Hay muchas facetas en la vida del Caudillo Tableño, desde el nacimiento acaecido el 27 de noviembre de 1856, hasta su muerte el 28 de agosto de 1942. Se cumplen hoy ciento cincuenta años de su natalicio. Creo que Belisario, y perdónenme la excesiva confianza, fue uno de esos hombres irrepetibles; seres providenciales que vienen al mundo cuando los pueblos más los necesitan. Nace en el año del Incidente de la Tajada de Sandía y muere en plena II Guerra Mundial, cuando los norteamericanos han establecido más de cien bases sobre el territorio istmeño. Su vida abarca un largo período que cubre casi un siglo de historia patria. Vale decir que durante esas calendas el tableño nunca fue un convidado de piedra, Porras tuvo la virtud de saber integrarse socialmente, ser crítico y protagonista de un accidentado momento histórico de nuestro Istmo.
Admiramos en él, no sólo que haya sido tres veces presidente de la República , sino la humildad de sus orígenes y la grandeza de su proyección de estadista. Sin duda Belisario Porras Barahona no procedía de una familia sumida en la pobreza, pero tampoco formaba parte de los grupos dominantes de la Zona de Tránsito. Era un simple muchacho que en su infancia corría su caballo Come Pan por lo extensos llanos que quedaban hacia la entrada de la Ciudad de Las Tablas, en dirección hacia los terrenos que ocupa el Centro Regional Universitario de Los Santos y que, igualmente, se bañaba en el charco que entonces llamaban El Rascador. Hijo del Dr. Demetrio Porras Cavero y de una hermosa muchacha que moraba en una amplia y cómoda casa de quincha, justo frente a la plaza colonial del pueblo, precisamente en donde está ubicado el Museo Belisario Porras. Hablo de la tableña llamada Juana Gumersinda Barahona.
El joven istmeño se recibió de abogado en la universidad más prestigiosa de Colombia, compartiendo el salón de clases con lo más granado de la sociedad bogotana. Se trata del mismo niño a quien el maestro Isauro Borrero le dijo en una ocasión: “...veo que Usted es el más bruto”. El mismo párvulo que desertó de las clases porque una maestra (Isabel Ventosa de Brandao) le daba con el dedal en la cabeza y que, tempranamente, ya se había leído todos los libros que existían en la Ciudad de Las Tablas, que, a propósito, no abundaban en aquella época.
Desde pequeño demostró ser un líder nato, poseedor de una mente despierta. Lideró la gallada de su época, lo que ya presagiaba un futuro prometedor. Personalidad arrolladora la de Porras, santeño que en sus tiempos de estudiante participó en combate en uno de los tantos conflictos por la que atravesó Colombia durante el Siglo XIX. Un liberal por convicción, hombre que siempre abanderó los preceptos de la Revolución Francesa y que defendió sus ideas en tiempos de bonanza y en épocas preñadas de incertidumbre. Digno ejemplo a imitar en la época contemporánea, cuando la gente cambia de partido político como si se tratara del calcetín que ya no necesita.
Hay que valorar en él su valentía en la Guerra de los Mil Días. Su capacidad de hombre de letras cuando escribe El Orejano, Memorias de las Campañas del Istmo, La venta del Istmo y tantos otros textos que debemos a una pluma siempre fiel al país y su gente. Hablo del mismo Porras que humildemente pide perdón luego de haber solicitado la intervención norteamericana en los comicios electorales de los años veinte; el que se vuelve irónico, sarcástico y chistoso al escribir Trozos de Vida y el que baila tamborito y el punto como otro hombre de pueblo.
Otra faceta importante sobre la vida de Porras se refiere a la visión que sobre él tuvo y sigue teniendo el pueblo panameño. Por ejemplo, cuando en nuestro país la gente quiere hacer referencia a la necesidad de un hombre de principios o cuando siente que el Istmo carece de un presidente con proyección de estadista, siempre aflora a sus labios el nombre del hijo de Juana Gumersinda Barahona como la figura paradigmática a imitar. Esto se debe a que Belisario ejerció su liderazgo ístmico en una época cuando era incipiente o casi nulo el desarrollo de los medios de comunicación de masas. En aquellos tiempos el liderazgo no era reconocido como el regalo gracioso e interesado de la televisión, sino el premio a la inteligencia, producto del compromiso con las mejores causas populares; proyectos colectivos que muchas veces, como en el caso de nuestro Belisario, había que demostrarlo con hechos tangibles.
