Al referimos a los orígenes culturales del hombre que habita las provincias de Herrera y Los Santos, generalmente somos dados a destacar el papel protagónico de los grupos hispánicos, indígenas y africanos. Sin embargo, olvidamos con mucha frecuencia la incidencia que han tenido otras culturas en nuestra región. Tal el caso, por ejemplo, de los árabes.
Debemos admitir que esta influencia es indirecta y ha llegado hasta nuestra península bajo la impronta hispánica. Porque hay que recordar que la cultura morisca hizo valer su presencia en España por ocho largos siglos, no siendo hasta el año 1492 cuando los moros son expulsados por los Reyes Católicos. Por ello, cuando los hispánicos arriban a nuestras tierras contribuyen a diseminar en ésta algunas costumbres muy propias de la morería.
De esta manera, algo más de quinientos años después del arribo de los españoles, aún está viviente en las tierras del Canajagua y el Tijeras ese legado cultural. Veamos algunos rasgos que denotan esa presencia cultural.
En el habla de nuestro peninsular hombre azuereño es frecuente escuchar vocablos de indudable prosapia árabe. Todavía la mujer de Azuero siembra en sus jardines el alhelí (del árabe aljeirí), una flor de olor muy delicado. Vocación por los jardines que sin duda nos llegó a través de los habitantes de Andalucía, región española que tanto debe a los árabes. Al respecto, en el área siempre nos ha llamado la atención encontrar expresiones idiomáticas como la siguiente: "El hijo de fulana está moro". Aseveración con la que se desea indicar que el niño no ha sido bautizado. Es decir, que no es católico, y que por lo tanto corre el riesgo de asemejarse a los moros, seguidores de una religión que no es la nuestra. Sin duda la expresión lingüística no tiene sentido en la región de Azuero, pero ha perdurado más allá de quinientos años para recordarnos que la religión de los musulmanes era vista en la península ibérica como un agravio al Dios de los cristianos.
Lo morisco está en los nombres de plantas, pero también en un apellido muy característico de la Provincia de Los Santos. Tal es el caso de las familias apellidadas Medina. Precisamente, recorriendo hace algunos años el sur de España, distrajo mi atención un pueblito denominado Medina Sidonia. Con posterioridad nos enteramos que en árabe ciudad se dice medina. Y Medina también es la ciudad santa de los musulmanes.
La presencia árabe también está en nuestra gastronomía. Hasta no hace mucho era frecuente que los grupos campesinos degustaran con gran placer el alfajor, una rica golosina casera que en la actualidad pocos saben preparar. Pues bien, alfajor viene del árabe, alfahua, que significa panal de miel.
De la misma manera, la presencia árabe está en las medidas de granos que usa nuestra campesino; como en el caso del "almú" y la fanega. En realidad el "almú" no es otra cosa que el almud, término que tiene su origen en el vocablo árabe almudd. Otro tanto acontece con la fanega, medida agraria que procede de fanica, que significa saco, medida.
Una de las facetas más notorias de la presencia de la cultura árabe en Azuero, pero acaso la más desconocida, está en la arquitectura vernacular. Me refiero a la casa de quincha, porque nuestra vivienda vernácula le debe mucho a la cultura árabe. Son árabes las tejas, gran parte de la estructura del techo e incluso la costumbre de pintar en dos tonos las paredes frontales de la casa. Uno de color más intenso, en la parte inferior, y otro menos notorio en el extremo superior de la pared. Hasta donde conocemos, esta manera tan tradicional de pintar la casa de quincha procede de una vieja superstición árabe que pretendía alejar los malos espíritus coloreando el zócalo de las viviendas.
Finalmente, la huella árabe está igualmente en los genes de algunos coterráneos. En efecto, no pocos azuerenses parecen haber heredado algunos rasgos físicos que en sus semblantes nos hablan de un probable ancestro morisco. Legado que no tan sólo es biológico, sino cultural.
…mpr…
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