1. Este año ha sido una dura prueba para las provincias de
Herrera y Los Santos, pareciera como si el sino se hubiese confabulado para
hacernos más incómoda la existencia. El sector agropecuario, vapuleado por el
estío peninsular ha mostrado su lado agónico, mientras el fenómeno del Niño
recalienta haciendas y el bochorno del sol candente quema pastos y atenta
contra el agua, la flora y la fauna. Y aunque lo común consiste en reclamar políticas
y acciones a transitorios gobiernos, hemos de reconocer la cuota de
responsabilidad en la hecatombe ambiental que se inició en la centuria
precedente.
Sin embargo,
cuando la canícula parece sumirnos en un sopor de siglos, hay dos fenómenos que
concitan la atención y que reflejan la madera de la que está hecha la zona. Hay
dificultades, pero pese a todo una avecilla silvestre - presa de su biológico
celo- canta en la rama del árbol llamando a la lluvia. En efecto, la cascá,
cancanela, primavera o cascocha es un ejemplo de terquedad ornitológica y de
optimismo inclaudicable. Porque no importa los pronósticos meteorológicos, ella
se prepara para lo que ha de venir, el arribo de las crías y la abundancia de
alimentos, que vaticina el final de la estación seca y el inicio del mítico
invierno.
Y
mientras esto acontece con natura, hacia finales de abril y comienzo de mayo,
el productor recoge sus aperos de labranza, espera la cruz de mayo, mira al
cielo rogando que aparezca un nubarrón, implora a san Isidro Labrador y se
prepara para la Feria Internacional de Azuero. Actúa cual cascocha humana, el
ave que le ha acompañado durante milenios, porque el emplumado pájaro es mucho más
viejo que el actual homínido que apenas tiene 500 años habitando la zona. Ese
hombre, digo, ese ser hispano-negro-indígena, despierta al mundo de su evento
ferial. Aquí demuestra lo que siempre ha sido, desde los cambalaches indígenas
que describe Gaspar de Espinosa en el Siglo XVI hasta el ágora del comercio, la
cultura y lo agropecuario que representa y muestra el escaparate promocional del
más importante evento ferial de las provincias de Herrera y Los Santos.
La
feria no es sólo agro, comercio, publicidad, ganadería y diversión, también es
el escenario para exhibir al mundo la trayectoria del hombre probo, aquel que
supo regalar al resto de los ciudadanos un ejemplo de vida y una trayectoria
basada en el trabajo fecundo.. Por eso la Fundación Juan Antonio Rodríguez
aprovecha el evento para reconocer a quien se lo merece, como premio y
condecoración al esfuerzo y el tesón ciudadano.
En
esta ocasión los laureles recaen en don Robert Nearon Ryan y don Leonidas
Saavedra Espino. El primero en representación de la provincia de Herrera y, el
segundo, por parte de la región santeña. Cumplamos, pues, con esa grata tarea y
recorramos en esta noche lo más significativo de sus respectivas hojas de vida.
2. Don Robert Harold Nearon Ryan.
El
estadounidense radicado en Chitré nació el 2 de febrero de 1942 en Detroit,
Michigan. Hijo de Robert Lee Nearon y doña Dolores Margaret Ryan. Aparte de la
valoración de su madre, ha de sentirse orgulloso del progenitor de quien
podemos decir que fue miembro del Ejército de las Fuerzas Armadas de los
Estados Unidos de América. El mismo que murió en combate, luchando por la
democracia y la libertad, en las playas francesas de Normandía, durante el
famoso desembarco acaecido en 1944, entre junio y agosto de ese año.
Aquel
pequeñuelo a quien el hado y la guerra le arrebató a su progenitor cuando sólo
contaba con dos años de edad, le esperaban gratos momentos más allá de las
fronteras de su Detroit natal. Dispuesto a labrarse su destino le vemos
capacitarse en la Universidad de Wexford en donde se le confiere el título de
Gerente Comercial.
