempeñar funciones mineras menos remuneradas y de mayor riesgo laboral.

Ya ha sido plenamente demostrado que este tipo de actividad genera un desbalance social en la zona bajo su influjo. Así, por ejemplo, en 1997, cuando se produce el primer intento de explotación minera, la zona registró un incremento de microempresas ligadas a la fiesta y el consumo de bebidas embriagantes. Hecho que resultaba más notorio los fines de semana, cuando se producía la paga de los trabajadores. Fenómenos como el alcoholismo, prostitución, violencia familiar, son indicadores del deterioro de la cuestión social, es decir, de las relaciones humanas.

En efecto, la cuestión social y cultural siempre ha sido un tópico subvalorado a la hora de medir el impacto de la minería. Generalmente se analizan los aspectos económicos, en cuanto generación de empleo y aporte al Estado, pero muy poco las secuelas socioculturales, las que al final se reflejan en el deterioro de la calidad de vida del hombre que mora en la península azuereña.

Las aristas de la actividad también se expresan en aspectos políticos y de lucha por el poder. Al ser la empresa poseedora de una mayor cuota de poder económico y de vínculos con las estructuras de poder nacionales, es notorio el influjo sobre la burocracia regional y nacional, la que en no pocos casos termina asumiendo una actitud complaciente a los requerimientos de la empresa minera, entre otros motivos porque concibe como posible fuente de financiamiento político-partidista.

En este sentido las llamadas “regalías” mineras se constituyen en un factor de acallamiento de la estructura política provincial, en la medida que le permite a diputados, alcaldes y representantes, ofrecer a su clientela política una solución a corto plazo. Tales son los casos de “ayudas” a centros escolares, “apoyo” a organizaciones de representantes, financiamiento a campañas políticas, “estímulo” al deporte, etc. Estas “regalías” tienen, como vemos, un efecto negativo en la autodeterminación de los pueblos y en la capacidad de organización de las propias comunidades.

En este punto conviene destacar el incremento de los conflictos sociales, ya que la empresa estimula las divisiones comunitarias, las que conducen a la creación de grupos a favor y en contra de la minería. Se produce así un conflicto, incluso intrafamiliar, entre quienes son partidarios (porque laboran en la empresa o se benefician de ella) y aquellos que adversan tales proyectos.

Nos encontramos con comunidades fraccionadas que son presa fácil de intereses externos a ellas. La situación se vuelve más conflictiva cuando la represión policial intenta acallar las voces de disenso popular, las que actúan en defensa del ambiente y los intereses del grupo humano.

Si bien la minería no es la única responsable de los problemas arriba indicados, sí es un factor que contribuye a eclosionar los niveles de patología social a los que hacemos alusión. Las comunidades rurales, con un estilo de vida tradicional, terminan erosionadas como grupo, existe incluso la pérdida de identidad que puede conducirlas hacia fenómenos de anomia y alienación sociocultural.

La pérdida de la tierra, ahora bajo la égida de la empresa minera, es un elemento que ha de tenerse en cuenta, porque la posesión de la misma forma parte de la cosmovisión campesina. Representa no sólo la pérdida de un bien material, sino el soporte de su identidad personal y comunitaria. Dicho de otra manera, hay un trauma social que está ligado a su mundo de actividad agrícola y ganadera. Es decir, de la noche a la mañana un campesino se convierte en obrero asalariado.

Los aspectos atinentes a la salud comunitaria también deben ser ponderados, ya que al tratarse de minas a cielo abierto se producen problemas de polución ambiental, exposición prolongada a químicos y elementos tóxicos. A propósito, la región no cuenta con suficientes especialistas laborales, así como médicos con experiencia para el tratamiento de obreros mineros.

Vista la situación desde un punto de vista sociológico, el desarrollo del proyecto minero no retribuye a la zona los beneficios que pregona. Desde un enfoque de costo beneficio son mayores las amenazas que las oportunidades de desarrollo sociocultural. En especial porque en la coyuntura que vive la península hay dos variables que deben ser fortalecidas, la de tipo ambiental y la de índole cultural. En Azuero la minería es una actividad que antes que contribuir al desarrollo regional, acrecienta los males que ya padece.

