Sobre la forma
de hablar del hombre que habita la zona hay mucha tela que cortar, desde el
dejo al hacerlo, hasta el uso de vocablos. Sin embargo, lo que ahora interesa
es comentar, muy brevemente, las peculiaridades históricas. Y al respecto la
referencia más temprana corresponde a lo escrito en el año 1881 por el doctor
Belisario Porras Barahona, en su opúsculo El Orejano, publicado el año
siguiente en el Papel Periódico Ilustrado de la capital colombiana. Así describe
Porras el habla peninsular. Dice del orejano que:
“…aunque mora
en costas, en toda la extensión del terreno comprendido en el Istmo de las
montañas al mar; pues es más suave y dulce su lenguaje que el del habitante de
la ciudad de Panamá, Colón, Chagres y Portobelo. El dice, dice, por ejemplo, de
una vaca que es jorra o ajorra, por ahorra; y que es de jarina
el pan, y que no hay igualda en el gobierno, y que es bueno comel
cuando se tiene jambre; pero no dice Manuer es un negrito bozaa.
El orejano usa de la “s”, ya se halle esta en final ó en principio de dicción;
y a diferencia del mulato, cambia la “r” en “l” para hacer más suave la pronunciación.
Sorpréndese uno
al encontrar en el lenguaje del orejano voces metafóricas de una lógica
irrecusable. Así, por ejemplo, la acción de adulterio la expresa el con el verbo
quemar, y dice: fulanita ha quemado a su marido. La pena que sufre por
amores, es cabanga, palabra que en el Istmo indica un dulce agradabilísimo,
pero indigesto”.
Mire usted que
hemos cambiado poco, porque luego de más de una centuria del opúsculo del
tableño, aún se escucha por allí: jambre (hambre), tajona (tahona), jijo (hijo),
jullil (huir), jediondo (hediondo), jarina (harina), jocico (hocico) y muchas
otras. Y lo más interesante no es solo la forma de hablar y el acento peculiar,
sino la existencia de arcaísmos, vocablos en desuso, que se constituyen en
valiosas herramientas que reflejan los contactos entre culturas, préstamos que
pueden ser rastreados analizando el vocabulario regional, como en los casos de
lo indígena, hispánico, negroide, hebreo y mozárabe.
¡En verdad que
somos peculiares! Y lo afirmo alejado de regionalismos intrascendentes, aunque
orgulloso del idioma del Manco de Lepanto, porque la región peninsular es un
impresionante laboratorio sociológico que aún espera la luz poderosa de la
inteligencia que le estudie y le ame.
12/VII/2022
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