Han transcurrido setenta años desde la creación del Festival Nacional de La Mejorana, y eso se dice fácil. Lo medular, en cambio, no estriba tanto en conmemorar la fecha, como en comprender el significado profundo que tal acontecimiento representa para Panamá; conformación social que, a más de un siglo de convertirse en república, aún no termina de perfeccionar su emancipación y de definir políticas de desarrollo nacional y de rescate cultural.
Para valorar lo acaecido en la guarareña y democrática Plaza Bibiana Pérez, hay que retroceder en el tiempo y trasladarse a 1881 e incluso más atrás en el conductor hilo de la historia. Debemos rememorar que el doctor Belisario Porras Barahona escribe en el año aludido el opúsculo que da en llamar El Orejano, extraordinaria defensa de la identidad del panameño y visión temprana de la toma de conciencia del santeñismo. Es decir, el estilo y forma de vida que tantas glorias le ha aportado a la república y que no puede ni debe pasarse por alto. En efecto, Porras Barahona inaugura en el Istmo el reflexionar, desde miradores campesinos, sobre lo que somos como como nación y es, en este sentido, un zapador de la investigación etnográfica, antropológico y sociológica.
Para valorar lo acaecido en la guarareña y democrática Plaza Bibiana Pérez, hay que retroceder en el tiempo y trasladarse a 1881 e incluso más atrás en el conductor hilo de la historia. Debemos rememorar que el doctor Belisario Porras Barahona escribe en el año aludido el opúsculo que da en llamar El Orejano, extraordinaria defensa de la identidad del panameño y visión temprana de la toma de conciencia del santeñismo. Es decir, el estilo y forma de vida que tantas glorias le ha aportado a la república y que no puede ni debe pasarse por alto. En efecto, Porras Barahona inaugura en el Istmo el reflexionar, desde miradores campesinos, sobre lo que somos como como nación y es, en este sentido, un zapador de la investigación etnográfica, antropológico y sociológica.
Ya sabemos que El
Caudillo, el personaje a quien la muchachada tableña apoda Huevo de Pava,
dada la pecosidad de su rostro; el mismo al que han de bautizar en la zona de
tránsito como El Kaiser Tableño, orientará sus quehaceres hacia la política
criolla y no retomará los afanes literarios hasta el ocaso de su vida terrenal.
Dejemos claro que
las transformaciones del siglo XIX ya auguran cambios profundos para el país
que despierta de la vida lenta y amodorrada de la Colonia. La presencia extranjera,
que sigue utilizando la zona transístmica, atrae oleadas de inmigrantes que
cambian para siempre la cultura nativa y la dan al país la imagen multiétnica
que le caracteriza. Panamá confirma su impronta multicultural y acentúa las
diferencias entre el modelo económico de la capital nacional y el resto de la
república que se apega a su mundo rural; porque las provincias interioranas
continúan siendo ellas mismas, a diferencia de la ciudad de Panamá que vive
abierta al influjo de la modernidad y sueña con viejos hanseatismos y falsos
oropeles.
El siglo XIX y la
primera mitad del XX son vitales para comprender lo acaecido en Guararé el 24
de julio de 1949, justo el día y mes en que nace en Caracas un latinoamericano
de teoría y praxis, don Simón Antonio de La Santísima Trinidad Bolívar Ponte y
Palacios Blanco, mejor conocido como Simón Bolívar. Aunque también el 24 de
julio de 1902 es el natalicio de Francisco “Chico Purio” Ramírez, el campesino
que desde el sur de la península traduce en notas y arpegios las angustias y
alegrías del hombre peninsular. Sí, hay que comprender que la reunión de
Guararé no es sólo el arranque visionario del doctor Manuel Fernando de Las
Mercedes Zárate y quienes le acompañaron en ese encuentro con la patria. Los
guarareños vienen a plantear en el plano cultural, sin armas, pero con la
carabina de la mejorana, lo que ya había reclamado en el plano político -128
años atrás- el Grito Santeño del 10 de noviembre de 1821. Porque somos patria y
queremos patria.
