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18 abril 2025

EPIFANÍA DEL AVE: LA CASCÁ O CANCANELA

 


En la región de Azuero el mes de abril simboliza muchas cosas: el candente estío peninsular, la brisa veraniega, la Semana Santa Mayor, la feria en los predios de la Villa de Los Santos y el despertar de los animales que inician su ciclo vital para hacer posible la reproducción de la especie.

Hay un canto de tierreritas, también llamada tortolita. Y la acepción es correcta, porque se trata de una paloma o tórtola pequeña, que se ha vuelto de lo más común en las áreas residenciales y cercanías de las viviendas del campo y la ciudad.

La disputa por su presencia mayoritaria sólo es retada por los azulejos y la cascá o cancanela. Pero para quien escribe, el ave clave en la simbiosis entre pájaro y cultura la encarna la cascocha, primavera, cancanela, o como queramos llamar al mirlo pardo o yigüirro. Es decir, el Turdus Grayi que también es el ave nacional de Costa Rica.

Pienso que la cancanela prestigia y honra la belleza de la ornitología, aunque la ciencia no le haya dado la relevancia que posee. No sé, a lo mejor porque es humilde y no tiene los colores de la guacamaya, la iridiscencia del colibrí o el espectáculo visual del quetzal.

En Azuero es tan impactante su presencia…en especial por el insistente canto, por su gorjeo matutino, como si saludara con optimismo la alegría de la vida; porque una vez el sol se apodera del día, la cascá reduce drásticamente su melodía silvestre, mientras acrecienta su presencia física.

Como en abril estamos ante el inicio de la temporada de invierno, el canto de la cascocha se ha asociado al comienzo de la temporada lluviosa. El ave actúa como el reloj de la naturaleza que también se hace eco en el hombre que mora en el campo y la ciudad. Y este es uno de los fenómenos sociológicos de encuentro entre la cultura humana y la cultura animal que no ha sido justipreciado.

Aunque el bípedo peludo no lo admita –porque así es de pedante el ser que se autodenomina homo sapiens- existe una innegable simbiosis entre el pájaro y el hombre. Una complicidad manifiesta en la tolerancia entre la avecilla y el otro animal inteligente que vive en el Istmo con ínfulas de citadino.

El canto de la cascá parece tener un doble sentido: el de mensajero del invierno, pero al mismo tiempo un influjo cargado de melancolía, de congoja interior que le recuerda al hombre su finitud y la necesidad de repensar el sentido de su propia existencia.

La cascocha es epifanía en la vida del hombre, posee un canto lleno de religiosidad, es el llamado de la tierra, la vuelta al arcano y nos demuestra la fragilidad de la vida. Por eso la próxima vez que la escuches cantar, será inevitable que experimentes cierto estremecimiento interior y la total certeza de que estás vivo, que sientes y amas, que estás abierto al mundo, que tienes tu cuota de responsabilidad ambiental porque eras parte integrante de la Casa Común. Estas son las maravillas de la creación, el canto de la avecilla que nos recuerda que no hay divorcio entre la naturaleza y la cultura, porque la civilización es apenas la máscara que oculta al animal que mora en nosotros.

…….mpr…

En la Villa de Los Santos, en las cercanías de cerro El Barco, a 18 de abril de 2025.

 


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