La conmemoración del 75 aniversario del Festival Nacional de La Mejorana
se constituye en ocasión oportuna para reflexionar sobre los orígenes del
evento, así como sobre la validez de la teoría del folklore y las tareas que
quedan pendientes en la convulsa época en que vivimos.
Las cuartillas que a continuación desarrollo forman parte de la inquietud
que suscita el estado de la cuestión que nos ocupa. Así lo creo, porque luego
de tres cuartos de siglo, los tiempos no son iguales ni el llamado hombre folk
es el mismo que el existente en 1949, cuando el ingeniero químico Manuel
Fernando Zárate y su consorte, la profesora de español Dora Pérez Moreno, se
constituyen en los intelectuales que conciben el evento para rescatar y valorar
las expresiones vernáculas de la República de Panamá.
Es el deseo del escribiente que lo aquí expuesto contribuya a generar un
sano debate sobre la razón de ser del festejo, el hecho folklórico, la teoría
en la que se sustenta y la comprensión sobre las tareas aún inconclusas.
a. América Latina, nuevos tiempos,
viejas tradiciones
En la época que nos ocupa, en diversos planos de la vida social
latinoamericana, se experimenta el renacer de un mundo nuevo y los países no
sólo sienten el influjo de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, sino el
arribo de nuevas ideologías; más allá de la ideas conservadoras y liberales que
fueron producto de la Europa de la Revolución Industrial, así como del coloso
de norte que izaba la bandera del sistema democrático y la economía de mercado.
En lo que a este tópico concierne, lo relevante estriba en el impacto de
un modelo económico que se expande con fuerza, junto al influjo del idioma
inglés y una propuesta cultural exógena que erosionaba las bases de la
sociedad.
En efecto, otros gustos musicales, de vestuarios y gastronomía intentan
enseñorearse sobre el país y las regiones interioranas, las que ya experimentan
las consecuencias del sistema educativo primario, la construcción de carreteras
y el mejoramiento relativo del sistema sanitario.
A mediados de la vigésima centuria las naciones han roto las fronteras no
sólo geográficas, sino culturales. Los intercambios son cada día mayores y la
tradición retrocede en lo vernáculo, aparte de que una nueva generación realiza
estudios en
universidades nacionales y extranjeras. Ese encuentro, entre lo viejo y
lo nuevo, permite medir lo que tenemos versus el adelanto tecnológico de las
principales capitales de Europa e incluso de lo algunos países
latinoamericanos. También es el momento de asumir nuevos objetos de estudio,
como en el caso de la folklorología, sociología, antropología y etnología, para
indicar algunas noveles ciencias sociales.
En síntesis, estamos pariendo una nueva sociedad que anuncia con sus ayes
el arribo de transformaciones, en algunos casos provechosas, y, en otras
dolorosamente lesionadoras de la cultura nativa.
b. La península en la encrucijada1
En la bifurcación de ese mundo cambian se te desempeña Panamá y dentro de
ella la Península de Azuero. Todavía a mediados del siglo XX las provincias de
Herrera y Los Santos continúan siendo un mundo agrario con capitales
provinciales que lucen un urbanismo incipiente, así como una educación, que en
la fecha del festival guarareño, se hace presente a nivel primario y
secundario, porque la formación superior sólo fue posible a partir del año
1959, es decir, diez años luego del primer festival nacional.2
Para aquellas calendas aún el Estado intenta forjar el mercado interno,
con tímidas instituciones que no logran su verdadero cometido, porque los
gobiernos de antaño no han establecido políticas de Estado encaminadas al
desarrollo agropecuario.
En el plano organizativo los sistemas creados son más el fruto de
iniciativas privadas, como en el caso de la Federación de Sociedades Santeñas,
un grupo que demanda mayor atención por parte de los sucesivos gobiernos
republicanos que continúan deslumbrados por la obra canalera.
Precisamente, uno de tales líderes nacido en el área, el doctor Francisco
Samaniego (1911-1962), resume la tragedia interiorana en certero pensamiento: “Nuestros
políticos se han llenado las pupilas con la imponencia de la obra canalera, y
no ven el mundo que está más allá. El Canal dejará de ser una fatalidad cuando
pueda llegar a sus márgenes un interior debidamente disciplinado”. Para añadir
en otro apartado: “Tenemos que despertar una nueva conciencia
interiorana”3
Momento trascendente el de mediados del siglo XX, en el que se reemplazan
los refrescos naturales por las gaseosas carbonatadas, la casa de quincha por
el chalet, los nombres grecolatinos y hebreos por otros menos tradicionales, el
telégrafo por la radio, el itálico violín por el acordeón alemán, así como la
mejorana por la guitarra española.
