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07 abril 2023

MACARACAS EN LOS AÑOS VEINTE DE LA VIGÉSIMA CENTURIA

 

 

A mis amigos macaraqueños,

a mi hija Ana Cristina Pinzón Castillo, admiradora de Macaracas.

El análisis de la región peninsular azuerense deja al investigador ciertos hechos claros. Entre ellos, la disparidad en los estudios zonales, porque algunos pueblos -Villa de Los Santos, Las Tablas y Parita- gozan de mayor preferencia por parte de los investigadores. Este hecho tiene su explicación, ya que la costa oriental fue el sitial en donde de manera temprana se asentaron los grupos precolombinos y, luego, coloniales, los que a través del tiempo se expandieron hacia el occidente peninsular. Tal acontecimiento deja en claro que sitios como Ocú, Las Minas, Los Pozos, Macaracas y Tonosí, ubicados en la antigua zona de la sierra, merecieran menor interés investigativo por parte de los intelectuales de la región; aquellos estudiosos que, procedentes de la costeña clase media peninsular, son los que tempranamente reflexionan sobre su zona de influencia, aguijoneados, además, por los sentimientos del terruño.

En este trabajo se aspira a estudiar uno de tales poblados; me refiero a Macaracas, situada en el corazón de la península de Azuero. En efecto, interesa echar una mirada escrutadora sobre la vida social macaraqueña al inicio del siglo veinte, época cuando el mundo, construido desde el siglo XVIII, comienza a transformarse.

 

1. Breves notas sobre la historia macaraqueña.

 

Macaracas está ubicado a 323 kilómetros al oeste de la ciudad de Panamá, enclavada en las proximidades del cerro Canajagua, promontorio que se dibuja en la distancia. El municipio tiene una historia apenas conocida, debido a la ausencia de fuentes documentales que permitan reconstruir el proceso evolutivo, ya que la inserción del poblado no vino a incrementarse hasta la nonagésima y vigésima centuria.

Hay referencias dispersas desde el siglo XVIII, cuando al parecer se establecen los primeros grupos de habitantes mestizos provenientes de la costa oriental, es decir, del área que se extiende desde Santa María de Escoria, al norte, hacia Pedasí, en la región austral. En el fondo Macaracas es producto del avance del frente ganadero que se expande desde las sabanas orientales hacia la sierra occidental, como queda dicho.

Así, por ejemplo, en el año 1843 la zona formaba parte de la provincia de Panamá, Cantón de Parita y tenía una población estimada en 3806 habitantes. Todo el cantón (Parita cabecera, Macaracas, Minas, Ocú y Pesé) sumaban 15,119 habitantes.[1] Mientras que la provincia tenía 57 mil almas. En cambio, hacia el año 1862, se dice de Macaracas que esun llano alto entre los ríos Estibaná i la Villa; es sano. Tiene reses i cerdos. Habitantes 2,708; metros sobre el mar 75; temperatura 26 ° 5”. [2]

La fundación del distrito de Macaracas -el 12 de septiembre de 1855- demuestra que ya para tales calendas el poblado debió tener algún grado de formato urbano, así como grupos asentados en ella que habían -seguramente-, monopolizado el control político, económico y religioso de su hinterland regional. Lo cual nos lleva al siglo XVIII como el momento del surgimiento de Macaracas, más por un hecho consumado que por acto fundacional premeditado.

Una prueba de ello son los conflictos surgidos a mediados del siglo XIX entre liberales y conservadores, los que tuvieron como secuela la muerte del cura conservador José María Franco, hecho acaecido el 9 de septiembre de 1856, así como el caso del señor Pedro Pérez y Pérez, asesinado el 18 de agosto de 1852.[3] Tales sucesos confirman que algo se tejía en el tejido social y que afloraban contradicciones dentro de la sociedad, las que no lograban canalizarse en el plano ideológico, porque la formación educativa distaba de ser la ideal y apenas si se puede hablar de conciencia de clase.

Ya en el siglo XX y aún a mediados de la centuria, el acceso a Macaracas era sumamente difícil, porque la moderna carretera no se construye hasta los años sesenta, fenómeno que comparte con el resto de los municipios que podríamos denominar de “montaña”. Es decir: Las Minas, Los Pozos y Tonosí. Sin embargo, este aislamiento relativo tiene su contrapartida en el fortalecimiento de las tradiciones, que, pasado el tiempo, logran expresarse en la celebración del Encuentro del Canajagua y en el fortalecimiento de la fiesta sacro-profana de la epifanía del 6 de enero, conocida como Los Reyes de Macaracas, vieja muestra de teatro popular que parece datar del siglo XIX, aunque no existe certeza documental que así lo atestigüe.

De lo que sí tenemos testimonio escrito es de los temblores o sismos que con alguna periodicidad han sacudido a la población; como el acaecido el 1 de octubre de 1913 que afectó la estructura del templo. Así lo relata el cura Esteban Vásquez:

“Anoche a las once y media de la noche un fuerte temblor de tierra destruyó la torre y parte de la iglesia y lo demás lo dejó inservible”. [4]

Otro aspecto sumamente interesante para Macaracas viene a ser, porque ya se vislumbraban en el país los problemas asociados a la tala de bosques, la creación, por parte de la administración Porras, de la Ley N° 27 de 27 de diciembre de 1918 que hace posible que se establezca la reserva de El Colmón de Macaracas. En efecto, en su artículo 3° se señala:

“Tampoco podrán ser adjudicables en propiedad, ni en alguna otra forma, las tierras nacionales denominadas “El Colmón” y “Rincón Hondo”, situadas en el Distrito de Macaracas, comprensión de la Provincia de Los Santos, cuyos linderos son los siguientes:

De las de “El Colmón”: Por el Norte, bajo de José Natividad Nieto y camino real a Chupaito; por el Sur, potrero de José Juan Campodónico y Manuel García C.; por el Este, camino real de Chupaito ya mencionado, y por el Oeste fincas de Francisco Antúnez, Salvador Vega y Patricio Rodríguez.

De las de “Rincón Hondo”: por el Norte “Guabo Viejo” y camino a la finca de Cruz Vega; por el Sur, camino de “El Faldar”; por el Este, potrero de José Juan Campodónico, y por el Oeste, “Guabo Viejo mencionado ya”. [5]

De lo dicho se colige que el mundo rural macaraqueño asume su faz aquí y acullá, en indicadores dispersos en la escasa documentación existente, pero que contribuyen a lograr una primera aproximación del perfil de la vida social de la gema de la sierra santeña.[6]

2. La cuestión social en Macaracas

Tal vez convenga estudiar a Macaracas en los años veinte y mirar, hasta donde sea viable, el mundo social de la época, que aún forma parte del legado colonial. Al hacerlo emergen algunos nombres y apellidos que se constituyen en emblemáticos representantes de la incipiente clase media de la época, la que encontramos en documentos de aquellos años; tal el caso de los registros del semanario El Eco Herrerano, periódico de circulación de aquellas calendas, editado en Chitré en la primera mitad del siglo XX.[7] Allí reposan algunas pistas para comprender la época en referencia, a las que debemos añadir las fuentes de la Gaceta Oficial, los archivos parroquiales y uno que otro texto.

Me refiero a personajes como Ana María Moreno Del Castillo (1887-1977)[8] Elida Luisa Campodónico Moreno (1894-1960)[9], Rafael Moreno González (1901),[10] Ovidio Díaz Vásquez (1919 – 2022)[11] y un hombre de clara extracción popular: Rogelio “Gelo” Córdoba (1911-1959).[12] Tales personajes macaraqueños nacieron a finales del siglo XIX y transcurso de la vigésima centuria. Ellos encarnan la transición de la fase que proviene de la colonia hacia los nuevos tiempos del siglo XX; como en el caso de José Encarnación Brandao Espino que se desempeña como político de la zona.[13]

La vigésima centuria estrena el primer personero municipal. Según la fuente, la distinción recayó en Reyes Díaz, como principal, y Nicanor Vásquez como suplente.[14] Son detalles que aparecen en el semanario que arriba he destacado, pero que igualmente recogen los archivos parroquiales del templo de San Juan Bautista de Macaracas, documentos que contienen la genealogía de la población y los registros de nacimientos, matrimonios y defunciones.

El municipio macaraqueño tenía en los años veinte una población estimada en 4 mil 109 habitantes. Lo que representa el 11.8% de la población provincial, confirmando el crecimiento lento que también se constata en el resto de la república. Los documentos consultados dejan entrever una ruralidad apabullante en una población que derivaba su sustento de actividades agrarias.[15] Al inicio del siglo XX, tal vez lo más significativo en este rubro sea la existencia del alambique que establece José J. Campodónico.[16]

Al respecto, en el año 1922, el alcalde Juan B. Moreno, junto a su secretario M. S. Moreno emite acuerdo para normar la industria pecuaria y caballar en la zona bajo su mando y ordena que es de “obligatorio cumplimiento para todo dueño de bestias y de ganados residentes en el Distrito el presentarse a esta Alcaldía con el fin de hacer registrar en un libro especial que se abrirá al efecto, el ferrete que use para marcar sus animales como también la señal de sangre” [17].

El problema de la tenencia de la tierra, vinculado a la existencia y control de animales en soltura, deja entrever, el avance de la propiedad privada. Por ese motivo la alcaldía legislaba al respecto sobre bienes mostrencos, es decir, aquellos que no tienen dueños conocidos. Así podemos leer:

“La res vacuna o caballar que pasado de un año sea encontrada en este Distrito sin marca de fuego que la distinga, puede ser denunciada ante esta Alcaldía como un bien mostrenco para los efectos del artículo 1600, con derecho el denunciante, en caso de venta en almoneda pública a la tercera parte del avalúo, o la mitad del valor de la multa que imponga el dueño como infractor del artículo 1596, ya citado” [18]

El mundo social que existe ha quedado reflejado, indirectamente, en reportes de corresponsales macaraqueños en El Eco Herrerano, como he planteado. En el ramo educativo aparece esta nota periodística que se explica por sí sola y que lleva fecha del 15 de mayo de 1923:

“La Escuela Mixta de esta cabecera empezó sus labores el día 2 del presente mes, bajo la dirección del entusiasta joven Moisés A. Moreno y como maestra de grado la señorita Arsenia Gudiño, recientemente llegada de nuestra Capital de la República; como es el primer año que ambos maestros ingresan en el magisterio, llevan el cerebro repleto de ilusiones, esperamos que a fin de curso una labor satisfactoria llene sus aspiraciones y satisfaga a los padres de familia; pero nos aflige el conocimiento que tenemos que en el plantel de esta localidad después de unas bancas antediluvianas y otras que no sirven, se carece de todo lo demás necesario para la enseñanza.

También han sido reabiertas las escuelas de Corozal y Llano de Piedra bajo la dirección de sus maestros Luis Quintero y Hermisenda Castro, respectivamente”.[19]

Las labores educativas en Macaracas tienen otros antecedentes, porque en el año 1888 impartía clases en la escuela de varones de dicha comunidad el maestro Esteban Vásquez, quien atendía una matrícula de 22 estudiantes, con una asistencia de 20 y salario de 40 pesos.[20]

Sin embargo, no falta la nota de optimismo de un anónimo corresponsal que destaca la conferencia de un educador que se afana en encender la antorcha del conocimiento:

“Antes de ayer tuvimos el placer de estrechar la mano al acucioso Inspector de Instrucción Pública, señor Don Moisés Gómez, a su regreso de Llano de Piedras, donde visitó la última escuela. Nos obsequió con una conferencia sobre el ramo a su cargo. Sentimos mucho la poca concurrencia, ello fue debido a la mala información del encargado de invitar, señalando una hora que no era; por este motivo no concurrieron más de cuarenta padres de familia.

La charla como suele decir nuestro conferencista versó sobre el beneficio que recibe los educandos cuando los padres de familia están en contacto con el maestro; la educación del niño en el hogar y la necesidad urgente de buena asistencia de los alumnos a la escuela.

Terminado ese punto trató de la agricultura, la manera como se debe escoger la semilla del maíz en la mata, la parte de la mazorca de donde se deben tomar los granos para la siembra y el resultado que se obtiene con esta selección.

Nuestros labradores y padres de familia se muestran muy satisfechos con la amena charla y lo prueba la mejor asistencia a la escuela el día siguiente. Para completar no hace falta más que un poquito de buena voluntad del señor alcalde quien así se lo prometió al señor inspector.

