La historia de Guararé aún está por escribirse.
Poco conocemos sobre el pretérito que desde el siglo XVI registra Gaspar de
Espinosa, quien confirma en sus relaciones la existencia del tiba Guararí.
Luego de ese relato la información es escasa, por no decir nula, en los siglos
XVII y XVIII. Mayores detalles asoman durante el siglo XIX, ya que en 1869 los
curas comienzan el registro parroquial. Esa es la época de los movimientos políticos
para gestionar la creación del distrito, propósito que fructifica el 21 de
enero de 1880.
Además de la relativa carencia de una historia
documentada, quedan otros desafíos pendientes, entre ellos la valoración del
aporte de los guarareños que con sus ejecutorias ciudadanas contribuyeron a que
el poblado goce del reconocimiento público.
Inspirado en tal enfoque y con la intención de
ponderar las biografías de guarareños valiosos, presento a la consideración del
lector los rasgos de la vida proba de un hombre nacido en Bella Vista de Guararé.
En efecto, en el año 2018 se cumple el centenario
del natalicio de Alejandro Pinzón Jaén; y para que su contribución se conozca y
no reciba el aplauso del olvido, rindo homenaje al andar de un hijo de la
tierra de Bibiana Pérez y Manuel F. Zárate. Y al hacerlo, de paso, justiprecio a
quienes como él forman parte de la generación de hombres y mujeres que nacieron
en los albores del siglo XX.
La época que
le tocó vivir
Solo habían transcurrido quince años del 10 de
noviembre de 1903, fecha de la adhesión de los guarareños a la separación de
Panamá de Colombia, cuando nace el personaje que nos ocupa.[i]
El calendario marca el jueves 6 de junio de 1918. Ese día, mes y año, Lucía
Jaén pare al párvulo que su padre, Antonio Pinzón Ovalle, junto a su esposa,
deciden llamar Alejandro Pinzón Jaén y le bautizan nueve días después de
nacido. Así consta en el Libro de bautismo:
“En la
parroquia de Guararé, a quince de junio de mil novecientos dieciocho, yo el
infrascrito Cura de la misma bauticé solemnemente á Alejando nacido en El
Potrero el seis de este mes, hijo natural de Lucía Jaén; abuela materna
Dionisia Jaén: fueron padrinos Guillermo Díaz y Clementina Pérez, á quienes
advertí sus obligaciones y espiritual parentesco”
Conste,
Ubaldino Córdoba L.
Pbro.[ii]
Para aquellas
calendas la comunidad que se denomina Bella Vista de Guararé se conocía como El
Potrero, tal y como se deja saber en la partida citada. Un dato interesante es
el nombre que se le asigna al recien
nacido y que parece estar vinculado con la denominación del presbítero que con
anterioridad ejercía labores en la parroquia. Se trata del doctor José Alejando
Peña, primer sacerdote asignado a la Parroquia Nuestra Señora de Las Mercedes,
cura que tuvo su asiento en la Villa de Los Santos y que ejerció en Guararé el
apostolado religioso de 1869 a 1873.[iii]
Cuando el
biografiado ve la luz por vez primera, el distrito comenzaba a incrementar su
población luego del lento crecimiento demográfico de las dos centurias
anteriores. En 1911 exitían 3 mil 648 habitantes, las escuelas primarias
iniciaban su bienhechora influencia y aún el doctor Porras no había construido
la carretera que comunica la provincia con la capital de la repúlica, hecho que
acaece en el primer lustro de los años veinte del siglo XX. En la fecha la
actividad comercial se ligaba al puerto guarareño, las abarroterías eran
pequeñas y el grueso de los habitantes ejercía labores agrícolas y ganaderas.
