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06 julio 2011

APUNTES PARA UN DEBATE SOBRE LA EDUCACIÓN SUPERIOR INTERIORANA

Centro Universitario
* La ponencia fue escrita hacia el año 1999 ó 2000

Han transcurrido cincuenta años desde que en la población de Aguadulce, en el año 1949, la visión futurista del Dr. Octavio Méndez Pereira hizo posible la presencia de la Universidad de Panamá en las provincias interioranas. Desde entonces mucho agua ha corrido bajo el puente; sin embargo, no siempre tal hecho histórico ha promovido en el Interior panameño, y específicamente en los Centros Universitarios, una reflexión crítica sobre el sendero que ha recorrido la educación superior.
Gracias a esa visión futurista, el Centro Regional Universitario de Azuero (CRUA), como parte de las unidades académicas de la Universidad de Panamá, comparte los éxitos, sinsabores y anhelos de las poblaciones que han crecido bajo el influjo de la Casa de Méndez Pereira. Conviene, pues, que ante la presencia de fuerzas renovadoras (sean éstas endógenas o exógenas) o aquellas otras  que se nutren de un esclerótico modelo universitario, los que laboramos en el CRUA digamos algo  sobre nuestro pasado, presente y futuro.
Pensando en la Universidad que todos queremos para nuestro pueblo, las reflexiones que siguen pretenden contribuir a un necesario y sano debate sobre el proyecto de educación superior interiorano. Esta nueva visión de hacer Universidad, centrada en una propuesta colectiva, puede constituirse en una vía que reduzca los infundados temores que despierta el proponer nuevos modelos de desarrollo universitario.
Los orígenes
Antes de entrar en los detalles sobre los orígenes históricos del Centro Universitario, conviene que lo hagamos centrándonos en los contextos socioeconómicos que han servido de base para implementar las diversas concepciones que la Universidad de Panamá ha desplegado en las áreas interioranas.
La premisa fundamental que subyace en nuestro enfoque reconoce que la educación superior, como la primaria y media, es un producto que se construye dentro de sistemas sociales específicos. En este sentido, en el período que se extiende de 1949 a 1999, encontramos variadas propuesta de desarrollo nacional que han tenido gran incidencia sobre las áreas interioranas. Así, en los años cincuenta y sesenta, el país se empeña en un enfoque económico que en lo medular se distingue por el llamado modelo económico de sustitución de importaciones, luego hacia la década del  setenta y parte de los años ochenta, encontramos la puesta en práctica del llamado Estado Empresario; propuesta a la que ha de seguirle una concepción de desarrollo típicamente neoliberal.
La historia del CRUA es fiel reflejo de tales momentos históricos. El establecimiento de la  Extensión Universitaria de Chitré, hecho acaecido en el año 1958, se enmarca dentro de un liberalismo que en Panamá busca la apertura de los mercados interioranos y el consiguiente control político sobre su territorio.[1] También responde a un liberalismo que ha sembrado las áreas interioranas de escuelas primarias (en las primeras décadas de vida republicana) y que en los años cuarenta impulsa la educación media en la Península de Azuero.[2] De allí que la educación superior, a través de la Extensión Universitaria de Chitré, sea el corolario de ese primer modelo de desarrollo al que hacemos alusión. Por ello, se comprende que esa primera presencia de la Universidad de Panamá se vea circunscrita a la reproducción de una oferta de carreras que se centra en lo que el liberalismo estimó como el mecanismo idóneo para la redención del país; me refiero a su inquebrantable idea  de que el alfabeto liberaría a la Nación de su atraso social. Muy acorde con lo planteado, subyace la concepción de que el Interior debe ir creando los cuadros técnicos para su  desarrollo; la idea de que el gobierno y la empresa privada no pueden laborar con una burocracia carente de formación  científica. Este hecho se ve confirmado al ser las áreas humanísticas y las de  administración de empresas las que inicialmente lideran las carreras que oferta la Extensión Universitaria.
En este primer momento encontramos la génesis de una propuesta, que si bien en su época generó sus frutos, ella no surgió de la matriz social de la región de Azuero. En verdad se trató de otra imposición del transitismo, injertada en provincias que derivaban su sustento de actividades agropecuarias.
