Algo anda mal por las tierras panameñas y por nuestra peninsular región azuerense. A veces, está uno tentado a pensar que los istmeños atravesamos por un período en donde hemos perdido momentáneamente la lucidez mental. Arremetemos contra los valores sociales, sumimos al país en una pobreza digna de un país del cuarto mundo, invertimos cuantiosas cifras en estimular el ego de políticos miopes, destruimos los ecosistemas e irrespetamos los iconos culturales y naturales que fueron el orgullo de nuestros antepasados.
Un poco de tales sentimientos encontrados es lo que experimentamos al ver lo que acontece con el famoso Cerro Canajagua. El promontorio azuerense que fuera el orgullo de las pasadas generaciones, el accidente geográfico al que le cantaron poetas criollos y sobre el que redactaron ensayos nuestros mejores escritores, se ha convertido en el blanco de los más nefastos intereses mercantilistas.
Estuvo allí durante millones de años, incluso mucho antes de que existiera el istmo centroamericano, época cuando las aguas del mar llegaron hasta sus orillas. Luego, la inexorable evolución de la naturaleza lo convirtió en lo que ha sido hasta hace poco: la más alta elevación cercana a la costa azuerense; tan importante y sentida que algunos aún lo confunden como el punto más alto de la región de Azuero, olvidando que Cerro Hoya casi duplica la altura que posee el Canajagua.Todos le llamamos así, Canajagua, pero en esencia desconocemos lo que significa ese vocablo indígena. Sobre el origen del término sólo contamos con una interpretación producto de la mente del escritor peseense José Huertas, que al igual que la mayoría de las explicaciones existentes sobre Azuero, se fundamente en la tradición, pero sin aclarar con lucidez científica la realidad de los hechos.
¿Qué representó ese cerro para los indígenas?, tal vez nunca lo sabremos. Pero intuyo que ellos también experimentaron, como las generaciones presentes, una cierta atracción cuasi religiosa, un mágico sentimiento de admiración y congoja hacia esta atalaya peninsular con nombre de colombiano santanderista. Todos hemos aprendido a amarle con la misma pasión con que los chiricanos idolatran su Barú o los capitalinos el Ancón. Por eso, duele en lo profundo de nuestra identidad de azuerense el atropello que se comete contra el símbolo de nuestra orejanidad. Porque hay que tener un alma de poliéster para pretender situar, arropándose bajo el viejo argumento de la generación de empleos y el “desarrollo nacional”, una piara en el Canajagua. Sólo de imaginar a los chanchos contaminando con sus heces al más hermoso emblema de la cultura regional, es como para exigir a las autoridades el cierre inmediato del engendro ecológico y empresarial. En verdad, algunas veces, la ignorancia es la madre de la osadía.
Siendo así, ¡ pobre de nosotros si permitimos que el Canajagua se destruya y asumimos frente a los hechos la clásica indiferencia ciudadana!. Ello sería tanto como admitir lo poco que nos importa nuestro entorno ecológico, asumiendo que estamos dispuestos a aspirar la fragancia que nos traerán los berracos en celo desde las faldas del Olimpo santeño.
Ante los hechos, uno no deja de preguntarse, ¿qué culpa tenemos los santeños de que en el Canajagua se encuentre el clima adecuado para este proyecto? ¿ por qué tenemos que cargar nosotros con la basura ecológica mientras otros disfrutan de las mieles de la economía? La verdad sea dicha, si no abrimos los ojos, como lo hicieron la gente de Cerro Quema, la península no sólo será la más deforestada, sino la que durante el Siglo XXI se convertirá en el basurero de todas las inmundicias que nos obsequia la globalización mal comprendida y peor ejecutada. Tendremos, gracias a nuestra proverbial pasividad ciudadana, que sacar a lucir nuestros tamboritos, murgas y procesiones, entre el revoleteo de los gallinazos en la cumbre del más querido símbolo de la cultura orejana.
* Tomado de ÁGORA Y TOTUMA. Año 10, # 154, 30/III/2001.
Un blog muy interesante. Te felicito por el trabajo realizado.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con tu afirmación de la típica indiferencia ciudadana y creo que es positivo que haya voces como la tuya que animen a la gente tanto a actuar como a concienciarse.
Un saludo.