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25 julio 2019

EL CABILDO CULTURAL DE GUARARÉ



Han transcurrido setenta años desde la creación del Festival Nacional de La Mejorana, y eso se dice fácil. Lo medular, en cambio, no estriba tanto en conmemorar la fecha, como en comprender el significado profundo que tal acontecimiento representa para Panamá; conformación social  que, a más de un siglo de convertirse en república, aún no termina de perfeccionar su emancipación y de definir políticas de desarrollo nacional y de rescate cultural.
Para valorar lo acaecido en la guarareña y democrática Plaza Bibiana Pérez, hay que retroceder en el tiempo y trasladarse a 1881 e incluso más atrás en el conductor hilo de la historia. Debemos rememorar que el doctor Belisario Porras Barahona escribe en el año aludido el opúsculo que da en llamar El Orejano, extraordinaria defensa de la identidad del panameño y visión temprana de la toma de conciencia del santeñismo. Es decir, el estilo y forma de vida que tantas glorias le ha aportado a la república y que no puede ni debe pasarse por alto. En efecto, Porras Barahona inaugura en el Istmo el reflexionar, desde miradores campesinos, sobre lo que somos como como nación y es, en este sentido, un zapador de la investigación etnográfica, antropológico y sociológica.
Ya sabemos que El Caudillo, el personaje a quien la muchachada tableña apoda Huevo de Pava, dada la pecosidad de su rostro; el mismo al que han de bautizar en la zona de tránsito como El Kaiser Tableño, orientará sus quehaceres hacia la política criolla y no retomará los afanes literarios hasta el ocaso de su vida terrenal.
Dejemos claro que las transformaciones del siglo XIX ya auguran cambios profundos para el país que despierta de la vida lenta y amodorrada de la Colonia. La presencia extranjera, que sigue utilizando la zona transístmica, atrae oleadas de inmigrantes que cambian para siempre la cultura nativa y la dan al país la imagen multiétnica que le caracteriza. Panamá confirma su impronta multicultural y acentúa las diferencias entre el modelo económico de la capital nacional y el resto de la república que se apega a su mundo rural; porque las provincias interioranas continúan siendo ellas mismas, a diferencia de la ciudad de Panamá que vive abierta al influjo de la modernidad y sueña con viejos hanseatismos y falsos oropeles.
El siglo XIX y la primera mitad del XX son vitales para comprender lo acaecido en Guararé el 24 de julio de 1949, justo el día y mes en que nace en Caracas un latinoamericano de teoría y praxis, don Simón Antonio de La Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, mejor conocido como Simón Bolívar. Aunque también el 24 de julio de 1902 es el natalicio de Francisco “Chico Purio” Ramírez, el campesino que desde el sur de la península traduce en notas y arpegios las angustias y alegrías del hombre peninsular. Sí, hay que comprender que la reunión de Guararé no es sólo el arranque visionario del doctor Manuel Fernando de Las Mercedes Zárate y quienes le acompañaron en ese encuentro con la patria. Los guarareños vienen a plantear en el plano cultural, sin armas, pero con la carabina de la mejorana, lo que ya había reclamado en el plano político -128 años atrás- el Grito Santeño del 10 de noviembre de 1821. Porque somos patria y queremos patria.
La reunión es memorable y expresa la nobleza y amplitud de miras de quienes acometen la empresa cobijados en la rotonda histórica del parque. La misma edificación que nunca debimos demoler, porque ella era el ícono guarareño de una época gloriosa. Para el guarareñismo el Parque Bibiana Pérez Gutiérrez es ánfora de recuerdos, ágora griega de la sociedad campesina que se cobija bajo el palio de Nuestra Señora de Las Mercedes.
En el fondo la asamblea cultural de Guararé viene a ser el encuentro con el destino, el cabildo abierto en el que se consulta democráticamente a la población sobre la viabilidad del proyecto, una empresa colectiva que apenas dispone de dos meses para hacer posible el primer encuentro con lo autóctono.
Y la lidera Zárate, el guarareño que en 1917 era el secretario del alcalde Darío Angulo, el mismo que se gradúa de maestro en el Instituto Nacional y doctora en la Ciudad Luz, en la Francia de los enciclopedistas, de los filósofos y los revolucionarios. Porque a lo mejor, y aquí oso decir que el esposo de Dora Pérez, la Eda Nela de los poemas tiernos, a lo mejor nunca pensó cuánto le adeuda el Festival de La Mejorana a su empeño; pero también, lo mucho que le debe él a la fiesta de la tradición. Lo asevero porque el encuentro guarareño contribuyó a inmortalizarle e hizo de él -sumado a sus indiscutibles méritos personales y académicos -un ícono de la identidad nacional, el Padre del Folklor Nacional, el Hombre de La Mejorana.
La reunión guarareña del 24 de julio de 1949 tiene una relevancia que rebasa la frontera del distrito, la provincia y el país. No en vano hace posible la existencia del pionero festival folklórico de Latinoamérica. Los guarareños, con Zárate a la cabeza, realizan la lectura correcta de lo que está aconteciendo en la América de José Martí, constituida por naciones que en la fecha caminan en su propia búsqueda, intentando reconstruir el legado hispánico que se abraza con lo indígena, africano y aún mozárabe.
En lo atinente a la cultura orejana e istmeña, hay un antes y un después de tan sana maquinación de la inteligencia y de las energías populares que se unen para cantar -desde la tierra de Benita Pérez, Concho y Costa Polo- sin complejos de ninguna naturaleza, lo maravilloso de la identidad nacional. Y en realidad el cónclave fue tan revolucionario que despertó a diversos grupos étnicos que desde entonces ven en Guararé un ejemplo a emular.
A partir de allí pululan los festivales folklóricos, algunos de nombre nada más, y demasiados para mi propia visión del tópico, pero no cabe duda de que tales propuestas tienen su génesis en el añejo modelo que hizo posible la democracia popular que desde Guararé no pidió permiso a gobiernos y políticos para reclamar lo que es suyo y le pertenece, el rostro de la orejanidad.
En el mes de julio del año 49 del siglo XX, eclosiona la cultura del guarapo, la cutarra, la camisilla, la pollera, la carreta, la mejorana, el acordeón bohemio, la danza conga y los diablicos que durante el festival guarareño ejecutan bailes pletóricos de contorsiones corporales, exorcizan los demonios de la alienación colectiva y gritan a los cuatro vientos la liberación popular que se agazapa en el más luminoso de los festivales nacionales. La fecha es un hito en el calendario de la nacionalidad y Guararé se constituye en la bandera cultural que flamea sin traumas desde las riberas del río cuyo vocablo nomina al poblado.
Tan trascendental fue lo que aconteció en la Tierra de la Mejorana aquel 24 de julio de 1949. Aquí se hizo historia, aquí levantamos y recuperamos nuestra autoestima cultural y la patria agradecida nunca debiera olvidarlo.

.......mpr...
Disertación el 24 de julio de 2019 en el Parque Bibiana Pérez Gutiérrez de Guararé

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