La reunión es memorable
y expresa la nobleza y amplitud de miras de quienes acometen la empresa
cobijados en la rotonda histórica del parque. La misma edificación que nunca
debimos demoler, porque ella era el ícono guarareño de una época gloriosa. Para
el guarareñismo el Parque Bibiana Pérez Gutiérrez es ánfora de recuerdos, ágora
griega de la sociedad campesina que se cobija bajo el palio de Nuestra Señora
de Las Mercedes.
En el fondo la
asamblea cultural de Guararé viene a ser el encuentro con el destino, el
cabildo abierto en el que se consulta democráticamente a la población sobre la
viabilidad del proyecto, una empresa colectiva que apenas dispone de dos meses
para hacer posible el primer encuentro con lo autóctono.
Y la lidera
Zárate, el guarareño que en 1917 era el secretario del alcalde Darío Angulo, el
mismo que se gradúa de maestro en el Instituto Nacional y doctora en la Ciudad
Luz, en la Francia de los enciclopedistas, de los filósofos y los
revolucionarios. Porque a lo mejor, y aquí oso decir que el esposo de Dora
Pérez, la Eda Nela de los poemas tiernos, a lo mejor nunca pensó cuánto le
adeuda el Festival de La Mejorana a su empeño; pero también, lo mucho que le
debe él a la fiesta de la tradición. Lo asevero porque el encuentro guarareño
contribuyó a inmortalizarle e hizo de él -sumado a sus indiscutibles méritos
personales y académicos -un ícono de la identidad nacional, el Padre del
Folklor Nacional, el Hombre de La Mejorana.
La reunión
guarareña del 24 de julio de 1949 tiene una relevancia que rebasa la frontera
del distrito, la provincia y el país. No en vano hace posible la existencia del
pionero festival folklórico de Latinoamérica. Los guarareños, con Zárate a la
cabeza, realizan la lectura correcta de lo que está aconteciendo en la América
de José Martí, constituida por naciones que en la fecha caminan en su propia
búsqueda, intentando reconstruir el legado hispánico que se abraza con lo
indígena, africano y aún mozárabe.
En lo atinente a
la cultura orejana e istmeña, hay un antes y un después de tan sana maquinación
de la inteligencia y de las energías populares que se unen para cantar -desde
la tierra de Benita Pérez, Concho y Costa Polo- sin complejos de ninguna
naturaleza, lo maravilloso de la identidad nacional. Y en realidad el cónclave
fue tan revolucionario que despertó a diversos grupos étnicos que desde
entonces ven en Guararé un ejemplo a emular.
A partir de allí
pululan los festivales folklóricos, algunos de nombre nada más, y demasiados
para mi propia visión del tópico, pero no cabe duda de que tales propuestas
tienen su génesis en el añejo modelo que hizo posible la democracia popular que
desde Guararé no pidió permiso a gobiernos y políticos para reclamar lo que es
suyo y le pertenece, el rostro de la orejanidad.
En el mes de
julio del año 49 del siglo XX, eclosiona la cultura del guarapo, la cutarra, la
camisilla, la pollera, la carreta, la mejorana, el acordeón bohemio, la danza
conga y los diablicos que durante el festival guarareño ejecutan bailes
pletóricos de contorsiones corporales, exorcizan los demonios de la alienación
colectiva y gritan a los cuatro vientos la liberación popular que se agazapa en
el más luminoso de los festivales nacionales. La fecha es un hito en el
calendario de la nacionalidad y Guararé se constituye en la bandera cultural
que flamea sin traumas desde las riberas del río cuyo vocablo nomina al
poblado.
Tan trascendental fue lo que aconteció en la Tierra de la Mejorana
aquel 24 de julio de 1949. Aquí se hizo historia, aquí levantamos y recuperamos
nuestra autoestima cultural y la patria agradecida nunca debiera olvidarlo.
.......mpr...
Disertación el 24 de julio
de 2019 en el Parque Bibiana Pérez Gutiérrez de Guararé
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