En síntesis, nuestros paisanos comienzan a dejar de llamarse Juana y
Pedro por los más encantadores de John y Elizabeth, porque como se dirá décadas
después, aquello es más pretty y moderno. Tal como se puede constatar en los
libros de bautismo que reposan en los archi¡”s parroquiales, en esas páginas
que marcan cual reloj histórico los años 30 de la pasada centuria.4
c. Un pueblo llamado Guararé
A mediados del siglo XX Guararé era otro poblado interiorano distante 275
kilómetros al oeste de la ciudad de Panamá. Y al igual que los demás, vivía
inmerso en las añejas tradiciones que heredó de la era colonial. Cierto que ya
la república era independiente y que algunas novedades se pintaban en el
horizonte, las que amenazaban con barrer la cultura orejana que Belisario
Porras Barahona describe, en el año 1881, en el famoso opúsculo que publica en
el bogotano Papel Periódico Ilustrado de 1882.5
Sin embargo, detrás de la aparente vida bucólica, existían sectores que
se abrían a los cambios sociales, económicos y culturales. Entre esa novel
muchachada estaba un joven maestro que venía sembrando nuevas ideas. Me refiero
a Manuel Fernando de Las Mercedes Zárate, que ya impactaba a la comunidad en
los años veinte del siglo vigésimo.6
Aunque debemos precisar que, en Guararé, antes de tales inquietudes, el
10 de noviembre de 1903 el Consejo Municipal se adhiere a la separación de
Panamá de Colombia. Es más, mucho antes, en el año 1869, se creó la Parroquia
de la Virgen de Las Mercedes y en 1880 Guararé se convierte en distrito
parroquial. Igualmente, en la década del veinte, sobre la vieja plaza se
construye el parque que luego daría en llamarse Bibiana Pérez.7
La vida social y cultural logra activarse gracias al empuje de los
educadores, entre los cuales se encuentra el Padre del Folklore Nacional, como
queda dicho, quien estimula el intercambio de maestros en encuentros periódicos
entre ellos, además de incursionar como escritor en el semanario chitreano El
Eco Herrerano. 8
d. La propuesta del Festival
En una localidad como la que he esbozado, los esposos Zárate proponen la
creación del festival folklórico. El mismo es un maridaje entre fiesta
vernácula, costumbres religiosas y organización popular. Y en ese proyecto hay
el deseo de reivindicar al hombre popular e istmeño que por más de
cuatrocientos años venía morando a la vera de la zona transitista; porque,
aunque no lo admitan los fundadores, el hecho folklórico encarna, en el plano
político, la voz del hombre del campo, el mismo al que llamaron orejano, buchí,
despectivamente campesino, patirrajao, cholo y demás vocablos de la
discriminación social.
Por eso, por más de 75 años el festival ha sido el entarimado de la
patria orgullosa y adolorida, el sitio por antonomasia para cantar, bailar,
salomar, ser reina vernácula, lugar de la tauromaquia campesina e ícono
religioso de la Virgen de Las Mercedes.
En síntesis, el ágora en la que lo sacro y lo profano se mezclan, como si
se tratase de una proyección histórica de la cultura grecorromana que en
Guararé encuentra puerta abierta para su expresión más excelsa. Por eso he
planteado en otro momento, emulando a Federico García Lorca en uno de sus
sobresalientes y lúcidos ensayos: “Guararé tiene duende”, a lo mejor porque el
hombre mestizo peninsular debe mucho al encanto de lo hispánico.9
Lo bonito del festival en que la propuesta, si bien es concebida por los
esposos Zarate en su forma organizativa, en el fondo responde al querer del
núcleo campesino que encuentra en el liderazgo de la gente asentada en la zona
urbana, en la añeja ágora griega, en la plaza, la convocatoria para que tales
saberes encuentren el cauce propicio. En Guararé vuelve a renacer y tomar
fuerza la institución democrática del cabildo abierto, la que tiene como
fundamento político la consulta popular, que en la Tierra de La Mejorana se
hace posible el 24 de julio de 1949, apenas dos meses antes del primer festival
folklórico.10
En este sentido hay que comprender que los fundadores asumen el ícono
cultural – la mejorana campesina- como emblema de la panameñidad, porque al
mismo tiempo que se honra el instrumento, se enaltece la cultura panameña y se
pregona a los cuatro vientos el orgullo patrio que se mira mancillado por la
presencia de intereses geopolíticos y culturales que erosionan la base social
del panameño.
e. La teoría folklórica
La argamasa que une las raizales expresiones de la panameñidad se
sustenta en el hecho folklórico, en el intento de teorizar sobre la naturaleza
de éste, en permitir y encontrar la razón de ser de la festividad y del país.
