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10 febrero 2022

LA CRUZ DE VALLE

 


En la carretera Belisario Porras, en el tramo comprendido entre Guararé y Las Tablas, en el lugar que antaño se conocía como El Estacón, aún queda la Cruz de Valle, que otros llaman Cruz de Lino. Más adelante también estuvo otro sitio al que los lugareños llamaban Cruz de Chayo, ya casi inexistente y que dio paso a un residencial que queda contiguo a la sede santeña de la Universidad de Panamá.

Muchos topónimos han desaparecido o han mudado de nombre, como en el caso de Vizcaya, en esta misma zona a la que me refiero. Tales designaciones desempeñaron un rol orientador a la hora de ubicar la residencia de un paisano o simplemente dar cuenta de la proximidad del lugar que buscábamos: “Ombe, un poquito más allá de la Cruz de Chayo”, “Claro, próximo a Vizcaya”.

El punto es que estas cruces, además de las funciones a las que nos referimos, son reminiscencias de las ermitas del período colonial, las que dieron origen a poblados santeños como Las Tablas y Pocrí, así como Pesé en la provincia de Herrera.

Los pequeños templos sirvieron como expresión piadosa y recordatorio de la muerte de algún cristiano, ya que no era extraño encontrar ofrendas consistentes en velas y moños de algún niño. En efecto, la presencia de exvotos a veces iba más allá de su papel original y hasta sirvieron como lugares sacros para conmemorar la Cruz de Mayo, evento del tercer día del quinto mes del año.

En torno a esas cruces surgieron múltiples leyendas, porque eran lugares que la gente reverenciaba y se detenía ante ellos, no sin antes persignarse o musitar una oración religiosa. Esto acontece con la Cruz de Valle, porque por allí hay una vieja leyenda que afirma, como si fuera una verdad inamovible, que la capillita fue construida por un español que habitó la zona. Cuenta la narración que este súbdito de la Madre Patria rogó a Dios que le favoreciera con la lotería, como en efecto pasó. Pues bien, cumplió su promesa y eso explica que la pequeña edificación se haya erigido en donde se encuentra, próxima a la entrada de La Guaca de Guararé.


 

Con el tiempo la estructura original fue reemplazada por otra de bloques, la que también tiene sus días contados, ya que en sus proximidades se construye una estación de gasolina. Con razón al pasar la he visto maltrecha y olvidada, como todos los frutos de la cultura campesina de antaño. Sin embargo, en esta cruz, como en otras, también se tejen leyendas, relatos que surgen de algún suceso o personaje. En nuestro caso ubicado en la primera mitad del siglo XX.

Sé de buena fuente que durante aquellas calendas vivió en la ciudad de Las Tablas un español de apellido Valle -de nombre Clodovaldo- que para más señas era el dueño de la Imprenta Barcelona, quien casó con una dama de El Potrero, actual Bella Vista de Guararé, llamada Aura María Díaz Osorio, la que vivía con su hermana Rosenda, justo al lado de la residencia familiar de quien escribe, más precisamente, detrás de la cancha comunal. Allí residía con Lérida y Majita, niñas entonces. En la misma casa habitación también moraba, Oscar Antonio Cuervo Díaz (*29/IV/1914) -padre de las niñas-, hijo del enlace en primeras nupcias entre doña Aura María y Lorenzo Cuervo Pérez (1912).

No lo podemos afirmar de manera categórica, pero es probable que se trate del personaje del relato, quien era conocido como Valle, el español de personalidad recia y de múltiples fábulas costumbristas. Sobre el origen del otro sujeto, Lino, no existen referencias, por lo que no me arriesgo a plantear alguna hipótesis, aunque algo debió existir, como para que esté en boca del pueblo.

Lo cierto es que tales cruces están desapareciendo, acosadas por la era moderna y los antivalores que corroen hasta la médula de la sociedad. Los seres de corazón de piedra ripostarán que aquello es inevitable y que no se puede vivir de añoranzas pueblerinas. A lo mejor tengan razón, aunque estoy convencido que gran parte del vacío existencial de nuestros días, es consecuencia de la desvalorización de nuestra cultura, proceder que está creando seres vacíos, enclenques, para quienes la cruz en el camino es solo eso, dos maderos entrecruzados. Y son precisamente tales analfabetas disfuncionales -a veces con títulos universitarios- los que sostienen la sociedad de la alienación; y no les importa con La Cruz de Valle, para ellos vulgar representación de campesinos nostálgicos, manutos u orejanos.

Milcíades Pinzón Rodríguez.

En las faldas de cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 9 de febrero de 2022.

 

 

 

 

 


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