¿Quién
dijo que es nefasto estar solo? La soledad absoluta no existe, porque hasta en
el aislamiento se escuchan los latidos del alma, atribulada y con vida.
Mientras escribo aquí estoy con Elián -mi perro- y la brisa que acaricia mi
rostro. Hay un cantar de pájaros y en la distancia rumores de humanidad, de la
existencia que es otro regalo cósmico.
Somos
seres con suerte los que venimos al mundo en esta península de emigrantes; la
sociedad que no se cansa de portar en el brazo la bandera de lo profano,
mientras lleva en el otro el sirio de la sacralidad. Hay que recorrerla para
escuchar los gritos libertarios de Goitía, Porras y Zárate, la trilogía del
humanismo que calza cutarra e ilumina al Canajagua. Miro esas casas de quincha
y, cómo, me pregunto, vamos a sentirnos solitarios. No comprendo a quienes les
intranquiliza la cuarentena, esa otra forma de cuaresma, diferente a la añeja
práctica de la Semana Santa.
Desde
Divisa a Punta Mala, de Mariato a Flores y de Restingue a Cañas hay un mundo de
historia, geografía, cultura y ambiente. Ese cuadrilátero terrestre guía
nuestros pasos y ha de ser la fuerza que mueva al ente peninsular, al poblador
que Belisario llamó orejano y que creó la más hermosa expresión de etnicidad.
¿Sólo?… si moro aquí, con alboradas y ocasos de oro, me solazo con acordeones y
décimas, mientras la gastronomía se forja en la catedral de la fonda.
¿Aislado?,
si nos rodea la inteligencia con faldas. Tenemos a Rufina, Ofelia, Bibiana y
Zoraida, pioneras rompiendo paradigmas y reclamando un puesto para ellas. Me niego a echar en saco roto a José del C. y
Leonidas Saavedra Espino, Antonio Moscoso Barrera, Isidoro Valdés, Ernesto
Castillero, José Huerta, Sergio González Ruiz y también al otro paisano que
vende helados de pipa, a la mujer de vida espartana y heroína del hogar.
Acompañados con el osario de nuestros antepasados, imposible temblar ante los
desafíos y el simple cacareo del tiempo sembrado de añagazas.
¡Venceremos
paisanos! No temamos a las nubes negras, porque de ellas proviene el agua
vivificante que moja las cementeras. Nuestros ríos siempre han estado allí,
cuidemos la vida porque la vieja Guadaña no cejará de rondar. Ama al Sol y al
viento, a la obscuridad y a la Luna. Lo nuestro es el desafío de la luz sobre
las tinieblas, el canto del ave en la fronda, la música que triunfa sobre el
silencio y la mano indefensa de los niños que confiaron en nosotros.
¿Qué
estamos confinados y en cuarentena? Todo es relativo, porque la libertad nunca
ha sido pasto de la ergástula, ni la mazmorra ha logrado aprisionar la fe del
hombre. Me basta con escuchar el trino de la platanera, de los azulejos
inquietos y dicharacheros, para convencerme del triunfo del hombre de nuestra
península hermosa. Sí, otra vez venceremos, como siempre, y por los siglos de
los siglos.
…….mpr…
31/III/2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario