Don Olmedo Carrasquilla Alberola |
Debo comenzar afirmando que en la experiencia existencial del
profesor y amigo, Don Olmedo Carrasquilla Alberola, hay algo un poco
premonitorio y coincidental; así lo afirmo porque la genealogía del núcleo
familiar ha marcado su andar por el mundo. Y paso a explicar lo que quiero
decir. Note usted que el escritor al que me refiero posee raíces que se nutren
de linajes de la Tierra de La Mejorana y la Tierra de Los Manitos. Vale decir,
dos colectividades que custodian hábitos ancestrales y que se han constituido
en reservorios de la cultura istmeña. Me refiero, claro está, a aquella que se
caracteriza por la cutarra y la pollera, así como por otros íconos que pregonan
a los cuatro vientos cierto legado de pueblo chico que se place en cargar sobre
sus espaldas el motete del orgullo patrio. Ahora, sume a ese coctel las vivencias
en la Tierra de Polidoro Pinzón y comprenderá las inquietudes de un hombre que
experimenta el quehacer cultural como forma de vida y que encima disfruta el
dibujar ideas sobre las páginas del ordenador.
Yo soy de los que opinan que un libro no sólo es hechura de
quien lo concibe y redacta, sino del contexto económico social en el que surge;
refleja una época con sus gentes, ya se trate de la Teoría Cuántica o la
biografía de un paisano a quien llaman hombre folk, aunque ya quede poco de él
y la teoría que le sirvió de base debiera ser revisada en sus cimientos.
Tomo en las manos el libro de Carrasquilla Alberola, LA
PRENSA CHICA DE VERAGUAS e inevitablemente, luego de revisar su contenido,
afloran un conjunto de memorias históricas como si fuesen convocadas por algún
hado mágico. Y es que el quehacer veragüense es quien hizo posible la pluma
aguerrida de los hijos del indómito Urracá.
Al respecto, pienso en ese mundo colonial que describen Alfredo
Castillero Calvo, Omar Jaén Suárez, Alfredo Figueroa Navarro, Alberto Osorio y
Mario Molina Castillo, entre otros. En efecto, los verdaderos resortes sociales
de esas hojas de comentarios que emergen durante el Siglo XX son producto de
una sociedad y una cultura que en rasgos generales se caracteriza por la
exclusión social. Me refiero a la Veraguas latifundista, esa que estructuró un
mundo basado en la posesión de la tierra, las familias principales en torno a
la plaza y la Iglesia Católica con sus cofradías, entierros con cruz chica y
cruz alta, bancas especiales para los señoritos, así como un campesinado
arrinconado en la montaña y la sabana antropógena, grupo humano que para
aquellas calendas ni tan siquiera se le reconocía como cifra estadística.
Ese mundo de vacas y otros cuadrúpedos que rumiaban indiferentes
al quehacer de los españoles que atravesaban la zona, desde La Filipina hasta
la mina de la Concepción encaramada sobre la testa de Santa Fe. En cambio, allá
abajo quedaban la Santiago señorial y a la Atalaya indígena. Así es, oro propio
pero ajeno, vaca, tierra, curas y campesinos anónimos es el perfil de esos
siglos que parecen tan distantes, pero que resultan tan aleccionadores para
quienes quieran comprender la génesis de ese periodismo modesto en apariencias,
pero tan nutrido de ansias de liberación, que se apretuja en el texto de Don
Olmedo.
Por ello, hacia mediados del Siglo XX, la prensa veragüense
parece emular las luchas de Don Quijote. La imagen sería más certera si
añadimos que los santiagueños no la enfilan contra molinos de viento, sino
contra ese estado de iniquidades que frenaron el avance del liberalismo progresista de finales del Siglo
XIX y primeras décadas de la vigésima centuria. Perdónenme el paralelismo, pero
para el caso de Azuero, y a mediados del Siglo XIX, esa ruptura la abandera
Pedro Goytía Meléndez, adalid de los campesinos minifundistas; personaje que
también entra en conflicto con los intereses de tierra, vaca y sotana de los
Fábrega y Guardia. Lo afirmado no debe extrañarnos, porque el santeño estaba
emparentado con José María Goytía, responsable de la introducción de la
imprenta en el Istmo.
Extremadamente interesante es todo ello, especialmente si
tomamos en consideración las estructuras agrarias de dos regiones que conviven
prácticamente a tiro de cañón. Me refiero a Veraguas y Azuero, latifundista la
primera y zona del parvifundio, la segunda. Pues bien, esas contradicciones
sociales no resueltas y llevadas al extremo por partidos políticos
clientelistas y corruptos, fueron el caldo de cultivo de una muchachada que
miró algo más que pastizales en las sabanas que bordean a Santiago de Veraguas.
Don Ignacio de J. Valdés lo resumió adecuadamente en ese relato en el que habla
de “La luz del llano”. Porque si bien, como plasma Carrasquilla Alberola,
existieron publicaciones antes de la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena,
será éste templo del saber el que servirá de nido para que esos polluelos
veragüenses salgan a conquistar la nación de Justo Arosemena Quezada, Pedro
Prestán, Victoriano Lorenzo y Belisario Porras Barahona.
El período que resume nuestro escritor es rico en luchas que
sería largo enumerar, pero que tienen en la cima de Cerro Tute y en las
organizaciones campesinas veragüenses, una clarinada que habla del despertar de
un pueblo que necesitaba de denuncias y liderazgos ilustrados. Por ello se
comprende que la hojas de comentarios y pequeños periódicos hacen lo que pueden
en un medio refractario al cambio social que pregonaba el arribo de la Nueva
Veraguas, proyecto que a los grupos hegemónicos se les antojaba demasiado
revolucionario y retador. Y conste que no se trata únicamente de la prensa
chica, sino de medios como la radio, que vienen, casi sin querer, a ofertar un
nuevo parto social. Incluso con el acompañamiento de los postulados
progresistas de la Teología de La Liberación, postura teológica que tendrá su
clímax en la desaparición del Padre Héctor Gallegos, allá en Santa Fe,
localidad que vuelve a mencionarse luego de quedar sumida en la ruralidad desde
la época de la Mina de La Concepción, en la Veraguas del Siglo XVI.
En este contexto sociológico, que por la premura del tiempo
apenas logro esbozar, se estructura la argamasa social que da sustento a LA
PRENSA CHICA DE VERAGUAS, aporte que debemos a las inquietudes y desvelos de un
panameño como Olmedo Carrasquilla Alberola. Estamos ante un escritor que se
aleja de las poses académicas para plasmar en el cañamazo de las hojas un
recorte de la vida y las luchas de esta zona interiorana a quien la nación ha
postergado no pocas reivindicaciones sociales. Expresiones del subdesarrollo
que en su momento fueran visibilizadas precisamente por esa prensa chica a que
hace alusión Carrasquilla. Conquistas sociales por las que ni siquiera debería
reclamar el veragüense, porque hace buen rato que se las ganó en buena lid.
Por las razones expuestas debo decir que me agrada la forma
como el periodista e investigador aborda la temática, libre de prejuicios y con
un lenguaje coloquial que la hace accesible al hombre de la calle, con
testimonios que fortalecen lo que escribe, fotografías que recogen algunas
portadas de la prensa chica e incursiones sobre la historia de los medios de
comunicación de masas, incluso más allá del período clave de su estudio de
comunicación social.
Hay otro rasgo que vale la pena comentar y que sin queda
implícito en la obra. Me refiero al papel de la prensa (escrita, radial y
televisiva) al final del Siglo XX y en lo que va de la presente centuria.
Porque inevitablemente comparamos los períodos históricos, del ayer y el hoy
contemporáneo, para lograr justipreciar el aporte de ese grupo humano que en su
mayoría surgió bajo el calor y los aleros de la Normal Augusta. Yo estoy claro
en que no podemos pedirle sandía a los cocoteros, ni extrapolar un período
histórico para compararlo con otro; pero cuánto se crece la prensa chica
veragüense a medida que transcurre el tiempo. Algunos de sus forjadores eran
periodistas empíricos, aunque en la práctica autodidactas de toga y birrete que
envidiaría la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá.
Porque quizás el legado de toda esta generación se cifra en haber comprendido
que lo importante no radica en que a alguien le llamen licenciado, magister o
doctor, sino que entre pecho y espalda lata un amor patrio que mueva las neuronas. Y si a eso le sumamos una
teoría de corte social que guíe ese accionar por el mundo, estamos ante la
presencia del verdadero currículo de alguien que se precie de haber pisado un
claustro universitario.
Voy a decirlo de una vez por todas y sin circunloquios, la
prensa chica veragüense es el paradigma del buen comunicador social. Grupo
generacional que podríamos llamar
intelectuales orgánicos. No sé, pero la prensa chica veragüense me
recuerda a esa hermosa ave panameña (cascá, capisucia, cancanela, primavera, etc.)
que esconde bajo el humilde ropaje achocolatado la maravilla de su gorjeo.
Además, como si fuera poco, ejemplifica lo mucho que se pueda hacer aunque no
se disponga de Facebook, Twitter o cualquier otro artilugio de la era moderna,
porque el asunto no es sólo de forma, sino de contenido.
Mire cómo van las cosas, porque por estos entretelones es por
donde aparece el aporte del libro de Olmedo Carrasquilla Alberola. Y es que
esas experiencias de nuestro pueblo, como acontece con otras, por mucho tiempo
han estado guardadas en alguna íngrima y olvidada gaveta de la historia. El
libro de Carrasquilla tiene el mérito de abrirla y mostrarla a nuestra gente,
para que ésta se reconozca en ella y comprendamos que tenemos nuestros héroes,
paisanos con un auténtico compromiso social, panameños que crecieron con un
norte y que se consideraban parte de un proyecto de nación.
Qué duda cabe que Carrasquilla Alberola conoce que la
historia no puede ser cosa muerta, una colcha de sucesos para pregonar nuestra
fingida sapiencia. Todo libro, así como encarna un escaparate de la cultura,
también debe decirnos algo de lo que somos. Lástima que muchas veces esos
mismos textos no estén al alcance de todos, porque aún carecemos de una
política cultural y como en el caso del ocueño-guarareño-veragüense, tenemos
que ver cómo nos las ingeniamos para que algún día la tinta tiña el papel.
Al final debo decir que me alegra por Veraguas y por la
nación. Y especialmente por los jóvenes que deben guardar en su memoria una
página de la historia que Olmedo Carrasquilla Alberola contribuye a esclarecer.
……mpr…
* Disertación el martes 26 de junio de 2012. Auditórium
de la Universidad de Panamá, Santiago de Veraguas.
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