Archivo del blog

17 marzo 2009

LA POESÍA DE DON ANTONIO JIMÉNEZ VARGAS

Don Eustaquio Antonio Jiménez Vargas
He leído con indescriptible gozo el manojo de poemas que Eustaquio Antonio Jiménez Vargas denomina NOSTALGIA, HOMENAJE, RECOMPENSAS. El santeño, a quien en La Villa de Los Santos conocemos como Tony, se vincula con esta creación literaria a una pléyade de escritores que en de la Tierra de Cubitá hacen gala de una sensibilidad envidiable. Me refiero a prestigiosos vates que van desde la tableña Zoraida Díaz (1880-1948), pasado por el Dr. Sergio González Ruiz (1902-1966) o las promesas que en pleno siglo XXI representan paisanos como Roberto Pérez-Franco y Salvador Medina Barahona.
Para valorar a plenitud la poesía que subyace detrás de la pluma de Antonio Jiménez Vargas hay que comprender su entorno social y su historia de vida. Don Antonio pertenece a la generación del treinta (23-VIII-1936) y viene al mundo en un poblado emblemático de la región santeña: La Villa de Los Santos. Luego de los estudios primarios en su tierra natal (Escuela República de Honduras) se recibe de Perito Mercantil en la Ciudad de Panamá y retorna a su patria chica. Acá se desempeña, algunas veces en el Honorable Consejo Municipal y, en otras ocasiones, como Secretario de la Alcaldía Municipal. También ha sido funcionario bancario.
Debemos saber que la presente obra de Jiménez Vargas no es la primera, ya publicó MI CAMPESINO INTERIOR, creación que se editó durante el año 2006. En ambos aportes encontramos a un hombre raizal, a un ser que canta a la vida y que siente pasar ante sus ojos la película de su existencia y la de sus gentes. Se nota que Don Antonio es un hombre de una fina sensibilidad. Él no se queda impávido ante lo que mira y escucha, ya que experimenta el deseo interior de compartir con el mundo su visión. En este andar encuentra en las letras el mecanismo para hacerse oír y lo hace por la vía que distingue a los bardos, los poemas.
Pienso que la denominación del texto lo dice todo: NOSTALGIA, HOMENAJE, RECOMPENSA. Porque de eso se trata, de esa nostalgia del ayer, de un homenaje a lo que él ama y respeta, así como de recompensas que nos regala la vida. Don Antonio es un hombre a quien le duele su pueblo, hay en sus esquelas como una búsqueda de las esencias de un pasado que se le antoja glorioso. El título de uno de tales poemas lo pinta de cuerpo entero: AÑORANZAS. En este aspecto sus versos son muy santeños, muy en la línea del ser del santeñismo. Me refiero a una como congoja interior (MI CAMPESINO INTERIOR, dice Don Antonio); a experimentar y expresar la nostalgia, muy en el sentido que le atribuyen los gallegos (morriña) y los portugueses (saudade).
El libro esconde un conjunto de palabras generadoras de la orejanidad (Río La Villa, sandía, melones, recuerdos, chapuzón, tristeza, libertad, quebradas, Rufina, etc.). Todas en claves semánticas de la vida campesina que contribuyen a vertebrar el texto literario. En general los versos recogen un ensimismamiento y parecieran regodearse en el ayer para poder hacer frente a una sociedad contemporánea que se presiente fatua, desnaturalizada y enajenante.
De lo planteado en modo alguno se podría colegir la existencia de un escapismo literario, de un retorno al ayer para no pensar en el hoy. Al contrario, el poeta quiere que reflexionemos, tal y como lo encontramos en La Vieja Casona, al igual que acontece en las exaltaciones del Grito Santeño (Fecha Eterna y Libre). Sin embargo, el manojo de poemas alcanza temas más universales, como los que denomina Y aquel y Háblame.
Hay que saludar este esfuerzo de un istmeño que saca tiempo para pergeñar en cuartillas; que tiene el valor para enfrentar el desafío del papel blanco que ha de llenarse de sueños, quimeras y protestas. Porque los poemas de Don Jiménez Vargas son hijos de un hombre que escucha el llamado de sus ancestros, sabe de los arcanos de la brisa y se emociona en las tardes crepusculares del estío peninsular.
Me alegro de sus vuelos literarios, de saber que la sensibilidad aún vive, que las Musas todavía embriagan con su néctar celestial el espíritu del hombre contemporáneo. Y qué bueno que Don Antonio Jiménez Vargas, un santeño de pura cepa, sea quien nos obsequie, junto a sus poemas, la certeza de que somos mucho más que hedonismo y pragmatismo.
...mpr
En las faldas de Cerro El Barco, a 24 de diciembre de 2008.

1 comentario:

  1. Estimado Milcíades: agradezco su mención en este escrito. Sería interesante tener una muestra de la poesía del paisano, de modo que podamos disfrutar de lo que usted con su buen criterio nos adelanta. Un abrazo fraternal, Salvador Medina Barahona

    ResponderEliminar