En el sur de la península de Azuero suceden
cosas interesantes, porque más allá del río La Villa, han nacido personajes que
han repercutido en la autoestima colectiva. Y nada más con mencionar a
Francisco “Chico Purio” Ramírez, Eneida Cedeño, José de La Rosa Cedeño y tantos
otros, basta para sostener lo que afirmo.
Al parecer hay algo especial en esa zona que
irrigan los ríos Pedasí, Oria y demás. Es como si el Lucero del Sur alumbrara
allí de otra forma y todo se conjugara para iluminar
a personajes que están llamados a despertar el dormido santeñismo. En eso
pienso al recordar al amigo Matildo Escudero, el hombre nacido en Colán, en las
tierras de Cañafístulo , allá en el distrito de Pocrí.
Escudero, como no pocos paisanos, emigró hacia
otros lares para graduarse de soldador en el Instituto Profesional y Técnico de
la Villa de Los Santos. Sin embargo, aspiraba a más y asumió esa formación
elemental para incursionar en otros menesteres; inquietudes que le permitieron
formar parte de organizaciones comunales y ejercer como candidato a alcalde de la
ciudad de Las Tablas.
Sé que le apasionaba el tema del folklore y
que en esos andares por las tierras nuestras descubrió la riqueza cultural de
lo viejo en objetos de uso cotidiano. Por eso terminó siendo anticuario de
muchas cosas: sillas, tinajas, libros, acordeones, violines, vitrolas,
televisores de los años sesenta y una larga lista de objetos que otros miraban
como cachivaches, enseres en desuso.
Al parecer él estaba predestinado a esos
menesteres, porque hasta su nombre recordaba el ayer –Matildo- el masculino de
Matilda y un apellido que supo honrar, como el caballero que levantaba el
escudo en defensa de la cultura nacional. Y el andar peninsular le convenció
que tenía que estar más cerca del mercado capitalino. Por eso se estableció en
Capira y amplió allí su empresa de anticuario, la que más que un negocio
parecía la sede de un museo.
Todas estas cosas le empujaron a intentar ser
investigador y escritor de temas tradicionales y autóctonos. Y al ser un amante
de lo raizal, se comprende sus colecciones de discos de acetato y revistas de
tales tópicos. Porque no se puede ser anticuario sin rendirse al hechizo de la
teoría folklórica y las temáticas de orden sociológica.
Hay todo un mundo en el esfuerzo emprendido
por Matildo, tanto más valeroso como que su propuesta surge de nuestros campos,
alejado del transitismo, pero deseoso de fortalecer la autoestima colectiva del
panameño. El hombre de Colán hizo algo relevante, supo abrirse un nicho en una
actividad que pocos practican y menos comprenden.
La desaparición prematura de Matildo tiene
dos facetas. Una de pesar por parte de quienes le conocimos. Y otra de
valoración y reconocimiento del sendero que el santeño se atrevió a emprender,
porque la patria no se construye con actitudes quejumbrosas, sino con proyectos
de largo aliento. Por eso lamentamos su fallecimiento, pero cantamos su
patriótica visión de patria. Ya vendrán otros tiempos, Matildo, ya vendrán.
…….mpr…
26/II/2025
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