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28 noviembre 2024

EL GUARAREÑISMO Y EL 10 DE NOVIEMBRE DE 1903

 


Lo que podríamos denominar el guarareñismo es la expresión de un grupo humano que se ha forjado a través de los tiempos y representa el esfuerzo colectivo de quienes habitaron estas tierras desde el siglo XVII, porque las huellas del hombre hispánico datan de las primeras décadas del siglo XVI.

El guarareño ha vivido durante centurias en la costa oriental de la península de Azuero, un poco adheridos al río Guararé y próximos a la serranía del Canajagua; habitamos el espacio del que tenemos la certeza que era ocupado por hombres y mujeres que fueron forjando una cultura sabanera, con el desenfado propio de los que están acostumbrados a morar en zonas en donde la vista no encuentra mayores obstáculos para otear la raya del horizonte.

Estos factores geográficos no son determinantes, pero si tienen su influjo en el carácter colectivo y hasta en cierto gusto por la música que se aleja de los sonidos de las quenas de Suramérica, porque nosotros no tenemos la presencia majestuosa de los Andes, sino el embrujo de la pradera, de la sabana que nos envuelve y cautiva, así como del Canajagua que se yergue en la distancia.

De lo dicho se colige que necesitamos más investigaciones serias sobre la región, y dentro de ella realizar lo propio para Guararé. Lo distintivo del guarareñismo es un ejercicio centenario en el que hemos sorteado problemas, cometidos errores y añadido no pocos aciertos. Y esto no es nada nuevo, ni algo que sea propio de nosotros, ya que de tal manera se forjan los pueblos y van dejando huellas que las nuevas generaciones transitarán para aprender de ellas y superarlas, si fuera el caso.

Así es, porque en Guararé el formato de pueblo no aparece hasta el siglo XVIII, cuando comienzan a darse sucesos de lo más relevante.  Pienso en la aparición de la cuadrícula urbana, la que no se concretiza hasta mediados de la indicada centuria, así como de los acontecimientos que marcaron el siglo XIX, porque tales fechas son relevantes para los guarareños, ya que para aquellas calendas maduran las organizaciones religiosas y políticas.

En el plano religioso, el 31 de julio de 1869 se crea la Parroquia a la Virgen de Las Mercedes; hecho que sugiere la existencia de grupos con algún grado de poder político y económico, porque de otro modo ese hecho histórico no sería posible. Mientras tanto, el 21 de enero de 1880, luego de varios intentos, surge el Distrito de Guararé, municipio que desde entonces guía los designios de quienes residen en las proximidades del río que recuerda la presencia indígena, en estas tierras sabaneras, planas y próximas a las riberas del océano Pacífico.

Luego del interregno de la Guerra de los Mil Días, a partir del siglo XX, los guarareños recobramos la marcha del desarrollo que había truncado la contienda bélica entre liberales y conservadores.

El siglo XX siembra esperanzas, abre nuevos horizontes y consolida la autodeterminación popular. Porque si bien la centuria anterior no fue una época de anarquía, la que nos ocupa es determinante en el fortalecimiento de la autoestima municipal y en el anhelo de mejores días.

Y comenzamos bien, sin duda, porque fuimos fieles a los nuevos tiempos cuando la nueva república daba sus primeros pasos y se atrevía a convertirse en una nación que se expresaba políticamente, separándose de la unión a la que se había sumado voluntariamente. Quiero decir con ello que el 3 de noviembre de 1903 marca ese hito histórico, el que se suma a los conatos de independencia del siglo XIX que ya presagiaban la existencia de una nación y el deseo de ser libres y soberanos.

Yo no voy a caer aquí en la diatriba sobre la presencia estadounidense en los actos separatistas, hecho por demás comprensible en una época de disputas entre imperios, porque incluso el proceso de independencia latinoamericano también contó con el influjo y la presencia económica y militar de los intereses ingleses.

Lo que importa en estos momentos y en esta época, es constatar la anuencia de los pueblos del Istmo a la separación de Colombia. Tal y como queda comprobado en las llamadas adhesiones a lo acaecido en la ciudad de Panamá.

En una época cuando las comunicaciones con la capital nacional se realizaban por la vía marina, porque Belisario Porras no construye la carretero hasta los años veinte, resulta llamativo que las adhesiones peninsulares se concreticen en la Villa de Los Santos y Chitré, el 9 de noviembre, y Guararé lo haga el 10 de noviembre de 1903, es decir, siete días luego de los sucesos capitalinos.

En la fecha los guarareños apenas teníamos un poco más de dos décadas de ser distrito y aún se continuaba perfeccionando la burocracia municipal. Tales consideraciones hay que tenerlas presente para calibrar en su justa medida la postura del pueblo y los munícipes que se adhieren a la separación de Colombia. Un acto que también tiene una fuerte carga emocional, porque no olvidemos que todos los firmantes pueden considerarse colombianos y, en efecto, así lo eran, al margen que Bogotá resultara un sitio lejano y desconocido.

Muchas cosas pueden decirse sobre el momento histórico y lo acontecido en Guararé. Sin embargo, para mi es llamativo la formalidad que se deriva del acuerdo municipal del día décimo del mes de noviembre, porque este es un documento de gran valor sociológico, además de histórico.

Por la naturaleza del acuerdo el lector se percata que lo realizado no fue otra cosa que la ejecución de un cabildo abierto, en la misma tónica que lo sucedido en la Villa de Los Santos, también un 10 de noviembre, pero del año 1821, aunque ochenta y dos años antes. Las dos poblaciones están ejecutando el mismo sistema democrático de consulta ciudadana que nos legó España y que tiene antecedentes tan antiguos como los debates en el ágora griega.

Y qué gran tino y responsabilidad de aquellos ediles de 1903, el de remitir al nuevo gobierno republicano copia de lo actuado; como si, en efecto, comprendieran la trascendencia histórica de lo actuado y quisieran prolongar en el tiempo la dignidad de un pueblo soberano.

Debo confesar que al leer el acta no dejo de emocionarme al ver plasmado en el papel tantos mensajes presentes y ocultos entre las líneas de lo redactado. Así debe ser, porque lo escrito demuestra la existencia de grupos humanos, como el nuestro, que moraban en áreas rurales, alejados de los principales centros urbanos, pero que tenían la formación y la visión que se extendía más allá de la sabana que habitaban.

Otra faceta de este memorable documento es la de registrar los nombres de las personas que asistieron al evento, sin duda para dejar constancia escrita de que aquello no era un capricho de los ediles, sino la expresión de una voluntad popular. Del mismo escrito también se deduce, por los nombres y apellidos, que al acto asistieron guarareños de diversos poblados. Y ese listado también es una muestra de las familias que poblaban Guararé en esos años de inicio de la República de Panamá. En el fondo es como si estuviéramos revisando los archivos parroquiales del templo a la Virgen de Las Mercedes, en donde igualmente se registran los nombres y apellidos desde el año 1869.

Luego de más de cien años el mensaje de los ediles guarareños sigue vigente, continúan llamando nuestra atención sobre los problemas del desarrollo de la comuna guarareña, desafían nuestra conducta ciudadana y nos retan a asumir nuevos emprendimientos. De la misma manera dejan en claro que la base del cambio social es el coraje, el atreverse a soñar con un nuevo amanecer, porque el 10 de noviembre de 1903 es un llamado a amar nuestro pueblo y asumir los desafíos de los nuevos tiempos. En síntesis, hacer posible y rendir tributo al guarareñismo como forma de vida y acción ciudadana.

Milcíades Pinzón Rodríguez

En Guararé, a 27 de noviembre de 2024.


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