Hacia
el año 1960 arriba a Panamá como miembro del Cuerpo de Bomberos de la Fuerza
Aérea de los Estados Unidos de Norteamérica. En ese período que se extiende
hasta 1963 labora en Albrook-Howard y Río Hato, radicándose en la capital de la
república en el año 1969. Allí, incursiona en otros menesteres para asumir la
gerencia de importantes franquicias estadounidenses: Pollos Fritos Kentucky,
Dairy Queen y Tastee Freez. Esa experiencia laboral será decisiva para su
estadía en el Istmo.
En
efecto, durante el año 1974 se traslada a la capital provincial herrerana en
donde ejerce como gerente de Dairy Queen y escala hasta tener su propia
franquicia, la que es conocida como Frostees. Desde entonces la nueva sede de
su empresa se ha convertido casi que en ícono de la ciudad de Chitré; ubicada
en la Avenida Enrique Geenzier, importante arteria vial de la tierra de don
Dámaso Ulloa. Se ha sentido tan complacido con su nueva tierra que el 22 de
mayo de 2002 se nacionalizó panameño.
En
1986 contrajo matrimonio con la señora Carmen Mora, con quien ha forjado
familia. El señor Nearon Ryan tiene varios hijos: Mercedes Moreno y Robert,
Elizabeth, Mary, Luisa, John y Carol Nearon. La existencia de una prole como la
indicada demuestra que don Robert Harold Nearon Ryan, sin negar su tierra
natal, ha hecho de su heredad adoptiva un lugar para vivir a sus anchas de
azuerense casi que raizal.
Una
prueba contundente de la integración de don Nearon a la región, no radica solo
en su huella empresarial, sino en su papel dentro de asociaciones. En su vida
pública ha sido fundador de la primera academia de Karate Do, la que contribuyó
a forjar junto a Arturo Worrel, organización en donde llegó a ser Cinturón
Negro. La región le conoce como patrocinador de boxeo, football y baloncesto.
Son incontables las organizaciones que saben de su mecenazgo en carnavales, bandas
de música, eventos municipales y otros. Es amigo del Museo de Herrera, miembro
del Club de Golf, fundador de Protección Civil en Chitré, presidente en dos
ocasiones de Apede Azuero, así como miembro del Patronato de la Feria
Internacional de Azuero, por mencionar algunos eventos que hablan de un
compromiso que se proyecta más allá de la esfera empresarial.
3. Ingeniero Leónidas Saavedra Espino
Don Leónidas
Saavedra Espino nace en Guararé el 1 de mayo de 1922. Hijo de preclara familia
santeña -cuyos orígenes se hunden el período colonial- desde pequeño mostró una
indudable vocación por las ciencias, ya que creció en el seno de un hogar en
donde su padre se agitó en temas farmacéuticos y resultó heredero de la fina
sensibilidad de su madre, de la que seguramente debe parte de su visión
humanista del mundo. Por eso los libros nunca fueron un objeto extraño en su
residencia, y estoy hablando de una época y comunidad en donde antaño esa no
era la nota dominante.
Los
estudios primarios los realizó en su pueblo natal y mejoró su formación
secundaria en el Instituto Nacional de la ciudad de Panamá. Allí obtiene el
bachillerato en ciencias y letras. Durante esa promoción se le distingue con
premios en química y francés. Con posterioridad viaja a los Estados Unidos de
Norteamérica y allí, en la Universidad de Iowa, se le confiere el grado de ingeniero
Químico. Deseoso de aprender realiza cursos de ingeniería de aguas en la
Universidad de Cincinati.
Al
regresar al país va a ser cofundador del Instituto de Alcantarillados y
Alcantarillados Nacionales (Idaan). En esa institución fue jefe de plantas de
tratamientos y control de aguas, asesor para control de calidad de aguas
servidas. Ha representado a Panamá en diversos congresos internacionales en
instituciones tan prestigiosas como la UNESCO. Participó en el estudio para
determinar las fuentes de aluminio en Ecuador y Panamá.
Radicado
en David, Chiriquí, también se ha dedicado a la urbanización y el negocio de
bienes raíces.
Finalmente
debo indicar que don Leónidas, además de su vocación técnico científica, posee
una extraordinaria vena humanística que le ha llevado a ser escritor de fina pluma. Ese mismo texto que
con la maestría de políglota es capaz de escribir en español, alemán, francés e
inglés. Baste con señalar su novela “¿Espino? Mensabé antes de Azuero”, en la que
describe no solo la saga de su familia en los Siglos XVII y XVIII, sino los
orígenes de gran arte de la península de Azuero. Este texto es, sin la menor sombra
de duda, la mejor novela que se ha escrito sobre Azuero en los últimos tiempos.
