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30 mayo 2024

EL ÁRBOL, FLOR DE VIDA

 


Siempre me ha parecido que quien tala un árbol tiene algo de cobarde, de pusilánime. Sí, porque de alguna manera agrede a alguien que no se puede defender, ya que el árbol está allí, clavado en la tierra sin posibilidad de devolverle el golpe. En esto se parece al minero que socava el vientre de la Tierra en busca de minerales, como si de ello dependiera su propia vida. Matricida de la Casa Común, sin duda.

Y hay más, luego de que el ser leñoso cae cuan largo es, acude a partirlo en pedacitos, para que no quede nada del que jamás le hizo daño. Sin embargo, el deshuesado le vence retoñando, volviendo a reconstruir lo que un día fue ramas, tronco y frutos. Hermosa lección de quien defiende la cultura de la vida ante la cultura de la muerte.

La arboleda es cama de aves, restaurante de animales, mirador de la bóveda celeste y raíces que se adhieren a la tierra, mientras la clorofila mancha de verde esmeralda el traje que luce. Allí está el árbol, impertérrito, hablando con el viento y jugando con las estrellas. Ese que jamás pensó en el hacha o la motosierra.

Es una lástima, porque caen por montones a lo largo del planeta, como si fueran los culpables de las secuelas del desarrollo.  Como si producir el oxígeno que el leñador aspira,  y que le permite la vida, formara parte de los pecados capitales del más depredador de los animales que pueblan la Tierra: el hombre.

El bípedo peludo, que en esto de las hipocresías tiene un doctorado, le conmemora una vez al año, mientras en los demás soles restantes le convierte en aserrín. Pero el amigo lector dirá, el escritor está chiflado, porque los necesitamos para nuestras construcciones, y a ello el escribiente contestará, “el culantro es bueno, pero no tanto”, porque no se necesitan tantas derribas y quemas para poder morar en el planeta.

En Azuero, por ejemplo, el árbol se está convirtiendo en una rareza, porque la ganadería extensiva hace de las suyas, con apenas 6% de verdor, siendo lo demás potreros, pastos para el ganado. Y retroceden los animales, y las aves no tienen en donde anidar, porque el ser leñoso cada vez es menor en número y calidad.

Mira que el homo sapiens está cada vez más sofocado por el clima tórrido, que ahora también estresa al propio árbol que no logra crear el microclima que alegra la vida, a él y a las demás especies que moran en la Tierra.

Yo creo que, a usted, caro lector, también le ha de doler todo ello. Porque hay que tener un alma de piedra, o un bolsillo muy grande, para no sentirlo en el cogollo del corazón. Basta con estar debajo de la fronda del árbol para comprenderlo y para añorar la brisa que reconforta el espíritu y lo hace a uno más humano.

Pareciera que no hemos terminado de comprender que el árbol es flor de vida, tanto de él como de nosotros. Que estamos en la obligación de respetarlo y defenderlo, porque es nuestro aliado y compañero en el tránsito vital. Que a lo mejor por allí ha de tener un lenguaje que no hemos terminado de descifrar y que tarde o temprano sabrá enrostrárnoslo, al reprochar nuestro indigno proceder.

Por eso, antes que llegue ese instante, estamos en la obligación moral de mirarlo de otra manera; como esas aves que tejen sus nidos en las ramas o que penden de ellas. No ha de darnos vergüenza amar al árbol, quererlo como a un viejo amigo o como al hijo que necesita crecer y tener sus frutos.

¡Ah, el árbol, el viejo amigo!

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21 mayo 2024

MEDITACIÓN CRÍTICA SOBRE LA PRESENCIA NEGRA EN AZUERO

 

Voy a esbozar algunas ideas sobre la presencia del negro en la cultura peninsular. Lo primero que tenemos que diferenciar es el negro colonial del afroantillano. El primero es el que nos atañe como grupo humano, porque el segundo fue el que arribó a Panamá durante el siglo XIX y principalmente al inicio de la vigésima centuria.

Mire usted que el negro de Azuero data del siglo XVI, por lo que podríamos decir que tiene cinco centurias de estar en la zona. Dicho de otra manera, cuando llega el negro afroantillano a la zona de tránsito ya el de la región tenía 300 años de estar aquí. Este dato es importante porque, debido a las actividades agropecuarias y al roce con los habitantes de los principales pueblos, así como al papel de la Iglesia Católica, termina integrándose a la cultura occidental y vistiendo como hombre del campo.

En términos de vestidos el negro azuerense adopta el que traen los españoles, aunque su influjo persiste en algunos platillos gastronómicos, así como en la música y algunos instrumentos de este tipo. Por este motivo no deja de ser un verdadero contrasentido que en Los Santos y Herrera se conmemore la negritud vistiendo ropaje del negro afroantillano, al que sólo le une un lejano parentesco africano. Y dicho sea al pasar, cuando el afroantillano viene a Panamá ya tenía tres siglos morando en la zona del Caribe, por lo que es improbable que sus vestidos hayan permanecido inalterables.

