En
mi transitar por la tierra de Cubitá siempre he disfrutado de eventos como el
que nos congrega en el Banco Nacional,
sucursal de Chitré. Así lo expreso porque tales actividades recogen una
dimensión diferente de lo que somos como sociedad y cultura regional. Hay que
decirlo y pregonarlo a los cuatro vientos, para que las presentes y futuras
generaciones logren comprender que Herrera y Los Santos no son, únicamente, y a
mucho orgullo, sólo el receptáculo de expresiones vernáculas.
Debe
saberse que el arte en todas sus
manifestaciones florece en la tierra del Canajagua y El Tijeras, en la cuna de Ofelia Hooper Polo y Belisario
Porras Barahona, asiento geográfico de los ríos Parita y La Villa. En efecto, nada
más hay que recorrer la península y mirar los petroglifos de El Montuoso y
Tonosí para percatarse que el hombre en todas las épocas ha querido plasmar su
trajinar en el lienzo, ya sea éste lítico, barro o tela. Visite, además, los
templos religiosos y percátese de la maravilla
que encarnan los retablos de Parita, La Villa y Las Tablas. Y ni qué
decir de la pinacoteca comunitaria que es La Arena de Chitré o de las artística
policromía de las guirnaldas de las empolleradas.
Sobre
la pintura azuerense
Una
pléyade de personajes nacidos en Azuero ha dado muestras de que no somos
simplemente seres que nos contentamos con el día a día de nuestras vidas. El
hombre y la mujer orejanos siempre han sido, como dirían los eternos cazadores
de modo, emprendedores. A través del tiempo la música, danza, literatura y
pintura tienen sus exponentes; personajes que al recoger en las creaciones lo
que somos, despiertan nuestra conciencia dormida para comprender que el grupo
humano de Herrera y Los Santos constituyen la nación que puebla la Península de
Azuero. Y aclaro, digo nación, no república.
Así
es, nuestra cultura transpira arte por los cuatro costados. Pienso en el caso de
Sebastián Villalaz, pintor del escudo nacional, allá por las primeras décadas
del siglo XX. Hay que recordar al
médico, escritor y pintor ocueño José María Núñez Quintero; al santeño
Juan Manuel Cedeño, retratista por antonomasia de presidentes y rectores, así
como de personajes notables del Istmo. Y si incursionamos en la segunda mitad
del Siglo XX y lo que transcurre de la presente centuria, allí está el
desaparecido Raúl Vásquez Sáez, un hombre que descubre los vericuetos de la
magia y la hechicería que se hacen cuadros fabulosos. Nombres hay, y sin querer
inventariarlos a todos, rememoro a don Gilberto Quintero (q.d.D.g) con raíces
en París de Parita, así como al chitreano Elpidio Mendoza, entre otros.
Ángel
Santos Barrios y su obra
Amigos,
esta apretada síntesis de algunos momentos de la cultura y pintura regional no
ha pretendido ser exhaustiva y sólo la expongo como marco referencial para
justipreciar la exposición pictórica de un herrerano multifacético, don Ángel
Santos Barrios Quintero. Ángel Santos, nacido en París de Parita a mediados de
la década del cincuenta del siglo pasado, se le conoce en la región como
corresponsal de canales televisivos, comentarista radial y fogoso admirador de
la cultura autóctona. Tampoco hay que desdeñar sus escritos en periódicos de
circulación nacional y aún al herrerano le sobra tiempo y energía par rugir en
el Club de Leones.
En
cambio, cada vez son más los paisanos que saben que el pariteño también
incursiona en los goces estéticos de la pintura, especialmente como
acuarelista. Y justamente por el desarrollo de esta última actividad es que
acudimos a esta cita, no sólo para que él sienta el calor fraterno de los
amigos, sino para lanzar una clarinada que pregone el triunfo de la
inteligencia sobre la estulticia y la indiferencia.
Los
organizadores de la exposición de acuarelas la han bautizado con el nombre de
COLORES DE MI PUEBLO, denominación que es certera porque refleja como en un
espejo la esencia de los trazos cromáticos con los que el autor intenta recoger
el espíritu de quienes habitan esta tierra que en distintas épocas y por
diversas circunstancias, han nominado Cubitá, Mensabé, Azuero, Los Santos, Herrera
y sabrá Dios qué otro apelativo en tiempos precolombinos.
Don
Ángel Santos Barrios Quintero realiza su labor de acuarelista en la ruta de
otros paisanos que les antecedieron, tal el caso de Rubén Villalaz Solís quien
hizo del género uno de sus predilectos. Afirman los expertos que la acuarela es
una técnica pictórica que demanda del autor mucha seguridad y precisión, ya que
lo realizado no permite improvisaciones de quien la ejecuta.
Las
diversas acuarelas de don Ángel Santos son una muestra de lo que este herrerano
guarda en su cerebro y en su corazón. Bulle en todas ellas un sano orgullo de
hombre de pueblo. De alguien que se siente parte constitutiva de esta
peninsular región que mide ochenta kilómetros de ancho por cien de largo. Por
ello no pueden faltar las muestras icónicas de la orejanidad: máscaras de
diablicos, el templo de San Juan Bautista, así como paisajes de lagunas y
caballos trotando sobre las arenas que moja la mar océano que nos rodea.
El
trabajo de Ángel Santos es un canto a la tierra, con imágenes sensoriales que
intentan ser fieles a lo que mira y siente. Porque así como el escritor va
armando estructuras semánticas con palabras, el pariteño edifica tratados
sociológicos con el pincel, para resumir en imágenes el ethos de la cultura de
Pedro Goytía Meléndez y Francisco Gutiérrez. Y creo, sinceramente, que aquí
radica el aporte del periodista y pintor. En estos tiempos modernos, el que el
azuerense se reconozca en las acuarelas, estimula una extraordinaria toma de
conciencia, porque en el deterioro creciente de la identidad radica la mayor
tragedia de los que habitamos la zona. No somos franceses, estadounidenses ni
italianos, constituimos el híbrido amasijo de españoles, indígenas y africanos
que en quinientos años hemos forjado un ser con su propia idiosincrasia.
Así
las cosas, no voy a encasillar el aporte de Ángel Santos Barrios Quintero en
una u otra escuela, porque soy sociólogo y no crítico de arte. De lo que sí puedo dar fe es que al pariteño,
como a otros grandes personajes de la región, al recorrer su tierra amada le duele el cogollo del corazón. Me refiero a
ese sentimiento agridulce que llamamos congoja o cabanga y que al transmutarse
se convierte en “jupío” en el monte, saloma campesina, rasgueo de mejorana,
sonido bohemio del acordeón, repique y doble de campanas y olor a tierra
mojada.
En
todas estas cosas medito cuando miro las acuarelas del pariteño, y dentro de
mis limitaciones saco fuerzas para decirle a Ángel Santos, no desmayes amigo,
que tus acuarelas son el vivo retrato de
lo que somos.
.....mpr...
Nota: Disertación en la inauguración de la exposición. Banco Nacional de Panamá, Sucursal Chitré, 16 de octubre de 2016.
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