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19 enero 2021

GUARARÉ, CARACOL Y MAIZAL

 


El vocablo tiene musicalidad, sonido ancestral y evocaciones de sirena de mar. Yace allí, en la costa oriental de la península y desde la sabana antropógena mira la cima del Canajagua, el cerro de la identidad, el centauro que se yergue en lontananza y le premia con corrientes fluviales que calman la sed y enternecen el alma. Por sus tierras ha caminado el tiempo, y el viento que abraza los matorrales y los manglares con aroma a marismas. Y en la ría del Guararé pescaron y se bañaron hombres de piel cobriza, antes que los árboles se convirtieran en barcazas con la que navegar sobre la Mar Océano, mucho antes que el calafatear no contuviera el poder roedor de la tecnología que no diferencia entre hombres y amores marinos.

El pueblo se hizo con ruralidad y sudor de labriego, íngrimos en La Enea, Las Lagunitas, El Potrero, La Pacheca y, luego, el cuenco geográfico en el que se depositó la nueva esperanza, en esos días en los que se forjó el ágora del siglo XVIII, en la confluencia entre los viejos senderos de Las Tablas y Villa de Los Santos.

Siempre mirando al norte, Guararé, a los alisios que peinan cañaverales vestidos de virulís, risas de niños y sonar de carretas y empeño del buey; mientras en la calle polvorienta trota el viejo compañero de labores, el alazán que suda en el trapiche y la paila de la dulce miel.

Cientos de años de emprendimiento haciendo la vida, hasta que otros aires trajeron otras cosas, novedosas y subyugantes. El templo rústico se posesionó de la tierra y empotró en ella la arquitectura religiosa de presbíteros, antaño distante y ahora presencial. Y ya no quisieron ser más el instrumento de otros, sino el derecho a ser también ellos, porque la identidad había madurado en la parroquia, el municipio y la libertad istmeña.

En la ruta hacia la conquista del Canajagua están los guarareños habitando El Espinal, El Montero, La Pasera, Perales, Las Trancas, El Macano y otros caseríos sitos en las faldas del promontorio para descender por las tierras de El Hato, Guararé Arriba, Llano Abajo y El Espinal sabanero. Todos juntos con el guarareñismo que se hace festival, mientras Bibiana sonríe desde el parque y se escucha el mugir de toros bravíos que se lidian en la plaza contigua, con la reina que La Mejorana bendijo con vestido blanco, tiznado con lodo de la atolladera.

Canto de pueblo alegre que bendice Mercedes arrullada por rezos, acordeones, violines y décimas; contenta con el pétreo homenaje a Juana y a Francisco, educadores probos. Y así será por los siglos, mientras las olas le rindan pleitesía, los caracoles jugueteen sobre la arena, la ría deposite sus aguas en el pacífico mar y los guarareños tengamos un hálito de vida.

…….mpr…

Bella Vista de Guararé, en la tienda de Mercedes y Alejandro, a 19 de enero de 2021.


 


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