Lo positivo en todo caso radica en percatarse que la Casa de Méndez Pereira ya sembraba con ese proceder un germen de la descentralización y de alguna manera representa una tímida ruptura con el enclaustramiento en el Campus Central. Ese proceder representa el fruto de una lucha popular que en la Zona de Tránsito se manifestó con Acción Comunal, las huelgas inquilinarias, los movimientos estudiantiles universitarios, los reclamos de las primeras feministas, el surgimiento de algunos partidos populares y, en  el caso de Azuero, los reclamos de la Federación de Sociedades Santeñas y la presencia de una intelectualidad que egresa de la Universidad de Panamá y de otros centros de enseñanzas en el extranjero. Coincide, igualmente, con la maduración de una toma de conciencia sobre la identidad cultural de los orejanos de Azuero.[3]
Desde nuestro particular punto de vista, la historia de la Extensión Universitaria expresa y es producto simultáneo de ese mundo social y económico; no olvidando que la Extensión tampoco es consecuencia de una planificación científica, sino que la institución se va constituyendo y evolucionando no siempre vinculada con su entorno social. Tan es así, que al llegar el momento de su cierre y posterior reordenamiento institucional, lo hace con otra toga, pero arrastrando similares limitantes.
El momento de las transformaciones llega con  la toma del poder por parte de los militares. La diferencia estriba en que la nueva figura del Centro Regional Universitario (CRU) responde a un modelo de desarrollo que busca suplir las deficiencias de la propuesta de sustitución de importaciones. Con ello el populismo torrijista intenta poner coto al agotado modelo económico erigiendo a las empresas estatales como motor del desarrollo interiorano. En ese contexto la Universidad de Panamá, en manos de personeros del régimen, se convierte en un instrumento de una política gubernamental que pregona el acceso del pueblo a la educación superior. En Azuero el CRU se constituye en la instancia administrativa mediante la cual se ejecutan tales políticas.
Así pues, la creación del Centro Regional Universitario de Azuero en el año 1970 es producto de ese enfoque de desarrollo. En consecuencia, la apertura “democrática” promueve un incremento notable de la oferta de carreras, la matrícula estudiantil se incrementa, así como la planta docente y el estamento administrativo. Como era de esperar, la Unidad Académica sale de los locales del Colegio José Daniel Crespo (en donde funcionaba desde su creación) hacia las edificaciones en la Barriada Las Peñitas, hecho que acontece en el año 1984.
Lo cualitativo en todo caso radica en comprender, que no obstante la aparición de otras Facultades y carreras, el énfasis sigue recayendo sobre el área de servicios. También podrían ser sujeto de debate las repercusiones que tuvo el flexibilizar el acceso a la educación superior, pero lo importante es poder constatar que  una amplia masa de jóvenes azuerenses encontró en los claustros universitarios un espacio para sus realizaciones como profesionales.
Un punto de particular importancia en este período, se refiere a la reestructuración del Centro Universitario, hecho que no surge por la dinámica interna de la institución, sino por  la puesta en ejecución de la Ley 11 de 8 de junio de 1981; instancia jurídica que hizo forzoso el evolucionar desde la figura del Coordinador a la de Director del Centro Universitario. Un hecho cualitativamente importante de esta disposición legal, es el concerniente a la puesta en ejecución  de la Junta  de Centro. Mecanismo que con todas sus imperfecciones prácticas ha representado un tímido intento de democratizar las instancias de gobierno a lo interno del Centro Universitario.