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01 marzo 2017

MISERIA MINERA EN CERRO QUEMA




Han pasado veinte años de oposición al proyecto minero de cerro Quema. Durante ese largo período de tiempo diversas organizaciones regionales han expresado su rechazo al engendro minero. Y la época también ha servido para dejar constancia de las diversas violaciones del contrato pactado, así como del deprecio por el futuro regional. Desde los tiempos del presidente Ernesto Pérez Balladares hasta la administración actual, los gobiernos han mirado para otro lado y se han hecho los desentendidos. En cambio, sacan a relucir los socorridos y manidos argumentos del “acatamiento al contrato con el Estado”, “la generación de empleo” y “el respeto a la inversión extranjera”. Incluso los más osados y cínicos han comentado, en tono ceremonioso y de sabihondos, que el país no puede vivir en la pobreza acostado sobre una riqueza que le pertenece; pero olvidando convenientemente que el 98% de la ganancia bruta, se queda en manos de extranjeros e istmeños genuflexos, para que continuemos siendo un país rico con gente pobre.
Hace poco venció el contrato que autoriza la explotación de cerro Quema (centauro bravío de la sierra santeña) y la empresa minera solicita que se le concedan veinte años más, como si las dos décadas precedentes no fueron suficiente para sus tropelías empresariales y de destrucción ambiental. Como si ya hubiésemos olvidado que sus locales fueron la cárcel en la que encerró a los santeños durante la brutal represión del año 1997.
Hay que recordar que la empresa ha sido varias veces vendida y otras tantas se ha anunciado el inicio de operaciones, acaso porque con dicho proceso se incrementan las ganancias en la bolsa de valores de Canadá. Mientras tanto el hombre peninsular tiene que lidiar con la depredación de la zona, poner en riesgo el abastecimiento de agua (no pocos ríos nacen en el área donde está el proyecto), admitir la destrucción de su patrimonio natural y soportar las veleidades de quien pregona el respeto al medio ambiente, mientras socava no sólo la tierra, sino el modelo de desarrollo regional en su dimensión social, cultural y económica.
No hay argumento válido para renovar el contrato y someter a la región a veinte años más de tensiones, cantos de sirena y de amenaza ambiental. Existe un secretismo sobre la aprobación del Estudio de Impacto Ambiental (EIA), el mismo que un consultor extranjero desmenuzó y criticó hasta en la propia redacción del documento. Es una pena que MIAMBIENTE no diga nada y en cambio felicite a la empresa porque los apoyó para sembrar arbolitos. Dar las gracias a quien se apoderó de 15 mil hectáreas en el macizo del Canajagua, equivale a desproteger el ambiente, dar a espalda al azuerense y felicitar al mayor latifundista y confeso geófago que recuerde la historia peninsular.
Los santeños y panameños no podemos consentir que se continúe destruyendo y regalando los recursos naturales, luego de los desastres de Petaquilla y otros desatinos mineros. En especial en esta coyuntura cuando la rapiña se ha apoderado del país, la corrupción es tan común como la venta de carimañola y el país decente retrocede, mientras campea la indecencia política. No hay vuelta de hoja, el proyecto minero de cerro Quema debe ser clausurado, rechazado el EIA y negada la prórroga que vendría a constituirse en otra vergüenza nacional. Lo que se impone es dar la cara a la región y acompañarle en su ya penosa crucifixión ambiental.
La región del Canajagua y Tijera, tiene que ser respetada, honrada por su contribución al desarrollo nacional y bajo ninguna circunstancia convertida en cloaca minera. Es de hipócritas desarrollar campañas ambientales y llamar a la conciencia ecológica mientras se siembran minas a cielo abierto en la tierra de Ofelia Hooper Polo y Belisario Porras Barahona. El fututo de Los Santos y Herrera no está en venta, ni la miseria minera de Cerro Quema ha de constituirse en parte de nuestro proyecto colectivo de vida.

21 febrero 2013

LATIFUNDIO EN CERRO QUEMA

 

