La doctora Dina Mabel goza de grandes
simpatías en nuestra región peninsular y en la Universidad de Panamá. En estos
casos, cuando se pretende ponderar la personalidad ciudadana, se acostumbra a hablar
de don de gente. Sin embargo, no por ser la expresión tan común, voy a privarme
de mencionar la agradable personalidad de nuestra amiga; tan amplia,
comprensiva y tolerante. Porque ella es un ser que sabe preservar amigos;
alejada del rumor, la envidia y ese mundo oscuro en el que gustan de vivir
algunos parroquianos.
Es probable que mucho de ello lo deba
a su genealogía de los Solís, Villalaz y Lao. El suscrito siempre ha pensado
que la doctora Dina resume en su vida, la personalidad que uno aspira para el
hombre que mora en la península. Un ser que antes que herrerano o santeño sea
peninsular, con una visión que supere el panorama que se aprecia desde la torre
del templo.
La socióloga es una orejana nuestra,
hija del campo y la ciudad, pero con una formación académica que se extiende
más allá del simple diploma colgado en la pared de la sala de la casa. En este
sentido es muy Porras, Zárate y Crespo; pero también heredera y cómplice de la
feminidad de Ofelia Hooper Polo, Elida Campodónico Moreno y Zoraida Díaz.
Yo le conocí en la Universidad, como
colega docente. Allí le vi calmada y hasta sonreída. Sí, porque en los avatares
de la política universitaria ella mantuvo siempre una posición de equilibrio,
colocada en el justo medio, como decía Aristóteles o pensaba su maestro y
amigo, el profesor Moisés Chong Marín.
La doctora dedicó gran parte de su
vida a la cuestión de la docencia y la academia, en esta península tan nuestra,
tan festiva, conservadora y liberal. Y he aquí otro rasgo que admiro de ella,
porque con su pensum pudo estar en otros escenarios y decidió continuar con sus
raíces, tan chitreana como el tanque del acueducto.
Ahora se retira de su bregar
académico, luego de un importante legado docente. Yo no sé cuántos miles de
estudiantes habrán pasado por sus aulas, en una incesante procesión de
admiradores de su dedicación de maestra de la sociología. Lo que sí confirmo es
el orgullo de los estudiantes al manifestarme que habían dado clases con la
doctora Dina. Y es que ella no se quedaba en la referencia acartonada a los
fundadores de la ciencia de Comte, Marx y Weber.
Así es la doctora Dina, la que comprendió
temprano que era necesario el debate de ideas en el claustro universitario y el
adentrar al educando en la visión científica de los problemas que aquejan a la
sociedad panameña y peninsular. Por eso he pensado que ha sido un privilegio el
compartir con ella más de cuatro décadas en esta tolda de la sociología istmeña
y peninsular.
La doctora Dina es zapadora de la
sociología que se hace en la región, la que parte de la junta de embarra,
valora la extraordinaria belleza de las puestas de sol y se regocija con la
relevancia del 10 de noviembre de 1821 o grita a todo pulmón “¡Ay, Juan, ay
Juan!”. Ella sabe que no puede existir educación de calidad sin que se sienta
en el cogollo del corazón lo que se dice y pregona. De allí que la doctora Dina
valore su chitreanidad al mismo tiempo que su santeñismo. Y me refiero a las
raíces de la Villa de Los Santos, a ese Villalaz que también corre por sus
venas y que encuentra su mayor expresión religiosa en la Sierva de Dios, Ana
María Moreno Del Castillo.
En esta hora tan importante de su
vida, le saludo, colega. Ahora que comienza una nueva etapa existencial, porque
no me cabe la menor duda que ella sabrá sacarle el provecho necesario al
disponer de mayor tiempo; libre de las exigencias, a veces abrumadoras, de la burocracia
de la Universidad de Panamá.
Que la extrañaremos en los claustros
universitarios, no lo dudo; que hará falta, no está en discusión; que la
sociología regional no será igual sin ella, es indudable. Solo digo que el
rumor del viento continue hablando con la socióloga orejana, que las nubes
peninsulares le hagan feliz y que la mejor de la flores de la orejanidad le
acompañe.
Disfrútalo, Dina, porque te lo
mereces y ya cumpliste con la región y el país.
…….mpr…
En las faldas de cerro El Barco, Villa
de Los Santos, a 16 de agosto de 2024.
Felicidades Profeosa Dina. A disfrutar su retiro, se lo merece. . Dios le de salud. Un de sus alumnas.
ResponderEliminarViva la profesora Dina unas de las mejores educadoras de la universidad de Panamá, se le quiere mucho.
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