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04 mayo 2009

GÉNESIS DEL GAMONALISMO POLÍTICO REGIONAL


1. En América Latina el gamonalismo o caciquismo político tiene una antiquísima tradición. De alguna manera es el producto de viejos resabios feudales que se vieron favorecidos por el ambiente reinante en la España de la Contrarreforma. Traídos a América por los conquistadores, en ésta parte del mundo tuvieron terreno abonado en las formas organizativas que tenían los indígenas.
Desde el siglo XVI al XVIII, tres instituciones socioeconómicas en torno a las cuales se organizan los espacios geográficos nacionales, fueron el condimento que dio rostro propio a nuestro gamonalismo político latinoamericano. Me refiero a la encomienda, la hacienda y la plantación. Inicialmente con la primera se adoctrinó y sometió al indígena; la hacienda y la plantación continuaron forjando unas relaciones de dominación y subordinación en torno al indio, el negro y, más tarde, el peón campesino. Así fue surgiendo una conciencia política castrada desde sus inicios; actitud política que a la postre condujo a grandes masas de campesinos latinoamericanos a una lamentable situación de postración social y de quietismo político.
Con la independencia pocos fueron los cambios. Los criollos reemplazaron a los peninsulares en el control político y el liberalismo europeo no produjo por estos lares las transformaciones agrarias que fueron características de la vieja Europa. La hegemonía de los nuevos gobernantes siguió expresándose a través de similares mecanismos: una Iglesia Católica conservadora y una elite agraria que derivaba su poder de la tierra. A este respecto, conviene precisar el asiento físico de esa hegemonía: el espacio urbano conocido como "el pueblo". Un conglomerado de casas en torno a la plaza pueblerina en donde se radicaron las "principales" familias que controlaron los puestos burocráticos. Oficios administrativos que acrecientan un poder que se sustenta con el control de la tierra y en el señorío de las reses sobre los espacios geográficos.

2. Sobre la base de este contexto latinoamericano, cada país ha ido estructurando su propia idiosincrasia. Más aún, en el seno de tales repúblicas encontramos peculiaridades poco conocidas. Ejemplo de ello lo vivimos en nuestro país, en donde hemos visto florecer el gamonalismo político. En este sentido resulta llamativo el caso de la región de Azuero, sección del país que no ha escapado a la desmedida voracidad del caciquismo comarcal y que aquí intentaremos dilucidar
A manera de ejemplo, recordemos que en la región el siglo XIX fue testigo de las luchas entre los Guardia y los Goytía; dos de las familias que a mediados del decimonono gozaban de gran prestigio social. Los primeros, conservadores; los segundos, liberales y, entre ellos, una masa campesina que confió en hombres como Pedro Goytía porque consideró que éste encarnaba sus ideales. Goytía fue un liberal que entró en contradicción con los intereses económicos e ideas conservadoras que abanderaban el núcleo familiar de los Guardia. Sin embargo, ya se tratase de liberales o conservadores, ambas grupos acrecientan en la Península una manipulación de los sectores campesinos que se prolonga hasta finales de los años sesenta de la pasada centuria. Rancia y manida hegemonía que en la actualidad, señalémoslo de pasada, parece resucitar luego de la invasión del 20 de diciembre de 1989; gracias a las artimañas de viejos diputados y de algunos noveles legisladores de precoz senilidad ideológica.
Los azuerenses hemos vivido un gamonalismo muy a tono con nuestra particularidad de estructura agraria minifundista. El gamonalismo tuvo su asiento inicial en poblados como Parita, Villa de Los Santos, Pesé y Las Tablas. Otro tanto puede decirse de Ocú, Guararé, Pocrí y Pedasí, para hablar de pueblos de edades menos añejas. Un caso relativamente reciente es el que se ha dado en Chitré desde el siglo XIX.
Cuando arribamos a la vigésima centuria, sobre la población pesa una estructura ideológica de cuatro siglos. Por estas calendas los principales gamonales viven en los pueblos y sus hijos se cuentan entre los pocos que han puesto sus pies en la capital de la República. "Niños bien" que con el tiempo serán alcaldes, gobernadores, diputados, médicos, abogados e inclusive los primeros docentes del área. Casi siempre en cada pueblo dos o tres familias ejercen un completo control sobre una masa campesina que es alimentada por el compadrazgo, los favores oportunos y que, como si el siglo XIX no fuera cosa del pasado, encuentran en el púlpito un autorizado vocero de sus intereses.
En nuestro peninsular caso se trata de un gamonal que no contó entre sus antepasados con encomenderos y grandes haciendas; pero que dentro del universo reinante, y a falta de mejores representantes, ha ejercido su hegemonía de alienación.
Son diversas las expresiones que ha adoptado el gamonalismo azuerense. La contienda política es una de las actividades donde este caciquismo se expresa de manera más transparente. En los torneos electorales del país nos encontramos con partidos políticos huérfanos de ideologías y de propuestas de desarrollo popular, pero que siempre tuvieron como representante provincial a un genuflexo y comarcal gamonal. Como vemos, en la región el proceso político se vio mediatizado por la influencia del gamonal pueblerino, el mayoritario analfabetismo campesino, la existencia de fuertes vínculos familiares, el compadrazgo y el predominio de relaciones sociales de tipo primarias.
En términos generales podemos afirmar que son los señalados politicastros de aldea quienes auparon una cultura política de la alienación. Utilizando una expresión de Martí, diremos que estos "aldeanos vanidosos" propiciaron un clientelismo político a su imagen y semejanza. Fueron forjando un pueblo que era conducido -como el ganado de sus potreros-, a una contienda política cada determinado tiempo. La compra del voto, el robo de urnas, la manipulación del padrón electoral y hasta la colección de cédulas de identidad personal de electores ya fallecidos, han sido algunos de sus ardides electorales.

3. El gamonalismo ha ocasionado un profundo daño a la cultura política del azuerense. Éste, hastiado de tanto politicastro, ha optado por concluir que la política es una lucha por el poder que no tiene otro objetivo que apropiarse de la mejor tajada. Es frecuente escuchar en boca de nuestro pueblo la expresión de que "el que sube azota" y de que "la política es sucia".
En Azuero, a pesar de los cambios sociales y culturales del siglo, los sectores contrahegemónicos han brillado por su ausencia. Un tímido intento se expresó en los años cuarenta y cincuenta al surgir la "Federación de Sociedades Santeñas". Sin demeritar a algunos otros integrantes de este movimiento, acaso uno de sus mejores ideólogos fue el Dr. Francisco Samaniego, mente lúcida que se vio precisada a radicar en Venezuela, pero que comprendió a cabalidad el fenómeno al que nos referimos.
Después de tantos años, por estos lares la política del gamonal apenas si ha cambiado de forma y menos de contenido. Por ello, todo apunta a la urgente necesidad de superar tan deleznables prácticas politiqueras. Sin agrupaciones de nuevo cuño, encaminadas éstas a la toma del poder político o a resolver la cuestión social en general, son limitadas las posibilidades reales de superar el gamonalismo. Frente al hecho evidente de que nunca faltan elecciones, me temo que el gamonal o cacique político está ya cepillando su sombrero pintado, planchando su camisilla blanca y comprándole algún regalito al ahijado.
* Caricatura de Melitón Castro en la Revista Épocas
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