El padre de Alejando
era nativo de Guararé, pero su madre provenía de la comunidad de El Quemao,
actual San José de Las Tablas, de donde ella había migrado con su madre
-Dionisia-, buscano nuevos horizontes. Se conocen y del lazo matrimonial con
Antonio nacen cuatro hijos: Lilia, Aquilino, Diomedes y Alejandro. Por el lado paterno
la presencia de los antepasados se registra desde el siglo XVIII, aunque los
primeros pinzones de que se tiene noticia arriban a tierras natariegas en el
siglo XVI.[iv]
Don Alejandro
completó sus estudios primarios entre los años 1926 y 1934, previos a la
majestuosa construcción arquitectónica de la Escuela Juana Vernaza. En aquel
entonces las clases eran impartidas en casas de quincha que la Secretaría de
Instrucción Pública alquilaba para tales propósitos.[v]
Al crecer, y en
posesión de una inteligencia aguzada, pronto se dio cuenta que su futuro no
estaba ligado a la agricultura o la ganadería y esperó la oportunidad para
labrarse otro destino. La ocasión le llegó con el período bélico de la II Guerra
Mundial. Junto a su hermano Diomedes[vi]
emigró a la ciudad de Panamá para laborar en la antigua zona del canal. Allí
aprendió algo de construcción, para luego trasladarse a la ciudad de Colón. Muy
ahorrativo, se hizo del capital que luego le sería de mucha utilidad. En las
ciudades terminales aprendió comercio y vivió la experiencia de laborar en los
negocios de la familia Cattan.
Pasada la guerra,
retornó a su tierra natal, aunque ahora retornaba con importantes capitales: el
económico, la experiencia de la vida urbana y una visión y noción comercial que
sería decisiva para su futuro. Acá sentó sus reales y se casó con una guarareña
de La Guaca: María de las Mercedes Rodríguez Villarreal, a quien la población
llegó a conocer como Merecedes Rodríguez.[vii]
Fruto de la relación matrimonial nacieron Mirna, Marquelda y Milcíades, aunque
con anteriordad y en otra relación previa tuvo a Marina.
Debemos consignar en
esta sección un hecho que habla bien alto de sus afanes de superación personal.
A la edad de cuarenta y tantos años opta por estudiar contabilidad en la Escuela
Profesional Santa Librada, institución educativa que para aquella época
funcionaba en la ciudad de Las Tablas. Nada extraño para un hombre que poseía
bilioteca personal y que era un lector voraz, estaba suscrito a la revista Life
y recibía en el correo la revista Lotería. En su residencia siempre hubo libros
y sus hijos crecieron bajo ese benéfico influjo.
Alejandro, el comerciante
El comercio fue uno
de los rasgos profesionales que le caracterizaron; emprendedor por naturaleza,
se estableció en la tierra que le vió nacer: El Potrero, que ya para aquellas
calendas se llamaba Bella Vista. Compró un terreno en la zona céntrica del
poblado y abrió un negocio que llamó “Comercial Mercedes”. Inicialmente la
empresa estuvo instalada en la casa de quincha que también contenía el terreno.
Al poco tiempo optó por construir un edificio cuya área comercial era de 100
metros cuadrados.
La construcción se realizó
en la década del cincuenta del siglo XX y fue sin lugar a dudas una apuesta
osada en una comunidad rural. Y la jugada dio sus frutos, porque la población
correspondió con el esfuerzo de un guarareño que de alguna manera auspició
la ruptura con el comercio lento de la zona. Pasado el tiempo, una clientela
cada vez más numerosa acudía a la llamada “Tienda de Alejandro”, la misma que
había cambiado su razón social por “Comercial Pinzón”
La casa comercial operó
por casi medio siglo, al punto que se vio precisado a ampliar la edificación y
construir un área para su casa habitación. Hacia mediados de los años noventa
el comercio gozaba de una fama bien reconocida y era conocido en la región
guarareña y más allá. Poco quedada de la abarrotería inicial y cuando cerró sus
puertas contaba con secciones de víveres, venta de telas, electrodomésticos,
sección de farmacia y ferretería.
Alejandro, el cooperativista
En el siglo XX se
vivían tiempos de cambio. En efecto, al par que la región santeña experimentaba
transformaciones en el sistema educativo, comercial, agrario y médico, también
las carreteras interconectaban las comunidades y nuevas ideologías arribaban a
la sociedad santeña. Una de ellas fue el cooperativismo, concepción surgida en
la vieja Europa, la que encontró terreno abonado en la costumbre campesina de
la celebración de las “juntas”, importante sumatoria colectiva para la solución
de temas comunitarios.