Para el CRU de Azuero, como para el resto de las unidades académicas interioranas, la década de los noventa representa un gran desafío. Me refiero a que la puesta en ejecución de un modelo económico neoliberal ha incidido sobre la naturaleza del Centro y representa un duro cuestionamiento a la filosofía y fines que le animaron en sus orígenes. En efecto, lo que ha puesto en evidencia la nueva era es la insuficiencia y serias limitaciones de un enfoque de hacer Universidad en las áreas interioranas. Todo ello caracterizado por la presencia en el mercado regional de las universidades privadas, las que han venido a ofertar un abanico de carreras que supera las que ofrece el CRU de Azuero.[4]
Logros y obstáculos del Centro Universitario
La mirada histórica que hemos dado a la evolución del Centro Universitario nos permite aproximarnos al reconocimiento de sus logros y limitantes.[5] Entre los primeros es evidente, gracias a la presencia del CRUA, la consolidación que en las últimas décadas ha logrado la educación superior azuerense. Porque de aquel pequeño salón (que inicialmente servía como sitio de la coordinación y biblioteca) con el que se inició la educación superior en el Colegio José Daniel Crespo, la institución cuenta con un campus regional con posibilidades futuras de expansión, así como con una numerosa población estudiantil, un significativo estamento administrativo y un creciente número de docentes.[6]
Otro hecho relevante consiste en reconocer que durante dos décadas la educación superior pública no tuvo contraparte en la Península de Azuero. Como veremos este hecho tuvo su cara y sello, en términos de las oportunidades que representó para la educación superior, pero también sus efectos negativos para una institución que nunca sintió amenazada su hegemonía institucional y se olvidó de planificar para el futuro.
Así las cosas, luego de tres décadas de educación superior en la región, estamos en condiciones de intentar la enumeración de algunos obstáculos en el desarrollo de la educación superior regional. Entre ellos podemos citar los siguientes:
a.    Desarrollo de tipo coyuntural. En verdad el CRUA no ha logrado articular una propuesta institucional de largo plazo. Al no existir una planificación de tipo científica los eventos que realiza han carecido de la necesaria proyección social y muchos de ellos, generalmente bien intencionados, no han tenido el seguimiento administrativo que pudo arrojar mejores resultados.
b.    Centralismo administrativo y económico del Campus Central. Si bien la Universidad de Panamá es una sola institución de educación superior, la mayoría  de las veces ésta ha llevado su centralismo a niveles tan desproporcionados que ahoga la independencia del Centro Universitario. Este centralismo impide la propia evolución institucional y retarda las respuestas de la institución, no sólo a la propia familia universitaria, sino a las necesidades regionales.
c.    Visión y misión. Muy ligada a las limitantes anteriores  encontramos la falta de una perspectiva clara sobre la visión y misión del Centro Universitario. Con ello no queremos indicar que se carezca de objetivos institucionales, sino que los mismos no han sido fruto de un debate colectivo, ni han surgido al calor de las necesidades del medio social en el que está inserto el CRU. Consecuencia de todo ello es la existencia de una visión y misión que se torna borrosa; hecho que imposibilita la necesaria cohesión de grupo para resolver problemas y trazarse metas.
d.    Carencia de una filosofía universitaria. Si en entendemos por filosofía universitaria la articulación de una forma de ver el mundo, la existencia de ideas motrices que se constituyan en el cemento y la base de una propuesta de hacer universidad, evidentemente tenemos que admitir que se carece de ella. En el mejor de los casos esa filosofía universitaria se encuentra en estado embrionaria o diluida entre las coyunturales buenas intenciones de los diversos gobiernos universitarios.
e.    Cultura universitaria. Preocupante es el tópico de la cultura universitaria, en especial si entendemos por ella ese conjunto de prácticas, procederes, ideologías y vida universitaria que debe caracterizar a la educación superior. Ese mundo universitario aún no se vive a plenitud en la educación superior interiorana y el Centro Universitario apenas logra apuntar tímidamente hacia ello. Este hecho debe atenderse, porque la naturaleza de la Universidad la define precisamente ese mundo académico, cultural y social que hace posible que la comunidad universitaria posea una perspectiva holística del mundo; con lo que le aleja de visiones regionalistas, chauvinistas y xenófobas. 
f.     Investigación. Una Universidad sin investigación es como un ave sin alas. En efecto, lo que le concede el sello propio a la Universidad es este carácter de institución dedicada a la investigación de tipo literaria y científica. En este punto tenemos que admitir que la investigación en el Centro Universitario siempre ha estado en manos de los docentes y el apoyo de tipo institucional no supera la denominación de pírrico. Aún más, el CRUA jamás ha contado con presupuesto dedicado a la investigación, por lo que los profesores se ven obligados a financiar de su propio pecunio los afanes intelectuales.