Por eso lo de Guararé es un hito fundamental para que la folklorología tenga,
además de un objeto de estudio in situ, un entarimado para concentrar en un
solo lugar lo más distinguido de la cultura popular del Istmo.
Los esposos Zárate, sin estudios formales en la ciencia que fundara el
británico William John Thomas (1803-1885), superan con creces esa limitación
para aportar al estudio de la novel ciencia. Don Manuel, por ejemplo, recoge
tales aportes en un trabajo que denominó BREVIARIO DEL FOKLORE y que publicó en
el año 1958. Doña Dora, más longeva que él, publica hasta finales del siglo XX
y continúa asesorando al festival hasta antes de fallecer al inicio del siglo
XXI.
En este punto conviene tener presente que las contribuciones de algunos
que les precedieron y otros que continuaron lo hacen – o así lo pretenden-
sustentando sus aportes en una teoría de tiempos que han visto menguado algunos
de sus fundamentos. Quiero decir con ello, que parten de una concepción en la
que se concibe al hecho folklórico ligado a la existencia de una sociedad rural
y tradicional. Porque es evidente que la teoría que surge del británico y Padre
del Folklore, y que logra sistematizarse a lo largo de la segunda mitad de la
nonagésima centuria, así como en la vigésima, parte de la existencia de la
industrialización europea y el impacto que esta nueva expresión socioeconómica
produce en las tradiciones y usos colectivos de la vieja Europa, así como del sistema
colonial latinoamericano.
Debemos tener presente que la sociedad ligada a los hechos sociales en
los que se sustentaron aquellos fundamentos del folklore como ciencia, no se
han mantenido incólumes y se han visto sometidos al torbellino, o más bien, al
huracán de la era contemporánea. De modo que arribamos al hecho cierto que, por
ejemplo, la tradicional concepción del hombre folk no encuentra su revés de la
moneda en la sociedad moderna, mundialista y tecnológica de la era
contemporánea.
Porque, así como lo campesino y u¡”ano han variado, resulta problemático
utilizar un basamento teórico que defina lo folklórico en tiempos de
globalización. Y, en consecuencia, lo que se deriva de todo lo planteado, es la
necesidad de volver a teorizar lo folklórico para que logre redefinir la
contemporánea concepción del folklore.
f. La Mejorana, entre la rumba y el TikTok
Este dilema aún no resuelto es lo que se vive en la calle, la plaza y los
entarimados del Festival Nacional de La Mejorana, la fiesta por excelencia del
folklore panameño. Y encontramos los que conciben la tradición desde una visión
más conservadora, apegados a la teoría tradicional, y aquellos que responden a
los aires de renovación, la que en su perspectiva más depredadora se torna
fenicia y complaciente.
No cabe duda de que lo que acontece rebasa con creces lo que puedan
pensar quienes se agitan en la defensa del hecho folklórico, porque responde a
factores de poder que están más allá de los intereses de los amantes de folklore.
En el fondo se trata de un problema político, entendiendo el vocablo en el
sentido noble al que se refería Aristóteles, es decir, de hombre que mora en
sociedad y que por tal motivo se torna gregario, viviendo en la polis y
discutiendo en el ágora.
De lo dicho se desprende la necesidad de discutir la naturaleza del
folklor contemporáneo, si es que acaso puede llamarse así. Todo ello es
urgente, antes de que los aspectos estructurales y culturales de nuestra
sociedad nacional terminen siendo un triste remedo y remiendo cultural de otras
latitudes.
Mientras tanto, la imagen primigenia de la festividad se ha ido
desdibujando en la conciencia del público, el que no pocas veces acude a la
Tierra del Chucu Chuco para pasar un buen momento, un poco despreocupadamente
alejado de la filosofía que inspiró a los fundadores. Y no se trata sólo de
este grupo, sino muchas veces del sector empresarial que lo mira como un evento
para promocionar y vender sus productos.
Tales limitaciones no son únicamente un fenómeno social y cultural de
Guararé, sino que se extiende por el resto de los países de América Latina que
experimentan en carne propia las transformaciones que erosionan la tradicional
conciencia e identidad cultural.