Ojalá el señor Gómez nos hiciera el honor de otra visita como esta, que seguro estoy que él quedaría tan satisfecho como nosotros”. [21]

Los reportajes son esclarecedores, porque describen de cuerpo entero la suerte de la educación en las áreas rurales de Panamá; no obstante, los esfuerzos que los liberales progresistas venían haciendo en un país que aún vivía los estragos de la Guerra de Los Mil Días.[22]

El municipio, por su parte, expide decretos para tratar de mejorar la difícil situación fiscal. Así, por ejemplo, el acuerdo municipal del 6 de diciembre de 1922, realiza el cálculo de los ingresos anuales para el año fiscal de 1923.

“1. Bailes………………………………………………………75.00

2. Rescate de animales vagos y mostrencos…………..25.00

3. Contribución comercial……………………………….460.00

4. Espectáculos públicos……………………………………5.00

5. Galleras y riñas de gallos…………………………..…..10.00

6. Poste y corral………………………………………………50.00

7. Multas de policía………………………………………….75.00

8. Conmutación de pena……………………………………25.00

9. Remate de armas decomisadas………………………..10.00

10. Perros………………………………………………………25.00

11. Impuestos de trapiches………………………………..20.00

12. Vehículos de rueda……………………………………..75.00

13. Juegos permitidos………………………………………10.00

14. Buhoneros…………………………………………….……5.00

TOTAL……………………………………………………..B 850.00” [23]

En la misma línea de recaudación fiscal, el acuerdo 1 de 5 de enero de 1923 muestra interés por regular los bailes, espectáculos públicos y animales en soltura. El artículo 1 establece que: “Todo dueño de baile en el Distrito que no pase de 12 horas, pagará anticipado un balboa cincuenta centésimos (B 1.50) por cada baile.

Inciso único: se exceptúan del impuesto los de carácter privado que sin ánimo de lucro tengan lugar entre familia en la cabecera del Distrito”.[24]

Este detalle sobre la realización de bailes demuestra, si lo relacionamos con el acuerdo municipal del 6 de diciembre de 1922, que la alcaldía estimaba que en el distrito macaraqueño se realizaban 50 bailes anuales. Una cifra no despreciable para la época, porque deja constancia de, al menos, 6 bailes mensuales, sin contar los de carácter privado.

Como era de esperarse, en tales calendas la sanidad aún estaba alejada de la medicina moderna, por lo que los curanderos fungían como médicos empíricos.

El siguiente relato, escrito con cierta dosis de gracejo e hilaridad, más enfocado a lo literario que a la realidad, tampoco está exento de su dosis de verdad. Veamos lo que se describe bajo el título de “Botica de manteca”, fechado en Monagrillo el 23 de julio de 1931, bajo la firma de RUBIZ.

“BOTICA DE MANTECA

Ña Juana Capistrana la de Los Leales, Macaracas, tiene una gran botica en la que vende toda clase de medicamentos que usan los doctores yerberos.

La botica está instalada en un rancho con un patio bien sembrado de toda clase de hierbas y en el rancho siete tablillas llenas con sus mantecas.

Ña Juana también receta y ve los orines de toda clase de enfermos que de esos contornos acuden en busca de salud y cuando no receta prepara con gusto las de los otros yerberos que la solicitan.

En esa botica encuentra Ud. un surtido completo de mantecas, como manteca de lagarto, de culebra, de gato solo, de tortuga, de iguana negra, de gallina, de bagre, de mono, de armao, de zorra, de tiburón, de puerco y manteca de vaca. Entre las hierbas tiene, de gallote, de limón, yerbabuena, cañafístula de purgar, calaguala, contragabilana, yuquilla amarilla, contrahierba, ruda, romero, cepa de caballo, paico, verdolaga, hierba de zorra y otras mejores.

En cierta ocasión uno de esos curanderos que sacan gusanos, borrigueros y sapos de la barriga, le dio por recetar a un paciente congo mulato tostado con todo y avispas para que hiciera una bebida de ese polvo y la tomara antes de acostarse como para que nadie supiera el resultado sino por la mañana.

La cura fuera rápida, el resultado efectivo, un muerto más al hoyo y el luto a sus deudos.

