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08 diciembre 2011

ANA CRISTINA


¡Quince años, Ana Cristina!, y los recuerdos que atesoro son los de la niña que con mirada tierna auscultaba mi alma desde unos ojitos azabache que asomaban entre la galluza de una cabellera negra.
Desde entonces he caminado a tu lado viéndote crecer en esta Villa Heroica en la que tus abuelos no disimulan su orgullo de verte convertida en señorita. Hay tanta ternura en la voz de tu abuela Pura cuando te llama, que ello únicamente podría compararse con la delicadeza con la que te cargaba mi madre sobre sus brazos. ¡Y si ella pudiera verte, Ana!.
Creciste. Pasaron los años y el prekínder, la primaria y parte de la secundaria. Desde la calidez de los primeros pasos en los salones de La Espigadilla, hasta la nueva pedagogía del Agustiniano. Y entonces te vi levantándote temprano para estar en la ruta hacia el colegio; siempre con Antonio Miguel a tu lado y mi habitual premura, porque la puntualidad es virtud y uno quiere lo mejor para los hijos.
Te confieso que el otro día venías caminando hacia mí y en la soledad de mi pensamiento comparé la niña a quien cambiaba los pañales, con esta otra señorita que ahora viaja al extranjero en su paseo de quinceañera.
Debo admitir que a veces extraño a la pequeña que corría presurosa al escuchar el sonido del motor del Samara, pero igualmente siento un sano orgullo de padre cuando  preguntas si el pantalón te queda bien o si la combinación que escogiste te luce. Y es que se ama a los hijos desde mucho antes que nazcan y siente uno que le duele el corazón cuando los regaña o se ve precisado a alejarse de ellos. Difícil de explicar, pero es así.
Son muchos los motivos a través de los cuales se va aprendiendo a querer a los retoños, y los pequeños detalles se van agolpando y crece dentro del ser  una rosa roja que no se marchita, ni nos abandona. Y poco importa si la flor tiene espinas o el sutil aroma de la gardenia, porque para mí lo primordial es que provenga del jardín de una niña nacida el 16 de enero.
Al verte espigada y radiante, ahora tengo preocupaciones que antes no tuve. Quisiera que en el andar por el mundo supieras combinar el amor y la razón, que el humanismo sea tu faro y la ciencia una luz que disipe las sombras.
Ana, no te quiero orgullosa, ni vana. Aspiro a que seas femenina y fuerte, profesional y mujer. Me gustaría sembrar en tu jardín las flores más hermosas de la familia; como aquellas que crecieron en la aldea de pescadores, al calor del mostrador de la tienda pueblerina, y que cosecharon e hicieron posible Mercedes y Alejandro. Ellos me dijeron siempre “sí puedes” y la autoestima se hizo robusta al arrullo de los gorriones o en la tibieza de la arena caliente de la Playa de Bella Vista.
Debes saber que si alguna vez por los caminos de la vida, no obstante tus virtudes y cualidades, el destino te juega una mala jugada, yo siempre estaré allí; porque el hombre  se convierte en padre para asumir sus responsabilidades de progenitor más allá de la estrechez de la jornada laboral. Tengo defectos, y no pocos, pero nadie podrá jamás impedir que acuda a tu lado cuando la dicha o el infortunio te acompañen en la  vida.
Si alguna vez puedo ayudarte, lo haré; pero debes saber que te acercas al momento de la toma de decisiones. Por eso, construye tu camino, asume las consecuencias de tus decisiones; si te equivocas corrige, pero que la maledicencia del prójimo no sea un muro que te impida explorar otros mundos. Allá ellos y sus vidas grises, que no llegues a vieja con proyectos que sólo sean sueños. Arma tu utopía y camina hacia ella, aunque los cielos se caigan y la tierra se haga añicos. El mundo nunca ha sido de los conformistas, sino de los que persiguen una ilusión y encuentran la senda para materializar  los anhelos.
En el futuro inmediato tendrás que enfrentarte al amor. Ten cuidado, porque los tiempos actuales son de añagazas, de trampas que te colocarán a su paso los que han hecho de la sexualidad un deporte. Debes tener presente que el amor no se improvisa, ni se encuentra varado en la esquina de la calle. La verdadera ternura nace de los detalles pequeños y se va construyendo poco a poco. Medita mucho antes de encontrar tu pareja, es preferible estar solo que mal acompañado.
Muchas otras cosas podría decirte, Ana Cristina; pero no quiero parecerte un padre que atosiga a su niña con viejos sermones. Tendrás que descubrir el mundo y desde tus quince años comenzarás a vivirlo a plenitud. Recuerda que no obstante lo que aseveren los pesimistas, la vida es hermosa si sabes vivirla; digan lo que digan siempre triunfa la virtud sobre la inmoralidad, la libertad sobre la tiranía, la luz sobre las sombras y los valores sobre la desvergüenza.
En fin, sólo cumplo con señalarte algunas cosas que pensamos aquellos que hemos vivido un poco más; perdóname si te desagradan o te resultan incómodas, comprende que sólo soy un pobre padre que ama a su hija y que un día descubrió que su niña ahora es una quinceañera. ¡ Felicidades Ana Cristina !. 
.....mpr..
30/I/2002
                                                                                 

3 comentarios:

  1. Felicidades a la hija Profe y a Usted también.
    Saludos!

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  2. OLA BELLA SALUDOS DESDE PANAMA

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  3. Que chica tan linda y que orgullo de padre. Los hijos se recrean realizados en la vida de acuerdo con
    el amor y la ética que les dieron sus progenitores.

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