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06 abril 2019

SOBRE LA VIDA Y EL APORTE DE RICARDO ANTONIO CAMPOS GÁLVEZ


Profesor Ricardo A. Campos Gálvez


Voy a comenzar esta disertación hablando de un vocablo que para mí es muy caro. Parto del santeñismo porque éste constituye la argamasa de la orejanidad. En efecto, estamos ante una expresión que es más que un gentilicio; es una forma de ser, un estilo de vida que trasciende el pedazo de tierra que nomina, en la época contemporánea, la zona peninsular que se ubica al sur del río Cubitá, río de Los Maizales o río La Villa. En este cuadrilátero peninsular de 90 kilómetros de ancho por 100 de largo, hemos visto desfilar a Francisco Gutiérrez, quien en 1569 fuera el primer alcalde ordinario de la Villa de Los Santos; Pedro Goitya Meléndez, dirigente del siglo XIX que introduce las ideas liberales; Belisario Porras Barahona Cavero De León, ejemplo por antonomasia de estadista y probidad burocrática; Manuel Fernando Zárate, padre del folklor nacional; Francisco Samaniego, médico pionero de la salud comunitaria regional; Ofelia Hooper Polo, zapadora del cooperativismo; Francisco Céspedes, pedagogo de alto vuelo y una larga lista de prohombres que supieron amar la península istmeña que lleva por nombre el apellido del colombiano santanderista, don Vicente Anselmo Azuero y Plata Obregón, liberal de tuerca y tornillo.
Desde los tiempos del curato de Los Santos del siglo XVI hasta las luchas sociales y agrarias del siglo XXI, nuestro grupo humano ha trascendido las divisiones político-administrativas para mostrarnos ante nacionales y extranjeros como una entidad cultural única e indivisible, porque lo de Herrera y Los Santos solo hace alusión a límites administrativos que la politiquería criolla ha convertido en provincias.
En este sitial que la historia no desmiente, hay un pueblo que por derecho propio puede ser llamado “La capital histórica de Azuero”; me refiero a la Villa de Los Santos, asiento poblacional que ha sido epicentro de eventos importantes en la historia istmeña, porque además del inmortal Grito Santeño del 10 de noviembre de 1821, el poblado ha dado cobijo a personajes cuyas ejecutorias ciudadanas merecen respeto y reconocimiento. Sí, el escurridizo reconocimiento, la cualidad o valor que impregna la personalidad colectiva del hombre peninsular, sujeto social al que llaman indistintamente santeño, herrerano y azuerense.
En este poblado, sito a la vera del milenario río De Los Maizales, mora un santeño a quien sus padres pusieron por nombre Ricardo Antonio Campos Gálvez. Suerte ha de tener el indicado asentamiento al sumar a sus filas a este personaje que es tan nativo como el templo a San Atanasio, tan radicalmente santeño como Ana María Moreno Del Castillo (sima del catolicismo peninsular), como los pintores Sebastián Villalaz, Juan Manuel Cedeño Henríquez y Raúl Vásquez Sáez, entre otros notables istmeños nacidos en la llamada Heroica Ciudad. Y es que el nacimiento del profesor Campos Gálvez en la capital de la república, acaecido el 31 de agosto de 1943 y bautizado en la citadina Parroquia de Cristo Rey, fue un hecho circunstancial ya que desde la edad de 4 años fue trasladado al poblado de sus amores. Acá realizó sus estudios primarios (Escuela República de Honduras), secundarios en el Colegio José Daniel Crespo, superiores en la Universidad de Panamá (Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en inglés y su respectivo título de Profesor de Segunda Enseñanza con énfasis en el idioma de Shakespeare). Formación que luego complementa como Técnico en Artes Plásticas y becario en la American Lenguage Academy de la Universidad de Colorado, en Estados Unidos de Norteamérica.
Educador por antonomasia, ejerció la docencia desde el año 1969 hasta 1998. Durante todo este lapso ha contado con el apoyo incondicional de su amada esposa, doña Berta Olivia Rodríguez Castillo; además del concurso de sus hijos, Bertha Hannabel y Ricardo Antonio Campos Rodríguez, quienes representan para la feliz pareja el mejor de los premios del Dios probo.