Y a veces pegan y hacen buenas curaciones a personas desahuciadas por doctores mismos”.[25]

Muchos relatos hablan de una situación social en extremo difícil, en especial en áreas alejadas de la capital distrital en donde la sanidad y la pobreza pintan cuadros como el siguiente:

“UN SUCESO MUY TRISTE

Un niño muere ahorcado en un caserío de Macaracas- Relación que hace un corresponsal

Murió el niño Pedro García, de dos años, en la noche del veintiséis del actual en el caserío de ‘El Parador´ de esta comprensión. Según informes, éste dormía acompañado de su señora madre en un armazón de madera el cual, entre uno de sus lados y la cerca del bohío, formada un espacio vacío y que sin duda al revolverse, salió después por dicho espacio quedando atado por la garganta. Tan profundo era el sueño en que se encontraba sumergida la madre en esos momentos, que no se dio cuenta de la agonía de su hijo. Cuando despertó estiró su mano para tocarlo y al no encontrarle se levanta apresuradamente y lo ve en ese suplicio ya exánime.

Consideramos tanto cuál sería la desesperación del párvulo como el de la madre, y desearíamos a la mayor parte de los padres de familia un poco más de precaución para con sus hijos bajo distintos puntos de vista.

Macaracas, marzo 28 de 1925.

J. B. M.”[26]

En el otro extremo de la vida social, la muerte llama a su casa a personajes de alguna prestancia social:

“Víctima de una traidora enfermedad, dejó de existir en la madrugado de hoy, la respetable matrona Doña Sofía Moreno de Díaz esposa de Don Reyes Díaz V. y hermana de los señores Isaac, Nemecio y Juan Bautista Moreno.

Esta desaparición ha consternado, y sumido en honda pena a la sociedad macaraqueña, pues ésta se ufanó siempre en considerar a la extinta como a uno de sus más legítimos exponentes de bondad y de virtud.

No pudiendo, como no podemos alterar los designios de Dios, entre los cuales se encuentra, el pasar de una vida a otra, nos conformamos con elevar una plegaria al Todopoderoso, por el eterno descanso del alma de tan distinguida dama y con enviar a sus numerosos deudos, envuelto en los cendales de nuestras palabras de resignación y consuelo que les sirva de lenitivo al rudo golpe que les hace experimentar tan inexorable sentencia y de sentida condolencia, sinceras nuestras.

Macaracas 17 de agosto de 1924” [27].

Pero no todo eran temáticas de la sanidad, tópicos educativos u otros, porque el entorno ambiental del poblado -para aquella época está lleno de verdor- también estimulaba el estro poético y las labores de Cupido. Así se mostraba dolido y acongojado un visitante tableño en las tierras del Estivaná y el río La Villa.

“AL DEJAR A MACARACAS

En el ocaso, el sol agonizante, lentamente se ocultaba; las aves regresaban a sus nidos; el horizonte tornábase oscuro; y las sombras de la noche, todo lo envolvían bajo su manto.

Yo me alejaba de Macaracas, triste, pensativo; creí dejar el corazón en aquellos rincones silenciosos y llenos de encanto naturales; y sentía deseos de regresar, para permanecer para siempre, junto a unos ojos tan negros como el ébano, junto a una morena que es ideal.

Poco a poco me iba alejando, sin comprender qué me sucedía; la noche se hacía más oscura y más oscuras también, las sombras que envolvían mi corazón.

El cielo estaba estrellado y parecía indiferente a mi sufrimiento; pero no tenía luna; aún permanecía oculta, como temerosa de presenciar aquella horrible despedida.

Despedida de un corazón al dejar al ser amado; lucha de un alma fogosa, entre la pasión y el olvido.

Y cada colina que se me interponía entre mis ojos y aquél poético jardín, eran rocas que desprendidas del infinito, caían sobre mi corazón; sobre ese corazón que herido, recitaba un adiós.

Pocos minutos después…completa oscuridad; ya Macaracas se había ocultado tras los cerros; pero le había grabado, cual en tarjeta postal, en lo más íntimo del pecho; allí donde el Amor tiene su nido y su altar.

Y las sombras de la noche, que cubrían los montes, la llanura, el espacio, eran aún más claras, que las que envolvían de pena mi corazón.

En mi alma una herida mortal causada por los rayos de unas pupilas, que ni en seis años he podido olvidar; en mi mente el recuerdo, de aquel cuerpo virginal, eran mis únicos compañeros en aquella noche de soledad.

Y cuando la luna asomó temblorosa tras el Canajagua, vi en ella el retrato de la mujer amada; las pupilas de aquella morena, que tan dulcemente matan.

Las Tablas, 8 de febrero de 1923” [28]

De estas fuentes documentales y otras que he consultado, se deduce que Macaracas es un poblado con fuertes vínculos con la Villa de Los Santos, de donde proceden algunos núcleos familiares, tal el caso de los antepasados de la Sierva de Dios, Ana María Moreno Del Castillo, quien nace en el sitio, pero vive la mayor parte de su vida productiva en la Capital Histórica de Azuero, la Villa de Los Santos. Los nexos son evidentes en esta nota periodística que también registra el paso de otros personajes.

“Notas sociales macaraqueñas

El jueves próximo pasado partió para la simpática ciudad de Los Santos, la siempre alegre y angelical, señorita Carmen Solís Correa, después de haber pasado entre nosotros una temporada bastante larga, aunque corta para aquellos en cuyos corazones los ojitos hechiceros de Carmencita clavaron dolorosas flechas.

La noche de su partida, fue interrumpida en su sueño por una voz doliente que lanzaba sus gemidos en torno de su lecho como temerosa de despertarla. Era la voz tierna y agonizante de un instrumento tísico que modulaba en su reducido número de cuerdas, las quejas lúgubres de algunos de los admiradores de la virgen dormida.

Y se fue Carmen Sofía; sólo queda en nuestro espíritu el recuerdo de la espiritual gitanilla que supo captarse el cariño de los macaraqueños, y causar vértigos en los corazones de muchos efraínes.

Hasta su hogar hacemos llegar nuestro recuerdo.

Para el vecino pueblo de Tonosí partieron los señores Tereso Calderón T. y Espiritusanto Carranza, Inspector de Las Rentas Nacionales y Agentes de Policía respectivamente.

Van los referidos señores a asuntos concernientes a sus respectivos rangos.

Buen viaje les deseamos.

Procedente de la moderna y popular metrópoli Herrerana, se encuentra entre nosotros el culto y buen amigo Pío Zambrano, el más honrado y mejor joyero de esta península.

Lo saludamos.

S.C.M.

Macaracas, 11 de marzo de 1923.[29]

Comentario sobre lo planteado

Aunque la existencia de testimonios escritos no abunda, las fuentes permiten atisbar en el mundo macaraqueño de la primera mitad del siglo XX. Ese cosmos social forma parte del legado colonial que aún repercute en la sociedad que mora a la orilla del río Estibaná. Estamos ante una cultura sumamente rural que intenta romper con la cosmovisión de centurias previas y que se expresa en la antinomia de lo rural y lo urbano.

El estado de la educación es un indicador social de lo comentado, el que muestra carencias, aunque al mismo tiempo siembra el embrión de un mundo por venir. Lo vemos en el llamativo surgimiento, en el propio pueblo de Macaracas, de una tímida clase media, hecho que queda claro en la existencia de algunos apellidos que aparecen ligados a los puestos burocráticos y que luego han de desempeñar algún rol en el cambio social macaraqueño.

Entre líneas puede leerse la diferencia existente entre el propio sitio de Macaracas y los estilos de vida de quienes moran en el resto de la municipalidad. El relato del niño que muere en su rancho, acostado en cama de varitas, es la expresión de esas contradicciones y muestra cuánto aún estaba por hacerse en los campos de la región del Canajagua.

También quedan en claro los problemas fiscales del municipio, los que no han sido superados, porque el distrito aún continúa subsidiado. Además, llama la atención el aislamiento de una jurisdicción administrativa creada en 1855, pero que todavía en los años veinte no tiene una carretera que le vincule con los pueblos de la costa. El hecho no es de extrañar, porque la carretera que la administración de Belisario Porras construye apenas se está realizando en la zona de la costa oriental.

Por otro lado, resultan admirables las crónicas periodísticas que desde Macaracas se escriben sobre el poblado; ellos dejan presente el deseo de hacer del lugar un sitio que tenga presencia en la península de Azuero, además de demostrar la maduración de una incipiente intelectualidad que reflexiona sobre el ser comunitario. Es decir, está creciendo la “macaraqueñidad”, la identidad cultural de un pueblo que ha crecido a la vera de dos ríos -La Villa y El Estibaná- y que defiende su personalidad colectiva.

En lo que transcurre del siglo XX, y que no es objeto de nuestra pesquisa, Macaracas se posiciona como área comercial y zona de enlace con Los Pozos, Tonosí y la zona de Sabanagrande, demostrado que los hechos aquí consignados, hace un siglo de existencia, vislumbraban un futuro prometedor, que ha hecho de la tierra del Estivaná el corazón de la península de Azuero.

 

NOTAS



[1] Ver: Pérez, Felipe. GEOGRAFÍA GENERAL Y FÍSICA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA Y GEOGRAFÍA PARTICULAR DE LA CIUDAD DE BOGOTÁ. Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1883, página 119.

[2] Pérez, Felipe. GEOGRAFÍA FÍSICA Y POLÍTICA DEL ESTADO DE PANAMÁ. Bogotá: Imprenta de La Nación, 1862, pág. 90. Las estadísticas de la época hay que verlos con suma reserva, ya que no son del todo fieles a la realidad.

[3] Mayores detalles en Muñoz Pinzón Armando. UN ESTUDIO SOBRE HISTORIA SOCIAL PANAMEÑA (Las sublevaciones campesinas de Azuero en 1856). Panamá: Editorial Universitaria, 1980, 268 págs.  Igualmente, en Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Conservadores, liberales y campesino en Panamá”; en REVISTA PANAMEÑA DE SOCIOLOGÍA. # 3. Panamá: Imprenta Universitaria, 1987, págs. 27-42.

[4] Ver Archivo Parroquial del templo de Macaracas.

[5] Ver GACETA OFICIAL. Segunda Época, Año XVI, N° 3021, 20 de enero de 1919.

[6] Algunas notas históricas pueden leerse en el ensayo de Oscar Velarde Batista: “Macaracas durante el dominio colombiano. Notas históricas”, en REVISTA CULTURAL LOTERÍA. Edición # 540, septiembre-octubre, 2018, págs. 6-22.

[7] El semanario cumplió en el año 2022 cien años de existencia. Estuvo dirigido por Juan Antonio Rodríguez R. y como administrador tuvo a Francisco I. Rodríguez. La publicación es un venero de información y debiera ser restaurada y digitalizada.

[8] 28 de mayo de 1887.  Nace en Macaracas Ana María Moreno Del Castillo, mejor conocida como La Niña Anita; hija de Manuel Balbino Moreno y Ana Castillo de Moreno, residentes en la Villa de Los Santos. Los padres se habían trasladado a tierras macaraqueñas para protegerse de la peste que en aquellos años afectaba a la costa peninsular y una vez superada la amenaza sanitaria retornan al poblado. La niña Anita fue una mujer piadosa que se caracterizó por su amor y devoción a la Santísima Virgen, así como por su entrega a labores en el templo a San Atanasio. Fue organizadora de la Semana Santa y la celebración del San Juan de Dios, entre otras obras pías. Condecorada por el gobierno nacional y la Santa Sede, falleció en su pueblo natal el 11 de noviembre de 1977. En el marco del proceso que se sigue para proclamarla santa, y dado que ha sido declarada Sierva de Dios, el 18 de julio de 2018 los restos mortales fueron trasladados del cementerio santeño para ser inhumados en la cripta que reposa en el templo a San Atanasio.

[9] 6 de agosto de 1894. Natalicio de Elida Luisa Campodónico Moreno. Nacida en Macaracas. Hija de José Campodónico y Josefa María Moreno, bautizada en esa población el 19 de febrero de 1898. Estuvo casada con el pedagogo peseense José Daniel Crespo. Como educadora la santeña desempeñó un papel relevante en la defensa de los derechos de la mujer panameña. Ella está entre las primeras panameñas en adquirir un título universitario en derecho, grado que lo obtuvo en la Escuela Libre de Derecho, luego de sustentar su tesis, en el año 1935, sobre “La delincuencia de la mujer en Panamá”. En su época fue partícipe de movimientos sociales en pro de la educación nacional, así como de la valoración de la mujer panameña, como ya queda dicho. Falleció en la ciudad capital de Panamá el 6 de enero de 1960, justo cuando en su pueblo natal se conmemoraba la fiesta de la adoración de los Reyes Magos.

[10] 24 de octubre de 1901. Nace en Macaracas Rafael Moreno González. Formación educativa primaria en la Villa de Los Santos y secundaria en el Colegio La Salle. Estudios parciales de odontología en New York. Realizó importante labor en pro de su pueblo natal en los aspectos económico y culturales. Promotor de una planta colectora de productos lácteos que ha tenido un profundo impacto en la zona montañosa de la región del Canajagua. El colegio secundario de Macaracas lleva su nombre.

