En la región de Azuero el mes de
abril simboliza muchas cosas: el candente estío peninsular, la brisa veraniega,
la Semana Santa Mayor, la feria en los predios de la Villa de Los Santos y el
despertar de los animales que inician su ciclo vital para hacer posible la
reproducción de la especie.
Hay un canto de tierreritas, también
llamada tortolita. Y la acepción es correcta, porque se trata de una paloma o tórtola
pequeña, que se ha vuelto de lo más común en las áreas residenciales y
cercanías de las viviendas del campo y la ciudad.
La disputa por su presencia
mayoritaria sólo es retada por los azulejos y la cascá o cancanela. Pero para
quien escribe, el ave clave en la simbiosis entre pájaro y cultura la encarna
la cascocha, primavera, cancanela, o como queramos llamar al mirlo pardo o
yigüirro. Es decir, el Turdus Grayi que también es el ave nacional de Costa
Rica.
Pienso que la cancanela prestigia y
honra la belleza de la ornitología, aunque la ciencia no le haya dado la
relevancia que posee. No sé, a lo mejor porque es humilde y no tiene los
colores de la guacamaya, la iridiscencia del colibrí o el espectáculo visual
del quetzal.
En Azuero es tan impactante su
presencia…en especial por el insistente canto, por su gorjeo matutino, como si
saludara con optimismo la alegría de la vida; porque una vez el sol se apodera
del día, la cascá reduce drásticamente su melodía silvestre, mientras
acrecienta su presencia física.
Como en abril estamos ante el inicio
de la temporada de invierno, el canto de la cascocha se ha asociado al comienzo
de la temporada lluviosa. El ave actúa como el reloj de la naturaleza que
también se hace eco en el hombre que mora en el campo y la ciudad. Y este es
uno de los fenómenos sociológicos de encuentro entre la cultura humana y la cultura
animal que no ha sido justipreciado.
Aunque el bípedo peludo no lo admita
–porque así es de pedante el ser que se autodenomina homo sapiens- existe una
innegable simbiosis entre el pájaro y el hombre. Una complicidad manifiesta en
la tolerancia entre la avecilla y el otro animal inteligente que vive en
el Istmo con ínfulas de citadino.
El canto de la cascá parece tener un
doble sentido: el de mensajero del invierno, pero al mismo tiempo un influjo
cargado de melancolía, de congoja interior que le recuerda al hombre su finitud
y la necesidad de repensar el sentido de su propia existencia.
La cascocha es epifanía en la vida
del hombre, posee un canto lleno de religiosidad, es el llamado de la tierra,
la vuelta al arcano y nos demuestra la fragilidad de la vida. Por eso la
próxima vez que la escuches cantar, será inevitable que experimentes cierto
estremecimiento interior y la total certeza de que estás vivo, que sientes y
amas, que estás abierto al mundo, que tienes tu cuota de responsabilidad
ambiental porque eras parte integrante de la Casa Común. Estas son las
maravillas de la creación, el canto de la avecilla que nos recuerda que no hay
divorcio entre la naturaleza y la cultura, porque la civilización es apenas la
máscara que oculta al animal que mora en nosotros.
…….mpr…
En
la Villa de Los Santos, en las cercanías de cerro El Barco, a 18 de abril de
2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario