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23 noviembre 2023

ANA MERCEDES

Para Ana Mercedes en sus quince años.

Con todo el sentimiento de que soy capaz.

…Papín

Mi nieta, Ana Mercedes, lleva el nombre de santa Ana y el de mi madre. Ella simboliza muchas cosas en la familia: esperanza, cohesión social y la semilla que ha de fructificar en suelo abonado.

Nada me llena más que verla, desde aquellos tiempos que iba conmigo a comprar víveres, época cuando invariablemente traía para ella un libro de cuentos. Ese es un instante casi idílico en mi memoria; como verla jugar con Elián, nuestro perro ya difunto, o mirarla arribar corriendo para abrazarnos.

En algún momento, quizás por el influjo de Ana Cristina, su madre- me llamó Papín y desde entonces no hay abuelo sino Papín, siempre Papín, Papín por siempre. Nuestra complicidad nació al calor de los viajes matutinos al Colegio Agustiniano, así como de las conversaciones sobre temas que eran de su interés y que fluían de manera natural al runrún del automóvil o que se silenciaban cuando se quedaba dormida en el asiento trasero del carro.

Ella creció entre la histórica Villa de Los Santos y el embrujo de Guararé. Y a mi eso me enorgullece, porque también soy un poco fusión entre el grito libertario y el sonar de la mejorana. Ojalá como su madre Ana Cristina y su tío Antonio Miguel, sea portadora de esa herencia, porque en sus venas también corren genes de Dallys – su abuela- y la reciedumbre de los Castro reflejado en la efigie de Elieser, su padre.

Me hubiese gustado que fuera siempre párvula, la niña que transformó mi perspectiva del mundo, la que supo despertar la ternura y la sonrisa, así como las terquedades de ser imperfecto. Y ella logró meterme en su bolsillo, porque no conozca a nadie que haya sido tan diplomático como para solicitarme algo que necesita sin sentirme obligado a hacerlo y rendirme ante sus antojos.

Con una personalidad de ese tipo no se puede dejar de amar. Con esos silencios que hablan y con esos ojos que lo dicen todo. Ojalá nunca cambie, porque siempre fue así, con la capacidad innata de conquistar el mundo y de salir victoriosa de los conflictos de la interacción humana.

En este momento vive la encrucijada de los quince años, de ir alejándose de la niña y aproximarse a la adolescente que quiere ser adulta plena. Difícil este tiempo en la búsqueda de su propia personalidad, porque ya lo sabemos por experiencia propia. A veces miro a Ana Mercedes sin que ella se percate, y algo se despierta en mi interior, quizás el ser sobreprotector que quisiera alejarla de desengaños y problemas innecesarios, pero el hombre racional se impone para dejarla ser ella misma, porque errando también se aprende.

Junto a Ana Mercedes disfruto estos instantes de vida y sólo me queda una especie de congoja en el alma, a saber, que el Altísimo no haya permitido que sus bisabuelos, Mercedes y Alejandro, estén presente en este instante tan relevante y lleno de magia. Pero entonces vuelvo atrás y comprendo la inevitabilidad de lo inexorable y agradezco a nuestra patrona la Virgen de Las Mercedes, la dicha de compartir este momento tan especial.

En los quince años de mi nieta, confieso que soy un abuelo complaciente y que, tras la capa de seriedad, Ana Mercedes es la mejor y más brillante estrella de mi galaxia interior.

Bella Vista de Guararé, a 22 de noviembre de 2023.


12 octubre 2023

CARTA PARA PAULA

 

Acudo a usted con el corazón contrito, hoy día de la hispanidad y del encuentro de culturas. Le escribo desde esta península tan suya y a la que amó con cariño verdadero, usted que era tan chitreana, con esa cédula 7 que tenía y con la que hacíamos bromas, para ripostarme siempre: “7 bajo protesta”

Mire que yo quería escribirle de una manera más racional, pero algo interior me grita que ese no es el camino. Podría argumentar que fue pionera de la educación superior regional, pero siento que aquello no lo dice todo, porque en algún momento trabajé a su lado, junto a Néstor González Tello y Luis Carlos Innis Cedeño, para poder implementar la ley universitaria de 1981.

Un poco antes le había conocido en aquel saloncito que en el Colegio José Daniel Crespo cumplía las veces de oficina administrativa. Yo era entonces un muchacho lleno de sueños que aprendía a caminar por los senderos de la península de Pedro Goytía Meléndez y Ofelia Hooper Polo, Belisario Porras Barahona y la mítica Rufina Alfaro. Permanece en mi memoria ese primer día de labores cuando usted tuvo la gentileza de presentarme ante los diversos grupos a los que debía impartir lecciones.

Allí nació esta amistad y admiración, no exenta, a veces, de enfoques que variaban en la forma, más no en el fondo. Le confieso que siempre comprendí su proyecto universitario y viví, como otros, la carga emocional que ello supone. He revisado mis archivos personales y usted siempre aparece en la retina de la memoria, si me disculpa la metafórica expresión.

La recuerdo en los chalecitos contiguos al JDC en donde estuvimos por corto tiempo, antes que nos mudáramos al campus universitario el 6 de julio de 1984. Esos terrenos pelones que su visión y el trabajo colectivo convirtió en sitio lleno de árboles y flores, una especie de edén ambiental en plena capital provincial de Herrera.

Yo no sería justo con usted si no le menciono en esta misiva a Raquel, Diosa y Argelis, las fieles y eficientes administrativas que le acompañaron en sus andares universitarios. Todo ello es historia patria y bien que lo sabe. Sí, doña Paula, hasta esas intensas jaquecas que ocasionalmente padecía en la oficina de la dirección. Allí, con la luz apagada y la voz queda, conversábamos mientras superaba esos episodios ocasionales.

Disculpe que le recuerde estos pasajes que también son universitarios y que no aparecerán en los libros de texto, pero que hablan del amor al trabajo y de una vida dedicada a la luz de la enseñanza.

También quiero que sepa que estoy aquí, en el auditorio que antes fue el edificio de usos múltiples. Estamos rodeados de su gente, de los que conocen de sus avatares y de otros, que más neófitos, intuyen en sus mentes quién fue la mujer herrerana de la educación superior.

Ya escucho su voz diciéndome que no lo diga, que usted no es la mujer que describo. Y me va a perdonar, pero intento ser pregonero de la inteligencia regional, porque me gusta hacer justicia con los orejanos que se lo merecen, a los que como usted, comprenden que la juventud de nuestra zona necesita nuevos íconos, personajes a quienes admirar, gente de carne y hueso que aman y creen en la utopía, que no se cansan de remar contra las olas, porque saben que más adelante en la mar océano, hay un remanso de paz.

Mire, déjeme decirle que muchas cosas hablan de usted. El viejo estarcido en el que escribíamos El Orejano, lo recuerda, el boletín informativo de antaño. Y el rumor de juventud en la biblioteca y tantas otras estampas que se han quedado incrustadas en la secretaría y la cafetería, los salones y la brisa que acaricia los eucaliptos y los mece como en una hamaca invisible.

La universidad no son solo las notas, ni la cátedra bien o mal llevada, en el fondo es un proyecto de redención, la luz que disipa las sombras y la investigación que abre surcos y sabe sembrar en terreno fértil. Pero nada  es posible sin el buen timonel, sin la personalidad adecuada para el momento apropiado; porque en la universidad peninsular que en entonces se iniciaba usted llenó ese vacío. Con ese estilo tan suyo de nuclear a la gente en torno a un ideal.

Debo decirle que ahora estamos en una encrucijada, en la bifurcación entre el ayer y los retos contemporáneos. Miro hacia atrás y veo su universidad, la que se hizo de todas maneras y que transpiraba humanidad, calor humano y deseos de capacitar. La que ha de venir depende de las nuevas generaciones que ojalá estemos a la altura de las circunstancias.

La miro yerta y por mi mente pasan muchos recuerdos de la educación superior que contribuyó a cimentar. Y en este instante cuando redacto esta misiva, sé que debo terminar y despedirme de Mary, como le llamaban los amigos más íntimos. Por eso me alegra que la hayamos recibido en su casa, en este campus que alguna vez llevará su nombre y en donde su presencia, la espiritual y verdadera, siempre se quedará. En este auditorio que dio cobijo a sus Juntas de Centro y a eventos cargados de emotividad y razón.

Comprenda que se quedará aquí, doña Paula, en este campus en donde ha de volar por siempre la paloma chitreana de nuestros campos, flor de muchos sueños y docente a quien dediqué, habrá treinta años, aquella prosa poesía que llamé “Los robles están floreciendo”, como un homenaje a sus ejecutorias de mujer proba y de docente visionaria.

Sé que en algún lugar ha de leer esta carta y sonreirá para sus adentros y será feliz al comprender el sentimiento que comparto con los docentes, los administrativos y los estudiantes. Reciba nuestro abrazo y la certeza de que su proyecto universitario no morirá, porque las cosas buenas, de gentes buenas, iluminan nuestra campiña con el amarillo intenso del guayacán, la terquedad del río La Villa, los gorjeos de la capisucia y el legado de sus acciones.

Me despido de Usted, Paula Antonia, con la satisfacción de haber compartido un retazo de su vida y, como si fuera poco, de ser testigo de la mujer que abandona su vestido terrenal para convertirse en la inspiración y fuerza motriz de los que han de venir.

 

Hasta siempre, Paula.

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12/X/2023


05 octubre 2023

LA MEJORANA, FESTIVAL PIONERO EN AMÉRICA LATINA

 


En esta reflexión no haré una apología del Festival Nacional de La Mejorana, porque el evento no la necesita, tan enraizado está en la conciencia del istmeño. La fiesta de la tradición creada por Manuel F. Zárate nace a mediados del siglo XX, montada a caballo entre la modernidad y la sociedad campesina que heredó de los siglos precedentes.

1949 es el año en que aparece, justo cuando en América Latina crece la preocupación por la desaparición de las tradiciones y la sociedad se ve sometida a todo tipo de cambios sociales y culturales; época, también, preñada de nostalgias por lo que fue y está dejando de ser.

El festival guarareño es consecuencia de ese conjunto de innovaciones, ubicado en la península de Azuero, zona istmeña que responde al perfil colectivo de la ruralidad, al mismo tiempo que experimenta un intento estatal por incorporarla y se produce la apertura regional a nuevos vientos de renovación cultural.

Desde entonces el festival folklórico es un Quijote que lucha contra los molinos de viento de la alienación. Hoy existen muchas festividades, las que pregonan la defensa del folklore; demasiados diría yo, porque en cualquier esquina se monta un evento que afirma ser tradicional y folklórico. Lo cierto es que La Mejorana fue y sigue siendo la matriz de todos ellos y aún intenta flamear -con la fuerza que las circunstancias le permiten- la bandera de la identidad istmeña.

Lo relevante estriba en comprender que en el poblado santeño se institucionaliza la fiesta folklórica y surge la organización que carga sobre sus espaldas tamaña responsabilidad social. Desde entonces la promesa que se hizo en el parque Bibiana Pérez se ha cumplido a rajatabla. Y tal vez aquellos pioneros, al hacerlo, no se percataron que estaban marcando un hito en los festejos que de este tipo se realizaban en América Latina; porque casi todos ellos datan de los años cincuenta y sesenta de la pasada centuria. Tales los casos, por ejemplo, del Festival del Malambo (1967, Córdoba, Argentina), Festival de La Chacarera (1971, Santiago del Estero, Argentina), Festival Folklórico de Ibagué (1959, Colombia), Festival de la Leyenda Vallenata (1967, Valledupar, Colombia), entre otros.

Existen dos méritos de la fiesta de Manuel y Dora. El primero radica en el empeño por valorar nuestras tradiciones en una época en la que lo campesino era visto con desdén. Por aquellos tiempos era un estigma social el haber nacido en el campo, entre sabanas y bosques, acaso porque desde el siglo XVI, con el arribo de los hispánicos, la cultura europea estaba centraba en lo urbano -la ciudad, el pueblo, la villa- y residir en el monte era símbolo de atraso, propio de seres montaraces u orejanos como se dirá por aquellas calendas.

En Guararé no sólo se conmemora el folklore istmeño, en el fondo el Festival de La Mejorana es un acto de rebeldía política. El pueblo se toma las calles y se libera de la añeja creencia de que tales manifestaciones folklóricas eran la expresión de arcaísmo social, como queda dicho, algo que necesariamente tenía que desaparecer ante una deseada modernidad. En este pueblo santeño lo campesino exorciza los demonios que por siglos le persiguieron y sale a celebrar la maravilla de su cultura mestiza.

Lo otro, lo segundo, es haber contagiado al país de esa visión del Panamá rural que rompe con el centralismo asentado en la zona de tránsito, que pretende imponer al resto de la nación su visión fenicia del mundo. Y no es casual que para la misma época la república sienta la presencia de otros grupos que reclaman los beneficios del desarrollo. Es decir, en Guararé se funden cultura y política, en el más noble sentido de los vocablos.

Como observa el caro lector, el Festival Nacional de La Mejorana, el más relevante de los eventos folklóricos del Istmo, no sólo revaloriza la cultura nacional y se constituye en portaestandarte de las expresiones vernáculas de los panameños, también nos confiere el honor de haber marcado pautas en América Latina, como zapador de las manifestaciones vernáculas de nuestras sociedades.

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4/VII/2023

 

 

 

 

 

 


10 septiembre 2023

EN EL HOMENAJE A DAVID VERGARA GARCÍA

 


David Vergara García es un hombre probo, de los guarareños que han visto en el doctor Manuel Fernando Zárate un personaje a emular. No hace falta hablar mucho sobre Vergara García porque las ejecutorias son su carta de presentación. Nacido en La Enea de Guararé, villorrio marinero ubicado en las proximidades de la ría que hemos dado en llamar puerto de Guararé, siente un profundo amor por su tierra natal, al punto que ya lleva libros y artículos publicados sobre la zona en la que moran las familias Vergara, García, Saavedra, Bustamante y tantos otros apellidos que hablan de orgullo patrio, laboriosidad, emprendimiento y valores arraigados en el cogollo del corazón.

El eneense ha sabido ser orejano, en el pleno sentido de lo que el vocablo porrista significa. Hombre de extracción campesina que en los tiempos actuales se hace profesional sin tirar en saco roto la rica herencia de los antepasados, ni renunciar a las esencias lugareñas que se nutren de vientos cargados de salinidad, así como de los ecos que retumban por la llanería cuando el badajo de la campana del templo a don Bosco llama a la oración o al postrer adiós de un paisano.

Yo pienso, sinceramente, y lo creo con la certeza de conocerle, que La Enea ha de sentirse satisfecha con este personaje suyo, hijo de Ernestina García Cedeño -en su momento cantante de tamboritos- y el padre David Vergara Díaz, agricultor de los de antaño, acostumbrado a enfrentar los desafíos que entraña hacer producir la tierra en esta península tan nuestra.

Ya afirmaba que las ejecutorias son muchas, y en la ruta del camino correcto. El amigo David es un hombre de carácter, pero no de aquellos que piensan que quien más grita es quien mejor piensa. Lo sostengo, porque le he visto defender la cultura santeña, cuando algunos quieren convertir nuestro folklor en un comodín de intereses personales. A lo mejor por ello estudio folklor, luego de su formación en relaciones internacionales, profesión que abrazó en la Universidad de Panamá. Porque de eso se trata, de poder hablar con propiedad, más allá de la opinión emocional y carente de profundidad analítica.

El guarareño siempre ha sido un puntal valioso en el apoyo a la cultura, especialmente en la realización del Festival Nacional de La Mejorana, al punto que su voz en el estrado, durante los días del festival, está asociada al evento, tal y como lo fueron en su momento las de David Iturralde y Doris Saavedra, educadores desaparecidos.

Hay una vocación docente en el santeño que es responsable de una cátedra universitaria en la Casa de Méndez Pereira. Comprende que el conocimiento no tiene sentido cuando se guarda como prenda, o cuando se luce para fomentar distancias sociales y dárselas de “café con leche”, como acertadamente afirma nuestra gente de pueblo. Esto significa que existe un compromiso ético y hasta complicidad con el estrato social del que se proviene.

Davicito, como le llaman sus amigos, también es cooperativista, porque no podría ser de otra manera en una sociedad como la nuestra que ha hecho de la junta, una filosofía e ideal de vida. Ser cooperativista es su orgullo, como el pertenecer a la Cooperativa de Servicios Integrales José del Carmen Domínguez R. L., organización en la que ha sido varias veces directivo.

Todo esto nos va perfilando la personalidad del hombre que mora en las sabanas de la vertiente oriental de la península de Azuero. En esas llanerías que han visto vivir a tantas generaciones de santeños y herreranos. Y Vergara García vive el santeñismo, ese estilo y forma de ser que ha marcado la vida del Istmo y que tantas glorias nos ha hecho sentir. Hablando con él deduzco que vive, en su alma interior, la congoja que distingue a las mentalidades que son capaces de experimentar un mundo que los impele a trascender el sentido común; a aspirar a más, a descubrir recodos ignotos que impregnan el cerebro y empujan hacia realizaciones colectivas, comunales, de sentido social.

Ya lo dijo el filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Y las circunstancias de David Vergara García son las propias de su entorno, la riqueza de su familia, la fortuna de haber nacido en La Enea, la formación intelectual que se ha dado y el compromiso de estar al lado de su gente, con su pueblo y con sus amigos.

Podemos decir con él que estamos contentos de lo que miramos en derredor, porque destinar la vida al bien común es uno de los mayores logros a que puede aspirar el ser peninsular. Ser consecuentes con la herencia de los antepasados es comprender el legado de los que nos antecedieron, aunque atalayando el futuro; es trascender lo efímero y banal de lo carnal para ascender a los estadios de lo espiritual.

De lo dicho se colige que la gente que no traiciona al país y su gente merece el respeto comunitario, la valoración de quienes moramos en esta península digna de mejor suerte. Por eso la comunidad le reconoce los méritos a este santeño, le da una palmada en el hombro y le dice “Bien, David, usted es uno de los nuestros”.

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En las faldas de cerro El Barco, Villa de Los Santos a 4 de septiembre de 2023

 

 

 


01 septiembre 2023

BELLA VISTA Y EL FANTASMA DEL PUENTECITO

 


Antes, cuando la vía que comunicaba a la cabecera de Guararé con el villorrio denominado El Potrero, el mismo que desde los años 30 del siglo XX dio en llamarse Bella Vista, el camino era lodoso en invierno y polvoriento durante el estío peninsular. Y ni qué decir de la vía principal de la aldea, así como de la ausencia de fluido eléctrico en el camino que conducía a La Enea.
Pues bien, en unas condiciones tales se produce el despertar de la población y soplan vientos de renovación, los que se hacen más evidentes en la década del cincuenta, cuando surge la Cooperativa de Ahorros y Créditos José del Carmen Domínguez R.L. y las asociaciones comunales emprenden acciones que transforman el caserío. Justamente por ello, el mecánico y músico Horacio “Lacho” González compone, el 21 de mayo de 1956, aquella pieza que denominó “Bella Vista en adelanto”
Se comprende que en tal coyuntura histórica la población fuera presa de las supersticiones y afirmara que existían fantasmas, duendes, brujas y todo tipo de abusiones. Uno de estos fenómenos, propios del folklore, tuvo lugar cerca del alambique de la familia Campodónico, más precisamente en un puentecito en el ya mencionado camino real entre Bella Vista y Guararé, estructura que aún se encuentra próxima al cerro de Los Chivos, sitio en donde para tales calendas se construyó el tanque del acueducto.
En las noches el camino era una boca de lobo, oscuro y con misteriosos sonidos de animales. Transitar en horas nocturnas era toda una proeza porque se afirmaba que en esa zona aparecía un fantasma. A veces se decía que era una especie de manta blanca, como una nube que perseguía a los transeúntes; en otras ocasiones se aseveraba que tenía figura de hombre dispuesto a atrapar a quienes osaban apersonarse a su tierra.
Los parroquianos afirmaban que vivieron momentos de terror y que ellos habían sido víctimas de ese ser demoníaco. Por ese motivo tales relatos incitaban la imaginación de los niños de aquellos años. Lo cierto es que, hacia los años setenta, el misterioso personaje había desaparecido, al punto que las nuevas generaciones casi nunca han oído hablar del fantasma del puentecito, acaso porque lo mató la luz eléctrica y la educación le obligó a habitar otros parajes, distante del Bella Vista de mi infancia despreocupada y feliz.
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24/VIII/2023


14 agosto 2023

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE DE CEFERINO

 

Ceferino es el nombre y Nieto el apellido, aunque la nominación hace referencia al viento, al céfiro y más específicamente al “viento del oeste”. Y tal parece, que en el caso del hombre nacido en Las Flores de Pesé, se cumple la premonición, porque al occidente de la ciudad de Panamá soplaron vientos musicales, del violín y el acordeón.

Lo demás es conocido, porque Ceferino Nieto forma parte de la pléyade de acordeones que exhalan y rugen desde mediados del siglo XX. Allí están Gelo y Dorindo que son la cumbre del instrumento de los pitos y fuelles.

El peseense es importante no solo por su música, sino por la coyuntura histórica en que nace, cuando la cultura orejana -visto como inservible cosa de pueblo- se levanta de su ostracismo cultural y pregona su validez.

Rogelio “Gelo” Córdoba, Daniel Dorindo Cárdenas y Ceferino Nieto De Frías, constituyen la trilogía de los acordeones del Istmo. Los tres suman casi una centuria de caminos musicales del acordeón. Me refiero al instrumento cuando este se institucionaliza y expande.

Tales panameños son los referentes, los músicos con quienes la cultura popular deja de morar en las sombras y asume su resplandeciente rostro de luz. Los tres, sin darse cuenta, son el fruto de las transformaciones de los campos panameños; constituyen clarinadas de los cerros, bosques, ríos y aldeas.

La historia musical de don Ceferino debemos ubicarla en su verdadero contexto, para que los músicos que han venido después comprendan las raíces de donde provienen y no pisoteen, sin quererlo, la cultura musical que están en la obligación de preservar, más allá de la rentabilidad económica del empresario de fiestas.

Lamentar la muerte de Ceferino es la expresión del sentimiento, lo retador estriba en comprender su música como parte de un proyecto musical inconcluso. Esa música que no puede evitar el influjo de otras culturas, pero que debe mantener el sello de lo nuestro, el fortalecimiento de nuestra identidad.

Una flor para Ceferino y un viejo acordeón renovado sobre la tumba del peseense.

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13 agosto 2023

LA PRESENCIA CHINA EN AZUERO


La presencia asiática en las provincias de Herrera y Los Santos, y más específicamente china, es de vieja data. Se remonta a mediados del siglo XIX cuando se construye el ferrocarril transístmico, luego se incrementa con el intento de construcción de canal francés y, más adelante, con el canal interoceánico que hicieron posible los estadounidenses.

Los descendientes de Confucio forman parte del flujo de migrantes que incluyeron, también, a italianos, alemanes, españoles y otras nacionalidades. Sin embargo, vale aclarar que esa presencia nunca fue masiva, y al poco tiempo terminó por ser asimilada a la cultura peninsular.

Desde el punto de vista económico, durante aquellas calendas la actividad comercial china se centraba en la existencia de tiendas de abarrotes. Por este motivo lo “chino” aparecía como algo externo a la cultura nativa, como una rareza, como exotismo propio del antiguo Catay. Y, además, porque en esta primera oleada los asiáticos vestían y eran físicamente diferentes, aparte de tener habla, pronunciación peculiar y escaso dominio del español.

No es casual que a lo largo del siglo XX la literatura regional, particularmente en las novelas, aparezcan relatos sobre chinos. Igual acontece con chistes y dichos populares en los que se recoge el influjo de la indicada cultura; porque hasta en la música interpretada con acordeones hay referencia a personajes del grupo asiático. Por este motivo en los pueblos azuerenses se habla de “la tienda del chino…”, para diferenciarla de las otras, que eran mayoritariamente propias del hombre nacido en la zona.

La historia de la presencia china en la región peninsular puede ser clasificada en dos momentos; el que ya hemos esbozados en breves y salteadas pincelas, que comprende la segunda mitad del siglo XIX y se extiende hasta la vigésima centuria. La segunda oleada es más reciente y prácticamente se inicia con el siglo XXI. Esta es otra modalidad, caracterizada por la presencia masiva de asiáticos en todos los pueblos de la península de Azuero. A diferencia de la anterior, parece responder a una planificación por parte de algún ente foráneo cuyos propósitos rebasan el evento comercial propiamente dicho.

Nos percatamos que, además de ser masiva, cuenta con financiamiento, porque de otra manera no se explica la expansión de centros comerciales, que ya no corresponden solo a la típica tienda de abarrotes, sino que involucra a estaciones de gasolina, restaurantes, ferreterías, venta de repuestos, construcción y hasta actividades agrícolas y ganaderas.

En poco tiempo el influjo comercial chino se está apoderando de la economía de la región, a tal grado que el comerciante nativo no puede competir con el hegemónico control asiático. Sin caer en visiones xenófobas o de índice discriminativo -porque no faltará la mente desprevenida que quiera ver en estas notas tal propósito e intención- la verdad es que el tema necesita ser abordado de manera científica, porque los hechos constatados van más allá del tópico comercial e implican transformaciones en la cuestión social y cultural, así como en la propia composición étnica y estructura de poder del hombre que mora en el Canajagua.

Podría argumentarse que la inversión asiática representa una inyección económica a la maltrecha economía peninsular y hasta plantearse la generación de empleo, pero este no es el punto central del fenómeno, sino el desplazamiento de aquellos paisanos que por medio milenio construyeron la zona y que ahora, ante la ausencia de una política estatal al respecto, han quedado a la merced de la voracidad del capital y miran desde la barrera a otros grupos humanos que se apoderan de la plaza.

En tiempos de globalización tal parece ser la secuela de abrir los mercados bajo el argumento de la competitividad y la atracción de capital foráneo -porque no negamos que tal apertura tiene que darse en la época contemporánea- pero no al extremo de desproteger a la gente que mora más allá del puente de Las Américas.

Lo que estamos viendo en la región de Azuero ha sobrepasado los límites de la tolerancia y se constituye en un abuso por parte del grupo humano al que la región ha abierto los brazos, porque se puede ser hospitalario, pero no al extremo de entregar la casa al visitante, quedar convertido en cliente y renunciar al derecho a ser empresario o a trazar su propio destino.

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14/VIII/2023

 

 

 


08 agosto 2023

BELLA VISTA Y EL ARCHIVO PARROQUIAL DE GUARARÉ

 

En el estudio de la región de Azuero un papel relevante lo desempeñan los archivos parroquiales. Son ellos un venero de información, no solo de tipo genealógico, sino de referencias a enfermedades que padecían las personas, detalles de los cementerios, conducta religiosa, visitas de obispos, cambios en la estructura arquitectónica de los templos, etc.

Un tema apasionante son los nombres de los pueblos, los que tenían ataño y los que poseen ahora. Ese es el caso, por ejemplo, de Bella Vista de Guararé, villorrio que era llamado “El Potrero”, acaso porque se ubicaba en las afueras de la cabecera distrital guarareña, lugar en donde se encontraban las cementeras y los minifundios para la actividad ganadera y agrícola.

Bella Vista fue, también, un lugar de paso que conectaba La Guaca, La Pacheca y La Enea con la ría guarareña que hemos dado en llamar El Puerto. Su origen también está relacionado con esta última actividad, el paso de carretas en ruta hacia el sitio en donde se construían barcos y se descargaban mercaderías que llegaban por la vía marítima.

He encontrado en el archivo parroquial una pista importante relacionada con el momento en el que se produce el cambio del nombre del poblado. En efecto, en el Libro de Bautismo de los años 1934 – 1939 aparece por vez primera el nombre de Bella Vista, de lo que deja constancia el sacerdote en la partida bautismal.

Siendo así, el cambio de denominación se produce en los años treinta del siglo XX, lo que nos permite orientar la investigación en el estudio de esa década. Queda, aún, un trabajo por hacer, el de verificar en las gacetas oficiales de la época, la existencia de algún acuerdo municipal, porque no existe un archivo distrital que haya preservado los acuerdos de aquellas calendas.

Encontrar los datos a los que aludo, es vital, porque se relacionan con la identidad de nuestros pueblos, muchos de los cuales desconocen sus orígenes y terminan inventando explicaciones carentes de sustento histórico. Ánimo, amigo lector, para mañana es tarde.

8/VIII/2023

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20 mayo 2023

EN EL CUMPLEAÑOS DE EUDOCIA PERALTA DÍAZ

Aquella mañana del mes de junio de 1935, en Macaracas se vivía otro día. Sin embargo, como ya había acontecido por siglos, la gente acudía al poblado para realizar los bautismos y para hacerse cristiano y con ello dejar de estar “moro”, como se decía para aquellas calendas.

Así lo comprendía la pareja formada por Eugenia Díaz y Felipe Peralta, quienes traían su hija a recibir las aguas bautismales. Transcurría el 9 de junio del año indicado cuando, luego del evento religioso, el cura escribió en el Libro de Bautismo:

“En la Parroquia de San Juan Bautista de Macaracas a nueve de junio de mil novecientos treinta y cinco yo el Cura bauticé solemnemente a una niña que nació en Espino Amarillo de Macaracas el día veinte de mayo último a quien puse por nombre Eudoxia hija natural de Felipe Peralta y Eugenia. Abuelos paternos Juan Bautista y Antonina Corrales. Abuelos maternos Juan Sáez y Marcelina Díaz. Padrinos Adrián Espino y Cleotilde Cortés a quienes advertí sus obligaciones y espiritual parentesco.

Conste

Jerónimo Martínez Antón

Presbítero”

Nada podía presagiar el destino de aquella párvula, de la niña blanca y menuda. Lo que sabemos con certeza es que ella siguió viviendo con sus padres en Espino Amarillo de Macaracas. Pasaron los años y ya adulta contrajo nupcias con Antonio Velázquez Castro, oriundo de Santana, en El Macano de Guararé, estableciendo la residencia en El Calabacito de la misma jurisdicción. La unión fue prolífica porque procrearon a siete vástagos: Aníbal Velásquez Peralta, Abel, Arquímedes, Antonio, Analio, Nimia y Nidia Velásquez Peralta.

Sin embargo, la pareja tenía otros horizontes y comprendía que el futuro estaba más allá de las faldas del Canajagua, en otra área más urbana con mejores escuelas, centros comerciales y atención médica. Y entonces actúan como una pareja visionaria y deciden irse a vivir a la costa guarareña y adquieren un pequeño terreno por el que pagaron B/200.00 balboas.

La mudanza se realizó en el carro del señor Enrique Zarzavilla. Eran las 3:00 p.m. del 19 de febrero de 1965 y arriban a Bella Vista de Guararé a eso de las 6:00 p.m. Se abrían nuevos horizontes para la pareja, con fe inquebrantable de la señora Eudocia y el apoyo incondicional de su esposo Antonio. Hacen de todo, ella lava sacos de ropa y él se empeña en labores agrícolas. Pero al poco tiempo doña Eudocia da un paso trascendental, asume la tarea de aprender a escribir y leer, lo que logra en el Programa Nocturno de Alfabetización de Adultos. De allí en adelante no faltará uno que otro problema, pero sabrán enfrentarlo con una familia que cada día crece y se desarrolla bajo el benéfico influjo de Eudocia y Antonio.

El 20 de mayo de 2023 la señora Eudocia Peralta Díaz de Velásquez no solo cumple 88 años, ella puede mirar hacia atrás y comprender que la decisión tomada en el año 1965 fue acertada y visionaria. Ha de sentirse orgullosa rodeada de hijos y nietos, sabiendo que ha cumplido con la región y el país.

Les tocó vivir en una época en donde todo estaba por hacer y ella ha hecho florecer una familia que ocupa un espacio de respeto social y de integridad ciudadana, distinción que no se la debe a nadie, sino a la fe en sus destinos. A la perseverancia, porque ella es otro ejemplo de que poco importa donde se nace, si se cuenta con la inteligencia que abre caminos de esperanza.

Rodeada de los suyos, celebra su cumpleaños en su casa habitación ubicada en la Calle Carlos García. En esa vía por la que transito con frecuencia y miro el sitio en donde reside una santeña estoica que honra a los Velásquez Peralta.

 

Milcíades Pinzón Rodríguez

En las faltas de cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 19 de mayo de 2023.

 

 


29 abril 2023

EL DOCTOR HAMED VACA SÁEZ EN GUARARÉ

 


1. La historia de la medicina está por escribirse en nuestra área peninsular. Existen algunos avances, como en el libro HISTORIA DE LA MEDICINA EN AZUERO, del doctor Julio Vicente Suárez Matiz, texto que recoge lo más significativo de lo acontecido en la zona. Pero aún queda mucho por añadir, en especial, sobre la medicina no científica, con el estudio de los yerberos y maestros de la magia, así como de los personajes que desempeñaron algún papel en la atención sanitaria, me refiero al caso, por ejemplo, de las “comadronas” o parteras de antaño.

Algo sobre la temática encontramos en los aportes del maestro José Gabino Rivera, en su libro EL CURANDERISMO DE ANTAÑO, en el que aparecen relatos sobre botánicos empíricos, aquellos que mezclaban brujerías y otras creencias, algunas de las cuales permanecen en nuestros días, no obstante, el avance la ciencia contemporánea.

Como siempre, no hemos sido justos con el conjunto de personas que integraron e integran el sector sanitario. Encontramos sí, narraciones costumbristas en las que se hace alusión a médicos de la primera mitad del siglo XX; algunas leyendas lucen muy chuscas, con el típico saber popular de quien veía al galeno como un ser con dotes hasta sobrenaturales. Igual acontece con las enfermeras, porque desconocemos el aporte de mujeres como María Moreno, santeña graduada en las primeras promociones del Hospital Santo Tomás, cuando el nosocomio era regentado por los estadounidenses, luego de la inauguración por el siempre recordado doctor Belisario Porras Barahona, responsable del llamado Elefante Blanco.

2. Una comunidad como la guarareña no pudo escapar a ese mundo mágico, religioso y médico que heredamos de la época colonial. Lo cierto es que la medicina moderna comienza en Guararé al inicio del siglo XX, época cuando encontramos a personajes como Darío Angulo y José del C. Saavedra, desempeñándose en un mundo dominado por creencias supersticiosas. El primero es el padre de José Nieves Angulo Pérez, el segundo, llegó a poseer una farmacia en la residencia que aún se mantiene justo al frente de la plaza La Libertad, que hoy conocemos como Parque Bibiana Pérez. Época de uncinariasis y otras calamidades como el “mal de siete días”, que no era otra cosa que el tétano, bacilo que atacaba a la población de niños recién nacidos, luego de la atención del parto en condiciones a veces no tan higiénicas.

Por estas tierras también estuvo el médico cartagenero Joaquín Pablo Franco González, progenitor de Joaquín Pablo Franco Sayas, cuyo nombre lleva el hospital tableño. Más tarde, a mediados del siglo XX, aparece el médico Carlos J. Ugalde C. quien comienza a laborar en la Unidad Sanitaria que en los años cuarenta del siglo XX construye en Guararé la administración del doctor Arnulfo Arias Madrid. Lamentablemente, el profesional fallece en accidente de avioneta mientras regresaba de Tonosí, población a donde había acudido a prestar sus servicios médicos. Por este motivo la Unidad Sanitaria – que ahora se llama Centro de Salud- lleva su nombre y porque, además, tenía consultorio privado en el poblado, lugar en donde contrajo matrimonio con la maestra Otilia Espino.

Y, dicho sea de paso, este asunto de los matrimonios de guarareñas con extranjeros todavía no le hemos dedicado la atención que merece. Así, por ejemplo, un personaje que arriba a la tierra de Zárate para atender la uncinariasis casa con una dama guarareña, Aura María Díaz Osorio, bellavisteña que se une al español Clodovaldo Valle, el mismo que luego instala una imprenta en Las Tablas, a la que denominó Imprenta Barcelona. Un caso similar es la unión entre María del Carmen Dominga Castillero (1882-1976), nativa de El Espinal y el español de tierras vasca Pedro Sarasqueta Ugarte (1880-1945), quien fuera responsable de la construcción de la Escuela Mixta de Guararé, que luego pasó a llamarse Juana Vernaza y a quien también debemos la edificación del Hospital Gerardino de León, lamentablemente demolido con el irresponsable mazo de la ignorancia.

3. Guararé siempre ha estado en el camino que le vincula con la Villa de Los Santos y Las Tablas. Y ese nexo es más que geográfico, expresa otras relaciones que incluyen genealogías de familias. Allí está el caso, por ejemplo, del apellido Angulo, muy conocido en Guararé, pero que procede de la Villa de Los Santos. Sabemos que la esposa del coronel don Segundo de Villarreal -figura prestante del Grito Santeño de 1821- casó en segundas nupcias con Juana Bautista Angulo Correa, quien ya tenía dos hijos: José de las Nieves y Lucas Angulo. El primero sacerdote, el segundo político, llagando a ser senador de Colombia. El cura José de Las Nieves fue asesinado en la Villa de Los Santos al ser confundido con su hermano, el político Lucas, quien luego tuvo que trasladarse a vivir a Puntarenas, en Costa Rica. Así es, porque uno tiene que preguntarse si será casualidad que el guarareño José Nieves Angulo Pérez, lleve el mismo nombre del sacerdote asesinado en la Villa de Los Santos.

En los añejos registros del dieciochesco templo a San Atanasio debe estar el acta de bautismo de un niño nacido a mediados del siglo XX. El cura debió dejar constancia que su nombre es Hamed Antonio Vaca Sáez, nacido el 1 de enero de 1952.

La revisión del libro de bautismo del templo a San Atanasio comprueba que el apellido Vaca parece datar de la última década del siglo XIX. Allí aparece registrado el matrimonio de Nemesio Vaca y Lidia María Moreno. Suceso acaecido el 2 de julio de 1923. Él, hijo de Benito Vaca y Josefa Algandona. Ella, hija natural de Josefa Antonia Espino. Qué duda cabe que tales personajes están ligados a los antepasados del personaje que nos ocupa, ya que el apellido en referencia no es común en la Península de Azuero, lo que facilita el rastreo de los antepasados.

Nemecio era el abuelo del personaje en comento. En la capital histórica de Azuero, La Villa, se le recuerda por poseer una herrería, justo detrás donde está el local actual del Cuerpo de Bomberos.

El doctor Hamed Antonio Vaca Sáez es el fruto de esa progenie, teniendo como padres a Rosa Elida Sáez y Jorge Basilio Vaca, nieto de un personaje de la música vernácula de tanto renombre como José Antonio “Toñito” Sáez Garrido (1904-1956), el hombre de “La flor de Lilolá. Sabemos de buena fuente que el doctor Vaca Sáez debe mucho de su formación infantil al influjo de su bisabuela, doña Encarnación Garrido.

Hay mucho en la historia que explica la fortaleza personal y los deseos de asumir desafíos. La trayectoria de vida del biografiado así lo confirma, porque el niño nacido en La Villa con el tiempo demostró preferencia por la profesión de Hipócrates y Galeno. La Universidad de Panamá fue la casa de estudios superiores que elige para recibirse de médico. Y con esa formación a cuestas se lanza al medio social para ejercer la profesión desde los años ochenta de la pasada centuria.

La población de Guararé tuvo el privilegio de verlo llegar lleno de ilusiones y con el deseo de poner en práctica los conocimientos adquiridos. Arriba en plena temporada lluviosa, cuando el calendario marca el 9 o 10 de mayo de 1981, un año después que Guararé ha conmemorado el primer centenario de la fundación del distrito.

4. Con algo más de cuatro décadas de laborar en la Caja de Seguro Social y el Ministerio de Salud, gran parte de los cuales los ha realizado en el Centro de Salud Dr. Carlos Ugalde, hay una estela de logros que es preciso destacar. Por eso entrevisté a varias personas para escuchar la percepción de la población, que es la que vale. Así he podido establecer el perfil de la trayectoria médica de don Hamed Vaca, utilizando al mejor de los jueces: la voz del pueblo.

Me encuentro con un perfil que habla de abnegación, con la existencia de un médico que honra el juramento hipocrático y que se queda al lado de su población durante toda su vida productiva. No hay en él un espíritu mercantil, no ha hecho de la medicina una cornucopia para atrapar monedas. Incluso abre un consultorio privado a precios módicos.

Hay relatos de personas atendidas en la misma residencia del enfermo, en especial aquellos pacientes que demandan atención geriátrica. Encuentro, según las fuentes, que tiene un trato de gente amable y conversadora, aparte de ejercitarse como deportista y ser sumamente meticuloso a la hora de recetar medicamentos. Es detallista y dedica tiempo a los pacientes, aquellos que demandan su atención médica. Afirman que es un facultativo que siempre se actualiza, que no se ha quedado estancado en la academia del ayer y en el ronroneo de la práctica profesional.

Se involucra tanto con la población, que decide establecer su hogar en Guararé, en donde casa con Maritza Isela Díaz para procrear a sus tres hijas: Guadalupe, Yusmaira y Marisela. Tiene, además, cuatro nietos. Y largo y prolijo sería hablar de él, pero bástenos con comprender el mensaje de una vida como la suya.

El doctor Vaca Sáez ha sabido comprender que él es relevo generacional de una época, la de aquellos que nacieron a mediados del siglo XX y que, en su caso, les tocó vivir la transición de la sociedad tradicional a una más moderna. En su caso eso suponía empujar la medicina a otro estadio de desarrollo, porque hacerlo desde el interior de la república, con todo tipo de limitaciones y distante de la ciudad capital, también implicaba un sacrificio económico y social. Y la verdad sea dicha, aunque solo fuera por esta decisión, ya debiera merecer nuestro reconocimiento. Ya la dijo el doctor Renán Esquivel, salud igual para todos, porque la democracia no sólo ha de ser económica y política, sino de calidad de vida.

Desde los años ochenta del siglo pasado el doctor Vaca ha estado con los guarareños y ese gesto también lleva implícito el reconocimiento comunitario por tanto esfuerzo y amor a la humanidad. Porque de eso se trata, no solo de que alguien se retire de su vida laboral, sino de que esa misma vida se constituya en paradigma para quienes han de venir. No basta con vivir, alguna huella hemos de dejar por el sendero.

Y mire Usted como son las cosas, porque estamos casi en la misma época cuando el doctor Vaca Sáez arribó a Guararé, ahora que las cancanelas o cascá se disponen a reproducir la especie y un coro de corrococos emite su sonido grave y prolongado. Ellos cantan juntos y en grupo se vuelven poderosos. Quiero pensar que esos insectos con su canto monocorde, a su manera agradecen al doctor Vaca su estadía en tierra guarareña, como nosotros, que hoy congregados le hacemos llegar nuestro agradecimiento y los mejores deseos de larga vida.

Milcíades Pinzón Rodríguez

En la Casa de Mercedes y Alejandro, Bella Vista de Guararé, a 21 de abril de 2023. Leído en el homenaje tributado al doctor Hamed Vaca Sáez por el personal del Centro de Salud de Guararé Doctor Carlos J. Ugalde C. acto realizado el 28 de abril de 2023.


22 abril 2023

ELOGIO DEL IDIOMA Y DEL LIBRO

 

He aprendido a amar nuestro idioma. Con él he recorrido caminos ignotos, con la palabra que es otro mundo, en viejas hojas de añejos libros y de noveles escritos. Desde los viejos tiempos, recostado en el tronco de la enhiesta palmera, en el silencio de la naturaleza, solo interrumpido ocasionalmente por el gorjeo de los pájaros. Sí, levantar la vista y mirar el entorno para comprender el matrimonio entre libro, idioma y naturaleza pródiga.

Leer a los grandes hombres, los escritores del ayer y el hoy, es un privilegio y hacerlo en la lengua del Manco de Lepanto, acompañado de Sancho y de la Dulcinea del Toboso. Cómo no amarlo en los poemas de Antonio y Manuel Machado, en la vida fructífera de Federico García Lorca (“…que yo me la llevé al río…”) y en la genialidad de La Isla Mágica de Rogelio Sinán. Leo ansioso porque por allí me miran los hermanos Saavedra Espino, con ese anuncio en el lomo del escaparate del libro: Alma de Azuero y Espino Mensabé antes que Azuero.

El castellano es mi lengua y con ella soy feliz. Me acurruco junto a ella mientras escribo, porque soy heredero de la cultura occidental. Esa es mi herramienta, mi palanca, la flor con aroma de tinta y olor a grandeza. La misma de los campos de Castilla y salero andaluz. La que parió en mi península el mestizaje del idioma y bendijo la voz de los orejanos desparramados en la costa oriental. Esa que escaló la sierra y se arraigó en los ríos, bosque y quebradas, la que se adhirió como enredadera en los recodos guturales de la garganta, para que pueda nombrar y escribir sobre la pantalla del ordenador, papiro tecnológico de nuestro tiempo.

Disfruto el mágico hechizo del idioma y del libro, como acontece con el Gabo colombiano que redactó otro Quijote con sabor a mango y guayaba. Sí, los alabo y respeto, porque el castellano me ha hecho más maduro, un ser pensante que nombra y que petrifica el tiempo en las hojas inmortales del libro.

Yo no reniego de otros idiomas, sólo me extasío con el mío. Otros habrá y está bien que así sea. Lo que alabo es la musicalidad del vocablo, la versatilidad y elegancia cuando lo miro reflejado en las páginas del texto. Aunque no faltan detractores que le acusen de ser excesivamente literario, con multiplicidad de vocablos para decir lo mismo, olvidando que ello no es debilidad, sino fortaleza.

Hablar es cosa de dioses y el libro otra maravilla de la creación. Por eso el castellano tal vez huela a incienso, pero no por el catolicismo, sino por la mística, por la palabra en boca de Sor Juana Inés de La Cruz y las plegarias de La Sierva de Dios Ana Moreno del Castillo. Hay en todo ello un lenguaje complejo y trascendente que se incrusta en los recodos del alma.

El idioma es más que letras y las letras mucho más que simples grafías. El libro en la mano inicia el diálogo interior, la comunicación con un mundo íntimo y externo al mismo tiempo. En esas hojas me transformo, sufro y amo, sueño y enmudezco recorriendo biografías, ensayos y suspiros cósmicos.

Desde los petroglifos precolombinos, pasando por los añejos relatos de los archivos parroquiales y la décima escrita en hojas del cuaderno escolar, hasta la pantalla luminosa del ordenador, el idioma captura las imágenes de lo que somos y el libro es el soporte de esa maravilla de las letras alineadas, fotografía de lo inmortal.

.......mpr....
22/IV/2023

14 abril 2023

EL AGUA EN LA REGIÓN PENINSULAR

La región de Azuero posee adecuada dotación de agua, pero irónicamente la población tiene más de veinte años enfrentado problemas de abastecimiento del vital líquido. Y al mirar el grifo sin goteras, necesariamente hemos de recordar los pozos que se construían en la roca, a la orilla de las quebradas. Agua limpia -dígase lo que se diga- la que era transportada en churucas, latas y otros recipientes para abastecer a la familia que esperaba en la casa habitación.

Así fue por mucho tiempo, hasta que llegaron los pozos brocales, aquellos que eran labrados en tierra y luego revestidos hasta la superficie, formando el borde externo del que deriva su nombre, añadido al uso de algún tipo de broca para elaborar el hueco circular. Ya en los inicios del siglo XX, en las primeras décadas de éste, aparecieron los pozos con maniguetas -pozos de manigueta, decía nuestra gente-, pero que en realidad se denominaban artesianos, por aquello de la región de Artois, ubicada al norte de Francia, en donde fueron inventados.

El punto es que los pozos artesianos, que fueron desplazando a los brocales, terminaron siendo víctimas de los acueductos rurales y urbanos, aunque por mucho tiempo lograron coexistir, hasta que, en un arranque de confianza extrema, los eliminaron por las llamadas plantas potabilizadoras. Esa actitud confianzuda la estamos pagando caro, porque ellos eran el plan B que debíamos tener en caso del fallo de las potabilizadoras, como en efecto acontece.

El abastecimiento del agua es ahora un problema fundamental de la región peninsular en la que moramos. Hay sí, muchas promesas de solución, como los reservorios de agua que nunca llegan y permanecen en permanente estudio, tanto como los olvidades regadíos, algunos de cuyos despojos se ven a la vera del camino.

Lo cierto es que hay mucha cosa que decir sobre el agua; la que ha estado presente en nuestras vidas, la cultura, el folklore, el habla y tantas otras cosas. Por eso no deja de golpear nuestro espíritu el observar la ruina visual del pozo artesiano; el que desaparecerá como las antiguas trojas y la añeja cultura campesina que no desperdiciaba nada y realizaba la cosecha de agua utilizando la inclinación del caidicio de la centenaria casa de quincha.

Sí, hasta la niña encantada del salto del Pilón, ya no es niña, ni está encantada y mucho menos posee la poza de agua para cautivar a desprevenidos españoles u otros paisanos que moran o visitan tales parajes. El agua, el líquido de la vida, así como la tala de bosques, destrucción de nuestras tradiciones y tantos otros temas, son el fruto de nuestro propio andar y falta de previsión de un Estado cuyas instituciones gubernamentales duermen a la vera del canal interoceánico; mientras nosotros nos contentamos con ser reservorio de tradiciones, más no de agua.

........mpr...

14./IV/2023

 

 

 

07 abril 2023

MACARACAS EN LOS AÑOS VEINTE DE LA VIGÉSIMA CENTURIA

 

 

A mis amigos macaraqueños,

a mi hija Ana Cristina Pinzón Castillo, admiradora de Macaracas.

El análisis de la región peninsular azuerense deja al investigador ciertos hechos claros. Entre ellos, la disparidad en los estudios zonales, porque algunos pueblos -Villa de Los Santos, Las Tablas y Parita- gozan de mayor preferencia por parte de los investigadores. Este hecho tiene su explicación, ya que la costa oriental fue el sitial en donde de manera temprana se asentaron los grupos precolombinos y, luego, coloniales, los que a través del tiempo se expandieron hacia el occidente peninsular. Tal acontecimiento deja en claro que sitios como Ocú, Las Minas, Los Pozos, Macaracas y Tonosí, ubicados en la antigua zona de la sierra, merecieran menor interés investigativo por parte de los intelectuales de la región; aquellos estudiosos que, procedentes de la costeña clase media peninsular, son los que tempranamente reflexionan sobre su zona de influencia, aguijoneados, además, por los sentimientos del terruño.

En este trabajo se aspira a estudiar uno de tales poblados; me refiero a Macaracas, situada en el corazón de la península de Azuero. En efecto, interesa echar una mirada escrutadora sobre la vida social macaraqueña al inicio del siglo veinte, época cuando el mundo, construido desde el siglo XVIII, comienza a transformarse.

 

1. Breves notas sobre la historia macaraqueña.

 

Macaracas está ubicado a 323 kilómetros al oeste de la ciudad de Panamá, enclavada en las proximidades del cerro Canajagua, promontorio que se dibuja en la distancia. El municipio tiene una historia apenas conocida, debido a la ausencia de fuentes documentales que permitan reconstruir el proceso evolutivo, ya que la inserción del poblado no vino a incrementarse hasta la nonagésima y vigésima centuria.

Hay referencias dispersas desde el siglo XVIII, cuando al parecer se establecen los primeros grupos de habitantes mestizos provenientes de la costa oriental, es decir, del área que se extiende desde Santa María de Escoria, al norte, hacia Pedasí, en la región austral. En el fondo Macaracas es producto del avance del frente ganadero que se expande desde las sabanas orientales hacia la sierra occidental, como queda dicho.

Así, por ejemplo, en el año 1843 la zona formaba parte de la provincia de Panamá, Cantón de Parita y tenía una población estimada en 3806 habitantes. Todo el cantón (Parita cabecera, Macaracas, Minas, Ocú y Pesé) sumaban 15,119 habitantes.[1] Mientras que la provincia tenía 57 mil almas. En cambio, hacia el año 1862, se dice de Macaracas que esun llano alto entre los ríos Estibaná i la Villa; es sano. Tiene reses i cerdos. Habitantes 2,708; metros sobre el mar 75; temperatura 26 ° 5”. [2]

La fundación del distrito de Macaracas -el 12 de septiembre de 1855- demuestra que ya para tales calendas el poblado debió tener algún grado de formato urbano, así como grupos asentados en ella que habían -seguramente-, monopolizado el control político, económico y religioso de su hinterland regional. Lo cual nos lleva al siglo XVIII como el momento del surgimiento de Macaracas, más por un hecho consumado que por acto fundacional premeditado.

Una prueba de ello son los conflictos surgidos a mediados del siglo XIX entre liberales y conservadores, los que tuvieron como secuela la muerte del cura conservador José María Franco, hecho acaecido el 9 de septiembre de 1856, así como el caso del señor Pedro Pérez y Pérez, asesinado el 18 de agosto de 1852.[3] Tales sucesos confirman que algo se tejía en el tejido social y que afloraban contradicciones dentro de la sociedad, las que no lograban canalizarse en el plano ideológico, porque la formación educativa distaba de ser la ideal y apenas si se puede hablar de conciencia de clase.

Ya en el siglo XX y aún a mediados de la centuria, el acceso a Macaracas era sumamente difícil, porque la moderna carretera no se construye hasta los años sesenta, fenómeno que comparte con el resto de los municipios que podríamos denominar de “montaña”. Es decir: Las Minas, Los Pozos y Tonosí. Sin embargo, este aislamiento relativo tiene su contrapartida en el fortalecimiento de las tradiciones, que, pasado el tiempo, logran expresarse en la celebración del Encuentro del Canajagua y en el fortalecimiento de la fiesta sacro-profana de la epifanía del 6 de enero, conocida como Los Reyes de Macaracas, vieja muestra de teatro popular que parece datar del siglo XIX, aunque no existe certeza documental que así lo atestigüe.

De lo que sí tenemos testimonio escrito es de los temblores o sismos que con alguna periodicidad han sacudido a la población; como el acaecido el 1 de octubre de 1913 que afectó la estructura del templo. Así lo relata el cura Esteban Vásquez:

“Anoche a las once y media de la noche un fuerte temblor de tierra destruyó la torre y parte de la iglesia y lo demás lo dejó inservible”. [4]

Otro aspecto sumamente interesante para Macaracas viene a ser, porque ya se vislumbraban en el país los problemas asociados a la tala de bosques, la creación, por parte de la administración Porras, de la Ley N° 27 de 27 de diciembre de 1918 que hace posible que se establezca la reserva de El Colmón de Macaracas. En efecto, en su artículo 3° se señala:

“Tampoco podrán ser adjudicables en propiedad, ni en alguna otra forma, las tierras nacionales denominadas “El Colmón” y “Rincón Hondo”, situadas en el Distrito de Macaracas, comprensión de la Provincia de Los Santos, cuyos linderos son los siguientes:

De las de “El Colmón”: Por el Norte, bajo de José Natividad Nieto y camino real a Chupaito; por el Sur, potrero de José Juan Campodónico y Manuel García C.; por el Este, camino real de Chupaito ya mencionado, y por el Oeste fincas de Francisco Antúnez, Salvador Vega y Patricio Rodríguez.

De las de “Rincón Hondo”: por el Norte “Guabo Viejo” y camino a la finca de Cruz Vega; por el Sur, camino de “El Faldar”; por el Este, potrero de José Juan Campodónico, y por el Oeste, “Guabo Viejo mencionado ya”. [5]

De lo dicho se colige que el mundo rural macaraqueño asume su faz aquí y acullá, en indicadores dispersos en la escasa documentación existente, pero que contribuyen a lograr una primera aproximación del perfil de la vida social de la gema de la sierra santeña.[6]

2. La cuestión social en Macaracas

Tal vez convenga estudiar a Macaracas en los años veinte y mirar, hasta donde sea viable, el mundo social de la época, que aún forma parte del legado colonial. Al hacerlo emergen algunos nombres y apellidos que se constituyen en emblemáticos representantes de la incipiente clase media de la época, la que encontramos en documentos de aquellos años; tal el caso de los registros del semanario El Eco Herrerano, periódico de circulación de aquellas calendas, editado en Chitré en la primera mitad del siglo XX.[7] Allí reposan algunas pistas para comprender la época en referencia, a las que debemos añadir las fuentes de la Gaceta Oficial, los archivos parroquiales y uno que otro texto.

Me refiero a personajes como Ana María Moreno Del Castillo (1887-1977)[8] Elida Luisa Campodónico Moreno (1894-1960)[9], Rafael Moreno González (1901),[10] Ovidio Díaz Vásquez (1919 – 2022)[11] y un hombre de clara extracción popular: Rogelio “Gelo” Córdoba (1911-1959).[12] Tales personajes macaraqueños nacieron a finales del siglo XIX y transcurso de la vigésima centuria. Ellos encarnan la transición de la fase que proviene de la colonia hacia los nuevos tiempos del siglo XX; como en el caso de José Encarnación Brandao Espino que se desempeña como político de la zona.[13]

La vigésima centuria estrena el primer personero municipal. Según la fuente, la distinción recayó en Reyes Díaz, como principal, y Nicanor Vásquez como suplente.[14] Son detalles que aparecen en el semanario que arriba he destacado, pero que igualmente recogen los archivos parroquiales del templo de San Juan Bautista de Macaracas, documentos que contienen la genealogía de la población y los registros de nacimientos, matrimonios y defunciones.

El municipio macaraqueño tenía en los años veinte una población estimada en 4 mil 109 habitantes. Lo que representa el 11.8% de la población provincial, confirmando el crecimiento lento que también se constata en el resto de la república. Los documentos consultados dejan entrever una ruralidad apabullante en una población que derivaba su sustento de actividades agrarias.[15] Al inicio del siglo XX, tal vez lo más significativo en este rubro sea la existencia del alambique que establece José J. Campodónico.[16]

Al respecto, en el año 1922, el alcalde Juan B. Moreno, junto a su secretario M. S. Moreno emite acuerdo para normar la industria pecuaria y caballar en la zona bajo su mando y ordena que es de “obligatorio cumplimiento para todo dueño de bestias y de ganados residentes en el Distrito el presentarse a esta Alcaldía con el fin de hacer registrar en un libro especial que se abrirá al efecto, el ferrete que use para marcar sus animales como también la señal de sangre” [17].

El problema de la tenencia de la tierra, vinculado a la existencia y control de animales en soltura, deja entrever, el avance de la propiedad privada. Por ese motivo la alcaldía legislaba al respecto sobre bienes mostrencos, es decir, aquellos que no tienen dueños conocidos. Así podemos leer:

“La res vacuna o caballar que pasado de un año sea encontrada en este Distrito sin marca de fuego que la distinga, puede ser denunciada ante esta Alcaldía como un bien mostrenco para los efectos del artículo 1600, con derecho el denunciante, en caso de venta en almoneda pública a la tercera parte del avalúo, o la mitad del valor de la multa que imponga el dueño como infractor del artículo 1596, ya citado” [18]

El mundo social que existe ha quedado reflejado, indirectamente, en reportes de corresponsales macaraqueños en El Eco Herrerano, como he planteado. En el ramo educativo aparece esta nota periodística que se explica por sí sola y que lleva fecha del 15 de mayo de 1923:

“La Escuela Mixta de esta cabecera empezó sus labores el día 2 del presente mes, bajo la dirección del entusiasta joven Moisés A. Moreno y como maestra de grado la señorita Arsenia Gudiño, recientemente llegada de nuestra Capital de la República; como es el primer año que ambos maestros ingresan en el magisterio, llevan el cerebro repleto de ilusiones, esperamos que a fin de curso una labor satisfactoria llene sus aspiraciones y satisfaga a los padres de familia; pero nos aflige el conocimiento que tenemos que en el plantel de esta localidad después de unas bancas antediluvianas y otras que no sirven, se carece de todo lo demás necesario para la enseñanza.

También han sido reabiertas las escuelas de Corozal y Llano de Piedra bajo la dirección de sus maestros Luis Quintero y Hermisenda Castro, respectivamente”.[19]

Las labores educativas en Macaracas tienen otros antecedentes, porque en el año 1888 impartía clases en la escuela de varones de dicha comunidad el maestro Esteban Vásquez, quien atendía una matrícula de 22 estudiantes, con una asistencia de 20 y salario de 40 pesos.[20]

Sin embargo, no falta la nota de optimismo de un anónimo corresponsal que destaca la conferencia de un educador que se afana en encender la antorcha del conocimiento:

“Antes de ayer tuvimos el placer de estrechar la mano al acucioso Inspector de Instrucción Pública, señor Don Moisés Gómez, a su regreso de Llano de Piedras, donde visitó la última escuela. Nos obsequió con una conferencia sobre el ramo a su cargo. Sentimos mucho la poca concurrencia, ello fue debido a la mala información del encargado de invitar, señalando una hora que no era; por este motivo no concurrieron más de cuarenta padres de familia.

La charla como suele decir nuestro conferencista versó sobre el beneficio que recibe los educandos cuando los padres de familia están en contacto con el maestro; la educación del niño en el hogar y la necesidad urgente de buena asistencia de los alumnos a la escuela.

Terminado ese punto trató de la agricultura, la manera como se debe escoger la semilla del maíz en la mata, la parte de la mazorca de donde se deben tomar los granos para la siembra y el resultado que se obtiene con esta selección.

Nuestros labradores y padres de familia se muestran muy satisfechos con la amena charla y lo prueba la mejor asistencia a la escuela el día siguiente. Para completar no hace falta más que un poquito de buena voluntad del señor alcalde quien así se lo prometió al señor inspector.

Ojalá el señor Gómez nos hiciera el honor de otra visita como esta, que seguro estoy que él quedaría tan satisfecho como nosotros”. [21]

Los reportajes son esclarecedores, porque describen de cuerpo entero la suerte de la educación en las áreas rurales de Panamá; no obstante, los esfuerzos que los liberales progresistas venían haciendo en un país que aún vivía los estragos de la Guerra de Los Mil Días.[22]

El municipio, por su parte, expide decretos para tratar de mejorar la difícil situación fiscal. Así, por ejemplo, el acuerdo municipal del 6 de diciembre de 1922, realiza el cálculo de los ingresos anuales para el año fiscal de 1923.

“1. Bailes………………………………………………………75.00

2. Rescate de animales vagos y mostrencos…………..25.00

3. Contribución comercial……………………………….460.00

4. Espectáculos públicos……………………………………5.00

5. Galleras y riñas de gallos…………………………..…..10.00

6. Poste y corral………………………………………………50.00

7. Multas de policía………………………………………….75.00

8. Conmutación de pena……………………………………25.00

9. Remate de armas decomisadas………………………..10.00

10. Perros………………………………………………………25.00

11. Impuestos de trapiches………………………………..20.00

12. Vehículos de rueda……………………………………..75.00

13. Juegos permitidos………………………………………10.00

14. Buhoneros…………………………………………….……5.00

TOTAL……………………………………………………..B 850.00” [23]

En la misma línea de recaudación fiscal, el acuerdo 1 de 5 de enero de 1923 muestra interés por regular los bailes, espectáculos públicos y animales en soltura. El artículo 1 establece que: “Todo dueño de baile en el Distrito que no pase de 12 horas, pagará anticipado un balboa cincuenta centésimos (B 1.50) por cada baile.

Inciso único: se exceptúan del impuesto los de carácter privado que sin ánimo de lucro tengan lugar entre familia en la cabecera del Distrito”.[24]

Este detalle sobre la realización de bailes demuestra, si lo relacionamos con el acuerdo municipal del 6 de diciembre de 1922, que la alcaldía estimaba que en el distrito macaraqueño se realizaban 50 bailes anuales. Una cifra no despreciable para la época, porque deja constancia de, al menos, 6 bailes mensuales, sin contar los de carácter privado.

Como era de esperarse, en tales calendas la sanidad aún estaba alejada de la medicina moderna, por lo que los curanderos fungían como médicos empíricos.

El siguiente relato, escrito con cierta dosis de gracejo e hilaridad, más enfocado a lo literario que a la realidad, tampoco está exento de su dosis de verdad. Veamos lo que se describe bajo el título de “Botica de manteca”, fechado en Monagrillo el 23 de julio de 1931, bajo la firma de RUBIZ.

“BOTICA DE MANTECA

Ña Juana Capistrana la de Los Leales, Macaracas, tiene una gran botica en la que vende toda clase de medicamentos que usan los doctores yerberos.

La botica está instalada en un rancho con un patio bien sembrado de toda clase de hierbas y en el rancho siete tablillas llenas con sus mantecas.

Ña Juana también receta y ve los orines de toda clase de enfermos que de esos contornos acuden en busca de salud y cuando no receta prepara con gusto las de los otros yerberos que la solicitan.

En esa botica encuentra Ud. un surtido completo de mantecas, como manteca de lagarto, de culebra, de gato solo, de tortuga, de iguana negra, de gallina, de bagre, de mono, de armao, de zorra, de tiburón, de puerco y manteca de vaca. Entre las hierbas tiene, de gallote, de limón, yerbabuena, cañafístula de purgar, calaguala, contragabilana, yuquilla amarilla, contrahierba, ruda, romero, cepa de caballo, paico, verdolaga, hierba de zorra y otras mejores.

En cierta ocasión uno de esos curanderos que sacan gusanos, borrigueros y sapos de la barriga, le dio por recetar a un paciente congo mulato tostado con todo y avispas para que hiciera una bebida de ese polvo y la tomara antes de acostarse como para que nadie supiera el resultado sino por la mañana.

La cura fuera rápida, el resultado efectivo, un muerto más al hoyo y el luto a sus deudos.

Y a veces pegan y hacen buenas curaciones a personas desahuciadas por doctores mismos”.[25]

Muchos relatos hablan de una situación social en extremo difícil, en especial en áreas alejadas de la capital distrital en donde la sanidad y la pobreza pintan cuadros como el siguiente:

“UN SUCESO MUY TRISTE

Un niño muere ahorcado en un caserío de Macaracas- Relación que hace un corresponsal

Murió el niño Pedro García, de dos años, en la noche del veintiséis del actual en el caserío de ‘El Parador´ de esta comprensión. Según informes, éste dormía acompañado de su señora madre en un armazón de madera el cual, entre uno de sus lados y la cerca del bohío, formada un espacio vacío y que sin duda al revolverse, salió después por dicho espacio quedando atado por la garganta. Tan profundo era el sueño en que se encontraba sumergida la madre en esos momentos, que no se dio cuenta de la agonía de su hijo. Cuando despertó estiró su mano para tocarlo y al no encontrarle se levanta apresuradamente y lo ve en ese suplicio ya exánime.

Consideramos tanto cuál sería la desesperación del párvulo como el de la madre, y desearíamos a la mayor parte de los padres de familia un poco más de precaución para con sus hijos bajo distintos puntos de vista.

Macaracas, marzo 28 de 1925.

J. B. M.”[26]

En el otro extremo de la vida social, la muerte llama a su casa a personajes de alguna prestancia social:

“Víctima de una traidora enfermedad, dejó de existir en la madrugado de hoy, la respetable matrona Doña Sofía Moreno de Díaz esposa de Don Reyes Díaz V. y hermana de los señores Isaac, Nemecio y Juan Bautista Moreno.

Esta desaparición ha consternado, y sumido en honda pena a la sociedad macaraqueña, pues ésta se ufanó siempre en considerar a la extinta como a uno de sus más legítimos exponentes de bondad y de virtud.

No pudiendo, como no podemos alterar los designios de Dios, entre los cuales se encuentra, el pasar de una vida a otra, nos conformamos con elevar una plegaria al Todopoderoso, por el eterno descanso del alma de tan distinguida dama y con enviar a sus numerosos deudos, envuelto en los cendales de nuestras palabras de resignación y consuelo que les sirva de lenitivo al rudo golpe que les hace experimentar tan inexorable sentencia y de sentida condolencia, sinceras nuestras.

Macaracas 17 de agosto de 1924” [27].

Pero no todo eran temáticas de la sanidad, tópicos educativos u otros, porque el entorno ambiental del poblado -para aquella época está lleno de verdor- también estimulaba el estro poético y las labores de Cupido. Así se mostraba dolido y acongojado un visitante tableño en las tierras del Estivaná y el río La Villa.

“AL DEJAR A MACARACAS

En el ocaso, el sol agonizante, lentamente se ocultaba; las aves regresaban a sus nidos; el horizonte tornábase oscuro; y las sombras de la noche, todo lo envolvían bajo su manto.

Yo me alejaba de Macaracas, triste, pensativo; creí dejar el corazón en aquellos rincones silenciosos y llenos de encanto naturales; y sentía deseos de regresar, para permanecer para siempre, junto a unos ojos tan negros como el ébano, junto a una morena que es ideal.

Poco a poco me iba alejando, sin comprender qué me sucedía; la noche se hacía más oscura y más oscuras también, las sombras que envolvían mi corazón.

El cielo estaba estrellado y parecía indiferente a mi sufrimiento; pero no tenía luna; aún permanecía oculta, como temerosa de presenciar aquella horrible despedida.

Despedida de un corazón al dejar al ser amado; lucha de un alma fogosa, entre la pasión y el olvido.

Y cada colina que se me interponía entre mis ojos y aquél poético jardín, eran rocas que desprendidas del infinito, caían sobre mi corazón; sobre ese corazón que herido, recitaba un adiós.

Pocos minutos después…completa oscuridad; ya Macaracas se había ocultado tras los cerros; pero le había grabado, cual en tarjeta postal, en lo más íntimo del pecho; allí donde el Amor tiene su nido y su altar.

Y las sombras de la noche, que cubrían los montes, la llanura, el espacio, eran aún más claras, que las que envolvían de pena mi corazón.

En mi alma una herida mortal causada por los rayos de unas pupilas, que ni en seis años he podido olvidar; en mi mente el recuerdo, de aquel cuerpo virginal, eran mis únicos compañeros en aquella noche de soledad.

Y cuando la luna asomó temblorosa tras el Canajagua, vi en ella el retrato de la mujer amada; las pupilas de aquella morena, que tan dulcemente matan.

Las Tablas, 8 de febrero de 1923” [28]

De estas fuentes documentales y otras que he consultado, se deduce que Macaracas es un poblado con fuertes vínculos con la Villa de Los Santos, de donde proceden algunos núcleos familiares, tal el caso de los antepasados de la Sierva de Dios, Ana María Moreno Del Castillo, quien nace en el sitio, pero vive la mayor parte de su vida productiva en la Capital Histórica de Azuero, la Villa de Los Santos. Los nexos son evidentes en esta nota periodística que también registra el paso de otros personajes.

“Notas sociales macaraqueñas

El jueves próximo pasado partió para la simpática ciudad de Los Santos, la siempre alegre y angelical, señorita Carmen Solís Correa, después de haber pasado entre nosotros una temporada bastante larga, aunque corta para aquellos en cuyos corazones los ojitos hechiceros de Carmencita clavaron dolorosas flechas.

La noche de su partida, fue interrumpida en su sueño por una voz doliente que lanzaba sus gemidos en torno de su lecho como temerosa de despertarla. Era la voz tierna y agonizante de un instrumento tísico que modulaba en su reducido número de cuerdas, las quejas lúgubres de algunos de los admiradores de la virgen dormida.

Y se fue Carmen Sofía; sólo queda en nuestro espíritu el recuerdo de la espiritual gitanilla que supo captarse el cariño de los macaraqueños, y causar vértigos en los corazones de muchos efraínes.

Hasta su hogar hacemos llegar nuestro recuerdo.

Para el vecino pueblo de Tonosí partieron los señores Tereso Calderón T. y Espiritusanto Carranza, Inspector de Las Rentas Nacionales y Agentes de Policía respectivamente.

Van los referidos señores a asuntos concernientes a sus respectivos rangos.

Buen viaje les deseamos.

Procedente de la moderna y popular metrópoli Herrerana, se encuentra entre nosotros el culto y buen amigo Pío Zambrano, el más honrado y mejor joyero de esta península.

Lo saludamos.

S.C.M.

Macaracas, 11 de marzo de 1923.[29]

Comentario sobre lo planteado

Aunque la existencia de testimonios escritos no abunda, las fuentes permiten atisbar en el mundo macaraqueño de la primera mitad del siglo XX. Ese cosmos social forma parte del legado colonial que aún repercute en la sociedad que mora a la orilla del río Estibaná. Estamos ante una cultura sumamente rural que intenta romper con la cosmovisión de centurias previas y que se expresa en la antinomia de lo rural y lo urbano.

El estado de la educación es un indicador social de lo comentado, el que muestra carencias, aunque al mismo tiempo siembra el embrión de un mundo por venir. Lo vemos en el llamativo surgimiento, en el propio pueblo de Macaracas, de una tímida clase media, hecho que queda claro en la existencia de algunos apellidos que aparecen ligados a los puestos burocráticos y que luego han de desempeñar algún rol en el cambio social macaraqueño.

Entre líneas puede leerse la diferencia existente entre el propio sitio de Macaracas y los estilos de vida de quienes moran en el resto de la municipalidad. El relato del niño que muere en su rancho, acostado en cama de varitas, es la expresión de esas contradicciones y muestra cuánto aún estaba por hacerse en los campos de la región del Canajagua.

También quedan en claro los problemas fiscales del municipio, los que no han sido superados, porque el distrito aún continúa subsidiado. Además, llama la atención el aislamiento de una jurisdicción administrativa creada en 1855, pero que todavía en los años veinte no tiene una carretera que le vincule con los pueblos de la costa. El hecho no es de extrañar, porque la carretera que la administración de Belisario Porras construye apenas se está realizando en la zona de la costa oriental.

Por otro lado, resultan admirables las crónicas periodísticas que desde Macaracas se escriben sobre el poblado; ellos dejan presente el deseo de hacer del lugar un sitio que tenga presencia en la península de Azuero, además de demostrar la maduración de una incipiente intelectualidad que reflexiona sobre el ser comunitario. Es decir, está creciendo la “macaraqueñidad”, la identidad cultural de un pueblo que ha crecido a la vera de dos ríos -La Villa y El Estibaná- y que defiende su personalidad colectiva.

En lo que transcurre del siglo XX, y que no es objeto de nuestra pesquisa, Macaracas se posiciona como área comercial y zona de enlace con Los Pozos, Tonosí y la zona de Sabanagrande, demostrado que los hechos aquí consignados, hace un siglo de existencia, vislumbraban un futuro prometedor, que ha hecho de la tierra del Estivaná el corazón de la península de Azuero.

 

NOTAS



[1] Ver: Pérez, Felipe. GEOGRAFÍA GENERAL Y FÍSICA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA Y GEOGRAFÍA PARTICULAR DE LA CIUDAD DE BOGOTÁ. Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1883, página 119.

[2] Pérez, Felipe. GEOGRAFÍA FÍSICA Y POLÍTICA DEL ESTADO DE PANAMÁ. Bogotá: Imprenta de La Nación, 1862, pág. 90. Las estadísticas de la época hay que verlos con suma reserva, ya que no son del todo fieles a la realidad.

[3] Mayores detalles en Muñoz Pinzón Armando. UN ESTUDIO SOBRE HISTORIA SOCIAL PANAMEÑA (Las sublevaciones campesinas de Azuero en 1856). Panamá: Editorial Universitaria, 1980, 268 págs.  Igualmente, en Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Conservadores, liberales y campesino en Panamá”; en REVISTA PANAMEÑA DE SOCIOLOGÍA. # 3. Panamá: Imprenta Universitaria, 1987, págs. 27-42.

[4] Ver Archivo Parroquial del templo de Macaracas.

[5] Ver GACETA OFICIAL. Segunda Época, Año XVI, N° 3021, 20 de enero de 1919.

[6] Algunas notas históricas pueden leerse en el ensayo de Oscar Velarde Batista: “Macaracas durante el dominio colombiano. Notas históricas”, en REVISTA CULTURAL LOTERÍA. Edición # 540, septiembre-octubre, 2018, págs. 6-22.

[7] El semanario cumplió en el año 2022 cien años de existencia. Estuvo dirigido por Juan Antonio Rodríguez R. y como administrador tuvo a Francisco I. Rodríguez. La publicación es un venero de información y debiera ser restaurada y digitalizada.

[8] 28 de mayo de 1887.  Nace en Macaracas Ana María Moreno Del Castillo, mejor conocida como La Niña Anita; hija de Manuel Balbino Moreno y Ana Castillo de Moreno, residentes en la Villa de Los Santos. Los padres se habían trasladado a tierras macaraqueñas para protegerse de la peste que en aquellos años afectaba a la costa peninsular y una vez superada la amenaza sanitaria retornan al poblado. La niña Anita fue una mujer piadosa que se caracterizó por su amor y devoción a la Santísima Virgen, así como por su entrega a labores en el templo a San Atanasio. Fue organizadora de la Semana Santa y la celebración del San Juan de Dios, entre otras obras pías. Condecorada por el gobierno nacional y la Santa Sede, falleció en su pueblo natal el 11 de noviembre de 1977. En el marco del proceso que se sigue para proclamarla santa, y dado que ha sido declarada Sierva de Dios, el 18 de julio de 2018 los restos mortales fueron trasladados del cementerio santeño para ser inhumados en la cripta que reposa en el templo a San Atanasio.

[9] 6 de agosto de 1894. Natalicio de Elida Luisa Campodónico Moreno. Nacida en Macaracas. Hija de José Campodónico y Josefa María Moreno, bautizada en esa población el 19 de febrero de 1898. Estuvo casada con el pedagogo peseense José Daniel Crespo. Como educadora la santeña desempeñó un papel relevante en la defensa de los derechos de la mujer panameña. Ella está entre las primeras panameñas en adquirir un título universitario en derecho, grado que lo obtuvo en la Escuela Libre de Derecho, luego de sustentar su tesis, en el año 1935, sobre “La delincuencia de la mujer en Panamá”. En su época fue partícipe de movimientos sociales en pro de la educación nacional, así como de la valoración de la mujer panameña, como ya queda dicho. Falleció en la ciudad capital de Panamá el 6 de enero de 1960, justo cuando en su pueblo natal se conmemoraba la fiesta de la adoración de los Reyes Magos.

[10] 24 de octubre de 1901. Nace en Macaracas Rafael Moreno González. Formación educativa primaria en la Villa de Los Santos y secundaria en el Colegio La Salle. Estudios parciales de odontología en New York. Realizó importante labor en pro de su pueblo natal en los aspectos económico y culturales. Promotor de una planta colectora de productos lácteos que ha tenido un profundo impacto en la zona montañosa de la región del Canajagua. El colegio secundario de Macaracas lleva su nombre.

[11] 26 de febrero de 1919. Nace en Macaracas Ovidio Díaz Vásquez. Hijo de José Casimiro Díaz y Elena Vásquez Delgado. Destacado ingeniero civil, político y empresario santeño que ocupó relevantes cargos, tanto en el engranaje gubernamental como en la empresa privada. Fue dirigente estudiantil, obrero de la construcción, líder empresarial, diputado y un conjunto de actividades en las que sobresalió como ciudadano y hombre político. En su momento fue secretario general de la Federación de Sociedades Santeñas, presidente de la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos, entre otras agrupaciones. Detalles de su vida pueden leerse en su libro autobiográfica Cruzando el río, texto que publicó en el año 1993. Falleció el 19 de febrero de 2022.

[12] 15 de marzo de 1911. Nace en El Paradero del Mogollón de Macaracas, Rogelio “Gelo” Córdoba. Hijo de Fermín Cortez (*7/VII/1893) y Gertrudis Córdoba. Músico y compositor que en Panamá sentó las bases de la música de acordeones. En sus inicios fue intérprete del violín, pero con posterioridad lo abandonó para ejecutar el instrumento de pitos y fuelles. Director del conjunto Pluma Negra del que todavía se recuerdan sus gustadas interpretaciones al estilo de Canajagua azul y la más representativa de sus piezas musicales, El Mogollón, considerado el himno de la música de acordeones en el Istmo. A los 48 años fallece en la ciudad de Panamá el 5 de febrero de 1959. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Pedasí, provincia de Los Santos.

[13] José de la Encarnación Brandao Espino era hijo de José de la Encarnación Brandao (1826-1891) y tuvo por pariente a Píndaro del Carmen Brandao Ventura (bautizado en Las Tablas el 26 de octubre de 1870 y nacido el 17 de mayo de 1870). La madre de Píndaro fue Sirila Isabel Ventura, casada el 21 de febrero de 1860. José de la Encarnación Brandao Espino, a diferencia de Píndaro, nació en Macaracas y era hijo de Juana de Dios Espino, José Encarnación casó en Macaracas con Clementina Castro el 17 de abril de 1922. Ésta era hija de Teófilo Castro y Hortensia Moreno. Ambos personajes – Píndaro y José Encarnación-  se desempeñaron como políticos ocupando puestos de relevancia social. Fueron firmantes, en su carácter de diputados, de la Constitución Política de Panamá en el año 1941.

[14] Ver Gaceta Oficial, Año 1, # 8, del 24 de marzo de 1904.

[15] Contraloría General de la República. Censos Nacionales de 1950. Quinto Censo de Población, Vol. 1, cuadro 1.

[16] Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Agro y capitalismo en Los Santos. Las políticas estatales en la primera mitad del siglo XX”, en REVISTA ANTATAURA. Chitré: Impresora Crisol S.A., 1987, pág.48.

[17] Según el Decreto Número 2 de 1922 (de 1 de julio). Publicado en la Gaceta Oficial #3976, Año XIX, de 9 de agosto de 1922.

[18] Ver Gaceta Oficial, Año XIX, # 3976, de 9 de agosto de 1822. Confrontar artículo 2°

[19] Semanario El Eco Herrerano, edición del 3 de junio de 1923.

[20] Pinzón Rodríguez, Milcíades. LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN AZUERO. Chitré: Impresora Crisol S.A., 1992, 84 págs. ¿Es acaso este maestro el sacerdote del mismo nombre?

[21] El Eco Herrerano, 27 de enero de 1924.

[22] Pinzón Rodríguez, Milcíades. Op. Cit., pág. 25.

[23] Gaceta Oficial, Año XX, número 4071 del 13 de enero de 1923.

[24] Gaceta Oficial, Año XX, número 4090 del 6 de febrero de 1923.

[25] El Eco Herrerano, 25 de julio de 1931, pág. 2.

[26] El Eco Herrerano, 1925, pág. n/e.

[27] El Eco Herrerano, 31 de agosto de 1924.

[28] El Eco Herrerano, 18 de febrero de 1923.

[29] El Eco Herrerano, 25 de marzo de 1903.