Archivo del blog

14 noviembre 2025

LA VILLA Y NATÁ: ENTRE CORNETAS Y TAMBORES

 

El ser humano que mora en las provincias interioranas lleva medio milenio dependiendo de las decisiones que se toman en la zona de tránsito. Y tal dependencia comenzó cuando Pedrarias fundó el asiento poblacional que conocemos como Panamá la Vieja (15 de agosto de 1519). En esa misma visión estratégica, el 20 de mayo de 1520, surge la ciudad de Natá; y desde entonces la zona del occidente nacional sólo mira hacia el área de tránsito. Allí surgió un vínculo dependiente que se fortaleció con pueblos como la Villa de Los Santos (1 de noviembre de 1569) y otros que fueron fundados a lo largo de la vertiente pacífica del Istmo.

Sin duda la idiosincrasia del orejano ha estado unida al cordón umbilical y hegemonía de la ciudad de Panamá. Y ese control no es tan sólo económico y burocrático, sino emocional y cultural. Con el tiempo hubo un intento de ruptura con tal estado de cosas, contra el poder centralista, encarnado en el 10 de noviembre de 1821, que visto en la distancia solo se recuerda como el Grito Santeño… y nada más.

El 10 de noviembre de 1821 representa la irrupción del poder agrario, al que la zona de tránsito logra maniatar con el 28 de noviembre de 1821, para quedar de una vez por todas reducido a su papel del Panamá vernáculo y reservorio de tradiciones.

En el modelo istmeño la zona de tránsito es el negocio, el sector terciario, mientras que las áreas interioranas asumen su rol del Panamá agrario, de la periferia que bordea la verdadera área del poder estatal, residente en la capital nacional.

Lo acaecido en la Villa de Los Santos y Natá (10 y 15 de noviembre de 1821, respectivamente) fue fruto del poder agrario, como queda dicho, en contraposición al transitista, que se ve forzado a adelantar la independencia el 28 de noviembre, movimiento con el cual se sella esta propuesta interiorana aupada por el eje La Villa – Natá y se reitera la hegemonía en el corredor transístmico.

Dos factores exógenos vienen a negar toda posible vía de participación interiorana en la lucha por el poder político y económico. Me refiero a la construcción del ferrocarril transístmico y el intento de los franceses de hacer viable el canal de Panamá. Otro tanto acaecerá con el canal en el siglo XX. Esos acontecimientos fortalecen el papel central de la zona de tránsito y dejan a los departamentos o provincias en un rol subordinado.

En el plano endógeno el siglo XIX marca las luchas intestinas entre conservadores y liberales. Los sucesos azuerenses de mediado de esa centuria retratan de cuerpo entero hasta dónde habían arrastrado los políticos capitalinos al resto del país. El caso de Pedro Goitía Meléndez, en el siglo XIX, así como de Belisario Porras, en el siglo XX, demuestran la magnitud de lo planteado.

En efecto, ambos personajes se ven forzados a adherirse al juego político capitalino, con todas las contradicciones que ello implica, entre otros motivos, porque la base popular interiorana carece de organización, maduración ideológica e instrucción pública. Al final esta será la tónica que marcará el siglo XX y XXI y el surgimiento de los gamonales políticos que controlan a un electorado que no comprende el poder del voto en un sistema democrático.

En el siglo XX el grito santeño y la adhesión natariega serán testigos de la adulteración de fechas de tan hondo significado. Porque las celebraciones son despojadas de su filosofía libertaria para naufragar en festividades y desfiles de vida efímera. Y en ese jolgorio hasta los centros educativos han perdido el fondo de los hitos históricos y se han quedado en la forma, disfrutando del sonido de tambores y cornetas, mientras el desarrollo se estanca y los jóvenes ven frustrados sus proyectos profesionales.

¿Hacia dónde va la nación? Tal es el interrogante que resurge cada mes de noviembre mientras las calles se llenan de estudiantes y la respuesta se pierde en el horizonte y la pobreza engalana los campos y ciudades.

…….mpr…

11/XI/2025


No hay comentarios:

Publicar un comentario