Al que algunas veces llamaron burlonamente “el káiser Tableño” fue líder y estadista, además de presidente. El Siglo XX en Panamá tuvo muchos presidentes, pero pocos estadistas y entre los últimos Porras ha sido el más preclaro de todos. Sin duda puede decirse de él que fue el constructor del Estado panameño. La lista de sus ejecutorías es numerosa: códigos nacionales, carreteras, hospitales, telégrafos, escuelas, archivos nacionales, leyes ambientales, promoción de la investigación, denuncia de nuestra situación de protectorado, exposiciones internacionales, acueductos, ferrocarriles, muelles, plazas, puentes, lotería nacional, registro civil, registro de la propiedad, bibliotecas, urbanizaciones, etc.
Una vida polémica y fructífera la del Dr. Belisario Porras Barahona. Ha transcurrido más de una centuria de su nacimiento y aún encontramos al panameño que alaba a Porras, así como a los que arremeten contra su legado histórico. Seguramente esta tendencia se prolongará durante el Siglo XXI confirmando que la trayectoria de los grandes hombres no es la caracterizada por el apego a la tradición, sino por la ruptura de las ataduras que anquilosan a la sociedad. En verdad, quien actúa con visión y es capaz de volar como cóndor, no puede esperar que el gallinazo pueda comprender el panorama que se divisa desde las alturas del querube.
Al inicio del Siglo XXI el panameño necesita reencontrarse con la figura de Porras y de todos aquellos que como él constituyen la pléyade de nuestros más destacados patriotas. Si tenemos un grave problema en nuestro país, el mayor de todos ellos consiste en que nuestras juventudes se han quedado huérfanos de héroes, no por carencia, sino por desconocimiento. Ya no parece importar quién fue Simón Bolívar o José Martí, la ternura y el compromiso social de un poema de Pablo Neruda, el ideario de Octavio Méndez Pereira o el grito rebelde de un Victoriano Lorenzo. Pareciera como que estamos muy ocupados tarareando el último típico de moda, preparándonos para el baile o viendo la novela en la pantalla boba.
Para los espíritus timoratos Belisario Porras Barahona ya es un hombre demasiado anticuado como para que la “marea roja” de la modernidad fije sus ojos en él. ¡Qué pena para una sociedad y un país que sepulta dos veces a sus hombres más preclaros y, además, arremete contra aquellos que le advierten lo desacertado de ese proceder!.
Cuando recorro la Península de Azuero, o transito por otros parajes nacionales, confirmo lo pertinente del ideario del Ilustre Tableño. Y no me refiero al porrismo como doctrina político partidista, sino a esa actitud tan nacionalista de Porras, a esa forma de ser de un hombre que amó su terruño, que no se avergonzó de su extracción social campesina, siempre en permanente perfeccionamiento consigo mismo y capaz de defender un proyecto social; aunque el mismo fuese adversado por los potenciales beneficiarios.
Hay un aporte de Porras del que poco se ha escrito, pero que lo retrata de cuerpo entero. Uno se asombra de que al inicio del Siglo XX, cuando nadie en Panamá se preocupa por el problema ecológico, ya Belisario da los primeros pasos en la dirección correcta. Por ejemplo, establece en la provincia santeña la Reserva del Colmón de Macaracas y brinda su apoyo a uno de los investigadores más preclaros de la época, el Dr. James Zetek (entomólogo, especialista en mosquitos) para hacer de Panamá un país a la vanguardia mundial de las investigaciones tropicales. La Estación Biológica de Barro Colorado es un elocuente ejemplo de lo que puede esperar un país cuando sus presidentes comprenden que no puede haber desarrollo cuando la inteligencia se va de vacaciones. Todavía hay más, el Dr. Stanley Heckadon Moreno, en su hermoso libro Naturalistas del Istmo de Panamá dice de Porras: “La estrategia de don Belisario incluía otros dos componentes: fundar un gran centro de investigaciones marinas en Ciudad de Panamá, donde hoy está la estatua de Vasco Núñez de Balboa, cara al Pacífico, y un centro avanzado de medicina tropical, el actual Laboratorio Conmemorativo Gorgas.” Sobran las palabras.