En efecto, lo que uno encuentra en la historia del hombre es la existencia del mestizaje, lo que demuestra que en realidad las razas no existen. Otra cosa es la eterna búsqueda de la identidad cultural que nos induce a intentar construir una personalidad colectiva. En este sentido el hombre peninsular es mestizo, con la presencia genética del español, el indio y el negro colonial.

De lo dicho se colige que en Azuero lo afroantillano no existe. Es decir, en realidad, de verdad, la conmemoración en la península solo tiene sentido como un gesto solidario con otro grupo humano y nada más, en especial en un país multiétnico como Panamá. Y tales eventos también deberían abarcar a otras presencias culturales que han tenido su influjo sobre la península, como en el caso de la china, mudéjar, italiana, etc.

Luego, lo que de verdad corresponde en nuestra área es continuar siendo solidarios con otros grupos humanos, pero teniendo presente el conocimiento y valoración de nuestra propia idiosincrasia. Así debería ser, porque la escuela en Azuero enfatiza en la fiesta, en vestir a los niños sin conocer de dónde proceden esos hábitos y costumbres, y lo más relevante, sin una compresión cabal de nuestra cultura orejana, que es tan rica y variada.

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20/V/2024


19 mayo 2024

EL FAMOSO SARDINÉ

 


En nuestra cultura peninsular siempre he escuchado el vocablo: sardiné. Pero resulta que en el Diccionario de Americanismos aparece como sardinel y dice que en Venezuela, Perú y Colombia se utiliza para hacer alusión al escalón que forma el borde exterior de la acera. En cambio, si acudimos a la Real Academia Española de La Lengua (RAE), ésta lo define como: “Obra de albañilería hecha con los ladrillos colocados de canto, en posición vertical. Adosados por sus caras”. Añade que procede del catalán sardinell y que significa sardina, por semejanza con las sardinas prensadas.

Algunas otras afirmaciones parecen coincidir, porque en francés se escribe “sardine” y también significa sardina. Lo cierto es que, independiente de dónde procede el término, en nuestra región se le sigue dominando sardiné, terminado en e y con tilde en la vocal final.

De lo anterior se colige que en nuestra región el término sardiné también ha terminado por denominar al escalón de entrada a la casa y aún al portal mismo, aunque se carezca de la clásica figura de las “sardinas prensadas” y que, dicho sea al pasar, en casas más antiguas ha terminado cubierto por el repello.

Yo no sé qué piense usted, pero a mi me parece maravilloso que nuestra gente haya asimilado el vocablo de españoles o franceses y que el mismo término ande todavía por allí tan campante como si fuera ayer que se sumó a nuestro rico acervo lingüístico, un poco adulterado del original, es cierto, pero orgullosamente adherido al habla del orejano.

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18/V/2024


14 mayo 2024

EL CANTO DE LA CIGARRA

 

Al insecto le dan diferentes nombres – en la zona herrerana le llaman totorrón- pero en el fondo sigue siendo la clásica cigarra. La también denominada chicharra es un bicho que en los meses de abril y mayo intensifica su canto. Para estas fechas es mayor su sonido monocorde y son tantos que se escuchan a distancia, porque vive su época de apareamiento y de reproducción de la especie.

Me da la impresión que en los últimos años abundan en mayor número. Porque, por ejemplo, en la ruta Doctor Belisario Porras, al transitar por ella, se escuchan a pesar del viento y el ruido de los motores. Pareciera que algo está pasando con estos insectos, quizás motivados por la tala de árboles en zonas rurales y su migración a sitios urbanos, en donde se incrementan las zonas boscosas y encuentra nuevo cobijo.

Lo afirmo porque en mi patio no era tan común su presencia, como lo he podido constata este año. Pienso que es un fenómeno que debiera ser estudiada por entomólogos, porque alguna razón ha de explicar este inusitado suceso en la región peninsular. Por allí leí que existen ciclos cuando se reproducen en mayor grado, pero esto hay que verificarlo con la lupa de la ciencia.

Lo cierto es que el insecto se ha convertido en un ícono de los campos peninsulares y su canto se integra como parte de la cultura orejana. Al igual que la cancanela o capisucia, el azulejo o la tortolita, entre otros seres alados. Muy llamativo este acontecimiento que pone en evidencia la interacción entre el hombre y el entorno natural, así como la necesidad de preservar los nichos ambientales que compartimos.

Me quedo con el canto de la cigarra en algún recodo del cerebro, adherido a las neuronas, colgando de las dendritas, como suceso producto de la cultura de ser montaraz y complacido de ser, también, parte de la creación.

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14/V/2024

 


08 mayo 2024

SOBRE LA PASADA CAMPAÑA POLÍTICA EN AZUERO

 


El balance de la pasada elección (5/V/2024), en lo que concierne a la península de Azuero, digo las provincias de Herrera y Los Santos, añade poco o casi nada a la historia política de la región. Una que otra figura nueva, pero que no trastoca en lo más mínimo lo que ya sabemos sobre la lucha por el poder en la tierra de Ofelia Hooper Polo y Belisario Porras Barahona.