g.    Divorcio educación superior – sistema social. Como hemos apuntado en los apartados anteriores, los Centros Universitarios nacieron como un apéndice del Campus Central. Se establecieron sobre provincias agropecuarias ofertando un mundo transitista. En el caso del CRU de Azuero esa visión aún perdura en sus aspectos medulares. De alguna manera la Universidad transita por un sendero que no se compagina con la sociedad peninsular en la que el Centro está inserto. Ello no es imputable a la Unidad Académica en su totalidad, porque también es un reflejo del centralismo bogotano que aún impera en el Campus Central.
h.    El problema docente, administrativo y estudiantil. Sobre este tópico se pueden señalar muchas cosas. Entre ellas sobresalen los problemas asociados a la estabilidad laboral, la falta de concursos de cátedras, el alto porcentaje de profesores especiales y el reducido número de docentes regulares y las escasas condiciones infraestructurales para el desempeño de las labores docentes dentro del Campus Regional. En lo relativo a los estudiantes, sobresale la carencia de un presupuesto que responda a sus necesidades, la ya indicada falta de cultura universitaria, así como la urgencia de reestructurar la Secretaria  de Asuntos Estudiantiles. Otro tanto acontece con el estamento administrativo que debería responder a una política centrada en la administración democrática y científica del mismo.
Una mirada al futuro
Una vez analizados algunos de los problemas por los que atraviesa el Centro Universitario,  la búsqueda de soluciones a los mismos son tareas que no sólo incumben a la familia del CRUA, sino que debemos    enmarcarla dentro de una problemática mucho más estructural. Por ello se impone un análisis tanto del CRU de Azuero como  de la figura institucional que hasta ahora se ha asumido como valida.
En efecto, al finalizar el Siglo XX son muchos los interrogantes que podemos hacernos sobre la educación superior en la región de Azuero y, en general, sobre la naturaleza de la educación superior en las áreas interioranas. Lo medular estriba en comprender que las respuestas no deben provenir únicamente del Centro Regional Universitario de Azuero, sino que las soluciones a éste pasan necesariamente por una visión compartida con las diversas unidades académicas interioranas. Los apartados siguientes abordan ese tópico.
1.    En el Centro Regional Universitario de Azuero.
En el Centro Universitario las propuestas de renovación institucional deberán acometer desafíos como los que pasamos a detallar; tales tareas no son las únicas, pero si dan cuenta de lo compleja de la misión y de la urgencia de encontrar soluciones.
a.    De la coyuntura institucional a la planificación científica. Este es un desafío impostergable y de urgente atención. La educación no marchará hacia puerto seguro hasta tanto la institución no logre una planificación científica de sus actividades. La ausencia de ello genera cansancio y la falta de un espíritu de cuerpo entre los diversos estamentos. Al no existir un claro perfil de la Unidad Académica la comunidad universitaria se agota en esfuerzos coyunturales que no logran constituir una auténtica cultura institucional.
b.    Del protagonismo personal a las propuestas colectivas. Este tema es de vital importancia para la institución. Los orígenes del Centro se caracterizaron por un modelo de gestión en donde la misma dinámica social de la época impuso en los Centros Universitarios la existencia de cierto caudillismo administrativo. Al implementarse sin planificación científica, en el CRU todo estaba por hacer y no existían normas de procedimiento administrativo. Ello condujo a que se impusiera un estilo de administración con rasgos personalistas y, en consecuencia, se terminó por confundir a la persona con  la institución. Ambas se fundieron en un gran abrazo y terminaron por asfixiar la marcha institucional.