Casado
con la señora María Teresa Anguizola de La Lastra, tiene cuatro hijos:
Leonidas, Javier, Alexis y Gerardo.
4. Revisado los aspectos más importantes de la biografía de los
dos azuerenses se impone una reflexión final. Lo primero que hay que afirmar es
que no deja de ser de lo más llamativo que al agasajar a don Robert y don Leonidas
nos percatemos que ambos sean ejemplo de emprendimiento empresarial y, el
segundo, además, experto en el tema del agua. Muy trascendentes que ellos
tengan una trayectoria de vida que se enmarca en las temáticas que son el
centro del debate contemporáneo sobre el desarrollo regional. A saber, la
necesidad de contar con un renovado ímpetu empresarial que enrumbe la economía
hacia nuevos derroteros en Los Santos y Herrera. Así ha de ser, porque los
emprendedores de ayer cumplieron su labor y corresponde a las nuevas
generaciones empujar el carro del desarrollo más allá de la muralla China de
Divisa o de las dádivas del Estado regalón.
En el
caso de Robert Nearon éste asume una visión que le ha hecho ser pionero en la
comprensión de que la autarquía económica no es buena consejera y que hay abrirse
a capitales que no necesariamente son nacionales, pero que los necesitamos para
nuestro desarrollo. Llama mucha la atención esa postura suya de vincular la
empresa con eventos sociales, que no necesariamente son de su incumbencia
empresarial, pero que son ineludibles porque forman parte del contexto en el
que está inmersa la empresa. A esta postura le llaman en términos modernos responsabilidad
empresarial, proyección comunitaria u como deseemos llamarle, pero que el señor
Nearon asume y se ha hecho costumbre desde los años setenta del siglo XX, época
cuando muy poca gente teorizaba sobre estos tópicos.
Y si
hemos de valorar al señor Nearon por su fe y constancia en los destinos de la
región, otro tanto podríamos afirmar del ingeniero Leonidas Saavedra Espino,
paradigma del hombre ilustrado que necesitan las provincias de Herrera y Los
Santos. De porte gallardo y de conversación fluida e inteligene, don Leonidas
forma parte de esa generación de panameños que lograron que el tema del agua
diera un salto cualitativo de los pozos en la orilla de los ríos, de la tinaja
y la lata o churuca sobre el rodete, hacia el grifo que al abrirlo expele mucho
más que el líquido acuoso, derrama salud a raudales. En efecto, fueron millares
de panameños los que, al consumir agua potable, salvaron su vida porque las
enfermedades tenían en su mayoría, un origen hídrico. Y como su labor como
químico y experto en agua fuera poco, nos lleva al mundo literario con la
novela, “¿Espino? Mensabé antes de Azuero”, joya bibliográfica que en lo
personal incluyo entre los 10 mejores libros que se han escrito sobre la tierra
del santeño Belisario Porras Barahona y la herrerana Ofelia Hooper Polo.
Don
Robert Nearon y Leonidas Saavedra Espino dejan, para quienes deseen verlo, una
gran enseñanza. Sus vidas pregonan a los cuatro vientos que el amor a la región
y a la nación no es un sentimiento sensiblero, que no basta con mirar al
Canajagua y al Tijeras en la distancia, demuestra que la idolatría no tiene
sentido si no se plasma en una vida de compromiso social que convierta el amor
en praxis liberadora.
Los
que integramos la Fundación Juan Antonio Rodríguez, en esta jornada de tan
profundo significado para los homenajeados, así como para sus familiares,
sabemos que otra vez en la Feria Internacional de Azuero se ha cumplido con un
rito que para nosotros es sacro. A saber, el respeto por la inteligencia de
nuestros paisanos, el regocijo de estar nuevamente en la brega, junto a la
certeza de que el reconocimiento ciudadano es el antídoto contra la indolencia
ciudadana que no pocas veces corroe el alma de la patria.
Villa de Los Santos, viernes 29 de abril
de 2016-
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