Para mi hijo Antonio
Miguel, a quien debo el interés por el tema
Si alguna vez visitas el templo de la colonial
población santeña, aparte de apreciar los retablos barrocos que le adornan, te
sugiero mirar hacia el techo y apreciar lo que es el motivo de esta
publicación. Allá en las alturas, en el área de la división de las dos aguas,
apreciarás un entramado artístico al que se denomina artesonado, en nuestro
caso de madera; arreglo que antaño se elaboraba para adornar y disimular ese
sector de las techumbres.
El
artesonado y su existencia en otras
latitudes
El Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua (RAE) define al artesonado como: “Techo, armadura o bóveda formado con
artesones de madera, piedra u otros materiales”. Y sobre el vocablo artesón
indica: “Elemento constructivo poligonal, cóncavo, moldurado y con adornos, que
dispuesto en serie constituye el artesonado”. Así las cosas, ya estamos próximos
a comprender la maravilla artística y arquitectónica que poseemos y que, repito,
no ha sido valorada y apenas si recibe la atención de quienes visitan el templo
santeño.
Una investigación, aunque fuese somera sobre el
tópico, nos demostrará que tales motivos artísticos caracterizan el arte
mudéjar y musulmán. Recordemos que el arte mudéjar florece en España entre los
siglo XII y XVI y expresa la convivencia entre el Cristianismo y la cultura musulmana.
Por eso aparecen extraordinarios artesonados en España, como en los casos de Toledo
y Sevilla; que son precisamente dos ciudades en las que se produce esa amalgama
cultural a la que hago referencia.
En cambio, si hurgamos más en el pasado nos
encontraremos que este arte debe mucho a la cultura persa, que como
recordaremos fue el soporte intelectual que estuvo detrás del florecimiento de
Toledo, población en la que se produjo un encuentro entre lo español, musulmán
y persa. Al respecto, recomendamos leer De
Persia a la España Musulmana: Historia recuperada de la autoría de Shojaeddin
Shafa.
El artesonado
santeño
El detalle al que nos referimos es importante para
comprender el influjo indirecto de culturas europeas y asiáticas en la
arquitectura religiosa de la zona. Porque sin duda este artesonado no está allí
porque alguien se lo inventó de buenas a primeras. Al contrario, el mismo
sugiere que los alarifes o maestros de
obras estuvieron bajo el influjo o prevenían de ciudades como Toledo y/o
Sevilla. Al respecto, el aporte sobre la historia veragüense del historiador
chiricano Mario José Molina viene a confirmar la apreciación que hacemos (VERAGUAS: LA TIERRA DE COLÓN Y DE URRACÁ.
Estudio geo-histórico, urbanístico, económico, social y político y cultural de
Veraguas, Chiriquí y Bocas del Toro, 1502-1821. Tomo I, Capítulo 6). En
efecto, el autor confirma la presencia de maestros de obras traídos desde
España, justamente en el período en el que se construye el templo de San
Atanasio; suceso que acaece, hasta donde sabemos, en la primera mitad del Siglo
XVIII o quizás desde finales del siglo previo, el XVII.
Los templos de la zona, edificados en esa dieciochesca centuria, y que podrían
ser coetáneos con el de La Villa (me refiero a los de Las Tablas y Parita), no
lucen este arte arquitectónico. Lo cual es comprensible dado que la localidad
que se asentó en las riberas del antiguo Río Cubitá fue, por antonomasia, la sede
del poder colonial y como tal aspiraba a lucir un templo digno de ese abolengo
religioso. Asumimos que el poder económico, matrimoniado con el religioso,
quiso hacer de la obra arquitectónica una expresión de su poder terrenal. De
allí que este artesonado, junto a la profusión de retablos barrocos, logró en
su momento, sobre la conciencia de los fieles, el impacto psicológico al que aspiraba.
El diseño
artístico
El artesonado tiene una forma rectangular y se extiende
desde la puerta de entrada de la iglesia hasta más allá del altar mayor. Tiene
una extensión que podría rondar los 60 metros de largo por unos 3 metros,
aproximadamente. Los motivos que le adornan cubren, incluso más abajo del
artesonado propiamente dicho y con similares diseños, las vigas que dan soporte
y amarran los pilares que sostienen la techumbre.
Los motivos están geométricamente dispuestos y son una
muestra de buen gusto y refinamiento, desde el juego de colores hasta la
variedad de formas geométricas entre las que sobresalen cuadrados, ojivas, triángulos,
asteriscos, entre otros.
La puesta en
valor del templo
En verdad este artesonado es una joya artística digna
de mejor suerte y forma parte de un conjunto monumental -el del mismo templo-,
que debiera restaurarse para evitar su creciente deterioro. Urge pues, no sólo
una política de rescate y mantenimiento de ese artesonado, sino del propio
templo santeño que necesita una millonaria inyección económica que permita
conservar los retablos y devolver al altar mayor su antiguo y primigenio
esplendor. Está demás decir que esta labor ha de ser emprendida por verdaderos
especialistas en la materia; los que tendrían, además, la labor de devolvernos
el piso colonial que se cubrió de mosaicos.
Así debería ser, para que en el futuro la techumbre
del templo santeño también sea un timbre de orgullo para todos los fieles; y,
además de bajar la cabeza en forma respetuosa al arribar a la casa de Dios,
también miremos hacia el cielo y veamos en ese artesonado otra muestra de la
grandeza del hombre y de su más excelso Redentor.
…..mpr…
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