La educación superior interiorana
comenzó en Aguadulce, provincia de Coclé, cuando el doctor Octavio Méndez
Pereira estableció, en el año 1949, los Cursos de Actualización Pedagógica que
se impartían a educadores en ejercicio. Desde entonces el trajinar de la
Universidad de Panamá ha experimentado diversas propuestas organizativas, las
que se han conocido como Extensiones, Centros y, más recientemente, Anexos
Universitarios.
En el caso de la tierra de Ofelia
Hooper Polo, la presencia se materializa al aprobar la Asamblea de Diputados la
Ley # 4 del 13 de enero de 1958, que establece una partida de B/50, 000.00 para
la creación de las Extensiones Universitarias de Chitré, Santiago y David.
La Extensión Universitaria de
Chitré comenzó labores en el año 1959 en los locales del Colegio José Daniel
Crespo. Con una matrícula de 61 estudiantes, allí recibió cobijo hasta 1968,
año aciago cuando los militares intervienen la casa de estudios superiores. El
apagón cultural se mantuvo hasta 1970, cuando se establece la modalidad de
Centro Universitario.
Como puede deducirse de lo
indicado, la verdadera institucionalización de la educación superior no
corresponde a los Centros, sino a las Extensiones, porque los cursos de
actualización fueron la prolongación de la facultad de la que formaban parte.
Sin embargo, se acostumbra conmemorar la segunda modalidad -Centros- como si no
existieran antecedentes o se viviera en un limbo histórico. En efecto, en el
caso de la provincia de Herrera el año 1958 es clave para la historia
universitaria provincial, ya que se da inicio a la educación superior. Así, en
2018 se cumplen 60 años de ese trajinar universitario, con altas y con bajas,
pero con fe en los derroteros de redención humana y de proyección comunitaria.
Lo lamentable, en todo caso,
radica en la indiferencia con la que se miran tales hitos, así como el prurito
con el que nos empeñamos en distorsionar una historia que debiéramos cubrir con
el dosel de la investigación y la vergüenza académica, para gloria de Clío y
sus seguidores.
La educación superior herrerana
es digna de mejor suerte; y no es que se haya hecho poco, pero no lo suficiente
luego de seis décadas de bregar. Aún seguimos adosados como rémora
institucional a los avatares del campus central, situación que debiera ser
superada en instituciones que claman por autonomía, academia e investigación.
Lo anterior debiera llevarnos a
reflexionar sobre cuál ha de ser el futuro de la educación superior
interiorana, así como los sistemas organizativos que debiéramos implementar
para lograr superar los yerros del ayer cercano. Desde mi particular
perspectiva, debo afirmar que el modelo conocido como Centro Universitario ya
no se corresponde con la globalización del mundo, ni con las demandas de la
emblemática península istmeña.
Luego de sesenta años la
provincia herrerana necesita otra universidad, más robusta, menos politiquera y
más académica, centrada en la investigación y la docencia, así como dotada de
personal que le sea mayoritariamente propio. Mientras arriba ese momento de
redención, levanto mi voz para desearle a la universidad interiorana el mejor
de los cumpleaños, al mismo tiempo que abrazo efusivamente a directivos,
docentes, administrativos y estudiantes.
…….mpr…
No hay comentarios:
Publicar un comentario