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10 noviembre 2016

LA HISTÓRICA VILLA SANTEÑA



Como acontece cada año para estas fechas, corre mucha tinta de quienes meditan sobre una población istmeña que está nimbada de glorias. En efecto, la Villa de Los Santos, porque de ella se trata, ha crecido escoltada por dos cerros, el Juan Díaz al norte y El Barco, al sur.  Emplazada sobre la sabana antropógena, la llanería se prolonga en dirección a Guararé y Las Tablas, mientras al otro lado del río Cubitá, desde el período Colonial, resplandece Parita, la hermana que también le acompaña desde el Siglo XVI.
Al visitarla hay magia en esa torre que desde la distancia pregona la presencia del dieciochesco templo a San Atanasio, hegemonía religiosa que se disputa con otro santo patrón, San Agustín. En cambio, al lado de la arquitectura religiosa colonial, la plaza muestra al visitante la efigie de Bolívar, mientras el parque mira atentamente el Museo de la Nacionalidad. Las dos viejas calles que describiera el obispo Rubio y Auñón siguen tendidas “como hacia la mar”.
Hay mucha historia en este añejo pueblo colonial que no puede ser reducido únicamente a la conmemoración del 10 de noviembre de 1821, por más significativa que sea la fecha del Grito Libertario. La Villa es el 10, pero también luce otras facetas que al valorarlas se comprende a plenitud por qué el poblado fue la sede de ese histórico hito independentista.
En otro momento he señalado que la tierra de la mítica Rufina es la capital histórica de Azuero.  Ella fue el centro del poder político, económico, social y religioso de la península de Azuero en un período que comprende casi cuatrocientos años de existencia. Cuatro centurias llenas de historias cuyo aporte peninsular ha marcado el caminar de una región cuyas ejecutorias ha dado lustre a la nación.
A la entrada del poblado la bandera azul, amarillo y roja recuerda al visitante cómo su historia estuvo ligada a los movimientos de emancipación bolivariana. Esa enseña pregona el sano orgullo del pueblo de quien dijera El Libertador que era la “Heroica Ciudad”. Incluso la fundación poblacional, el 1 de noviembre de 1569, es un acto de rebeldía de quienes tempranamente deciden fijar el destino sin autorización de la corona española.
La Villa fue protagonista de los conflictos azuereños entre liberales y conservadores que asolaron la región a mediados del siglo XIX, época cuando don Pedro Goytía Meléndez se erige en adalid de grupos de campesinos que protestan por la introducción de impuestos. En este sentido será sede del conservadurismo peninsular, al mismo tiempo que germen del liberalismo que propicia la ruptura de añejas y coloniales estructuras de dominación social.
Y ya en la vigésima centuria, al producirse la separación de Panamá de Colombia, los munícipes, el 9 de noviembre de 1903, se adhieren a la gesta que propicia el nacimiento de la nueva república. Sí, hay mucho por contar, porque el centro urbano de La Villa también supo del caminar del doctor Francisco Samaniego, ese santeño luminoso que forjó junto a una pléyade de coterráneos la Federación de Sociedades Santeñas, al comprender tempranamente el papel revolucionario de la organización popular.

La historia peninsular tiene en la Villa de Los Santos a su más grande gema y en el 10 de noviembre de 1821 la cúspide de esa grandeza. Allí, en la antigua plaza, entre las viejas callejuelas y vetustas edificaciones, se ha forjado parte de la historia de un pueblo que ha sido vocero de libertad y emblema de santeñismo, entendido éste como orgullo patrio y valladar contra la deformación de la identidad cultural. Vital esta villa histórica, a quien los santeños debemos incluso el  gentilicio.
....mpr.....

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