[11] 26 de febrero de 1919. Nace en Macaracas Ovidio Díaz Vásquez. Hijo de José Casimiro Díaz y Elena Vásquez Delgado. Destacado ingeniero civil, político y empresario santeño que ocupó relevantes cargos, tanto en el engranaje gubernamental como en la empresa privada. Fue dirigente estudiantil, obrero de la construcción, líder empresarial, diputado y un conjunto de actividades en las que sobresalió como ciudadano y hombre político. En su momento fue secretario general de la Federación de Sociedades Santeñas, presidente de la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos, entre otras agrupaciones. Detalles de su vida pueden leerse en su libro autobiográfica Cruzando el río, texto que publicó en el año 1993. Falleció el 19 de febrero de 2022.

[12] 15 de marzo de 1911. Nace en El Paradero del Mogollón de Macaracas, Rogelio “Gelo” Córdoba. Hijo de Fermín Cortez (*7/VII/1893) y Gertrudis Córdoba. Músico y compositor que en Panamá sentó las bases de la música de acordeones. En sus inicios fue intérprete del violín, pero con posterioridad lo abandonó para ejecutar el instrumento de pitos y fuelles. Director del conjunto Pluma Negra del que todavía se recuerdan sus gustadas interpretaciones al estilo de Canajagua azul y la más representativa de sus piezas musicales, El Mogollón, considerado el himno de la música de acordeones en el Istmo. A los 48 años fallece en la ciudad de Panamá el 5 de febrero de 1959. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Pedasí, provincia de Los Santos.

[13] José de la Encarnación Brandao Espino era hijo de José de la Encarnación Brandao (1826-1891) y tuvo por pariente a Píndaro del Carmen Brandao Ventura (bautizado en Las Tablas el 26 de octubre de 1870 y nacido el 17 de mayo de 1870). La madre de Píndaro fue Sirila Isabel Ventura, casada el 21 de febrero de 1860. José de la Encarnación Brandao Espino, a diferencia de Píndaro, nació en Macaracas y era hijo de Juana de Dios Espino, José Encarnación casó en Macaracas con Clementina Castro el 17 de abril de 1922. Ésta era hija de Teófilo Castro y Hortensia Moreno. Ambos personajes – Píndaro y José Encarnación-  se desempeñaron como políticos ocupando puestos de relevancia social. Fueron firmantes, en su carácter de diputados, de la Constitución Política de Panamá en el año 1941.

[14] Ver Gaceta Oficial, Año 1, # 8, del 24 de marzo de 1904.

[15] Contraloría General de la República. Censos Nacionales de 1950. Quinto Censo de Población, Vol. 1, cuadro 1.

[16] Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Agro y capitalismo en Los Santos. Las políticas estatales en la primera mitad del siglo XX”, en REVISTA ANTATAURA. Chitré: Impresora Crisol S.A., 1987, pág.48.

[17] Según el Decreto Número 2 de 1922 (de 1 de julio). Publicado en la Gaceta Oficial #3976, Año XIX, de 9 de agosto de 1922.

[18] Ver Gaceta Oficial, Año XIX, # 3976, de 9 de agosto de 1822. Confrontar artículo 2°

[19] Semanario El Eco Herrerano, edición del 3 de junio de 1923.

[20] Pinzón Rodríguez, Milcíades. LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN AZUERO. Chitré: Impresora Crisol S.A., 1992, 84 págs. ¿Es acaso este maestro el sacerdote del mismo nombre?

[21] El Eco Herrerano, 27 de enero de 1924.

[22] Pinzón Rodríguez, Milcíades. Op. Cit., pág. 25.

[23] Gaceta Oficial, Año XX, número 4071 del 13 de enero de 1923.

[24] Gaceta Oficial, Año XX, número 4090 del 6 de febrero de 1923.

[25] El Eco Herrerano, 25 de julio de 1931, pág. 2.

[26] El Eco Herrerano, 1925, pág. n/e.

[27] El Eco Herrerano, 31 de agosto de 1924.

[28] El Eco Herrerano, 18 de febrero de 1923.

[29] El Eco Herrerano, 25 de marzo de 1903.


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