A finales de la década del setenta o
principios de los ochenta del Siglo XX, me encontré por vez primera con el
vocablo. El Caudillo Tableño lo utilizó en el sentido de hombre del campo; porque
para aquellas calendas se usaba para designar, peyorativamente, al interiorano.
Equivale al actual "pati rajao", "buchí, "manuto",
"del otro lado del puente", etc.
Es ejemplarizante que el hijo de Las
Tablas -orejano puro-, rescatara y publicara su ensayo (El Orejano) en el Papel
Periódico Ilustrado de Bogotá, en el año 1882. Una actitud del estadista santeño muy contraria a lo que se observa por allí, gente que se avergüenza de sus orígenes y pretende ser francés,
alemán, estadounidense o inglés, aunque crezca comiendo ciruelas corraleras. El
doctor Belisario Porras Barahona rescata el sentido del vocablo y lo erige como emblema de identidad cultural,
al mismo tiempo que se constituye en el primer defensor de la personalidad
colectiva de su gente, labor que proseguirá en el Siglo XX el doctor Manuel de
Las Mercedes Zárate, otro interiorano de tuerca y tornillo.
El término no sólo es propio de
nuestra región, ya que con igual o similar significado lo usan en otras
latitudes. Así, por ejemplo, lo vemos en Argentina. Allí, Pablo; un miembro de
un grupo de internautas, a solicitud de mi parte escribió:
“En la Argentina, la palabra orejano pertenece al
modo de hablar campestre, de "tierra adentro", al argot de los
gauchos y la gente "del interior". Se utiliza para designar a una
persona de carácter arisco, independiente, poco afecto a la autoridad o en todo
caso, que no es sumiso. Y creo que con frecuencia -algún coterráneo me
corregirá- se aplica a los caballos que tienen estas características en su
comportamiento.
Como en tantos términos, la carga de intención
depende del contexto, pero por lo general no es negativa, sino, incluso, hasta
puede ser esgrimido por el aducido como un rasgo de personalidad. Para
ilustrarlo, aquí van los versos de una canción folklórica escrita por alguien
que parece estar muy orgulloso de su condición de orejano (desde ya
advierto que veo infinidad de términos que resultarán incomprensibles en otros
países, porque están escritas en un castellano muy deformado, pero creo que el
sentido se comprende).
De allí deriva, entonces, la
teoría de la orejanidad como fundamento del santeñismo. Una visión que no
pretende fomentar regionalismos estrechos, sino generar la valoración de la
nación orejana, cultura mestiza que lleva quinientos años de existencia. Por
esos los íconos que nos representan (Canajagua, Porras, Zárate, casa de
quincha, bandera santeña, polleras, etc.) han de constituirse en portaestandartes
de nuestro pueblo.
Siendo Panamá un país
multiétnico, el santeñismo y su orejanidad contribuyen a la cohesión de eso que
llamamos la panameñidad. Ni más, ni menos, y muy lejos estamos de fomentar
aires independentistas, federalistas o de otra naturaleza. A quienes así
piensan, la invitación cordial para que se empapen de lo que somos y así, desde
la cima del Canajagua, puedan otear las razones que nos animan. Urge hacerlo,
antes de que terminemos convertidos en “hombre ligth” o “señoritos satisfechos”.
Es decir, en un ser desarraigado, sin brújula y proyecto de nación.
Muy bueno si escrito sobre el Oreja o cosa casi ya perdida pero parte de esta esta la e. Vivido en mi natal Espinal de Guarare su tierra y la de Micho Viejo auténtico Oerejano.
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