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14 agosto 2025

FEDERICO, ANTONIO Y EL BARRANCO DE VIZNAR


Para Ana Cristina, Ana Mercedes y Antonio 

Desde aquellos tiempos cuando estudiaba en el Colegio Manuel María Tejada Roca, dos personajes llamaron mi atención; uno peninsular, el de nuestra tierra, y el otro de la heredad de Cervantes, en la otra península, la española. A ambos he erigido un altar en mi vida y pensamiento . El uno santeño (Sergio González Ruiz) y el otro ibérico (Federico García Lorca). Sin hacer mención, en esta caso, de un tercero (Belisario Porras Barahona). Cada cierto tiempo tropiezo o me encuentro con ellos. Esta vez volví al andaluz universal, al que leí siendo joven, aquel de “Verde que te quiero verde, verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña”. Digo el nombre del vate andaluz y evoco al Romancero Gitano con “La casada infiel” (Y que yo me la llevé al rio creyendo que era mozuela, pero tenía marido) . Y para qué hablar de “La casa de Bernarda Alba” Han pasado varias décadas de cuando estuve en Andalucía y viví y estudié en Cádiz. Por ello no pocas veces he contado a mis hijos la experiencia de mis años primeros. Esa sensación de morar en una ciudad fundada por los fenicios en el año 1100 antes de Cristo y admirar edificios vetustos; y muy próximo el fondeadero del puerto, en la misma zona en donde nació Manuel de Falla y Rafael Alberti. ¡Ah, don Manuel con su música clásica con sabor a su tierra y Alberti con sus recuerdos en “La arboleda perdida”! Por tales motivos no pocas veces me he reprochado, en silencio, el no haber regresado a España y, más específicamente, a Andalucía. Pero las cosas no son como uno las quiere, sino como son. Y en este mes de agosto de 2025, por esas avatares del destino, mi hijo Antonio Miguel, trota mundo ilustrado, él que también idolatra al poeta andaluz, me dijo: “Voy a llegar al Barranco de Viznar, el lugar en donde mataron a Federico” Y lo cumplió a rajatabla, en el mismo mes cuando lo fusilaron aquel fatídico 18 de agosto de 1936. Antonio me remitió dos videos del preciso momento cuando iba llegando al sitio. Escuché el sonido de sus pasos ansiosos y el ajetreo del respirar entrecortado; la emoción de estar allí no era poca, escuchando el viento entre la copa de los árboles y el corazón contrito. Él, en Granada y yo acá en la Villa Heroica compartiendo la emoción de sentirnos parte de ese genio de la literatura, en esa solitaria floresta granadina. En la soledad de mi cuarto de estudio viví la emoción de ese instante, mirándolo todo como si estuviera allí. Creo que nunca podré agradecerle a Antonio lo que hizo por este orejano, que, en la otra orilla del Atlántico, sigue admirando a Federico en la península istmeña en donde el recuerdo trae la música de los gaditanos: “Con la bomba que tiran los fanfarrones se hacen las gaditanas tirabuzones y en las hembras cabales en esta tierra cuando nacen ya vienen pidiendo guerra” Ya ve por qué estoy un poco meditabundo, porque debo mucho a Federico y a sus poemas que ahora renacen entre el pinar del Barranco de Viznar, paraje que ya no me resulta extraño ni distante. Reafirmo lo que siempre he pensado, que en ambas penínsulas hay mucho de complicidad, con el alma campesina que acá se hizo orejana, pero que no abandonó nunca sus rasgos primigenios y, para decirlo emulando un ensayo del dramaturgo español: Azuero, también tiene duende. Dios bendiga a Federico García Lorca. Milcíades Pinzón Rodríguez En las faldas de cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 13 de agosto de 2025

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