Durante gran parte del período colonial, la unión a Colombia y la vida republicana, la zona que se conoce como Azuero experimentó pocos acaparamientos de tierra. Incluso las propiedades de la Iglesia Católica, hasta mediados del Siglo XIX, nunca lograron compararse con las haciendas que se observaron en otras latitudes nacionales. En general el latifundio –la gran propiedad- no fue un rasgo distintivo de la estructura agraria regional. Al contrario, lo propio de esta sección ístmica fue el minifundio o parvifundio, es decir, la pequeña propiedad. Lo cual no niega que se pudieran encontrar algunos territorios cuyas dimensiones fueran más allá de lo común.
Siempre he pensado que esta modalidad de la tenencia de la tierra ha tenido una profunda repercusión sobre la conciencia del santeñismo. Me refiero a esa forma de vida que ha encarnado en un parroquiano orgulloso de su estirpe e identificado con la cultura nativa. En efecto, hasta bien entrado el Siglo XX el minifundio es un factor determinante en esa conciencia de la orejanidad. Por ello, sostengo, la ruptura contemporánea de esa estructura agraria corroe las bases sobre la que se sustenta la identidad cultural a la que hago alusión.
De lo dicho se colige que el latifundio, además de ser un factor disociador, constituye una estructura perversa y deshumanizante. En Los Santos y Herrera este tipo de propiedad socaba los cimientos del proyecto de vida que ha sido la norma en los últimos cinco siglos. Sin entrar a discutir lo traumatizante de la gran propiedad, a la altura de este momento histórico lo que interesa es dejar constancia sobre lo que está aconteciendo en la península de Belisario Porras Barahona y Ofelia Hooper Polo.
Si el investigador revisa con ojos escrutadores la tenencia de la tierra regional, encontrará que el mayor latifundio de la zona es propiedad de la empresa minera que asienta sus reales en Cerro Quema. Excepción hecha de las antiguas propiedades de la Tonosí Fruit Company (empresa que hasta mediados del Siglo XX se apropió de casi todas las tierras del Valle de Tonosí, fecha cuando fueron devueltas al Estado) nadie ha tenido más tierras por estos lares; nada menos que 14,893 hectáreas de explotación minera. Ni al más desquiciado de nuestros geófagos peninsulares soñó jamás con un potrerito de ese tamaño. En efecto, desde el Macizo del Canajagua, la empresa muestra su músculo agresor al resto de los agricultores y ganaderos a quienes esas mismas tierras les costaron sudor y lágrimas, luego de centenarios esfuerzos para poder poseer los pequeños fundos en los que habitan.
Para quien mira desde la costa el centro y occidente peninsular, toda esta propiedad aparece oculta detrás de la mole del Canajagua, el cerro más emblemático de la cultura santeña. Y, ¡ay del promontorio!, si llegara a tener algún gramo de oro, porque lo harían papilla bajo el argumento de la generación de empleo, el respeto a la propiedad privada, la conservación ambiental y las raciones alimenticias servidas a párvulos inocentes que no comprenden cómo detrás de cada obsequio empresarial se oculta el valor de una onza de oro, es decir, la aurífera y abyecta codicia minera.
Si los istmeños permitimos que se desarrolle el proyecto minero, aparte de las secuelas ambientales (ruido, polvo, contaminación de ríos y quebradas, etc.) y el saqueo del oro por una suma bruta que supera los mil millones de balboas, hay otra dimensión de la problemática que no ha sido sopesada y que conviene subrayar. Me refiero a la incidencia del latifundio sobre la estructura agraria, social y política. Una empresa de esta magnitud, como ya se está viendo en la práctica, no se contentará con el  despojo del oro, sino que tratará que su poder económico extienda su brazo al control político, para continuar gozando de los privilegios que le otorga la ley minera. Así lo hará porque Cerro Quema no es la única mina que aspiran a explotar. Por allí está La Pitaloza, en la Provincia de Herrera y otras que aparecerán del filón aurífero que baja de Veraguas.
En el plano social veremos la transformación de la peonada campesina en peonada minera. Los santeños, de dueños y señores de su tierra (aunque fueran minifundios poco productivos), quedarán dependiendo de los jerarcas mineros, temerosos de que les despidan y, en consecuencia, dóciles al mandato de los nuevos amos que ya no viajan en carabelas, sino que vigilan el cerro desde helicópteros angurrientos.
Yo no sé qué harán mis paisanos de la costa y la montaña, así como los profesionales que crecieron conmigo comiendo ciruelas corraleras y tuvieron la suerte de ollar Europa y otras latitudes. En lo que a mi concierne continuaré en contra del saqueo de nuestros recursos, así como de las pretensiones mercantilistas de los nuevos filibusteros de la era moderna.
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05 junio 2012

