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28 mayo 2016

LAMENTO POR EL CANAJAGUA


"No se puede entender a Rusia con la razón, no se puede medir en yardas. Tiene un carácter especial, en Rusia, sólo se puede creer".

Siempre he amado este noble fragmento de un poema creación de un connotado bardo de la tierra de los zares porque el mismo me hace reflexionar sobre mis propios lares y el pensamiento de mi gente; porque es difícil comprender la mentalidad de nuestros coterráneos, muchas veces totalmente errática, barnizada, pero carente de toda forma y solidez, otras veces imbuida de un supuesto amor por la cultura, tergiversado en la borrachera de la juerga y otras veces postulante de un arte soso y mal enjalmado, ofreciendo pan en unos sitios, mientras se carece en trigo en los propios.
No se puede entender a esta nación con medidas o encuestas, ni con meses raciales, ni festivales a raudales, primero hay que comprender a la patria chica y entender su engranaje en el conjunto de su multietnicidad.
A veces, para que la seda del entendimiento roce la esterilla mental de algunos, es necesario descender a su vocablo coloquial y hacer malabares con las palabras para que algo de luz entre al oscuro tugurio de ideas que flota en sus cabezas.
Tal vez sea culpa de nuestra multiculturalidad lo que nos hace tan diferentes y lo que a veces en vez de unirnos, nos aleja, tal vez lo sean otros factores más o menos educativos o sociales, lo cierto es que tenemos un carácter especial, y a veces, al igual que Rusia, solo podemos creer para confiar en días mejores en que dejemos de vender el alma por tres pesos, empecemos a valorarnos y a ser autocríticos, pues barriendo las hojas de nuestros mangos podremos hablar sobre la hojarasca de los cortijos vecinos. No se puede entender con la razón lo baladí, lo fatuo, la inconsciencia y la desunión entre hombre y natura en nuestra propia morada, clamando esta última por piedad.
CANAJAGUA, ha sido traicionado por sus propios vástagos, por quienes serviles le venden, cuales fenicios, en el mercado de esclavos y le embarcan hacia la deriva  en que yace nuestro terruño de incomprensiones y desencantos. Nos estamos pudriendo, porque las bases del santeñismo tambalean entre las manos de los que tienen muy poca o ninguna noción de gobierno y justicia.
¿A quiénes damos el privilegio de regir los destinos de la patria de Porras, a quiénes concedemos el caro honor de izar la gran nación?
Primero Cerro Quema y ahora Canajagua, heridos sagazmente, a traición, apuñalados con la rúbrica de sus propios retoños y la miseria colectiva del mercantilismo.
¡Cuán difícil y trabajosa faena puede ser el tratar de entender a nuestra gente!
¿Es que acaso la ignorancia ríe a carcajadas y junto al cinismo nos hace muecas desde la comodidad del negociado de algunos?
Es que mi corazón orejano no quiere creer lo que los ojos leen, porque al igual que Céspedes, prefiere que un dardo lo atraviese o que un alfanje cercene las entrañas del cuerpo adolorido, antes que resignarse a la pérdida paulatina y mordaz de los grandes símbolos de la tierra de las nostalgias. Un lamento se escucha en el monte, las mejoranas han enmudecido y la cascá no ha salido a volar, se han guardado todas las polleras, los diablicos han dejado caer sus castañuelas, los violines no tocan sollozos más y el acordeón de Gelo prefiere callar. Los versos de Sergio se desgranan al mirar al promontorio gritar, malherido, avasallado..., Los Santos está de luto, su cielo se ha tiznado de lóbregas cenizas y muchos, sí, muchos queremos llorar...

Antonio Pinzón-Del Castillo
Poeta y escritor

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