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24 junio 2009

ENEIDA Y SANDRA

Eneida Cedeño (1923-2006)

Dos mujeres que desde Azuero han sabido cantarle a la patria. Féminas de acordeones y de voces que retumban desde el Canajagua al Tijeras. Eneida, "La morenita de Purio", y "La rítmica Sandra" son la voz del pueblo irredento que se toma el país de norte a sur y de este a oeste. Nacieron en cuna de "canta­lantes" y crecieron entre el maíz, el tomate, la sal y la saloma que esparce su eco entre los montes y cerros de la cultura popular.

Ellas. Dos mujeres, dos generaciones y un sólo desafío: la cultura orejana que se impone ante modismos extranjerizantes; combatiendo las fingidas poses de artistas que transpiran aliena­ción. Es necesa­rio hablar de ellas, no tanto por lo que puedan represen­tar como personas, sino como emblemático símbolo que se erige en valladar contra la penetración cultural.

Eneida Cedeño nació en el sur de la península, en Purio, junto al mar y al legado de lo hispánico; producto contemporáneo del negro afro colonial que laboró en haciendas o en la solariega casa del criollo puebleri­no. Impregnada de esas raíces la voz de Eneida se dejó escuchar junto al acordeón de "Gelo" Córdoba y su "Plumas Negras". Luego se hizo canción con el "Orgullo Santeño" de Dorindo Cárdenas. Cantó por varias décadas, desde los años cuarenta hasta los ochenta de la presente centuria. Siempre la saloma fina y delicada de Eneida. Muy a tono con su época, fiel al acordeonista e impregnada del papel de la mujer que acompaña, pero que no le roba el espec­táculo al acordeón que encarna lo hegemónico en el tradicional conjunto típico azuerense. En este aspecto, al igual que las cantantes de su generación, Eneida pareciera ser el vivo reflejo de la estructura social y el estilo musical que le tocó vivir. Dialéctica de música y sociedad orejana.

Cuarenta o medio siglo después aparece Sandra Sandoval. Nace en Monagri­llo, en el seno de un poblado de raíces populares y de mixtura racial y cultural. Ahora en Azuero se respiran nuevos tiempos, en otro contexto y otra era. Época de liberación femenina, melones de exportación, Internet y políticas neolibera­les. Sandra es universitaria y asume el papel de la orejana que no se resigna al rol tradicional de madre hogareña. Cantante que provoca rupturas musicales y que ensaya coreografías de su propia cosecha. Mueve su cuerpo como si quisiera expulsar los "demonios" de la alienación popular. Sandra no sólo es música y contorsión de cuerpo, ella nos recuerda que la cultura popular es indoblegable y creativa.

Eneida y Sandra. La primera es tradición, la última encarna la inexora­ble modernidad orejana que asume los nuevos desafíos, porque no se resigna a terminar siendo sujeto de museo u objeto de estudio del folclore. Ambas nos recuerdan que los retos de nuestra cultura hay que enfrentarlos con pensamiento creativo. Y a las dos las he visto alegrar nuestros bailes populares y calladamente he sentido la satisfacción de esbozar una sonrisa de complicidad popular.


...mpr...

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