No puede uno obviar el aporte de Porras dejando a un lado su contribución a la instrucción pública. Como liberal fue un ferviente creyente en el papel de la educación como instrumento de liberación popular. Durante su administración realiza una siembra de escuelas entre las que destacan la Escuela Profesional , Escuela de Sordo Mudos y múltiples centros escolares en el Interior panameño. Entre estos últimos descuella el que construyera en Las Tablas, su pueblo natal.
El edificio de la actual Escuela Presidente Porras, hasta la fecha, es el más antiguo y elocuente monumento de respeto y amor al pueblo tableño que haya legado presidente alguno. Todo está allí consultado, desde el diseño arquitectónico, al estilo neoclásico, hasta su erección sobre una colina sobre la que se puede divisar la Ciudad de Las Tablas. Con razón escribió el Dr. Octavio Méndez Pereira en el año 1924: “Esta escuela será como una atalaya de luz sobre el acrópolis tableño”.
Luego de conmemorar el primer siglo de vida republicana, la presencia siempre viva del Dr. Belisario Porras es un reconfortante bálsamo para un pequeño país centroamericano que inicia la centuria asumiendo el reto de su perfeccionamiento como Estado Nación, la democratización de sus instituciones y la distribución equitativa de la riqueza que todos los panameños generamos y a la que tenemos derecho. Demuestra que la grandeza de una nación no se mide por la extensión del territorio o la abundancia de los recursos naturales, sino por el estado en que se encuentran sus recursos humanos, así como por el liderazgo ilustrado de los principales conductores nacionales.
En una época como la nuestra, preñada de incertidumbres, orfandad de ideas, políticos egocéntricos, deshumanización, olvido de valores ciudadanos y materialismo rampante, se impone un retorno al conocimiento de los hombres que sentaron las bases del Estado Nación panameño. El Dr. Belisario Porras Barahona es, por antonomasia, el más grande istmeño del Siglo XX. Imitar su vida ya no es una recomendación, sino una urgencia, si es que de verdad aspiramos a profundizar nuestra democracia, superar nuestras lacras sociales y construir un país libre y soberano.
Finalmente quiero dejar constancia de una inquietud muy sentida por los santeños. Ya es hora que los resto del Dr. Belisario Porras regresen a su pueblo natal. Aquí está su mausoleo, las calles que caminó desde niño y los descendientes de las familias que tuvo como amigos. Acá debería descansar en paz, cerca de su Pausílipo y teniendo al Canajagua como guardián de su legado histórico.
* Disertación el 28 de noviembre de 2006 con motivo de conmemorarse ciento cincuenta años de nacimiento del Dr. Belisario Porras Barahona. Acto realizado frente al Museo Belisario Porras de la Ciudad de Las Tablas con el auspicio de la Fundación Francisco Céspedes.
Es una verdadera pena, que nadie halla comentado tan valiosa exposición de mi muy apreciado profesor Milsiades Pinzón,tan lleno de verdades históricas y tan brillante forma de expresar las vivencias y ejecutoriasa del hombre tableño y por que no decirlo, del panameño, más importante del siglo XX. Gracias profesor por este maravilloso aporte que aprecio y guardo con gran respeto.
ResponderEliminarBolívar González Ced. 7-50-988
Muchas gracias por este articulo tan sentido como acertado. Soy descendiente de ese gran hombre, y eso lo tomo como un privilegio sin merito propio, sin embargo, es a traves de personas como ud. es como realmente llego a visualizar la grandeza de su legado.
ResponderEliminarPodria contactarle directamente?
Saludos
Marisabel Aramburu Porras