Don Ricardo Antonio Campos Gálvez es un hombre polifacético, porque además de la docencia en centros de nivel medio, ha sido catedrático de su especialidad en la Universidad Tecnológica de Panamá, en la sede regional que la institución posee para la región azuerense en el campus santeño. Al largo listado de ejecutorias del homenajeado hay que sumar sus labores de locución, liderazgo cooperativista, declamador, actor y organizador destacado de eventos religiosos en el templo a San Atanasio. En este punto vale la pena hacer un alto, porque el aporte de Campos Gálvez ha sido invaluable para el templo santeño. Ya sea como organizador de las llamadas cenas de Pan y Vino, como catequista, guía de talleres de oración y vida, salmista, etc.
Y como si todo la anterior no fuera suficiente, ha sido abanderado cívico del 10 de noviembre, miembro del Patronato 10 de Noviembre, subteniente honorario del Cuerpo de Bomberos de la Villa de Los Santos, escritor de artículos para el periódico Panorama Católico, pintor y redactor de poemas inéditos de su propia cosecha. Debido a lo planteado no es de extrañar que su demostrada capacidad haya sido premiada en varias ocasiones en los concursos de pinturas del IPEL, dependencia del Ministerio de Trabajo.
El santeño Tony, porque así le llaman sus amigos, es un verdadero ejemplo de compromiso ciudadano; forma parte de aquellos seres que comprenden que el verdadero sentido de la vida no consiste en la búsqueda enfermiza de la riqueza material, sino en el goce pleno de la vida interior, de allí el apego al arte y su entrega al servicio de proyectos de beneficio colectivo. Y cuánta carencia tenemos de liderazgos comunitarios como los de él, ahora que el hombre contemporáneo se ha tornado individualista, pragmático, hedonista, carente de sensibilidad social y se comporta con su planeta como si éste fuera la sede del basurero galáctico.
Qué duda cabe que el hombre integral es aquel que combina ciencia y humanismo, amor por el arte y por las altas expresiones del espíritu. En este sentido hay un trabajo de índole ético que en Campos Gálvez ha de ser ponderado, porque los valores religiosos y cívicos son prendedores que adornan su estilo de vida. Tal es el resorte emocional de un hombre que disfruta las labores ligadas a la iglesia en donde emprende actividades de catequesis y de asesoramiento.
A personas como el santeño los reconocimientos le llegan solos, porque no actúan pensando en el boato y la lisonja fácil, sino con la mente puesta en el logro de proyectos que bullen en sus mentes y han de ser concretizados. Por eso, cuando le comunicamos que iba a ser objeto de valoración pública, con la franqueza y sencillez que le caracteriza, preguntó extrañado: “Yo, ¿y qué he hecho yo?”.
Hoy, en nombre de la Fundación Juan Antonio Rodríguez, me permito dar respuesta a ese asombro ciudadano. Sí, don Ricardo Antonio Campos Gálvez, usted es un valor de nuestra tierruca peninsular, esa que lleva en el corazón y que le enternece cuando escucha aquello de:
Ciudadanos lanzad vuestros gritos
derramando laureles de amor,
en recuerdo a los Héroes Santeños
que rompieron el yugo español.
Yo sé que el golpe del badajo sobre las campanas del templo, tienen para usted un tañer especial, que las danzas del Corpus Christi gritan a los cuatro vientos su santeñismo acrisolado. Porque, aunque muchas veces no podemos mirarnos a nosotros mismos, otros logran posar su mirada sobre nuestro accionar ciudadano. Claro que encontramos los de mentalidad liliputiense, los que forman parte de esa minoría que envidia el vuelo del águila porque apenas planea como “gallote”.
En nombre de la mayoría que sí cree en los valores de esta tierra, que ama la meritocracia y sabe reconocer el esfuerza de nuestra gente, cualesquiera sea su clase social y formación educativa, le tributamos este reconocimiento sentido y agradecido. Recíbalos junto a su familia como muestra del pueblo noble y decente que somos.
Milcíades Pinzón Rodríguez
En las faldas del cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 5 de abril de 2019.

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