El meollo de este asunto está contenido en mi investigación “Gamonalismo político en la región de Azuero”, la que puedes leer en www.sociologiadeazuero.net, aporte que recoge lo acontecido desde la década del cuarenta del siglo XIX hasta los tiempos actuales. Y allí queda claro que la región ha sido controlada políticamente por unas cuantas familias, varían los nombres, pero en esencia la hegemonía se mantiene por un miembro familiar o por interpuesta persona. Claro que ocasionalmente asoma su rostro otro personaje, el que siempre sucumbe ante el empuje de gamonales o caciques más conspicuos.

Pareciera que tales familias prestan transitoriamente el puesto, como para hacer válido el rejuego político; y digo el puesto, porque conservan el poder económico que siempre termina imponiéndose. Si me pides un ejemplo, habría que mencionar la familia Varela que mantiene su feudo político desde los años treinta del siglo XX. Y todo es comprensible, porque en esa zona de Herrera la caña de azúcar siempre ha sido algo más que guarapo. En los otros casos, en ausencia del poder crematístico, pesa más el hábito, la costumbre, una pizca de educación y la tradición.

En realidad, la clase política peninsular nunca ha tenido un proyecto de desarrollo colectivo ni mucho menos una ideología que guíe sus pasos. En consecuencia, se ha forjado una cultura de la dependencia política, la venta y compra de votos y todo un conjunto de triquiñuelas pueblerinas. Para el escribiente, no sé si para el lector, el submundo de esa disputa electoral viene a estar representado por la bandera izada en el palo de mango, porque a eso se reduce la contienda política peninsular, a la efímera ilusión de que algo va a cambiar e incluso a riñas populares por un poder que no les pertenece.

De lo dicho se colige que el cambio no será fácil, porque los gamonales intentan que sus vástagos sean los herederos de su legado político. Ellos traspasan esa cohorte de la alienación social a los nuevos amos y señores.

Todo esto es lo que observo desde mi mirador sociológico, lamentando que acá todo pase y nada cambie, porque en el siglo XXI la política es mera forma y poco contenido, otra expresión de lo que ya vivimos en la primera mitad de la vigésima centuria.

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04 mayo 2024

ORIGEN Y TRAGEDIA DE LA POLÍTICA PENINSULAR


Durante muchos años he estudiado las expresiones político-partidistas de quienes participan en la contienda por el poder en Azuero. El último de tales trabajos puedes leerlo bajo el título de “Gamonalismo político en la región de Azuero”. Allí dejo plasmado lo acontecido desde los años treinta del siglo XIX hasta la última elección.

Lo que encuentro es que hemos estado bajo el dominio político de algunas familias, que se han turnado ocupando puestos públicos, en especial, en los atinente a las diputaciones provinciales, aunque no han faltado aquellos que han ocupado el solio presidencial. También advierto, que después de los conflictos ideológicos del siglo XIX y principios del XX, la ideología ha sido un cascarón , un pendón para ondearlo, pero no para ponerlo en práctica. En todo caso no supera la bandera colocada en la cima del palo de mango.

Por su parte, la base social que elige no responde a proyecto alguno, porque la cultura política se basa en prebendas y compadrazgo. Aunque ello no es nuevo, porque se origina en la colonia y el control ejercido desde los principales pueblos -Villa de Los Santos, Parita, Pesé, Ocú y Las Tablas- en donde residen los caciques o gamonales de aldea que mueven los hilos del poder a su antojo, en componenda con el poder real que se asienta en la ciudad de Panamá.

Debo afirmar que, con la independencia, el Grito Santeño y la separación de Colombia, no varió ese mundo de la hegemonía comarcal. Acá las nuevas ideologías que arribaron a la zona de tránsito, en las primeras décadas del siglo XX, no tuvieron gran arraigo, entre otros motivos porque los partidos políticos fueron una mera extensión de los citadinos. Es más, la clase media regional, que luego surge de comercios y de universidades, no tiene autonomía política y es un mero reflejo de la radicada en la ciudad de Panamá.

En el fondo existe una población numéricamente escasa, con relaciones primarias que maniata la independencia política, la que queda sujeta a esa misma relación primaria del candidato que es hermano, primo, ahijado, compadre, etc. Por este motivo no cuentan los proyectos colectivos, ideológicos ni de sentido de partido político.

En una cultura de este jaez es difícil pensar en país, porque tales proyectos nacionales chocan con esta muralla de relaciones sociales campesinas en donde la lucha por el poder político se mueve en otras aguas. Lo que explica el surgimiento de diputados, alcaldes y representantes de corregimientos que no pocas veces carecen de formación y no tienen un perfil político a tono con la era moderna.

Para decirlo de manera concisa, el hombre azuerense, como el interiorano en general, vota en el siglo XXI, pero con criterios de la centuria anterior e incluso de la decimonónica y aún de la colonia. Con razón los llamados contemporáneos a una mayor conciencia, la mayoría de las veces, caen en saco roto y naufragan en elecciones que deberían promover saludables cambios sociales, pero que solo reproducen estructuras viejas y ya superadas.

Sí amigo, así estamos y andamos por esta hermosa península nuestra, la que de tiempo en tiempo pare seres luminosos, pero que políticamente mora en las sombras.

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