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27 marzo 2020

ENTRE PANDEMIAS Y COGITACIONES


El hombre es un animal depredador y hacedor de cultura, lo que no es nada nuevo. Sin embargo, lo relevante estriba en la naturaleza de aquello que ha venido construyendo hasta la fecha. Acostumbrado a su rutina, el sacarlo de su mundo de confort le estremece, pero ayuda a revisar su proyecto colectivo de vida. Y en este sentido un microscópico virus le ha puesto a padecer por el costo que está pagando, por lo que hizo, olvidó y se niega a emprender.
En la nación istmeña podemos derivar lecciones de esa angustia existencial, que independientemente de las secuelas que haya que asumir, nunca deben olvidarse. Claro que es importante y prioritario controlar el entuerto sanitario que nos agobia, pero de cara al futuro es más relevante escudriñar la etiología social que le ha conducido a la encrucijada en que se encuentra, para que seamos capaces de trascender el transitorio problema que padecemos; porque el hoy, sin los correctivos del mañana, no pasa de ser un simple alarido cósmico.
Por tal razón, lo que sigue, son algunas cogitaciones, categorías analíticas nacidas desde el mirador en que me encuentro y que comparto con los lectores, con el único afán de estimular la sana cavilación y propiciar los necesarios correctivos. Helas aquí.

1. Globalización. Comprendamos que a nivel planetario se han roto las barreras que aislaban al hombre, lo que es positivo, por cuanto integra al planeta, pero también la mundialización presenta tonos grises y negros. Todo se comparte (la economía, cultura, tecnología, música, gastronomía, etc.), al igual que las enfermedades que ya no están circunscritas a un área geográfica, sino que son la cosecha de los hombres en las antípodas del mundo. Lo admitamos o no, vivimos en la aldea global, porque el asiático que muere en Wuhan está conectado con el istmeño que fallece en Potuga. El estado-nación está herido de muerte, pero en el presente todavía no concluyen las labores del parto y sólo escuchamos los gritos de la madre Tierra.

2. Entorno ambiental. La crisis ambiental, y no solo de aves, mares, temperaturas y bosques, únicamente puede ser superada por la solidaridad humana, porque la globalización, como queda dicho, no sólo ha de ser económica y cultural, sino humanista. Tiene que importarnos el prójimo, el hombre íngrimo que muere desnutrido en cualquier rincón del planeta y que no queremos reconocerle para no asumir engorrosos compromisos. El irrespeto al entorno ambiental está levantando polvaredas de males que estuvieron allí, en su inframundo, esperando el caldo de cultivo para su afloramiento. El hombre olvida que la destrucción de los ecosistemas abre la puerta a la fosa comunitaria, a los aposentos de Hades y el Can Cerbero.
3. Estratificación social. La desigualdad social es el coronavirus del mundo. Esas disparidades en el acceso a la educación, salud, economía, vivienda, diversión y ocio están lastrando la vida de los seres vivos, humanos o no. La resurrección de teorías que pregonan la supervivencia del más fuerte imposibilita la solución de los problemas y encarnan una visión torpe y pírrica del mundo. La pobreza es casi universal y la riqueza en pocas manos ofende la Casa Común. El mayor muro para enfrentar las pestes, cualesquiera sean, radica en los desiguales accesos a la riqueza y bienes que el hombre crea.

4. Educación y ciencia. Ha salido a relucir la visión comarcal de la instrucción. El grueso de la población carece de las herramientas conceptuales y teóricas que le permitan comprender la pandemia. Aflora una visión emocional y chata de la realidad. El miedo se apodera de la razón y ésta, ya de por sí limitada, recurre al sentido común. Las plegarias que pueden ser buenas suplantan la ciencia y la histeria colectiva se enseñorea sobre la nación. El hombre quiere que la deidad resuelva lo que es de su estricta responsabilidad humana. Los cambio sociales son tan bruscos que sectores sociales, aparentemente lúcidos, se dejan llevar por soluciones que distan de ser sensatas. Los medios de comunicación no pocas veces desorientan a la población y saturan al receptor con mensajes repetitivos y cansones. En consecuencia, el hombre extraviado intenta retornar inútilmente al natal útero materno, aunque trasporte en su cuerpo el aguijón de la enfermedad. Lo que falta es educación y ciencia, pero tales males no se resuelven con decretos y cuarentenas coyunturales.

5. Filosofía de vida. En lo más profundo de la encrucijada actual aflora un problema capital, el sentido de la vida del hombre, porque es evidente que la misma dista de ser perfecta y, por el contrario, se ahoga en la cultura del individualismo, el hedonismo desenfrenado, el pragmatismo extremo y la insolidaridad ciudadana. Porque siempre que la ciencia esté al servicio del dinero, la economía sea un fin en sí mismo y la educación forme abejas que no entienden su rol en el panal, éstas se conformarán con existir en su propia celda.

6. Epílogo. Cuando lo vivido sea parte del ayer -la pandemia y sus secuelas-, ojalá que el bípedo peludo haya aprendido algo. Esté consciente que existen problemas estructurales que tienen que ser resueltos y que no puede continuar pensando que vino al mundo para participar solo de la pachanga, extenuado y convertido en objeto del mercado, receptor pasivo de la depredadora politiquería criolla. Ha de comprender que no puede entregar su futuro a morones que depredan el sistema social, la economía, la cultura y el ambiente. El qué hará ese mortal alienado y sometido a los poderes mundiales, determinará la suerte de un minúsculo planeta perdido en el espacio profundo, así como del ser que se autoproclama homo sapiens.

…….mpr….
En las faldas de cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 25 de marzo de 2020



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