CERRO QUEMA: RAPIÑA Y PANTOMIMA MINERA


Algunas aristas del tema de la minería son sencillamente escalofriantes. En Cerro Quema, por ejemplo, las cifras hablar por sí solas. Te voy a facilitar algunas, la mayoría de ellas tomadas de reportajes en los que participan los propios mineros empeñados en sembrar, sobre la cultura del potrero, la cultura de la minería. Asumo que no están haciendo gala de algún hábito mitómano y que los guarismos, en efecto, se aproximan a la realidad.
Se afirma que el cerro rico de Los Santos podría llegar a producir 11 mil onzas de oro mensuales. Si tomamos en consideración que en la actualidad (22/V/2012) la onza de oro se cotiza en B/ 1,560.40, luego los mineros tendrían mensualmente la suma de B/17,164,400. Esto significa que anualmente la ganancia bruta rondaría los B/ 205,873,800. Si esto es así y hacemos unos cálculos conservadores de una ganancia del 25% de la cifra señalada, estos señores se ganan B/ 8,234,953 anuales. En otras palabras, cada día que el sol alumbra la cima del Canajagua se embolsan B/ 22,561.51. Mire que lo que asevero es importante, porque nunca nadie en 500 años de historia santeña ha ganado semejante cantidad de dinero, aparte de que luego que  concluyan la extracción minera ellos seguirán siendo dueños de las 14,893 hectáreas que poseen y podrían derivar de ellas otras cuantiosas utilidades. Y conste que no estoy incluyendo las 21,236 hectáreas, integrantes de las 190,000 que en la región están concedidas para exploración minera. A propósito, en un área minifundista como la santeña, Minera Cerro Quema viene a romper con el centenario esquema del minifundio para constituirse en el mayor latifundio de Los Santos y Herrera.
El asunto no termina aquí, porque has de saber que las reservas probables de la mina ascienden a 11,175 kilos de oro. Es decir, 24,585 libras que representan 393,360 onzas del aurífero metal. Dicho de otra manera, al precio del oro actual la mina tendría un valor de B/ 613,798,944. Además, mire usted por dónde va lo cosa, porque producir una onza de oro requiere procesar hasta 1.5 toneladas de roca, lo que indica que la mina santeña tendrá que moler  590 mil  toneladas de mineral que ha de ser tratado con cianuro , generará polución y contaminación de las fuentes hídricas, aparte del saqueo aurífero que la mina representa. Y piensa que estoy dejando por fuera el uso de dinamita, la demanda de agua, el consumo de electricidad, la contaminación acústica, la seguridad laboral, la compra de la tierra y la expulsión de la población, etc.
Visto así queda claro que la cuestión de Cerro Quema no es tan sólo un problema de destrucción y contaminación ambiental, porque el engendro también representa un descarado saqueo del oro de nuestra tierra, una burla a nuestra gente (a quienes se les ofrece una migaja salarial), una publicidad engañosa en la que se venden y  cacarean los “obsequios” mineros (deducibles de impuesto sobre la renta), la puesta en ejecución de una política para cooptar  a funcionarios y líderes comunitarios, además de que se pregonan “regalías” que apenas representan 4 centavos de cada balboa. Es decir, si aplicamos a la ganancia bruta la reciente reforma a la ley minera, resulta que el estado recibirá B/ 24,551,957.76 por la explotación de Cerro Quema, mientras ésta se embolsa B/ 589,246,986.00
En síntesis, lo más ofensivo de toda esta pantomima minera es comprobar que los señores de Cerro Quema, encima de que se quedan con la riqueza que nos pertenece, además pretenden que guardemos un cauteloso silencio y les agradezcamos semejante “generosidad” empresarial. En el Potosí santeño el esquema de publicidad está montado, la argucia legal se encuentra a la orden del día y las moneditas comenzaron a rodar para que el engranaje del pillaje convierta a Cerro Quema en otra muestra de rapiña minera, todo protegido bajo el sacro palio del “compromiso social y la responsabilidad ambiental”.
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19 mayo 2012

ME QUEDO PENSANDO EN LA MINERÍA

Cerro Quema
En múltiples ocasiones he cavilado sobre las irracionalidades de la minería. Porque cuesta trabajo creer que exista una mentalidad de ese calibre, istmeños que justifiquen la depredación del país a cambio de unas pepitas de oro, por más que las mismas tengan un alto valor en el mercado. Medite usted sobre Cerro Colorado, Petaquilla, Cerro Quema, La Pitaloza y los miles de millones que suponen esos yacimientos de oro y cobre en manos de empresas que no centran sus intereses en la calidad de vida del panameño. Todo en una república, que no obstante los desafueros ambientales, aún conserva una riqueza biológica que ya quisieran poseer otros países.

El tema se torna más peliagudo al enterarnos que los gobiernos, que no así los pueblos, entregan todo ese patrimonio por 4 centavos de balboa. Y a cambio recibimos las publicitadas “regalías”, algunos cientos de empleos y otras minucias que los magnates de la minería pregonan como la salvación de la nación. Digo que se dificulta comprender el discurso minero, tan plagado de silogismos y mitomanías disfrazadas de desarrollo sostenible. Uno no se extraña que acusen a los ambientalistas de “profetas de la destrucción”, mientras ellos, como los españoles de la colonia, sueñan con El Dorado. Tan así, que por allí existe una fundación llamada Castilla del Oro, nombrecito que se las trae y que pinta a sus agentes sociales de cuerpo entero. Y como para que no quede la menor duda de que encarnan y son herederos del saqueo colonial, de vez en cuando traen al descendiente de Colón a darse un paseíto por las antiguas tierras del Duque de Veraguas. A lo mejor con la secreta esperanza de que nos postremos ante su Alteza y nos decidamos a entregar las jabadas de oro y miremos para otro lado mientras acaban los arcabucos.

Estamos jodidos panameños, porque el malinchismo también abunda por la tierra de Belisario Porras y Justo Arosemena. En verdad yo no puedo comprender a estos castelauros – como decía proféticamente el Dr. Roberto De La Guaria – egresados de universidades nacionales e internacionales, distinguidos y apologéticos representantes de la contaminante minería a cielo abierto. Aunque los títulos sirven de poco cuando la  verdad alumbra y se hace presente hasta por intermedio del sentido común. Todo esto me hace recordar la postura de un paisano santeño – con sombrero y cutarra- que ante los argumentos de un oficioso personaje de la minería replicó: “Vea compa, pero si nosotros somos los dueños del oro de Cerro Quema. Entonces, ¿cómo es eso de que ustedes nos van a ayudá?. ¿No debiera sé al revé?”.

La lógica del razonamiento campesino es tan aplastante que no amerita explicación. Sin embargo, ya sé que vivimos tiempos difíciles, hasta para los defensores de la minería, que muchas veces tienen que colocar entre paréntesis su postura ética y comprometer la suerte de la nación. “Este es el pan de mis hijos”, meditará alguien cuando la conciencia salta como la liebre al escuchar la cantadera interiorana, mirar la corrida de toros o al inclinarse respetuosamente ante la arruga del anciano. Y es que la cultura, aunque se intente racionalizar los hechos, obra maravillas en la conciencia del hombre y le invita, aunque se resista, a mantenerse en el redil del grupo al que pertenece. El antiguo y añejo dilema entre el deber ser y el ser. Por eso intento entender tan inicuo proceder, pero en modo alguno justifico la malinchada de nuestro tiempo.  De lo que estoy convencido es que este asunto va más allá de la extracción de miles de onzas de oro y del perfil psicológico de quienes sueñan con morrocotas. Lo que está en juego es la existencia de un proyecto de nación, el derecho que tenemos a gozar de nuestra riqueza nacional, el respeto que nos merecemos como sociedad y la necesidad de conservar nuestro patrimonio ambiental.

Otra vez me quedo pensando en la minería y, pese a todo, mantengo la secreta esperanza de que Anayansi sólo haya sido un novelesco personaje de la creatividad del Dr. Octavio Méndez Pereira. Ojalá reflexionen –permíteme ser ingenuo- quienes venden a la nación y muestran el áureo colmillo de la alienación. Debieran saber que el patrimonio mineral pertenece a los panameños y no está allí para usufructo de las empresas mineras.
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28 febrero 2012

CERRO QUEMA Y LA PITALOZA



Cerro Quema, foto de febrero de 2012
La explotación minera de los cerros Quema y La Pitaloza, el primero en la Provincia de Los Santos y el segundo en la Provincia de Herrera, podría representar en valores actuales una ganancia bruta no menor de 1000 millones de balboas. Si ello es así y de acuerdo con el código minero, Minera Cerro Quema se embolsaría 980 millones y el estado panameño recibiría la bicoca de 20 millones. Para definir semejante desproporción yo no encuentro otra expresión que robo descarado de nuestros recursos minerales.
¿Y qué estamos haciendo para detener semejante latrocinio?

17 febrero 2012

OTRA VEZ LA LUCHA EN CERRO QUEMA

Cerro Quema, en la mira de la codicia minera
Entre alambre de púas, así se ve Cerro Quema... preso de la codicia minera. Levántate paisano, panameño. Ponte las cutarras y defiende tu tierra.

25 junio 2011

MINAS A CIELO ABIERTO


Vista satelital de Cerro Quema
Pocilga ambiental que la angurria quiere sembrar en Cerro Quema y La Pitaloza. Robo descarado de nuestros recursos disfrazado de generación de empleo y desarrollo municipal. Cianuro, micro partículas en los pulmones, tinas de lixiviación, derrame ácido en la molienda de tierra que la codicia pinta como desarrollo sostenible. Mentiras de siempre, engrasadas con moneditas de oro en la mano que se extiende para comprar las heredades de los antepasados. Y hay quien cambia su tierra por un viajecito a Europa y creyéndose profesional defiende lo que en su fuero  interno le grita: “mentiroso”. Hay de todo, mientras el hombre del campo, presintiendo la fetidez de lo que viene, prepara su rebelión de la dignidad.

23 febrero 2011

COMUNICADO # 3 FRENTE SANTEÑO CONTRA LA MINERÍA

Fuente: Foto La Prensa
Comunicado 3/2011

En relación con recientes declaraciones del Sr. Ricardo Quijano, vice ministro de Comercio e Industrias, en las que afirma que Minera Cerro Quema iniciará operaciones en la Provincia de Los Santos durante el año 2012, nuestra agrupación comunica al país lo siguiente:

1. Aún no se ha secado la tinta del decreto ejecutivo en donde supuestamente se suspende las explotaciones mineras en la Comarca Ngäbe-Buglé y ya el personaje de marras enciende la mecha de los conflictos sociales en la Provincia de Los Santos.

2. Desconoce el personaje ministerial que la Provincia de Los Santos lleva catorce (14) años manifestando que se opone a la depredación minera en el área y que las principales organizaciones sociales, desde el año 1997, han sido categóricas en demandar el cierre de ese engendro del mal. Muchos municipios, la Iglesia Católica, gremios y la población en general han emitido resoluciones en ese sentido.

