Entre los juegos de antaño está el relacionado con la ejecución de los trompos. En nuestro caso los llamados “mona”, confeccionados artesanalmente con ramas de diversos tipos de árboles, desde guácimos, pasando por otras maderas de mayor resistencia y durabilidad. Los más frágiles y vulnerables se hacían con la guayaba verde, los que tenían una vida fugaz.
Eran todo un arte aquellos trompos campesinos, que podían tener un clavo
sencillo o tremenda lezna de unas cuatro pulgadas, lo que suponía un cuerpo
mayor. Estos últimos eran propios para jugar al “machaco”, contienda en la que
uno de los contendientes tenía que ponerle “servidas” al otro y así
alternativamente hasta la posible destrucción del otro a punta de clavazos. Esta
modalidad de juego era temida porque implicaba la desaparición del juguete
campesino construido de madera.
Lo anterior explica que los trompos que se vendían en tienda no gozaran
del aprecio de la chiquillería, como también acontecía con las cometas industriales
que nunca lograban tener el garbo y elegancia del papalote artesanal, con su
rabo largo y volar sereno.
La mayor gloria del juvenil dueño era la mona que bailara serena y que
se lograra coger en la mano, incluso, ¡oh proeza!, atrapada en el aire, para
verla bailar en la palma de la mano. Por este motivo era un poco burlón la
existencia de la “mona racha”, aquella que no lograba hacerlo y que se
bamboleaba, saltando como si le picaran las candelillas.
En otras ocasiones la mona zumbaba por el aire cuando un adulto, en
complicidad con la mona que él también tuvo en su infancia, trazaba sobre la
tierra un círculo y colocaba en el centro una moneda de diez o veinticinco
centavos, para que los participantes la sacaran a punta de lances. Con la única
condición de que, si la mona quedada dentro del círculo, le pertenecía. ¡Qué
emoción aquella de querer la moneda, mientras se temía perder la mona!
Tiempos idos, sin duda, porque muchos de estos juegos y juguetes han
quedado en el olvido, como cosas de viejos y expresiones folklóricas que ni tan
siquiera despiertan curiosidad en una juventud subyugada con artilugios
electrónicos, influjo de otras culturas y olvidadiza de sus raíces. Sin
embargo, y pese a todo, de vez en cuando vuelve a aparecer la mona, el trompo
de nuestra gente, y baila en los parques ante el asombro de todos.
…….mpr…
3/IX/2022
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