Llegué temprano a la Universidad
Tecnológica de Panamá en la sede santeña de la Villa de Los Santos, porque iba
a retirar el horario del primer semestre. Allí, como siempre, la diligente
secretaria me aclaró la nueva situación. “Disculpe - me dijo- pero no tiene
horario porque este semestre su asignatura ya no aparece en el nuevo plan”
La noticia me impactó, no porque me quedara
sin las tres horas que imparto en el primer semestre. Le agradecí la información
y me retiré del recinto un poco meditabundo por lo que acababa de acontecer, escenario
que ya era moneda corriente en otros centros de enseñanza superior.
Cogito, ergo sum. Se está haciendo
común que el plan de estudio sólo contenga aquello que es propio de la carrera
seleccionada. Y ello me parece un gravísimo error, porque la educación no puede
quedar reducida a las asignaturas que se relacionan directamente con la profesión
propiamente tal, por una simple economía de gastos, como si la educación estuviera
destinada a la formación de hombres máquinas y “señoritos satisfechos”.
Todo esto pensaba mientras mi
imaginación volaba a tiempos pretéritos, tan distantes como 1981, cuando inicie
mi periplo en las aulas, con muchachos inteligentes y disciplinados que en este
Centro Universitario acudían de las diversas poblaciones de la península de
Azuero. Incluse estuve en la Extensión Universitaria que se estableció en la
ciudad de Las Tablas, en las aulas de la Escuela Modelo Presidente Porras, la
que fue de vida efímera.
Durante más de cuatro décadas tuve el
privilegio de tener enfrente a dicentes deseos de saber y no pocos deslumbrados
por lo que una disciplina como la sociología podía hacer por sus vidas, al
abrirles horizontes e incrementar y estimular la imaginación sociológica.
Confieso que en verdad traté - no sé
si con éxito- de fomentar el amor por la cultura regional, la historia y el ambiente
peninsular, sin perder de vista una perspectiva global. Porque la gran
deficiencia de nuestra educación radica en no ofrecer al educando una
explicación coherente de sus orígenes, dificultándole articular su proyecto de
vida personal, regional y nacional.
A estas alturas de mi vida no tengo
nada que reclamar y sólo guardo en lo profundo de mi corazón el eterno
agradecimiento para estudiantes, docentes y administrativos que me ofrecieron
el privilegio de impartir docencia en tan prestigiosa casa de estudios
superiores.
Así lo pienso y lo siento, porque hacer
sociología en Azuero nunca ha sido obligación, sino un deber para con los míos.
Por eso, levanto mi tolda gitana y continúo colocando en la puerta de entrada
mi divisa docente: Bienvenido a la Sociología Orejana.
.......mpr...
En las faldas de
cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 20 de marzo de 2025.
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