Lo que encontramos hoy es la crisis de ese modelo universitario y la única manera de superarlo radica en promover la democratización efectiva de todas las instancias. Esto supone la puesta en vigor de una dirección centrada en la búsqueda del consenso y en la renovación periódica de los equipos directivos. En este sentido, los obstáculos a la constitución de esa nueva cultura universitaria representarían la tácita renuncia a darnos una Universidad centrada en los más preciados intereses comunitarios.
c.    Del enclaustramiento universitario a una auténtica convivencia social. Platear que nuestro Centro carece de proyección universitaria sería faltar a la verdad; pero pensar que esa proyección es óptima también es un error de apreciación. Hasta ahora el CRUA no ha logrado articular una política al respecto. Este proceder no sólo involucra a los sectores populares propiamente dichos, sino que se hace sentir con respecto a la empresa privada, instancia con la que son muy débiles los nexos administrativos. Lo cual confirma que la limitante que hemos visto en el plano interno, también es válida para el extramuros universitario.
d.    Docencia e investigación. Promover la investigación científica y literaria, así como el estímulo a las tareas docentes, forma parte de los grandes desafíos que ha de enfrentar la educación superior en Azuero. Hasta ahora este tema no ha gozado de la necesaria atención; pero es innegable que existe insuficiencia en la dotación no sólo de la tecnología para impartir las clases, sino del apoyo económico para la realización de investigaciones. En consecuencia, en la gran mayoría de los casos la práctica docente se ve circunscrita a las clases en el aula. Aquí, como en el resto de la Universidad de Panamá, la investigación es la Cenicienta de la familia. 
2.    En los Centros Regionales Universitarios.
Como hemos podido percatarnos, lo que acontece en el CRUA forma parte de una situación mucho más compleja y estructural que atañe a los demás Centros Universitarios. Siendo así, ya es hora de que asumir la complejidad de la situación como un tema que no debe postergarse indefinidamente. Por ello, quizás el problema fundamental radique en buscar respuesta al siguiente interrogante: ¿La crisis que viven los Centros no demuestra el agotamiento de esta forma institucional  de hacer Universidad en el Interior panameño?.
Hoy nadie duda que al final del Siglo XX ha cambiado el entorno social, económico y político en el que tradicionalmente se desempeñaron los Centros Universitarios. Factores ligados a la propia complejidad interna de los estamentos que lo conforman, así como las exigencias que trae aparejada la globalización y la democratización política, plantean la sustancial revisión de los supuestos que permitieron el desarrollo de la educación superior interiorana. En efecto, hasta ahora en el Interior la educación superior  ha sido posible centrándose en tres supuestos básicos:
. Los Centros Universitarios surgen para brindar educación superior a las provincias del Interior.
. Cada provincia debe tener su Centro Universitario.
. A largo plazo cada Centro se convertirá en Universidad.
Un análisis prolijo de la situación nos lleva a pensar que de tales supuestos sólo el primero conserva su vigencia. Los universitarios del Interior panameño debemos reconocer que  vivimos una crisis que conduce inevitablemente a una revisión integral del fondo y la forma institucional de hacer Universidad en nuestras provincias istmeñas. Por ello, la presencia vigorosa de la Universidad de Panamá en nuestras regiones sólo logrará los frutos deseados si somos capaces de establecer un  diálogo conjunto sobre la pertinencia de los dos últimos supuestos que arriba hemos indicado. Sin embargo, en el camino hacia ese logro encontramos algunos escollos que es necesario vencer. Entre ellos está el superar cierta visión parroquial de los Centros, el concebir a éstos como feudos provinciales o como instancias administrativas que le pertenecen en exclusiva a un área geográfica del país.
Una lectura realista de la situación confirma que mientras crece la demanda de la educación superior, en los Centros algunas carreras se cierran, los docentes se quedan sin cátedras, aumenta la presencia de las universidades privadas, el presupuesto universitario resulta insuficiente y la institución no logra enfrentar creativamente los nuevos retos. Al contrario, se insiste en reproducir la oferta de carreras tradicionales, repitiéndose las mismas en Centros muy cercanos. Al final muchas veces no se logra la matrícula requerida y el estudiante opta por acudir a otras instancias de educación superior.
Un aspecto muy sensible, pero que debemos enfrentar responsable y científicamente, consiste en analizar si en el Interior la profusión  de Centros Universitarios no se ha constituido en uno de los factores que ha desencadenado la crisis institucional. Todo parece indicar que la proximidad de los Centros se erige en un serio obstáculo para el desarrollo de los mismos. La situación coloca en evidencia la propia naturaleza institucional de la educación en el Interior sugiriendo la búsqueda de nuevas alternativas de desarrollo.