3. Debe conocer que recientemente ha crecido la preocupación al conocerse que 190 mil hectáreas de la Península están sujetas a la exploración y explotación minera. Tal el caso de la exploración en La Pitaloza, comunidad herrerana próxima al Río La Villa, corriente fluvial de la que dependen no menos de 150 mil personas para el abastecimiento de agua. El oro es lujo, Sr, el agua es vida.

4. El vice Quijano, cómodamente apertrechado en sus oficinas, osadamente viene a decirnos a los santeños que aceptemos un proyecto que a todas luces entra en contradicción con nuestro modelo de desarrollo regional. Poco conoce de los esfuerzos que por siglos ha realizado nuestro pueblo trabajador para labrarse un futuro agropecuario y comercial. Por ello, sus expresiones no sólo son irrespetuosas sino de un total desconocimiento y desprecio por la coyuntura político-social por la que atraviesa la nación..

5. Según parece el Sr. no ha aprendido nada de los sucesos de Bocas del Toro y la Comarca Ngábe-Buglé y desea que se repitan en Tonosí, como ya aconteció en los años setenta y finales de los años noventa de la pasada centuria.

6. Que le quede claro a él, y a los intereses que representa, que los santeños no toleraremos el desarrollo de proyectos de minas a cielo abierto en nuestra altiva y laboriosa provincia.

7. El Frente Santeño le advierte que defenderá en la calle, y por los medios que estime convenientes, nuestro derecho soberano a decidir sobre nuestros recursos naturales y a disfrutar de las mieles de nuestra riqueza.

ÑAGARE MINA
NO A LA MINA, COMPA

Frente Santeño Contra La Minería
La Llana de Tonosí, 23 de febrero de 2011.

01 febrero 2011

COMUNICADO DEL FRENTE SANTEÑO SOBRE EXPLORACIÓN MINERA EN LA PITALOZA

Campesino de La Pitaloza. Minería artesanal. Foto A. Cortez

FRENTE SANTEÑO CONTRA LA MINERÍA

Comunicado 2

El Frente Santeño Contra La Minería, organización ambientalista que lucha contra los efectos de la depredación minera en la Península de Azuero, da a conocer a la comunidad nacional el tortuoso camino de los intereses mineros en el área. Presentamos la cronología de hechos que hicieron posible la misteriosa aprobación de un proyecto denominado EXPLORACIÓN DE MINERALES METÁLICOS EN LA PITALOZA, por parte de la AUTORIDAD NACIONAL DEL AMBIENTE mediante la Resolución DIEORA IA- 471- 10.
CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS
a). La Pitaloza es un área geográfica que comprende parte de los distritos de Los Pozos, en la Provincia de Herrera y de Macaracas, en la Provincia de Los Santos. El área de exploración abarca 3,299.4 hectáreas.

b). 5 de febrero de 2009. La empresa Aurum Exploration, Inc. presenta a la ANAM el Estudio de Impacto Ambiental, Categoría I. El representante legal es el Sr. Julio Benedetti Sánchez, personaje que también ha estado ligado a Minera Cerro Quema y al Proyecto Petaquilla.

c). 16 de febrero de 2009. El documento es admitido para su evaluación y remitido a las Unidades Ambientales Sectoriales (MOP, SINAPROC, MIVI, MICI, IDAAN, MINSA E INAC).

ch). 5 de marzo de 2009. La ANAM de Herrera plantea que la zona es un área sensible del Río La Villa, que el Estado y Organizaciones no Gubernamentales (ONG) desarrollan proyectos de conservación de la cuenca y que la zona se distingue por recursos hídricos que abastecen a 150 mil personas (Las Minas, Los Pozos, Pesé, Chitré, Los Santos, Macaracas, Guararé y Las Tablas).

d). 13 de marzo de 2009. La Dirección de Gestión Integrada de Cuencas Hidrográficas argumenta que en la propuesta minera no queda claro: 1. Lo atinente a la tala de árboles 2. El número de fuentes de agua que serán afectadas y el número de plataformas a construir 3. No indica cómo se taparán los huecos perforados y la posible contaminación de las aguas 4. Qué se hará con los huecos de la perforación 5. De dónde se tomará el agua para las perforaciones.

e). 6 de abril de 2009. La Dirección de Áreas Protegidas y Vida Silvestre pide información sobre la plataforma de perforación y listado de la flora.

f). 8 de junio de 2009. El Ministerio de Salud dice que debe cumplirse con los reglamentos técnicos sobre descarga de cuerpos de aguas superficiales y subterráneas.

