El 10 de noviembre
de 1903 se constituye, por derecho propio, en otro hito memorable del
calendario histórico de los guarareños. En efecto, hace más de un siglo la
generación que había nacido en la segunda mitad del siglo XIX, y aún antes, se
reunieron en cabildo abierto convocado por las autoridades de aquella época para
escuchar y hacerse protagonista de un acto en el que trazaron sus derroteros y los
de las generaciones venideras. De común acuerdo optaron por un sistema
republicano, independiente y democrático, y se adhirieron al movimiento que, en
la ciudad de Panamá, buscaban separar al Istmo de la República de Colombia.
Aquel suceso
histórico no deja de ser un acto corajudo, porque apenas habían transcurrido
siete días de otro similar realizado en la ciudad de Panamá. Por aquellas
calendas recién habían cesado los tambores de guerra entre liberales y
conservadores, un niño llamado Manuel Fernando de Las Mercedes Zárate cumple
cuatro años y la maestra Juana Vernaza prepara sus bártulos para impartir
clases en la Escuela de Niñas. En Guararé no había parque central, aunque
existía la plaza que en los años veinte, al ser transformada en parque público,
se llamará Bibiana Pérez Gutiérrez. Por su parte, ya está en Guararé el cura
Ubaldino Córdoba López, presbítero que acompañará la grey católica hasta bien
entrada la primera mitad del siglo XX.
El 10 de noviembre,
un pueblo apacible y digno, otra vez levanta la voz para ratificar en el mismo día
y mes, aunque ochenta y dos años después, el derecho a la autodeterminación reclamado
por la Villa de Los Santos en el siglo XIX, aunque en Guararé se realiza bajo
otras circunstancias, año y siglo. El acta encontrada en los archivos
nacionales y replicada en la Gaceta Oficial # 1, Año 1, Serie 1, #15 del 25 de
enero de 1904, así lo confirma.
Este jalón libertario
rubrica que la adhesión guarareña es un acto en firme, respaldado con
documentación existente, lo que confiere al evento una validez que no puede ser
negada. Es más, la pulcra redacción del acta de adhesión demuestra que el evento
de adhesión se realizó con amplia participación ciudadana.
Lo que el documento
evidencia es el respaldo popular a un cabildo abierto sumamente representativo.
Basta con ver los apellidos para percatarse que el llamado no procede de un
grupo de poder excluyente y con ínfulas de grandeza. Son centenares los
firmantes que allí aparecen, y como no podía ser de otra manera, en aquellos
tiempos la rúbrica corresponde a varones que en su mayoría son cabezas de
familia. El campo y el emplazamiento urbano se dan en este caso un abrazo de
patria.
Habría que realizar
un estudio más exhaustivo, pero todo apunta a confirmar que asistieron
guarareños que moraban desde las zonas aledañas al Canajagua, hasta habitantes
de la costa, las marismas y las riberas del río guarareño, morando a uno y otro
lado de esta corriente acuosa con nombre de cacique indígena.
El distrito de
Guararé inicia el siglo XX con paso firme, lo que demuestra el proceso de maduración
de sus habitantes, confirma los vínculos que por la vía del puerto o ría se
tiene con la capital de la república, porque Porras aún no ha construido la carretera,
ni la población cuenta con un edificio escolar que tendrá que esperar hasta la
década del treinta. Mientras tanto la generación de inicios del siglo XX recibe
sus nociones básicas en escuelas para párvulos en casas separadas, para niñas y
varones.
Lo hermoso de la
adhesión guarareña radica en percatarse que en el acta de adhesión no hay asomo
de conflicto, ni de batallones dispuestos a ofrendar sus vidas. Lo de Guararé
es compromiso, acompañamiento y reflexión, así como profunda es la fe en los
destinos nacionales. No es este un suceso que pueda ser catalogado de grito,
hay sí, patriotismo y redacción mesurada, alejada de ditirambos innecesarios,
acaso porque los firmantes han vivido en carne propia las secuelas de la Guerra
de Los Mil Días y encuentran un país casi sumido en las ruinas.
En 1903 estamos
ante el inicio de una nueva época, en una centuria que se mira en lontananza
con esperanza, porque los niños de entonces serán el relevo generacional que
les tocará vivir parte de las promesas que implica el 10 de noviembre de 1903,
el suceso histórico que abre para ellos un pimpollo en flor.
Corresponde a los
guarareños ser fiel a ese llamado libertario, valorar la gesta en su pleno
significado, realizar la lectura correcta de su misión trascendente, para que la
fecha no quede presa de la celebración y sea también calidad de vida,
inteligencia libertaria y deseos de edificar una sociedad que valora sus
expresiones vernáculas, pero que es capaz de morar en un mundo en constante
transformación.
A la altura del
camino en que se encuentra transitando el guarareñismo, la existencia
comprobada de la adhesión de Guararé al movimiento que hace posible la
separación de Panamá de Colombia, sin duda es motivo de regocijo y
complacencia, pero también implica un desafío inmenso para quienes crecimos a
la sombra de la Escuela Juana Vernaza, valoramos el zaratismo y hemos hecho del
culto a las tradiciones una manera de ser.
El 10 de noviembre
de 1903 es compromiso puro, la certeza de una vida proba, la inteligencia
alumbrando los recodos del camino y el convencimiento de que nos esperan
grandes realizaciones. Que la virgen de Las Mercedes ilumine nuestro sendero y
nos permita continuar conmemorando esta trascendente fecha histórica, al mismo
tiempo que los frutos del desarrollo invaden nuestros campos y pueblos,
mientras se escucha en la distancia el liberador sonido de la mejorana.
…….mpr…
7/XI/2022
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