Algunas de las alternativas que se avizoran pasan por la discusión de opciones como las siguientes:
            (a). Reordenamiento en el seno de cada Centro Universitario.
            (b). Fusión de Centros muy próximos.
            (c). Convertir el Centro Universitario en Universidad Autónoma Provincial
            (d) Creación de un órgano colegiado de gobierno para todos los Centros.
            (e). Establecer una Universidad Autónoma para las provincias centrales.
Según nuestra manera de ver la problemática, la opción (a) resulta insuficiente porque lo que ha quedado en evidencia es la ausencia de una política universitaria para los Centros y desde los Centros Universitarios. En efecto, por mucho tiempo éstos han sido meros espectadores de decisiones administrativas que dependen de las Facultades y de los órganos colegiados de gobierno (Académico, Administrativo, CGU, etc.). Este proceder no es sólo imputable al Campus Central, sino a cierta indiferencia y falta de previsión de los propios Centros.
La segunda de las opciones (b) no goza del reconocimiento de la población universitaria en las áreas interioranas. En este punto mucho ha tenido que ver la demagógica postura de algunos sectores universitarios que han fomentado y adulterado un sano regionalismo. Porque en ocasiones el surgimiento de las Unidades Académicas  ha sido más el producto de un acto emocional, que la consecuencia de un estudio serio y científico; así como en otras el fruto de una promesa de campaña en la lucha por la rectoría de la Universidad de Panamá. Sin embargo, esa opción no puede ser descartada y deberá valorarse, porque los errores del pasado no justifican el perpetuar un yerro mayor.
Otras de las alternativas propuestas (c), sostiene que el Centro debe evolucionar hacia una Universidad Autónoma Provincial. Plantean algunos sectores interesados que inevitablemente la dinámica social de las provincias y del Centro Universitario hará que tal cosa ocurra. Quizás ello pueda ser así, pero el punto de la discusión actual no radica en la negación de ese supuesto sino en el logro exitoso de la propuesta. Porque no se trata tan sólo de poseer el número de estudiantes necesarios, sino de disponer de la estructura docente, administrativa y presupuestaria que garantice que el producto que egresa goce de reconocimiento público. Aparte de que se asume el riesgo de que la Universidad de Panamá se desagregue en un conjunto de islas académicas que por su desconexión pierden presencia social y poder político.
Un aspecto que no puede ser negado, consiste en percatarnos que los Centros Universitarios nunca han podido articular una respuesta colectiva a sus problemas. La cuarta propuesta (d), pretende crear una instancia de tipo administrativa que regule la repetición innecesaria de carreras, estimule el compartir experiencias, conduzca al uso racional del presupuesto universitario, fomente la solución colectiva de los problemas y garantice que los Centros Universitarios puedan continuar laborando en las áreas geográficas en que se encuentran.
Por su parte la opción (e) retoma una idea que no es nueva. Ya en los años treinta y cuarenta se pensaba en crear una ciudad universitaria en las provincias centrales. La propuesta sugería que el país contara con  tres universidades: una para Chiriquí y Bocas del Toro, otra para el sector atlántico y región este de Panamá, así como la indicada Universidad de las provincias centrales. Una propuesta como la indicada implica el cierre de los Centros y su reagrupamiento en una Universidad ubicada en un lugar equidistante a las cuatro provincias centrales.
Mecanismos para la acción
En el análisis precedente hemos planteado una panorámica de lo que acontece en el Centro Regional Universitario de Azuero y  los Centros Regionales Universitarios. Como saldo a todo ello, podemos afirmar que es innegable que la educación superior interiorana necesita ser renovada, es decir, remover sus cimientos y estructurar una nueva propuesta de “hacer universidad”.  También es evidente que la clásica estructura organizativa de los Centros resulta inadecuada para asumir creativamente los nuevos retos contemporáneos.