g). 10 de agosto de 2009. El Departamento de Evaluación de Impacto Ambiental recomienda rechazar el Estudio de Impacto Ambiental Categoría I ya que “no satisface las exigencias y requerimientos previstos en el Decreto Ejecutivo 209 de 5 de septiembre de 2006.

h). 14 de agosto de 2009. La ANAM rechaza el estudio del área de La Pitaloza mediante la Resolución DIEORA IA – RECHAZO – 2009.

i). 17 de agosto de 2009. El apoderado legal de la empresa minera presenta recurso de reconsideración.

j). 1 de junio de 2010. En reunión con el promotor del proyecto y personal técnico de Anam se solicita información.

k). 11 de junio de 2010. El promotor presenta la información solicitada.

l). 14 de junio de 2010. Comunicación electrónica de de Dirección de Evaluación y Ordenamiento territorial pidiendo que se adecue el proyecto.

m). 16 de junio de 2010. Se admite la reconsideración.

n). 20 de julio de 2010. El proyecto es aprobado en la ANAM. La aprobación la firma Milixa Muñoz, Directora de Evaluación y Ordenamiento Territorial y Víctor Guerra, Jefe del Departamento de Evaluación Ambiental.

LAS INTERROGANTES SOBRE LO ACTUADO

Lo acontecido con el proyecto EXPLORACIÓN DE MINERALES METÁLICOS EN LA PITALOZA, presentado por la empresa minera Aurum Exploration, Inc. es otro lamentable ejemplo de la forma truculenta e irresponsable como se quiera implementar la exploración y explotación de proyectos mineros en el Istmo.

Nótese que un proceso administrativo que tardó seis meses en ser atendido y luego rechazo por la regional de la Anan en la Provincia de Herrera, entre el momento en que se admite la reconsideración (16 de junio de 2010) y la aprobación del proyecto (20 de julio de 2010), apenas transcurren un mes y cuatro días. Además, entre la solicitud de información de la ANAM y la presentación de lo solicitado por el promotor del proyecto transcurren diez días (1 de junio de 20101- 11 de junio de 2010). Sin duda un verdadero “prodigio minero” a la hora de rebatir los sólidos argumentos presentados por la regional herrerana del medio ambiente.

La celeridad con la que el proyecto se aprueba pone en duda la seriedad y objetividad de la institución llamada a velar por la cuestión ambiental. Esto es tanto más lamentable si tomamos en consideración que la ANAM de la Ciudad Capital impone a la Regional de Herrera su anuencia para la exploración minera, siendo la primera la que conoce la zona y ha presentado argumentos que aconsejaban rechazar el proyecto, ya que la minería pondría en alto riesgo el suministro de agua a más de 150 mil personas en Herrera y Los Santos.

Por las razones expuestas, el FRENTE SANTEÑO CONTRA LA MINERÍA revela lo actuado por la ANAM, condena su proceder y denuncia a nivel nacional todo lo ejecutado por quienes deberían ser la salvaguarda de nuestro entorno ambiental. Por ello, con la misma firmeza con la que en otro momento hemos puesto en evidencia las triquiñuelas de Minera Cerro Quema, demostramos al país que AURUM EXPLORATION INC., empresa que responde al mismo grupo económica minero, es otro tentáculo cuyos fines no persiguen ninguna propuesta de desarrollo regional, sino que es un fiel reflejo de meros intereses comerciales en los que no tienen cabida nuestro futuro regional.

Sí a la vida, no a la mina.

Secundino Jaén
  Presidente
Arturo Moreno
  Secretario

La Llana de Tonosí, Provincia de Los Santos, a 24 de enero de 2011.









20 enero 2011

COMUNICADO DEL FRENTE SANTEÑO CONTRA LA MINERÍA

Comunicado 1/2011

El Frente Santeño Contra La Minería, organización de la sociedad civil que se opone a la depredación de los proyectos mineros en el Istmo y particularmente en la Provincia de Los Santos, declara a la faz del país lo siguiente:

1. Afirmamos que nos satisface arribar al año 2011 y celebrar con su advenimiento el XIII aniversario de la creación de nuestra organización de defensa ambiental y de oposición al proyecto Minero de Cerro Quema.

2. Declaramos que como organización ambientalista nos preocupa el énfasis impositivo con que el actual gobierno manifiesta su apoyo a las empresas mineras en nuestro país, desconociendo los intereses populares y prestándose al saqueo de nuestros recursos minerales.

3. Afirmamos que ese contubernio entre las empresas mineras y altos ejecutivos gubernamentales presagia duros enfrentamientos comunitarios que en nada favorecen el clima de inversión económica que vive la nación y que, si lograra beneficiar a los diversos estratos sociales, podría promover el desarrollo nacional y cerrar la brecha social imperante.

