Quizás el tema de los apodos y chistes en Monagrillo pueda mirarse bajo el siguiente enfoque. Pienso que el fenómeno tiene su génesis en la época colonial. Hay que recordar que en ese período la población que residía en esa subregión ocupaba una distancia equidistante entre La Villa de Los Santos y Parita, comunidades coloniales que respondían al viejo esquema social que impusieron los españoles. Lo afirmo porque mientras en La Villa y Parita se era fiel a los convencionalistas sociales, en Monagrillo la gente era más libre y natural en su trato personal. En realidad esto es lo que podría explicar la personalidad extrovertida del monagrillero. Sin duda la situación de vivir con menos ataduras creó una etiqueta social donde el uso del "don" no era frecuente y el trato social evolucionó hacia lo impersonal.
Desde un punto de vista sociológico el hecho podría dar cuenta de dos rasgos definitorios del monagrillero. A saber, el chiste y la broma como forma de vida, así como el uso de apodos en el trato entre las personas. Pienso que en el caso de Monagrillo el uso del sobrenombre respondió inicialmente a ese deseo de igualarse socialmente, de vivir una mayor intimidad y, de paso, echar por tierra las barreras de las clases sociales que eran más evidentes en La Villa y la añeja población de Parita.
Antaño pudo ser así, pero en los tiempos actuales el apodo ha adquirido otra forma de manifestación. De alguna manera se ha constituido en una expresión de diversión, de chacotería popular mediante la cual las personas destacan un atributo social, un suceso comunitario ligado a la persona o a un rasgo somático. Y lo más interesante es que la gente no se ofende por el apodo, sino que participa en ese juego social que supone el sobrenombre o apodo.
Lo anterior posee importantes implicaciones sociológicas para comprender la dinámica social de la región azuerense, porque estaría demostrando que el habitante de Monagrillo, casi sin saberlo, estructuró una respuesta contrahegemónica al estatus social reinante, ya que su forma de ser fue una respuesta impremeditada al dominio social y a las poses de un fingido abolengo en la tierra del Cubitá. En este poblado, como en otros que subsistieron en la periferia de La Villa y Parita, una silenciosa rebelión, de corte democrática y popular, se fraguó y se expresó en el habla, los gestos y la música.
El apodo y los chistes forman parte de esa dinámica y, según nuestro particular punto de vista, no son una mera manifestación de corte folclórico, lo monagrillero encarna un estilo de vida que de forma temprana se manifestó contra la exclusión y el poder comarcal.
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Excelente Artículo Profesor Milciades.
ResponderEliminarSaludos,
José Fung