El punto a debatir en esta ocasión radica en comprender si nuestra comunidad universitaria podrá estar a la altura de las circunstancias históricas; si en verdad estamos dispuestos a acometer la tarea pensando en el desarrollo interiorano y no en el goce de algunos beneficios materiales que se derivan de la peculiar estructura con que labora la Universidad de Panamá en las provincias del Interior panameño.
Debemos ser positivos y pensar que ya contamos con la visión y empuje necesario como para acometer una tarea de tanta trascendencia. Los mecanismos para promover ese cambio deben ser el producto de un debate colectivo en el Centro y entre los Centros Universitarios. En una primera fase lo que se impone es la ruptura del aislamiento en el que han estado sumidas un conjunto de unidades académicas que duermen en la misma casa, pero en alcobas separadas.
Ya se trate de la selección de una de las alternativas de solución propuestas, o de cualesquiera otra, la educación superior demanda correctivos urgentes. La solución ha de ser concertada y no puede ser suplantada por meros intereses provinciales o por caprichos de partidos políticos, ni mucho menos por mesiánicas posturas de corte individual. De lo que se trata es de asumir una postura que democratice la educación superior, garantice el acceso igualitario a todos los sectores sociales, clarifique la nueva misión y visión universitaria, haciéndonos partícipes y protagonistas de un nuevo proyecto universitario para las áreas interioranas.  El desafío está allí, el mecanismo para la acción se fundamenta en la búsqueda del consenso entre los Centros; para que el sueño que una vez  sembró en Aguadulce un panameño genial, florezca como los macanos sobre la campiña interiorana.
NOTAS

[1]. Una exposición más detallada sobre la historia del CRU de Azuero puede leerse en: Pinzón Rodríguez, Milcíades. La Educación Universitaria en la Región de Azuero. (Historia y perspectivas de un Centro Universitario). Villa de Los Santos: Impresora Any S.A., 1990, 13 págs.
[2]. En relación con la historia educativa de la región de Azuero, consultar del autor los siguientes textos. Para la educación primaria: La instrucción pública en Azuero. (Siglo XIX y primera mitad del XX). Chitré: Impresora Crisol S.A., 1992, 84 págs.  Algunos detalles sobre el nivel medio aparecen en: Medio Siglo de Educación Secundaria en Azuero. Villa de Los Santos: mimeo, 1992, 24 págs.    
[3]. La concepción sobre la orejanidad puede consultarse en: Pinzón Rodríguez, Milcíades. Los orejanos de Azuero. (Una antología necesaria). Panamá: Imprenta de la Usma, 1995, 100 págs. Ver igualmente: “Orejanidad”, en Ágora, Año # 2, # 35, 14/VI/93. 
[4]. Un refrescante aporte de diversos autores sobre el nuevo papel de las universidades está en: Picón, César. Foro Regional; Universidades Empresa Privada en Panamá “Construyamos Juntos”. Panamá: Imprenta Universitaria,  1997, 162 págs. 
[5]. Una visión crítica del autor sobre la temática  está contenida en diversos artículos aparecidos en la Hoja de Comentarios Ágora y Totuma:  Ver: “Centros Regionales: ¿Escuelones de secundaria?. Año 1, # 1; “Docencia e investigación universitaria”, Año 1, # 8; “Hacer la Universidad”, Año 1, # 15; “Renovación de los Centros Regionales Universitarios”, Año 2, # 39; “Centros  Universitarios y modelos de desarrollo”, Año 3, # 57; “Gamonalismo universitario en Azuero”, Año 3, # 60; “Saldo de una elección universitaria”, Año 3, # 61; “XXV aniversario del CRU de Azuero”, Año 4, # 73; “Cátedra sobre Azuero”, Año 4, # 94; “¿Elecciones Universitarias?”, Año 6, # 109 y  “Cincuenta años de educación superior”, Año 8, # 130  
[6]. Por ejemplo, en 1959 la Extensión Universitaria inició labores con 61 estudiantes, en el año 1970 la matricula del Centro Universitario ascendía a 117 estudiantes, una década después (1980) asistían 1037, en el año 1990 se contó con 1604 estudiantes y en el Primer Semestre del  año 1999 la institución cuenta con 2371 estudiantes. 

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