Han
transcurrido setenta años desde que el doctor Manuel Fernando de Las Mercedes
Zárate convocara, en la plaza Bibiana Pérez de Guararé, aquel cabildo santeño para
explicar a la comunidad su visionario proyecto cultural. Allí, en la tierra del
cacique Guararí, en septiembre de 1949, se realizó el primer festival
folklórico de la república de Panamá, constituyéndose el suceso cultural en
pionero latinoamericano de tales lides.
Desde
entonces la filosofía del evento -con olor a albahaca y rasgueo de mejorana- ha
sido la cumbre de los festivales nacionales, el molde a emular y el eco sonoro
de la identidad nacional; al igual que las campanas del templo a la virgen de Las
Mercedes, que a golpe de badajo también pregonan el rostro sacro de la
festividad. Es más, gran parte de su éxito se debe al carácter sacro-profano
que le imprimieron Dora y Manuel.
Claro
que setenta años pesan en la conciencia y percepción del cónclave de la
tradición nacional. A casi tres cuartos de siglo es comprensible que la gente,
cultura y sociedad ya no sean iguales. Precisamente por ello se impone repensar
el festival, mirar el folklore con ojos del siglo XXI, lo que no implica
renunciar a la visión zaratista, ni negar la idiosincrasia santeña e istmeña.
El
gran desafío del Festival de La Mejorana siempre ha sido lograr armonizar
tradición y modernidad, elementos que ya aparecían larvariamente en la
primigenia organización de la primera mitad del siglo XX. De hecho, el rescate
cultural guarareño es producto de esos mismos temores al cambio social y
cultural que siempre ha estado allí, soterrado, y al que se deben no pocos
incidentes ligados a la organización y a la naturaleza de la famosa festividad
e incluso a la profanación de bailes y vestimentas de quienes acuden a la
fiesta.
Mantener
y preservar los elementos estructurales del festival es tarea titánica, porque
la adulteración y comercialización del folklore está en manos de organizaciones
con poder económico para doblegarlo y convertirlo en mercancía. Desde la década
del cuarenta los directivos han tenido que hacer frente a esa dicotomía del
folklor puro y adulterado con fines comerciales. Que el festival haya resistido
siete décadas, es un logro extraordinario y digno de encomio, proeza que hay
que reconocerle al viejo comité y al actual patronato, así como al tesón de los
actores sociales.
Lo
que en el futuro ha de ser el festival depende de la lucidez de los
organizadores, del cambio de actitud de la empresa privada, de las políticas
culturales del Estado y de la base social de apoyo, tanto en Guararé como en el
resto de la nación. A partir de allí se impone un salto cualitativo en la
organización, ya que en el futuro inmediato también habrá que implementar un
Congreso Internacional del Folklore (realizado bianualmente), sistematizar el
archivo de la festividad y resolver el problema de su financiamiento.
El
futuro del Festival Nacional de La Mejorana está en manos de las nuevas
generaciones, las que, sin despreciar la asesoría del relevo generacional de
los últimos cuarenta años, está en la obligación de renovarlo dentro de la
visión zaratista, empeñada en rescatar y preservar el ser nacional, los rasgos
fundamentales de la panameñidad.
…….mpr…
Profesor Milciades. Estamos de acuerdo con la organización del Congreso Internacional del Folklore en Guarare. Cuente con nuestro apoyo incondicional.
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