El
doctor Antonio Cacua Prada, acucioso investigador colombiano, es, sin duda, el
mejor biógrafo de Amelia Denis Durán, la célebre poetisa nacida en la ciudad de
Panamá el 1 de mayo de 1836 y fallecida en Managua, Nicaragua, el 16 de julio
de 1911. A la compatriota la conocemos más por el celebérrimo canto “Al cerro
Ancón”, poema que redactara la istmeña en León, Nicaragua, en el año 1905,
cuando en su calendario se habían acumulado 69 años.
Del
ilustre hombre de letras sureño ya había leído su texto “Amelia Denis Primera
Poetisa Panameña, La Voz del Amor, la Libertad y la Protesta”, publicado en
Bogotá en el año 2014, aporte que constituye la más completa investigación
sobre nuestra laureada poetisa nacional. Pues bien, el académico me remite por
intermedio de nuestro común amigo, el doctor Julio Suárez Matiz, quien hace décadas
ha sentado reales en la ciudad de Chitré, la última de las publicaciones en la
que rescata otro notable aporte de la istmeña en mención. El libro luce en la portada
una acuarela en tono rosáceo con la estampa de doña Amelia en la plenitud de su
fructífera vida.
Lo tomo
en mis manos y reviso su nombre: MI NOCHE DE BODAS. Carta de una joven
esposa a su amiga Leonor. Y no puede imaginar el lector lo que encontrará
luego de leer las reflexiones del propio Cacua Prada, de Carlos Arboleda
González (Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua) así
como de Margarita Vásquez Quirós, en su momento directora de la Academia
Panameña de La Lengua.
Debo
confesar que la lectura me impactó, no sólo por lo sugestivo del título, sino por
el hermoso abordaje del erotismo que acomete doña Amelia. El escrito data
probablemente de 1854, redactado a los 18 años, cuando contrae nupcias con el
panameño José Antonio Ramírez, su primer esposo. La inspiración surge a pedido
de su amiga Leonor, lo que explica la naturaleza del subtítulo.
Encontramos
en las estrofas a una Amelia Denis Durán que no conocíamos ni imaginábamos. Hay
ternura, belleza, fogosidad y realismo en las descripciones sobre su primera
experiencia en el tálamo nupcial. El manejo del idioma es impecable con
estrofas pletóricas de imágenes sensoriales que hacen más vívido el instante en
que se entrega a su amado. Y no hay vulgaridad en ellas, ni lascivia burda,
sino una espiritualidad que ennoblece al más antiguo de los abrazos y al más noble
de los sentimientos humanos: el amor.
Al
terminar la lectura he valorado a la extraordinaria fémina que en ese poema presagia
lo que habría de ser en las décadas siguientes; alguien capaz de vibrar con las
cosas de la tierra, un espíritu que ya a mediados del siglo XIX arremete contra
la mojigatería reinante y es capaz de escribir semejante canto al amor y al
derecho de la mujer a ser ella misma; rescatando, valorando y cantando el goce
pleno de su feminidad.
El
doctor Antonio Cacua Prada y sus amigos colombianos nos obsequian otra faceta
de Amelia Denis de Icaza; porque aquella mujer que es capaz de cantar al
caracol, a la luminosidad de Bolívar, la que se acongoja al mirar al prisionero Cerro
Ancón, la mujer de las Hojas Secas, en fin, la panameña que en América se
constituye en pionera de la poesía de
protesta, también tenemos que reconocerle
como ejemplo latinoamericano de la poesía que supera – y nada menos que a
mediados del siglo XIX- al puritanismo que aún quiere ocultar con hojas de
parra lo hermoso de nuestra sexualidad.
……mpr…
Gracias por referirse a este poema de Amelia Denis de Icaza. Hay que seguir escribiendo sobre su poesía, que muestra a una extraordinaria mujer. Saludos.
ResponderEliminarHola. Quisiera saber si dicho poema de Amelia se puede conseguir? Solo he visto extractos por ahí, pero nada más. Le agradezco su ayuda. Saludos cordiales!!!
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