Arribo a Guararé y allí estás; miro
el templo y bajo su alero te encuentras, porque no hay guarareño que no te
idolatre y tiemble de emoción al verte pasar en procesión, Mercedes. El palio
te cubre y bajo él nos cobijamos todos. Ya sé, Virgen de Las Mercedes, que eres
advocación mariana y que tu rostro maternal ha sido el consuelo de miles de
guarareños. Que eres nuestra Patrona, quién lo duda; porque aprendimos a amarte
con los guiños nocturnos del volador de eco sonoro, el arpegio de la mejorana
campesina, los cánticos religiosos y el aroma a incienso de la eucaristía
dominical.
¡Y te debemos tanto, Mercedes!, más
allá de la emoción religiosa y el cuenco liberador de la identidad nacional.
Contigo todos somos uno, la unidad del guarareño, la fuerza que transita por el
mundo y el corazón que late frenéticamente cada 23 y 24 de septiembre.
En septiembre la cita es contigo, con
la tradición vernácula y la eucaristía festiva, en ese abrazo del Festival, en
la indestructible mancuerna de lo sacro y lo pagano, de la alegría y la
congoja, del gozo celestial y la debilidad de la carne.
Me voy de Guararé y sigues conmigo,
como soplo divino que alienta y reconforta el espíritu. Regreso al poblado y
allí estás, Mercedes, para que el guarareñismo no muera y la vida sea flor
campesina, marisma, brisa marinera y regocijo de hombre sabanero.
En las faldas de cerro El Barco, a 23 de septiembre de 2020.
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