Conclusiones
De lo dicho se colige, que un evento cultural como el Festival de La
Mejorana en Guararé es un producto proteiforme, que no puede concebirse como
algo inamovible, porque ya sabemos que un rasgo definitorio del folklore es el
carácter plástico.
Los 75 años pesan en el evento, porque los cambios sociales y culturales
no han pasado en vano y en esos tres cuartos de siglo las transformaciones han
alcanzado diversas facetas sociales y culturales, entre ellas las atinentes al
llamado folklore que vivieron Dora y Manuel Zárate. Lo más relevante y
preocupante es percatarse que el sujeto folk de los años cuarenta hasta setenta
de la pasada centuria, apenas si existe.
Por ello el Patronato del Festival de La Mejorana, organización que lo
hace posible, carece de los mecanismos y el poder político para revertir este
fenómeno de la globalización contemporánea; situación que nos conduce a pensar
que su rescate y conservación pasa necesariamente por la definición de una
política de Estado, la que partiendo de una visión cabal de lo que acaece,
redireccione hasta donde sea posible la deformante adulteración de la cultura
nacional.
El festival guarareño, que se ha constituido en la fiesta de la tradición
istmeña por excelencia, necesita que el Estado asuma la responsabilidad que le
corresponde, más allá del aporte financiero, para que, acompañado por un
renovado sistema educativo, la identidad cultural panameña ocupe el sitial que
le corresponde en el concierto de las naciones civilizadas.
Durante tres cuartos de siglo las organizaciones guarareñas han cargado
sobre sus hombros casi todo el peso del festival, y lo han hecho
responsablemente, dentro de las condiciones existentes y ya es hora de que ese
esfuerzo se vea recompensado. Y la mayor de las recompensas nacionales radica
en lograr que La Mejorana continúe siendo la cara vernácula de un país
multiétnico como Panamá.
Para decirlo de manera diáfana, sin olvidar la primigenia filosofía del
Festival de La Mejorana, los panameños debemos comprender la verdadera y
liberadora trascendencia del evento folklórico, la necesidad de reinventarlo y,
sobre todo, defender sus esencias, porque dejarlo a la deriva y permitir que
desaparezca, sería tanto como infringir una puñalada trapera al corazón de la
patria.
CITAS
[1]
Para una visión integral sobre la región de Azuero, el lector puede visitar
www.sociologiadeazuero.net . Allí encontrará una variedad de tópicos, todos
ellos referentes a la zona, que contribuirán a fortalecer la perspectiva que
tiene sobre el hombre que mora en esta sección del país.
2 Pinzón Rodríguez, Milcíades. LA INSTRUCCIÓN
PÚBLICA EN AZUERO. Chitré: 1992, 84 págs.
3 Pinzón
Rodríguez, Milcíades. “Vida e ideario del Dr. Francisco Samaniego”, en ÁGORA DE
AZUERO. Año 7 # 181, 15/VI/1998.
4 El tema puede leerse en la siguiente
publicación del autor: EL HOMBRE Y LA CULTURA DE AZUERO. Chitré: Imprenta
Crisol S.A., 1990, 47 págs. De fecha más reciente puede consultarse: CON LAS
CUTARRAS PUESTAS. Panamá: Imprenta Universitaria, 2002, 301 págs.
5 Porras Barahona, Belisario. EL OREJANO.
Panamá: Imprenta Universitaria, 2021, 45 págs.
6 Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Guararé en la
segunda década del siglo XX”, en la página web SOCIOLOGÍADEAZUERO.NET.
7 Pinzón Rodríguez, Milcíades. APUNTES
HISTÓRICOS: PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES (GUARARÉ, 1869-2010).
Villa de Los Santos: Imprenta Any S.A., 2016, 39 págs.
8 En ocasión de conmemorarse el primer
centenario del natalicio del ilustre guarareño, parte relevante del aporte de
los esposos Zárate ha sido recogida en la publicación del Círculo de Escritores
de Azuero, Ver: REVISTA CULTURAL DEL CÍRCULO DE ESCRITORES DE AZUERO, Chitré:
Impresora Crisol, 1999, 139 páginas.
9 Pinzón Rodríguez, Milcíades. “Guararé tiene
duende”, en REVISTA LA MEJORANA
10 Pinzón Rodríguez, Milcíades. “El cabildo
cultural de Guararé”, en ÁGORA Y TOTUMA, año 24, # 336, 25/VII/2019.
Profesor, me conmueve este aporte suyo, sobre todo, en la necesidad de evaluar los cambios que cada generación cree debe incluir y el aporte del Estado, no sólo económico. También, como ha dicho usted, el reinado es para el Festival y no lo contrario.
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