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19 enero 2024

CAVILACIONES SOBRE EL GUARARÉ DE ANTAÑO Y HOGAÑO



Si el lector me interrogase sobre la historia de Guararé -villa santeña que carga sobre sus espaldas parte de la cultura popular en su versión de tradición y folklore- diría que su pasado es similar al resto de los pueblos de la península de Azuero; aunque aún esa historia esté por escribirse y algunas interpretaciones aparezcan pletóricas de nostalgias y leyendas.

En efecto, los relatos están llenos de afirmaciones no siempre bien comprobadas por la ciencia. Esa carencia se explica por el rol secundario del área interiorana en relación con la zona de tránsito, con las consecuencias que ello tiene en la escasez de documentación escrita. En consecuencia, las fuentes documentales no abundan y más bien escasean. Y para palear tales ausencias, hay que recurrir a los archivos parroquiales que en el área datan de la primera mitad del siglo XVIII y desde allí poder inferir algunas tendencias que provienen de la segunda mitad del siglo precedente, es decir, siglo XVII. Y en el caso guarareño, tardíamente, desde 1869.

Hacia el período de inicio de la colonia únicamente aparece la íngrima referencia del conquistador Gaspar de Espinosa, quien envía a Diego de Hurtado a construir canoas en las proximidades del río Guararé. Allí, de paso, hay alusiones al cacique nominado Guararí, de donde aparentemente procede el nombre de la población. Claro que la referencia al tiba o cacique tenemos que asumirla con sumo cuidado, porque los escribanos de la época intentaron llevar al castellano los vocablos indígenas y no siempre eran fieles en la reproducción de los sonidos de un idioma, como el indígena, que les resultaba extraño.

Luego de este primer encuentro con los hispánicos no hay referencias escritas hasta el siglo XVIII y en este aspecto estamos en deuda con la Iglesia Católica, que recoge en los libros de bautismo, matrimonio y defunciones, la existencia de la población, como ya queda dicho. De ello se deduce, como lo he podido comprobar, que hay que acudir a los archivos de Pocrí, Las Tablas y Villa de Los Santos para intentar encontrar la genealogía de los guarareños, ya que en ellos está dispersa la poca información que podamos recabar. Lo cierto es que no estamos claros en lo que aconteció en esos trescientos años que transcurren entre los siglos XVI y XVIII.

Hay que dejar plasmado que la inexistencia de registros no significa que la conquista de las sabanas, tierras, albinas y marismas, que están al sur del río Guararé, no se produjera. Al parecer esa fue una conquista lenta con grupos familiares asentados en las tierras más feraces, como en el caso de ríos y quebradas, lo que explica la vocación agropecuaria del actual distrito de Guararé.

Acontecimientos posteriores vienen a confirmar lo que planteamos. En el siglo XIX se produce la creación municipal (21 de enero de 1880) y se establecce, once años antes, la advocación a Nuestra Señora La Virgen de Las Mercedes, el 31 de julio de 1869, fecha de establecimiento de la parroquia. Tales hitos históricos demuestran la existencia de un grupo social con conciencia de tal, apunta a que esos antepasados guardaban distancia y algunos resquemores sobre los poderes establecidos en la Villa de Los Santos y Las Tablas. Dicho de otra manera, son expresiones históricas de un fenómeno cultural y político: el nacimiento del guarareñismo.

Desde entonces el guarareñismo forma parte integral del santeñismo. La identidad se perfila en un núcleo humano que se siente diferente y que comienza a erigir los íconos que le son propios. Por tal razón es tan vital para Guararé el estudio del siglo XIX, porque en esta centuria se hace posible la estructuración formal de una conciencia que antes era larvaria y que madura en dos instituciones del decimonono: la municipal y la parroquial. Y en ese mismo siglo -década de los ochenta- asoma tímidamente la presencia de centros educativos de primaria, al aparecer las escuelas de niñas y varones que regentan Juana Vernaza y José de La Rosa Poveda, respectivamente.

En esta misma centuria, al final del siglo XIX, nace Manuel Fernando de Las Mercedes Zárate, personaje que simboliza en el plano personal el perfil del guarareño que ha de signar la vigésima centuria. Él encarna la aspiración del hombre lúcido, del orejano ilustrado que es capaz de abrirse camino por la vía de la ilustración.

