Al parecer la cruz llegó a nuestras peninsulares costas en el siglo XVI y desde entonces ha sido vista como emblema del Catolicismo. Este hecho ha propiciado que el azuerense haya terminado por creer que la cruz que él conoce no tiene antecedentes históricos previos. Sin embargo, una incursión sobre el tópico nos conduce a encontrar sus orígenes en diversas culturas: hindú, egipcia, griega y romana, por mencionar sólo algunas civilizaciones que utilizaron la simbólica cruz antes de que ésta se constituyera en emblema religioso católico. Incluso antes del descubrimiento de América diversos grupos precolombinos supieron de su uso; como se puede apreciar en el Templo del Sol que los mayas erigieron en Palenque (Chiapas, México).
En la cultura azuerense son variadas las formas e influencias que adopta la cruz. La primera corresponde a la ya indicada, es decir, como símbolo del cristianismo. No obstante ello, la riqueza expresiva de la cruz no se ha quedado atrapada en esa única manifestación, sino que ha asumido las más variadas formas e influencias. Sabemos que algunos -aunque no lo admiten de buena gana-, la utilizan como amuleto, una especie de talismán que tendría el poder mágico religioso de alejar a los malos espíritus. Al respecto, hemos observado con interés, cómo los más variados estratos sociales de Azuero lucen en las puertas de sus casas una cruz elaborada de penca de palma bendita que el devoto recogió y guardó celosamente desde el Domingo de Ramos. Piensa el creyente que con tal resguardo evitará que sobre su familia recaiga algún maleficio, lo aleje de los peligros de una descarga eléctrica en tiempo de invierno o le prevenga de alguna "cosa puesta" por sus enemigos.
El sincretismo entre lo sacro y lo profano tiene en la cruz las más variadas expresiones. En parte este proceder probablemente lo debamos a la forma peculiar como se estructuró la cultura y la sociedad de Azuero. Todos sabemos que inicialmente los colonizadores hispánicos diseminaron por los campos de la geografía azuereña no pocas ermitas en torno a las cuales muchas veces surgió "el pueblo". A partir de allí, y con posterioridad, la cruz estuvo de manera más notoria en las iglesias; centros religiosos que con sus campanarios y sus torres dominaban la campiña. Precisamente, en la cúspide del edificio arquitectónico pueblerino más importante, una cruz blanca vigilaba a la feligresía. Así las cosas, podríamos afirmar que para el azuerense la cruz viene siendo el símbolo donde murió el Redentor, pero también despierta en su interior el encanto propio de la magia y de la religiosidad a flor de piel de un grupo cultural que, como dijo Hernán Porras, practica un catolicismo indiferente.
De las manifestaciones culturales que guardan relación con la cruz, una de las más impactantes ha sido la celebración de "La cruz de Mayo". Hablamos en pasado porque en la actualidad dicho evento ha perdido todo el colorido y el hechizo de que hizo gala en tiempos pretéritos, es decir, con anterioridad a los años setenta. En el también llamando "Velorio de la cruz de mayo", se entrelaza la religión, la magia y la cruz junto a una economía campesina característica de un sistema social agrario. En efecto, las misas, las cantaderas, el inicio del invierno y las matas de maíz y frijoles constituyen un amasijo cultural que junto al campesinado se postra para rogar ante el madero en el que fue crucificado Cristo. Con este rito aspiraba nuestro hombre a que el inmenso poder de los dos maderos entrecruzados propiciara la lluvia sobre los campos en el mes (mayo) en donde antes se iniciaba el invierno. Señalemos de pasada que esta actividad se remonta muy atrás a una tradición cristiana que data del 3 de mayo del año 326 ó 328. Fecha en la que se cree que Elena (Santa Elena con posterioridad), la madre del emperador Constantino (274-337), encontró en la tierra santa el viejo madero en el que fue crucificado Jesucristo.
Curiosamente, en la cultura azuerense la cruz también es utilizada como prevención contra lluvias inoportunas. En este caso el interesado traza sobre la tierra el mítico símbolo en la creencia de que la fuerza de la naturaleza no cometerá el sacrilegio de mojarla. Ejemplos hay muchos y largo sería el enumerar la utilidad y diversos usos de la cruz en la cultura azuereña. Así, por ejemplo, podría hablarse de la manera piadosa como es colocada en carreteras y callejones en donde falleció un cristiano, igualmente para alejar la nefasta influencia de las brujas, como denominación de personas y cerros e incluso en los archivos parroquiales para clasificar el tipo de entierros (con cruz grande o con cruz chica).
La cruz en la cultura de Azuero, una demostración de cómo un símbolo de fe cristiana traído por los españoles asume un sincretismo cultural que resume la cosmovisión de nuestro pueblo en la que se entrecruzan indistintamente magia, religión, economía y sociedad.
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