El próximo 13 de noviembre de 2010 se cumplirán ciento diez años del natalicio de Ofelia Hooper Polo, la destacada herrerana que contribuyera a sentar las bases del movimiento cooperativista nacional. Sin duda no fue la única pionera en estos menesteres, pero su apoyo representó un aporte fundamental para alcanzar los logros organizativos que tienen su antecedente en la junta campesina istmeña y en la visión inglesa de la “Callejuela del Sapo”.
Este año es importante para el cooperativismo nacional, no sólo porque en el primer sábado del mes de julio otra vez nos reuniremos para conmemorar el Día Internacional de las Cooperativas, sino porque la fecha de nacimiento de Ofelia María Hooper Polo (13/XI/1900 - 13/XI/2010) se me antoja como una inflexión histórica que podría propiciar una serena reflexión sobre la trayectoria del movimiento cooperativista nacional.
El tiempo histórico de la Señorita Ofelia dista mucho de ser el de nuestra época, pero sin duda ha de existir un hilo conductor que nos una, cual cordón umbilical, a los ideales que fueron parte de la vida de la primera socióloga rural del Istmo. Tal vez ese enlace radique en la filosofía que guió sus pasos y que no tiene por qué diferir de la contemporánea. Y creo que es en este punto, en la posibilidad de no haber sido del todo fieles a los principios fundamentales del cooperativismo, en donde ha de recaer la cavilación sensata de quienes se agitan en los menesteres de la cooperación institucionalizada.
Nadie duda que en la pasada centuria las cooperativas lograron un crecimiento cuya magnitud quizás no avizoraron los zapadores del movimiento nacional. Ahora se manejan cifras millonarias y las estructuras físicas hablan de un movimiento pujante y en expansión. Al parecer ser cooperativista se ha vuelto moneda corriente, como si ingresáramos a un club social, de los tantos que pululan por la geografía nacional. Los guarismos confirman lo que afirmamos, pero dicen poco sobre los aspectos cualitativos de esa filosofía primigenia que fue el basamento del movimiento cooperativista.
Pienso que congregar a miles de cooperativistas cada año, para conmemorar el Día Internacional de las Cooperativas, de alguna manera es un tributo al esfuerzo de los pioneros como la Señorita Ofelia, pero no es suficiente. En verdad, a lo que tenemos que “meterle el diente” no es a la rumba o al desfile cooperativista, sino a los desafíos cualitativos del movimiento. Porque no obstante ser las cooperativas empresas que laboran dentro del “sistema” y que, por lo mismo no representan una amenaza al mismo, indebidamente son vistas como “competencia desleal”, según algunos representantes de la banca nacional. Sin descartar los temores que surgen en la disputa por el mercado (que en el fondo es el meollo de la cuestión), creo que el peligro no estriba únicamente en la variable exógena. Debemos admitir que también existe otra amenaza dentro del propio movimiento cooperativista. A saber, la de terminar por creerse una “banca para los pobres” y no, como debería ser, una “banca de los pobres”.
Sumado a lo anterior debemos ponderar otro rasgo cualitativo. Me refiero a cómo hacer para que la expansión cuantitativa de los asociados no se trastoque en una pérdida de “la llave de oro” del cooperativismo. En efecto, la educación como herramienta de liberación y de conciencia social, muchas veces ha quedado mediatizada por una política que termina por desconocer que el grueso de los nuevos asociados (que ingresaron para tener acceso al crédito), parecen no distinguen entre la “banca privada” y la nueva empresa que les cobija. La discusión de esta temática nos lleva al meollo del asunto, es decir, a la necesidad de fortalecer la democracia como forma de participación real, alejada de las prácticas de la desprestigiada política criolla.
Admitamos, que si el cooperativismo es un movimiento que aglutina los sectores populares y de clase media, su quehacer ha de ser fiel a esos estratos populares, no sólo como “solución” a sus apremios financieros, sino como impulsor de una forma de vida que se centra en los deseos de redención colectiva.
Ojalá que al conmemorar otro aniversario del natalicio de Ofelia Hooper Polo, hayamos madurado suficientemente como para entender que es necesario repensar y actuar para enfrentar algunos rasgos del “cooperativismo ligth”, que ya hace de las suyas. Esta tendencia, la de un cooperativismo “bancario” y deshumanizante, de no detenerla a tiempo terminará por corroer las bases del movimiento.
Enfrentar nuestros contemporáneos entuertos cooperativistas es un desafío que no debe ser postergado. Y acaso sea este el más hermoso y sentido homenaje que podríamos tributar a la mujer que desde la Tierra del Ñuco supo ser orejana y cooperativista. Entonces, y sólo entonces, el cooperativismo nacional habrá alcanzado la madurez suficiente para conmemorar, como Dios manda, el Día Mundial de las Cooperativas.
…mpr…
No hay comentarios:
Publicar un comentario