Y en Guararé ha acontecido lo mismo que en otras latitudes. Allí va constituyendo un núcleo urbano que termina siendo la capital municipal; con su plaza, templo religioso y diseño urbano de tipo hipodámico o de tablero de ajedrez que emula los existentes en la Villa de Los Santos y Parita, los que tienen sus antecedentes en Natá de Los Caballeros y la antigua ciudad de Panamá.

Como en otros lugares, el poder económico, social y religioso estuvo en torno a la plaza, con las solariegas residencias. Una de las más icónicas – y que aún se mantiene- es la casa habitación de la familia Saavedra Espino, la que todavía se preserva próxima al parque establecido en los años veinte del siglo pasado.

Hay que precisar que este asunto de las familias hegemónicas no tiene en Guararé la misma expresión que en la Villa de Los Santos y Parita, en donde el núcleo urbano tiene un carácter rancio y acartonado, de distancia social, que distingue a la tierra de la mítica Rufina Alfaro o la del liberal Pedro Goitía Meléndez.

Sin embargo, la capital distrital cumple el papel de referencia para áreas más rurales. La revisión del Libro de Bautismos, por ejemplo, confirma el arribo dominical de campesinos que proceden de las faldas del Canajagua, lo que confirma que la conquista del cerro también fue producto de familias guarareñas que se tomaron esa zona para la realización de actividades agrícolas y ganaderas.

Al respecto, cuando escribí la historia del templo guarareño, me impresionó los listados de bautismos de párvulos que eran traídos por los familiares para recibir el agua bautismal y comprendí que ello sólo era posible por los nexos de los habitantes de la sierra con los radicados en el poblado, en una especie de complicidad cultural con el lugar de donde se era oriundo.

El siglo XX es otra cosa, es la centuria de la renovación, del cambio social y cultural. En esos años se renueva el templo, Guararé se adhiere - el 10 de noviembre de 1903- a la separación de Panamá de Colombia, la carretera porrista acaricia sus lares, se construye el parque en la plaza, edifican la Escuela Juana Vernaza, créase el Festival Nacional de La Mejorana, aparece la Cooperativa José del Carmen Domínguez, se establece la Unidad Sanitaria, se construye el edificio de la Policía Nacional, así como el Colegio Francisco Castillero Carrión, entre otro múltiples acontecimientos. Sin embargo, no todo es avance porque la apertura económica destruye la existencia de una incipiente industria. Tales los casos de las empresas de Reyes Espino, la jabonería de Ciro Saavedra Espino (que comercializaba el famoso Jabón Toro), así como la confección y calafateo de barcos en la desembocadura del río Guararé.

Durante la vigésima centuria se consolida el municipio y diversas instituciones estatales tienen su presencia burocrática, aparte de que se nominan las calles y el guarareño se hace más universal. Hay carencias, es cierto, pero el distrito adquiere un perfil colectivo, asume una personalidad propia y quedan atrás las dudas sobre la viabilidad municipal que distinguió el siglo XIX.

En el siglo XXI algunos desafíos son producto de la centuria precedente, pero ahora existe un ayuntamiento consolidado, que aún con limitaciones, mira el futuro con optimismo. El avance municipal dependerá del logro de una mayor modernización administrativa; lo que implica ejecución de tecnología, capacitación del personal, adecuada selección del alcalde y representantes de corregimiento, la atención a temas de la cultura y la satisfacción de las necesidades básicas de la población. En síntesis, la planificación del desarrollo distrital.

Como experimentamos época de profundas transformaciones, el tema cultural también debe ser prioritario. Me refiero al fomento del guarareñismo, a ese estilo de vida que ha definido la forma de ser de la colectividad. Deberá emprenderse ese rescate, porque historia e identidad cultural van de la mano, para que el guarareño siga teniendo sentido de pertenencia, ya sea que more en el distrito, o que haya sido parte de los migrantes de décadas pasadas o recientes.

En el siglo XXI y las centurias que han de venir, el lema de su famoso festival ha de estar adherido a las neuronas de las nuevas generaciones. Porque, así como “La Mejorana es para siempre”, también Guararé ha de perdurar en la conciencia y en obras de beneficio colectivo.

 

…….mpr…

19/I/2024


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