4. Advertimos que el Frente Santeño no se hace responsable de las reacciones populares que podrían producirse, si el Gobierno Nacional y las empresas mineras insisten en imponer un proyecto que ha sido rechazado por los municipios y los diversos estamentos sociales de la Provincia de Los Santos.

5. Denunciamos las pretensiones de sumar a la amenaza de la explotación aurífera de Cerro Quema, otro mina ubicada en La Pitaloza, Provincia de Herrera y colindante con la Provincia de Los Santos; engendros mineros que amenazan el suministro de agua de la Península de Azuero y ponen en alto riesgo el modelo agropecuario del que dependen más de 200 mil personas.

6. Ratificamos que nos opondremos con firmeza a las pretensiones de Minera Cerro Quema, empresa que además de constituir el mayor latifundio existente en la zona, en el pasado inmediato ha mentido reiteradamente a la población y ha estimulado conflictos y rivalidades comunitarias en su afán de apoderarse de una riqueza que le pertenece a la población.

7 Manifestamos nuestra solidaridad con todas las organizaciones nacionales que luchan por construir un país libre de minería y contaminación ambiental, en la seguridad de que una alternativa ambiental fuerte, participativa, inteligente y democrática es garantía de un futuro promisorio.

Sí a la vida, no a la mina.


Secundino Jaén                         Arturo Moreno
Presidente                                 Secretario

La Llana de Tonosí, Provincia de Los Santos, a 10 de enero de 2011.

11 julio 2009

LA MINERÍA EN LA PENÍNSULA DE AZUERO

Parece un cuento macabro, pero es una triste realidad; hasta mayo del presenta año se han presentado al Ministerio de Comercio e Industrias un conjunto de solicitudes sobre exploraciones mineras (de minerales metálicos) que abarcan no menos de 200 mil hectáreas de la Península de Azuero; el equivalente a 2000 kilómetros cuadrados de su superficie regional. Si tomamos en consideración que las provincias de Herrera y Los Santos abarcan 6,145 kilómetros cuadrados, resulta que tales solicitudes abarcan el 32.5% de la Península, un tercio de toda la tierra disponible. Esta misma cifra representan el 52.8% de la Provincia de Los Santos; o lo que es lo mismo, el 85% de la Provincia de Herrera. También hay que considerar que la totalidad arriba indicada únicamente se refiere a los minerales metálicos. A todo ello hay que sumar 6002.11 hectáreas que se refieren a los no metálicos y las concesiones de explotación minera que totalizan 15,892.23 hectáreas.

El cuadrilátero terrestre peninsular vive así una situación realmente lamentable, por cuanto al aterrador panorama del área de la montaña (a la que pertenecen la mayoría de las solicitudes) se añade el problema de la venta de las costas. Esto supone que el grueso de la población vive atrapada entre dos frentes depredadores: el minero-montañero y el costero-inmobiliario. A ello hay que sumarle las secuelas de la contaminación de ríos, el desarrollo de una ganadería extensiva (400 mil cabezas de ganado), la destrucción de los bosques, el exterminio de la fauna regional, el problema de los agroquímicos, la reducción de manglares por el avance de las “camaroneras”, la escasez de agua, y la ausencia de una propuesta de desarrollo regional.

Yo no pretendo ser alarmista, pero no puedo desoír la realidad. Durante el Siglo XX tuvimos algunos avances sociales y un soterrado temor a la destrucción de nuestra cultura regional, coyuntura que hizo ineludible organizar festivales folclóricos y abanderar, de paso, la identidad cultural de la nación. En cambio, el Siglo XXI sugiere que las amenazas de la anterior centuria serán de más largo aliento. Porque si no logramos combatir tales problemas con la puesta en vigor de un modelo de desarrollo respetuoso de la gente y de su entorno, sin por ello caer en regionalismos decadentes, la migración regional será tanto o más violenta que la vivida en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.

De lo planteado se deduce que la minería, como alternativa de desarrollo, es un verdadero contrasentido en una región que le urge preservar sus recursos naturales y que no puede darse el lujo de continuar con un modelo depredador, en el que no caben los sueños de opio de los empresarios mineros, más interesados en los metales preciosos que en la calidad de vida del hombre santeño y herrerano.

En verdad, la región no aguanta un zarpazo más y la solución no vendrá necesariamente de las esferas gubernamentales y político partidistas, sino de la capacidad de organización que demuestren las fuerzas vivas de la región. En consecuencia, aunque vivimos tiempos difíciles, la época no es para cruzarse de brazos, sino para asumir los nuevos desafíos; vigorizando nuestra idiosincrasia cultural, promoviendo una apertura económica respetuosa, fortaleciendo la educación de la población, incentivando una tecnología amigable y preservando nuestro legado ambiental. Y en ese calamitoso escenario regional, la minería no es una oportunidad sino una amenaza; tanto como añadir gasolina para apagar el fuego.


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10/VII/09