En la época el
Estado acelera su presencia en el agro. Así, en el año 1953, se crea el Istituto
de Fomento Agrícola (IFE), pero un año antes, 1952, surge el Servicio de
Divulgación Agrícola (DAP), dentro de éste se organizó, hacia el año 1954, el
Departamento de Educación Cooperativa. Al frente del DAP estuvo la señorita
Ofelia Hooper Polo, una de las primeras sociólogas rurales de Panamá, oriunda
de Las Minas de Herrera.[viii]
Esas ideas
cooperativistas tuvieron terreno abonado en Guararé. En la indicada población un
grupo de personas, con la asesoría de Hooper Polo, deciden crear la
cooperativa. Personajes notables como Pablo Durán, junto a una pléyade
zapadores, el 6 de diciembre de1957 establecen la primera empresa
cooperativista de la región de Azuero, la Cooperatica José del Carmen Dominguez
R.L., con sede en Bella Vista de Guararé.[ix]
Entre los pioneros
del cooperativismo regional aparece el nombre de Alejandro Pinzón Jaén, quien
también desempeñó un rol importante en la creación de la empresa. En algunas
ocasiones su residencia fue sede de reuniones que condujeron al fortalecimiento
del cooperativismo. Por tal motivo y basado en su experiencia administrativa,
se desempeña como el primer gerente. La labor la realiza por muchos años y sin
devengar salario alguno por su desempeño, es decir, ad honorem.[x]
Alejandro, el activista social
Para aquellas calendas
nacer en Bella Vista de Guararé era enfrentarse a una sociedad limitada en
educación, salud, vivienda, deportes, etc. Por tal motivo los habitantes tenían que unir esfuerzos para el
logro de beneficios comunes. Como hemos visto, la cooperativa fue una de esas
instituciones comunitarias surgidas al calor de esfuerzos y luchas sociales.
Tengamos presente
que al inicio del siglo XX apenas si existían carreteras modernas y se carecía
de luz eléctrica; de allí que se crearan comités para superar tales carencias.
Nuestro biografiado formó parte de la mayoría de tales organizaciones con las
que se sentaron las bases de una comunidad más próspera. Tales los casos del
mejoramiento de los sistemas viales, alumbrado eléctrico y centros deportivos.
En el último de los
aportes puede mencionarse su gestión y apoyo en la construcción de la cancha de
baloncesto y el estadio de béisbol; porque gran parte del terreno del estadio
municipal fue donado por don Alejandro como contribución al pueblo guarareño.
Hoy cientos de niños y adultos disfrutan de este espacio deportivo como sitio
de distracción e incremento de salud la física.
El apoyo al deporte
también se vio favorecido por el patrocinio a los equipos de la amigable contienda.
Además, no son pocas las personas de limitados recursos ecónomicos que supieron
de su apoyo desinteresado, lo que demuestra la complicidad con el estrato social del que
provenía y del que se sentía parte integrante.
En este punto vale
la pena destacar un elemento importante. El local comercial de su propedad -la
tienda de Alejandro en el decir popular- se constituyó en un importante sitio
de encuentro comunitario que facilitó no sólo el intercambio comercial, sino la
vida social misma e incluso el lugar propicio para ofrecer y contratar la
fuerza laboral.[xi]
Todo lo anterior en un ambiente de vida comunitaria que se ve favorecida con la
instalación de la primera radio y televisión del poblado.
Alejandro y los afanes literarios
Esta faceta de su
vida es poco conocida, aunque siempre latió en él una importante vena
literaria, la que lamentablemente por sus ajetros de vida diaria no logró
fructificar como hubiera sido lo deseado.
Don Alejandro siempre
sintió predilección por los relatos costumbristas de Ignacio de J. Valdés, a
quien admiraba, tanto como al también literato veragüense Manuel Celestino
González, “Gonzalito”, y su famosa columna “Tolda Gitana”, que publicaba en el
diario La Hora.[xii]
Hacia el año 1962 se
decide a publicar sus escritos y recibe la distinción de los jurados santeños
al otorgarle el primer lugar en la categoría de cuentos. Sobre esa experiencica
escribe en el álbum de fotografías familiares:
“Agradeciendo a los periodistas de la ciudad de Las
Tablas la entrega de premios a los ganadores en el concurso auspiciado por
ellos para escoger los tres primeros cuentos de navidad netamente nacionales.
Mi trabajo “La veranera pascual” ganó el primer premio. “La veranera pascual”
es una muestra de mi niñez y del afecto que siento muy dentro de mi alma por
los desheredados de la fortuna y de los
que jamás me apartaré por muy alto que el destino quiera llevarme”.
