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20 junio 2009

MENDIGO EN FIESTA DE MAGNATES

Mejoraneros en reunión con el Patronato del Festival Nacional de la Mejorana
Afirmo, sin el menor rubor, que la cultura nacional es un mendigo en fiesta de magnates. También asevero que en las áreas interioranas, como en el resto de la república, la gente se está cansando de este papel de pordiosero del presupuesto nacional. Al parecer no hay dinero para las bellas artes y la literatura, así como para la investigación científica. En cambio, los partidos políticos succionan casi 20 millones de balboas de la “vaca” estatal, pero al Festival Nacional de La Mejorana apenas se le asigna la pírrica suma anual de B/ 25 mil y, año tras año, los guarareños tenemos que acudir a los reinados para ver qué familia o empresa se compadece de nuestro padecimiento.
Y así vemos cómo la Casa de La Cultura Tableña, en el camino que conduce a Santo Domingo, se cae a pedazos; mientras la tunas tableñas organizan bailes y matanzas para ofrecernos el mejor carnaval nacional. La misma historia de la chitreana casa de quincha que construye Don Bolívar Rodríguez o del Museo Manuel F. Zárate, que en la tierra natal del Padre del Folclor, muestra a propios y extraños la ruina de su existencia y la carencia de una política cultural. En Coclé, por las tierras de Río Grande, el museo que creó la Dra. Reina Torres de Araúz es un retazo de patria rodeado de cañaverales. ¿Y el patrimonio de Nombre de Dios y Portobelo? ¿Y los archivos parroquiales…y?
En verdad hay un desprecio por las cosas de la inteligencia. Pienso en las bibliotecas públicas que merecen mejor suerte, instituciones que subsisten gracias a la buena fe de los funcionarios que en ellas laboran. Yo no dudo que haya que crear un fondo especial para resguardar a nuestros bancos de la crisis internacional, pero, ¿por qué nos hacerlo con nuestras manifestaciones culturales, al igual que con el aporte de literatos, científicos y las casi inexistentes casas editoras del país? Qué bueno que se subvencione al tanque de gas, pero, ¿por qué no hacerlos con los libros? ¿Acaso alguien piensa que la cultura no se come y que la identidad del país no produce réditos?
Pronto tendremos un nuevo gobierno y uno no deja de pensar cuál será la política sobre el tema cultural, porque se supone que alguna ha de tener. Hace poco, revisando las propuestas de los diversos partidos políticos que en la pasada campaña política aspiraban al poder, me percaté que el tópico apenas si mereció algunos comentarios. Luego de más de un siglo de gobiernos republicanos, el país no tiene una política cultural y mucho menos un ministerio que sea el rector de tales actividades. Por allí subsiste el INAC que a duras penas puede pagar su planilla y que mira de soslayo los millones del canal, las cintas costeras y los corredores. Como anda la nación, dentro de poco diremos que Belisario Porras Barahona fue un filósofo chino que vivió en Grecia. Y entonces arremeteremos injustamente contra nuestros jóvenes porque no conocen su historia y porque se asemejan al “hombre light” de Enrique Rojas.
Algo tendremos que hacer para que la cuestión cultural deje de ser un indeseable invitado al banquete del presupuesto nacional. Talvez comprender qué son realmente las expresiones culturales y tomar conciencia de que no representan un gasto, sino una inversión. Hay mucha gente en este país trabajando con las uñas; desde los folcloristas hasta intelectuales de capa y birrete, pasando por figuras del arte y las letras, hasta la señora que aporrea la ropa con su manduco.
Como panameño me resisto a creer que la cultura debe continuar siendo el pordiosero que recoge de las mesas las migajas de la estulticia política. Las “cosas del espíritu”, como le llaman algunos, no son tan etéreas y no tienen por qué sufrir un “complejo de inferioridad” ante las prioridades económicas que otros establecen. Mientras los que nos agitamos en estos menesteres nos contentemos con que “al menos nos den algo”, nuestros muchachos no tendrán acceso a libros, conciertos, bibliotecas, etc., y seguiremos siendo el país y nación de tránsito que, a mediados de la pasada centuria, denunció el Dr. Octavio Méndez Pereira ante la Federación de Sociedades Santeñas en el auditórium del antiguo edificio que en la Villa de Los Santos daba cobijo a la gobernación provincial.
Ya es hora que la cultura nacional ocupe el lugar que se merece, momento para reclamar respeto para ella y de demandar que se le dote del apoyo económico que hace tiempo se ganó. Todos sabemos que el verdadero resorte emocional que ha inspirado a los grandes hombres de este país, no ha sido el ocupar una alta posición en el engranaje gubernamental (porque muchos ni tan siquiera la tuvieron), sino el sentirse parte de un proyecto nacional, orgullosamente herederos de nuestro patrimonio cultural. Si ello es así, ¿qué esperamos para apostar por un país orgulloso de su estirpe, pero abierto al influjo renovador de otras sociedades?

…mpr…

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