Cerámica estilo Cubitá (550-770 d.C, |
Afirman nuestros historiadores
que ya en el siglo XVIII los indígenas habían sido exterminados de nuestra
peninsular región. El etnocidio dio cuenta de cacicazgos del tipo que lideraban
París, Guararí, Güera y otros. En vano organizaron los nativos sus guacabaras.
Los españoles salían a ranchear, es decir, a atacar a los ranchos o pueblos de
indios. No es desconocido que en los siglos XVI y XVII los hispánicos se
vieron precisados a importar a nuestras provincias centrales a indios
provenientes de las actuales repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras y
Nicaragua.
La Dra. Reina Torres de Arauz
denominó con justa razón a ese desigual encuentro como la "decapitación
de una cultura". Sin embargo, luego de quinientos años, aun cuando
algunos hispanófilos pretendan ocultarlo, la cultura indígena subsiste en
nuestra región. Cierto que los valores hispánicos se han constituido en los
hegemónicos, pero ello no supone que los rasgos de la cultura indígena no hayan
logrado perdurar.
Basta con recorrer con ojo avizor
la región de Azuero para percatarse que existe toda una geografía de lo indígena.
Porque por estos lares, como ha acontecido en el resto de América, el indio se
refugió en las montañas. Allí están las tierras altas de Ocú, Las Minas, Los
Pozos, Macaracas y Tonosí, jurisdicciones distritales que muestran en no pocos
habitantes de estos pueblos los fenotipos de los tibas, cabras y espavés. No es
mera casualidad el que sea en estos municipios en donde enseñen su faz los
ranchos.
Nuestra cultura está
impregnada de lo indígena. Nos encantan los tamales, el bollo, la changa y la
chicha de junta. Debemos interrogarnos en torno al origen de los nombres de
nuestros pueblos, ¿De dónde proceden
vocablos como Ocú, Chitré, Parita, Guararé, Pocrí, y Pedasí?. Cosas que tiene
el azuerense en alta estima, como la casa de quincha, por ejemplo, demuestran
tener un gran componente cultural de nuestros antepasados aborígenes. En no
menor proporción, leyendas como la que se refiere a La Tepesa hablan bien alto
sobre la supervivencia de la mitología indígena en la conciencia de nuestro
hombre mestizo.
La flora grita a los cuatro
vientos la impronta de aquellos que nos antecedieron: corotú, pifá, guácimo y
espavé. Otro tanto está presente en el uso de las plantas en nuestra medicina
tradicional. Todavía el campesino nuestro siembra con chuzo y no afirma
que lleva sus productos en cestas, sino en jabas
y chácaras. ¿Nuestras danzas acaso no traen reminiscencias del mundo
de los tibas?. Pienso, por ejemplo, en Las Pajarillas de San José y el acompasado
golpe del pie en el baile de los manitos.
Siendo así, conviene rescatar
esta otra parte de nuestros orígenes culturales y no perseverar en un
trasnochado hispanismo que insiste en recordarnos a España como nuestra Madre
Patria, pero que olvida que tenemos una tía africana y un abuelo indígena.
...mpr.....
Estoy es un projecto donde buscó diseños precolombinos de las distintas áreas del paiz Parita .cocle .monagrillo etc.es una obra animada llamada Huacas Quest.y uso todo lo que representa la cultura panameña.es menester un gurú de estas temáticas en el estudio.estamos en redes sociales .porfa contactarnos en pineal animaciones en facebook
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