Los relatos en
mención se refieren a los problemas que confrontaban los campesinos en las
primeras décadas del siglo XX, particularmente en lo atinente al deficiente
sistema de salud. Otro de los cuentos, en esta misma línea de denuncia social,
es el que se denomina “El Crup”; y se refiere a la extraña enfermedad que para
la época atacaba los niños, los que morían por asfixia. Hoy se conoce a ese
padecimiento viral como difteria.
Un tercer escrito
lleva el sugestivo título de “Bajaron de la sierra”, cuento que narra el arribo
de migrantes de la otrora montaña santeña a la costa oriental de la península de Azuero.[xiii]
Conclusiones
La vida de Alejandro
Pinzón Jaén, el guarareño fallecido en su pueblo natal el 17 de octubre de 1996,
posee facetas importantes. El lector ha podido percatarse de sus aportes en
temas comerciales, cooperativistas, de liderazgo comunitario y escarseos
literarios.
Aquí hemos intentado
esbosar una biografía humana ligada a la propia historia del lugar en donde le
cupo el honor de vivir y luchar. Ese recontar de sus hitos como ciudadano no
pretende hacer un panegírico del hijo de Bella Vista de Guararé. Primero,
porque era refractario a bombos y platillos, y, segundo, porque no le
perdonaría a su biógrafo presentarlo con ejecutorias ajenas a su vida.
Don Alejandro Pinzón
Jaén amaba su orejanidad y santeñismo a toda prueba. Estaba convencido que el
origen social -por muy humilde que fuese- no era impedimento para el logro de
metas de superación, las que solo están al alcance de quienes se atreven a asumir
retos.
Quien suscribe la
presente investigación espera que el texto sea recibido como lo que es, un
homenaje a la memoria de un bellavisteño que amó a su pueblo natal. Y espera,
además, que el lector puede ver entre sus líneas el rostro de otros coterráneos
que junto a don Alejandro lucharon por mejores días para los ciudadanos.
***.***
+
En las faldas de cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 28 de febrero de 2018.
NOTAS
[i] Pinzón Rodríguez, Milcíades. ACTA DEL 10 DE NOVIEMBRE
DE 1903 MEDIANTE LA CUAL EL MUNICIPIO Y PUEBLO DE GUARARÉ SE ADHIERE AL
MOVIMIENTO SEPARATISTA DE COLOMBIA. Villa de Los Santos: Litografía Any S.A,
2017, 5 págs.
[ii] Ver archivo del templo guarareño a la Virgen de Las
Mercedes. Libro de Bautismo (1916-1922), partida 545.
[iii] Pinzón Rodríguez, Milcíades. APUNTES HISTÓRICOS:
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES (GUARARÉ, 1869-2010). Villa de Los
Santos: Litografía Any S.A., 2012. 39 págs.
[iv] Escala Pimentel, Jerónimo Juan. HISTORIA DE AGUADULCE.
Panamá: Impresora de La Nación, 2006, pág. 27.
[v] Pinzón Rodríguez, Milcíades. LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN
AZUERO (Siglo XIX y primera mitad del XX). Chitré: Impresora Crisol S.A., 1992,
84 págs.
[vi] Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Mi tío Diomedes”, en
ÁGORA Y TOTUMA. Año 18, # 255, 13/IV/2009.
[vii] Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Los Rodríguez de La
Guaca”; en ÁGORA Y TOTUMA, Año 21, # 307, 2/III/ 2014.
[viii] Ver “Ofelia Hooper Polo”; en ÁGORA Y TOTUMA. Año 2,
#48, 21/XII/93.
[ix] “Jocadom y su revista del cincuentenario”; en ÁGORA Y
TOTUMA. Año 16, #243, 14/XII/2007.
[x] Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Bella Vista, su gente y
su cooperativa”; en ÁGORA Y TOTUMA #242, Año 16, 1/XII/2007.
[xi]
El papel de la tienda interiorana puede leerse en: Pinzón Rodríguez, Milcíades.
“Réquiem por la tienda”. En ÁGORA Y TOTUMA # 209, Año 14, 30/VII/2005.
[xii]
Ver Pinzón Rodríguez, Milcíades. “La prensa chica de Veraguas”; en ÁGORA Y
TOTUMA # 291, Año 20, 28/VI/2012
[xiii]
La versión más cargada de emotividad y sentimiento, de quien se siente
orgulloso de ser la prolongación de su progenie, puede leerse en: Pinzón
Rodríguez, Milcíades. “Evocación de mi padre”; en ÁGORA Y TOTUMA #106, Año 5,
15/V/1996.
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